Un paliacate en la Historia II

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Rostro de Morelos. (Medallón realizado en cera.)

¿Quién fue José María Morelos y Pavón?
«Durante los festejos de aniversario, las figuras esenciales de la historia de un país, semejantes a piezas de museo, son debidamente pulidas y sacadas al aire, para enseguida colocarlas de vuelta en la vitrina y dejarlas dormir durante un año —o cien— más. Pero para conocer la verdadera importancia y vida de un personaje histórico se necesita una profunda comprensión del pensamiento de la época que le dio vida…» [1]

Vocación sacerdotal.
Resabio de siglos anteriores, en el siglo XIX, a los hijos del pueblo llano sólo quedaba buscar espacio honrado en el desempeño de las labores manuales, en tanto que, para los criollos, las oportunidades eran tres carreras en cuya actividad quedaba el hombre más o menos protegido contra los rigores de la vida: la abogacía, la milicia o el sacerdocio aunque a expensas de cubrir una vacante difícilmente ocupada por alguien que no procediera de la península ibérica. Los hijos de hacendados, de dueños de minas, de comerciantes ultramarinos contaban con la oportunidad de «adquirir» alguno de los nombramientos burocráticos y nobiliarios otorgados por España en favor de los nacidos en la Nueva España si la solicitud la presentaba correctamente y con amplia muestra de merecimientos de sus antecesores acompañada adecuadamente con un sustancioso «provecho» para al benefactor: la Corona. Inclusive las casas de los nobles españoles abastecían constantemente de elementos humanos en los espacios mejor remunerados lo cual creaba un desequilibrio en la meritocracia con daño y frustración en las capacidades individuales entre los nacidos en tierras americanas. La vocación sacerdotal a destiempo de don José María Morelos y Pavón, parece, según lo múltiplemente asentado en la historia, una determinación más cercana a lo terreno que a lo estrictamente de orden espiritual. Una repetida afirmación establece que su bisabuelo rico, Pedro Pérez Pavón, dejó un capital para su hijo natural José Antonio, siempre que optara por el sacerdocio y sirviera a una capellanía. Al abandonar José Antonio el seminario para casarse, el goce de la herencia quedó aplazada, así, años después, la madre de Morelos pugnó para que ese capital pasara a su hijo por ser descendiente directo. Así, José María Morelos encontró su «vocación» sacerdotal a los 24/25 años. Decisión no deleznable ni reprochable dada la práctica de la época.

«En el proceso montado al prisionero Morelos en 1815, el fiscal dejó entrever el ascendiente del acusado, ‘atendiendo a su baja extracción’. Pedro Pérez Pavón, bisabuelo materno del combatiente al régimen de España, en su testamento despeja esa oscuridad al haber nombrado a José Antonio Pérez Pavón, su hijo ‘habido en mujer libre’, como beneficiario de una capellanía (un beneficio eclesiástico) que fundó. Beneficio que su bisnieto había aspirado a disfrutar con el fin de ingresar en el seminario para ser sacerdote.

«Morelos libró el requisito de demostrar ‘pureza de sangre’ en el seminario de su natal Valladolid, pero la partida bautismal del abuelo matero sería la clave para aclarar la ‘baja extracción’ mencionada por el fiscal. Ese es el aún hipotético nexo al parentesco africano de quien intentó terminar las distinciones de castas en su proyecto de nación independiente, plasmado en la Constitución de Apatzingán en 1814.» [2]

«… José María Morelos y Pavón […] como estudiante capense asistió (sic) a las dos instituciones (Colegio de San Nicolás Obispo el mismo año en que don Miguel Hidalgo y Costilla asumiría la rectoría de la Institución y Seminario Tridentino de Valladolid) al comenzar tardíamente sus estudios clericales, hacia 1790 y 1792. Por entonces, aunque Miguel Hidalgo ocupaba el cargo de rector del Colegio de San Nicolás, no fue directamente maestro de Morelos, pues consta que éste sólo acudió a tomar los cursos de latinidad impartidos allí por los bachilleres Jacinto Moreno y José María Arzac, y que luego continuó sus estudios filosóficos y teológicos en calidad de ‘estudiante capense’ del Seminario Tridentino de Valladolid’, entre 1793 y 1794… [3] los llamados ‘capistas’, ‘capeños’ o ‘capenses’; es decir, estudiantes comunes que no eran colegiales ni becarios en estos planteles, quienes acudían en calidad de oyentes o estudiantes externos a las cátedras impartidas tanto en el seminario como en el colegio.»

«… Desde el principio [Morelos] asumió sus deberes económicos y sacerdotales con igual responsabilidad. Al poco tiempo de ordenarse comenzó a ejercer el sacerdocio en pueblos pobres de Michoacán <<de mal clima y escaso provecho>>, como Churumuco, La Huacana, Urecho, Carácuaro y Nocupétaro, y habría sido uno de esos <<clérigos sueltos que>>, según Abad [y Queipo, respecto a que las cuatro quintas partes del clero], <<no tienen beneficio ni reciben nada del gobierno, que subsisten sólo de los pequeños estipendios de su oficio>>, de no ser porque después de su tardía ordenación —sin dejar de atender su ministerio, antes al contrario, reforzándolo—, Morelos se convirtió en un activo aunque modesto comerciante.»

La información histórica conserva la documentación correspondiente para el inicio y ejercicio sacerdotal de don José María, quede a manera de ejemplo: la solicitud de Morelos para la declaración de “vacante” para la capellanía fundada por su abuelo, el certificado de estudios firmado don Jacinto Mariano Moreno, el certificado correspondiente de don José María Pisa, Catedrático de Teología Moral en favor de don José María Morelos con la mención del paso del estudiante en la Universidad de México para adquirir el grado de bachiller, la solicitud del nuevo bachiller para su admisión a la primera tonsura el 5 de noviembre de 1795, y, entre otros muchos documentos:

“Ilustrísimo y reverendísimo señor maestro don fray Antonio de San Miguel.

“Dignísimo prelado y señor de mi veneración: el día 31 de enero por la tarde, con fecha de 25 de dicho recibí la superior determinación de vuestra señoría ilustrísima en la que se me ordena pase a recibir el interinato de cura del partido de Churumuco y la que abracé con increíble regocijo, para ejecutarla, aunque sacrificando mi vida, por obedecer a vuestra señoría ilustrísima y cultivar la viña del Señor.

“Doy repetidas gracias a vuestra señoría ilustrísima que se digna elegir pequeños para empresas grandes; y aunque no me hallo suficiente para desempeñar tan grave cargo, pero fiado en la promesa del Señor, y en la protección de vuestra señoría ilustrísima que espero no me desampare, voy desde luego a observar al pie de la letra la superior resolución de nuestra señoría ilustrísima cuya vida guarde Dios nuestro señor siglos en su mayor grandeza.

Uruapan, 1º de febrero de 1798.
Ilustrísimo y reverendísimo señor.
Besa la mano de vuestra señoría ilustrísima su menor súbdito.
José María Morelos.”;

además de las tribulaciones y montos para la ayuda del clero novohispano en favor de la corona en su conflicto con la Francia napoleónica.

Ya ordenado y con sede en Carácuaro enfrentó las vicisitudes de aquella zona pobre y de vida difícil, al parecer y sin mayores datos: «…inició un pequeño negocio de venta de ganado vacuno y porcino sea por adquisición o administración de un rancho». A la vez incursionó en la construcción y así: “Es el caso que en el área de 120 varas de oriente a poniente y 110 varas de sud a norte fabriqué yo en este citado pueblo de Nocupétaro una iglesia (lo más de propio peculio, como lo tengo probado en la presentación de mis méritos), la que después de la de Cuzamala [actual Cutzamala de Pinzón] es la mejor de Tierra Caliente. Y desde el año de 1802 en que concluí esta iglesia, seguí con el empeño de su cementerio hasta estarle poniendo hoy mismo las últimas almenas a la puerta del sud, y ha quedado tan sólidamente construido y tan decente, que sin excepción no hay otro en Tierra Caliente, y pocos en tierra fría, como se puede probar con los cuatro últimos albañiles que se acaban de ir: Julián, Francisco, José María y Gregorio, vecinos de San Pedro de esa capital.

«Al oriente del cementerio queda la casa del campanero y sepulturero; al poniente y contigua, la casa cural; al sud en una esquina, la iglesia vieja que sirve de sala donde se depositan los cadáveres; y en la otra esquina, la iglesia nueva; al norte, la casa del sacristán; todo menos ésta, contiguo y dentro de la citada área” [4]. La misma afirmación, palabras más o menos queda en Jaime Reyes Monroy: «La planta baja del edificio que hoy ocupa el Museo de Sitio Casa de Morelos, se terminó de construir en 1758. En los registros notariales se asienta que, en 1774, el Juzgado de Testamentos de Valladolid adjudicó la propiedad a Anastasio Martínez quien la heredó a su hijo Juan José Martínez, el cual a su vez la vendió a José María Morelos, en agosto de 1801, por la cantidad de 1 830 pesos de oro común. En 1809 la casa fue modificada por decisión e intervención del nuevo dueño y se le agregó la segunda planta.

«Una parte del inmueble fue ocupada por Antonia Morelos, hermana del clérigo vallisoletano, mientras que las accesorias del lado sur quedaron en alquiler. Uno de los inquilinos, de nombre Miguel Cervantes, contrajo matrimonio con doña Antonia en 1807, y de esta unión nació Teresa Cervantes Morelos. La familia ocupó la planta alta, mientras que las accesorias se siguieron rentando…» [5]

José María y Nicolás Morelos ceden a su hermana Antonia
los derechos a la herencia materna.
Nocupétaro, junio 20 de 1808.

«Conste por éste, como yo el bachiller don José María Morelos, cura y juez del partido de Carácuaro, en consorcio de don Nicolás Morelos, fiel del estanco del mismo partido, cedemos a favor de nuestra hermana doña María Antonia Morelos, la parte que nos toca o tocarnos pueda de un solar y jacales, sitos en la ciudad de Valladolid, junto al río Chico, por la calle que baja del mesón de San Agustín, cuyo solar y jacales quedaron por fin y muerte de nuestra legítima madre doña Juana María Pavón, cuya cesión hacemos, en virtud de que yo dicho bachiller costeé el entierro de la citada difunta, en cantidad de cerca de doscientos pesos, y tener recompensada la parte que a dicho mi hermano don Nicolás Morelos pudiera tocarle del citado solar y jacales. Y para que la expresada nuestra hermana doña María Antonia Morelos, pueda gozar y usar de este solar y jacales a su arbitrio y sin dependencia nuestra ni de nuestros descendientes ni ascendientes, otorgamos que cedemos todos nuestros derechos y acciones al expresado solar y jacales, en la persona de la nominada nuestra hermana doña María Antonia Morelos, esposa actual del señor alcalde don José Miguel Cervantes, y en la de los descendientes de ella; para cuyo efecto, desde luego renunciamos todo nuestro derecho a esta finca y todas las leyes de nuestro favor.

«Y porque así lo cumplimos y cumpliremos ambos a dos, lo firmamos en el pueblo de Nocupétaro, a veinte de junio de mil ochocientos y ocho, siendo testigos el bachiller don José María Méndez Pacheco y don Norberto Erisaga, de esta vecindad.

Bachiller José María Morelos.— Nicolás Morelos.— Bachiller José María Méndez Pacheco.— Norberto Erisaga.»

¿Cuándo y cómo regresó Nicolás Morelos de San Luis Potosí? «La planta baja del inmueble se terminó de construir en el año 1758. Los registros notariales señalan que en 1774 el Juzgado de Testamentos de Valladolid adjudicó la propiedad a Anastasio Martínez, quien la heredó a su hijo Juan José Martínez; aunque en agosto de 1801, el cura del pueblo de Carácuaro, José María Morelos y Pavón adquirió el inmueble, el cual sufrió algunas modificaciones, entre ellas la adición de la segunda planta en el año 1801. La mayor parte de los espacios del inmueble fueron ocupados por Antonia Morelos, hermana del clérigo vallisoletano, mientras que las accesorias del costado sur fueron alquiladas. Cabe mencionar que uno de los inquilinos, de nombre Miguel Cervantes, contrajo matrimonio con doña Antonia en 1807, y que de esta unión nació Teresa Cervantes Morelos. La nueva familia ocupó la planta alta del inmueble, mientras que las accesorias continuaron bajo arriendo; sin embargo, en mayo de 1810, pocos meses antes del estallido del movimiento de independencia, Morelos hipotecó su casa a través de su poderdante y cuñado, por la cantidad de 1,000 pesos, con la intención de satisfacer una deuda que ascendía a la cantidad de 673 pesos, 4 reales y 6 granos.

«La casa de Morelos fue una de las muchas propiedades que sufrió los estragos de la guerra insurgente, ya que en marzo de 1811 el jefe político de la intendencia, que pertenecía al bando realista, Torcuato Trujillo, confiscó el inmueble y ordenó su destrucción parcial; esta acción, indudablemente, era parte de una estrategia tendiente a debilitar la figura del caudillo. A raíz de este acontecimiento, la familia del cura revolucionario se mudó al rancho de Zindurio, donde permaneció hasta 1822, una vez que se consumó la independencia, y el gobierno mexicano reconoció los derechos de Antonia y Nicolás Morelos, hermanos del héroe nacional. No obstante, los herederos de los bienes del insurgente debieron participar en el proceso de remate de la casa de Valladolid, ya que como se mencionó anteriormente, ésta estaba cargada con una hipoteca. Finalmente, la propiedad fue adjudicada a Miguel Cervantes, quien al igual que Nicolás Morelos, reconoció y satisfizo la deuda; este último, a su vez, cedió sus derechos sucesorios a su cuñado y su hermana Antonia… A partir de que se consumó el arreglo con sus acreedores, la familia Morelos regresó a la casa adquirida por el Siervo de la Nación, y se abocó a su reconstrucción, puesto que como señalamos, guardaba una mala condición física. “Tras la muerte de Antonia Morelos, ocurrida en 1830, el edificio pasó a manos de su hija Teresa Cervantes Morelos quienes tuvieron tres hijos, de nombres Vicente, Guadalupe y Francisco de Paula. En 1938 doña Teresa (Cervantes Morelos) emprendió varios trabajos en el edificio, durante los cuales se modificaron algunas partes de la estructura original.” [6]

Renuncia y Vocación.
En sus curatos vive en carne propia las miserias y pobreza de la mayoría de sus semejantes, los vicios que los sojuzgaban en el ámbito cercano a la brutalidad. Aquí, un momento en la vida de los dos destacados caudillos que si bien no destruye la idea de una espontánea adopción del ideario revolucionario por parte de Morelos (aunado al texto arriba asentado y tomado del cuadro III de don Carlos María de Bustamante [páginas 18 y 19 de la versión consultada [7] ]), deja una inquietante afirmación: «La comunicación entre Hidalgo y Morelos se intensifica; el 4 de septiembre de 1810 Hidalgo le escribe que debe estar atento a la fiesta del ‘gran jubileo’ próximo a celebrarse el 29 de octubre, pero sus planes son descubiertos y el movimiento armado se levanta. Sale a Valladolid a buscar al jefe insurrecto y lo alcanza en Charo (Matlatzinco) el día 20, donde recibe la consigna de insurreccionar el sur, con un certificado de su autoridad que a la letra dice:

‘Por el presente, comisiono en toda forma a mi lugarteniente, el brigadier don José María Morelos, cura de Carácuaro, para que en la costa del sur levante tropas, procediendo con arreglo a las instrucciones verbales que le he comunicado.
Firmado.- Miguel Hidalgo, Generalísimo de América’.

El citado documento fue expedido en el pueblo de Indaparapeo (en el mesón «El Nazareno», para precisar, el 20 de octubre de 1810), Michoacán.»

Durante la causa fincada contra el cura de Dolores: «Preguntósele á Hidalgo si era cierto que la insurrección verificada el dia 16 de septiembre estaba resuelta para el 29, dia de S. Miguel, en la villa de este nombre: dijo que era falso, que se trató de que se verificase el dia 26 en la ciudad de Querétaro y en S. Miguel el Grande; pero habiendo parecido corto el tiempo para prevenirse de algunas armas, se difirió para el dia 2 de octubre, lo que no tuvo efecto por la sorpresa de los confidentes en Querétaro.» [8]

Queda pues, una certeza aún endeble que nulifica esa un tanto alocada y enfebrecida decisión de ambos curas en su momento determinado para iniciar, en el caso de don Miguel Hidalgo y de aceptar la misión, en el correspondiente a don José María Morelos, la valía del movimiento armado en contra de la deteriorada administración hispana en tierras novohispanas. Para dos seres con la destacada preparación, además de su cercanía con el pueblo llano debida a su ministerio, resulta en mucho una «locura» que tiene fundamentos sólidos en lecturas y pláticas en un momento en que muchos eran contrarios a las medidas peninsulares y el momento histórico que les correspondió vivir.

Así pues, la entrevista entre los dos curas tentativamente en Charo y consumada en Indaparapeo resulta más una ampliación y culminación de pláticas anteriores y no un brote de emocional decisión por parte del cura Morelos.

Ya desbrozada y asentada quedan las campañas militares de Morelos con sus altibajos y anécdotas, sus descréditos y glorias hasta su final derrota y sacrificio en San Cristóbal Ecatepec, hoy Estado de México. Queda su nombramiento como Generalísimo su aporte y participación en la Constitución de Apatzingán, los nombres de sus compañeros y amigos: don Hermenegildo Galeana (de Bargas ¿o Vargas?), el querido Tata Gildo o Tío Gildo según sus variantes en los historiadores; don Mariano Matamoros Guridi (“los dos brazos de Morelos); don Juan Galena, don José Antonio Galena Valdeolivar, Pablo y Antonio Galeana de los Ríos; los hermanos insurgentes Leonardo, Miguel y Victor Bravo Enciso; don Nicolas Bravo, don Julián Ávila; el mariscal de campo don José Antonio Talavera, don Ignacio Ayala, don Rafael Valdovinos, don Vicente Guerrero Saldaña, don Juan Nepomuceno Álvarez Hurtado; don Isidro Montes de Oca, don Luis Pinzón; don Cesáreo Ramos, don Marcos Martínez, don José Miguel Ramón Adaucto Fernández y Félix )Guadalupe Victoria), el Batallón de Guadalupe formado principalmente por un grupo de negros y “pintos” aguerridos…, motivo para repetidos discursos en las voces de los defensores de la democracia mexicana quedan las multiplicadas impresiones de los “Sentimientos de la Nación” y el autoimpuesto termino de “Siervo de la Nación”, su desilusionante y casi desconocido origen: «Después… se nombró a Morelos Generalísimo y se acordó darle el tratamiento de ‘Su Alteza Serenísima’ a lo que Morelos no acepto: ‘Soy siervo de la nación porque ésta asume la más grande, legítima e inviolable de las soberanías. Y yo estoy al servicio de ella’.ʺ

No obstante la buena voluntad para maquillar y exaltarlo, el membrete tiene un origen menos terso. Corresponde al remate de una carta del propio generalísimo dirigida al licenciado Ignacio López Rayón con fecha del 3 de agosto de 1813 en Acapulco, cuando la relación entre ambos líderes quedó resquebrajada definitivamente: «… resulta temerario el juicio que vuestra excelencia [se] ha formado injustamente, imputándome la abrogación de su autoridad valido de la preponderancia de bayonetas quod absit (¡Dios no lo quiera!), porque estas las hacen desaparecer un revés de fortuna y, por lo mismo, jamás se me ha llenado la cabeza de viento. ¿Y será justo y puesto en razón que se deje la patria peligrar en medio de estas convulsiones y no se tome providencia, sólo porque a vuestra excelencia no se le usurpen sus decantados derechos? ¿Le hemos de creer tan tirano y tan injusto que por sólo capricho no ha de llevar a bien el que otro la libere? […] no puede ser legítimo el [poder] que reducido a fines personales impide las medidas de que la patria se haga independiente. Yo soy enemigo de fungir […] no pretendo la presidencia; mis funciones cesarán establecida la Junta y me tendré por muy honrado con el epíteto de humilde Siervo de la Nación«.

Un extraño despacho borbónico.
Hay una carta sumamente curiosa del rey Fernando VII —poco difundida y que exige un estudio con mayor cuidado a fin de afirmar su veracidad o no— quien una vez recuperada su libertad, su objetivo fue el de restaurar el sistema absolutista de la monarquía española, para lo cual fue necesario abrogar la Constitución de Cádiz, en mayo de 1814. Sin embargo, su vigencia fue reestablecida tanto en España como en México, en virtud del levantamiento del General Riego en contra del monarca. Sea un elemento para juzgar los hechos posteriores y la dinámica impuesta a los mismos.

“Madrid 24 de Octubre de 1820. Mi querido Apodaca: tengo noticias positivas de que vos y mis amados vasallos los Americanos, detestando el nombre de constitución, solo apreciáis y estimáis mi real nombre: éste se ha hecho odioso en la mayor parte de los Españoles que, ingratos, desgraciados y traidores, sólo quieren y aprecian el gobierno constitucional, y que su Rey apoye providencias y leyes opuestas a nuestra sagrada religión.

«Como mi corazón está poseído de unos sentimientos católicos, de que di evidentes pruebas a mi llegada de Francia en el establecimiento de la Compañía de Jesús (1815), y otros hechos bien públicos, no puedo menos que manifestaros que siento en mi corazón un dolor inexplicable: éste no calmará ni los sobresaltos que padezco, mientras mis adictos y fieles vasallos no me saquen de la dura prisión en que me veo sumergido, sucumbiendo a picardías que no toleraría si no temiese un fin semejante al de Luis XVI y su familia.

«Por tanto, y para que yo pueda lograr la grande complacencia de verme libre de tales peligros; de la de estar entre mis verdaderos y amantes vasallos los Americanos, y de la de poder usar libremente de la autoridad real que Dios tiene depositada en mí; os encargo que si es cierto que vos me sois tan adicto como se me ha informado por personas veraces, pongáis de vuestra parte todo el empeño posible, y dictéis las más activas y eficaces providencias, para que ese reino quede independiente de éste. Pero, como para lograrlo sea necesario valerse de todas las invectivas que pueda sugerir la astucia (porque considero yo que ahí no faltarán liberales que puedan oponerse a estos designios), a vuestro cargo queda hacerlo todo con perspicacia y sagacidad de que es susceptible vuestro talento. Y, al efecto, pondréis vuestras miras en un sujeto que merezca toda vuestra confianza para la feliz consecución de la empresa, que en el entretanto meditaré el modo de escaparme de incógnito y presentarme cuando convenga en esas posesiones. Y si esto no pudiere verificarlo, porque se me opongan obstáculos insuperables, os daré aviso, para que vos dispongáis el modo de hacerlo: cuidando sí, como os lo encargo muy particularmente, de que todo ejecute con el mayor sigilo, y bajo de un sistema que pueda lograrse sin derramamiento de sangre, con unión de voluntades, con aprobación general, y poniendo por base de la causa la religión que se halla en esta desgraciada época tan ultrajada; y me daréis de todo oportunos avisos para mi gobierno, por el conducto que os diga en lo verbal (por convenir así) el sujeto que os entregue esta carta. Dios os guarde, vuestro Rey que os ama: FERNANDO.» [9]

Tras un vergonzante juicio que en poco amparara un espíritu cristiano, tras su sentencia, el viernes 22 de diciembre, alrededor de las seis de la mañana Morelos despertó en su celda, comió un pan con café, y después fue encadenado de manos y pies, subió a una carroza custodiada por 50 soldados y marchó a Ecatepec, donde se realizaría la ejecución, por orden de Calleja, ya que se podía presentar un motín. Al pasar por la Basílica de Guadalupe, intentó hincarse, pero el peso de las cadenas se lo impidió. Tras un largo viaje, llegó a Ecatepec a la una de la tarde. El sacerdote, Miguel Salazar, fue comisionado por Manuel de la Concha para confesar a Morelos y preparar su sepultura. Después de comer, Morelos conversó un poco con Salazar y De la Concha, y posteriormente se confesó. Antes de pasar al paredón, rezó el salmo 51 y posteriormente tocaron los tambores. Morelos abrazó a (don Manuel de la) Concha, se vendó los ojos, tomó un crucifijo y exclamó: “Señor, si he obrado bien, tú lo sabes, pero si he obrado mal, yo me acojo a tu infinita misericordia’. Acto seguido se hincó con la espalda al pelotón. A la voz de mando sonaron dos descargas. Oficialmente, a las cuatro de la tarde del viernes 22 de diciembre de 1815, José María Morelos y Pavón había muerto.» [10]

Juzgado Ecleciástico S. Cristobal Ecatepec.

Yo Don Alfonzo de Quiros. Notario del Curato y Juzgado Ecleciástico de S. Cristobal Ecatepec, hago constar:

Que hoy día de la fecha, se ha recibido en este curato para que se le de sepultura cristiana al cadáver del que fue presbítero Don José Ma. Morelos y Pavón, quien en el año de diez, siendo cura párroco de Nocupétaro, se reveló en contra la autoridad del Rey Nuestro Señor (QDG) uniéndose a su antiguo maestro y amigo el cura Don Miguel Hidalgo, induciendo a los naturales a insurreccionarse estando en continua guerra por espacio de cinco años, derramando sangre europea, incendiando poblaciones, sin obedecer los edictos del Santo Tribunal de la Fé, que lo citaba y aplazaba, hasta que Dios cansado de tantas iniquidades, permitió que al fin fuera derrotado por el Coronel [Manuel de la] Concha y capturado, siendo conducido a México donde fue juzgado y centenciado a muerte, cuya centencia se egecutó el día de hoy, frente al Real Palacio, a la salida de este pueblo.

También se recibieron los Objetos que tenía consigo y que se sellaron separadamente cada uno (y cuya lista va al calse) y con su relación respectiva.

El Presbo D. José Ma. Morelos y Pavón, era un hombre como de cuarenta y ocho a cincuenta años, alto fornido, de color trigueño, vestía de negro con pantalón corto y media de seda y zapatos con evillas de plata.

Según la orden del Exmo. Sr. Virrey y capitan General de esta Nueva España, don Féliz Ma. Calleja, fue sepultado el citado cadáver sin pompa alguna, en el cementerio de esta yglesia del lado del evangelio a diez varas de la torre sin poner señal alguna.

Todo lo cual hago constar en el presente pergamino así con que se dio el correspondiente recibo, tanto del cadáver como de los objetos del difunto.

San Cristobal Ecatepec, Octubre 21 de 1815. (¿?)

Firma Alfonso de Quiros.

(Objetos recibidos: Un Brebiario Romano; Un pequeño Diccionario frases y español del año de noventa y ocho con firma del finado cura Don Miguel Hidalgo; Un libro de Oraciones con su nombre de Doña Juana Pavón; Una bolsa cuero con útiles de sacar lumbre y fumar con su nombre; Un paño de sol, grande y bordado de seda; Un sombrero copa alta; Una Capa paño de grana.)

O el acta es un fraude o el señor Quiros mal traía la cabeza. A Morelos lo detuvieron el 5 de noviembre en Tezamalaca, Guerrero y le fusilaron el 22 de diciembre en San Cristóbal Ecatepec, eso sí es verídico, en 1815.

Don Carlos María de Bustamante en su «Elogio y defensa guadalupanos» recuerda: «Habiendo fusilado el gobierno al general Morelos, deseándole un piadoso mexicano descanso a su alma, pagó un responso solemne al padre que regentaba un rosario de ánimas una noche en la calle del Rastro; más apenas entendieron unos cuantos taberneros gachupines que se hacia este sufragio cuando se armaron con garrotes, dieron sendos palos a los músicos y cantores; el rosario acabó a farolazos pues los quebraron, y a toda la comparsa piadosa la llevaron a la cárcel… Desde el día en que los insurgentes proclamaron a nuestra Señora de Guadalupe, los españoles le profesaron un odio positivo (entiéndase que los ruines y no los ilustrados y prudentes, que había muchos). Le opusieron por rival a nuestra Señora de los Remedios, porque había venido de España trayéndola un soldado. Para calificar, según su criterio a un americano de insurgente, se destacaban algunos colocándose enfrente de la capilla de nuestra Señora de Guadalupe que está en la catedral; si al pasar le hacía reverencia o se detenía a orar, en el momento se le calificaba de insurgente. Cuando los soldados de Águila y Conti entraron en Coscomatepec por haber evacuado aquel pueblo el general D. Nicolás Bravo, fusilaron a una guadalupana…» a más de algunas asquerosidades practicadas con la imagen de la odiada advocación mariana.

El héroe de Cuautla
(Grabado de 1825.)

¿Cómo era físicamente?
¿Cuáles de los divulgados rostros de los insurgentes poseen un cercano parecido a quien menciona el pie de grabado que los determina? Las autoridades virreinales enfocaron sus esfuerzos a la destrucción de las ideas “corrompidas” y “afrancesadas” de los opositores al régimen y fue hasta después de consumada la separación política, social y económica de la hasta entonces Nueva España que los nuevos dirigentes exaltaron las imágenes que cohesionan a un país recién surgido dl caos. La Academia fija sus parámetros y los rostros adquieren nuevos gestos y matices iluminados convenientemente. Las pocas imágenes salvadas de la destrucción sistemática y las autorizadas al rigor de una motivación específica de rescate y para ejemplo de los pueblos, ofrece una distinguida armonización entre los héroes más acorde con el presente que con respecto a su real y pasajera vida y sus circunstancias.

El historiador, don Nicolás León «… llevó a cabo un estudio iconográfico detallado con base a la casaca de capitán general y concluyó que la estatura de Morelos debió de ser de 1.61 metros, mientras que sus enemigos la calcularon en poco menos de cinco pies; es decir, menos de 1.45 metros.» [11] Cabe decir que un promedio de estatura para los hombres a inicios del siglo XIX da la cifra de 1.65 metros. En la actualidad, con niveles superiores en cuidados y alimentación durante el embarazo, parto, postparto, lactancia y desarrollo durante la infancia debido a los servicios médicos con mayor desarrollo, el promedio de estatura para el hombre en el Centro y Sur de México es de 1.70 metros y para las mujeres 1.61; para México en su región Norte corresponde en el mismo orden a 1.78 y 1.64 metros. Para dar una idea de la altura promedio de un hombre al momento del estallido de la guerra por la independencia de Nueva España, quedan los siguientes datos [12]: don Vicente Guerrero tenía una altura estimada en 1.66 metros; don Nicolás Bravo 166.51 centímetros; doña Leona Vicario 1.46 metros; don Andrés Quintana Roo, 165.74 centímetros; don Guadalupe Victoria (José Miguel Ramón Adaucto Fernández y Félix), 164.19 centímetros; don Mariano Matamoros, posiblemente 1.51 metros; de ser suyos la totalidad de los restos conservados, don Víctor Rosales mediría en vida 1.60 metros; de corresponderle los pocos restos preservados en el Monumento a la Independencia, don Pedro José Miguel Ignacio Moreno González de Hermosillo a quien sus cercanos apodaban “El Toro” por sus fuertes hombros, sus anchas espaldas y su amplio pecho medía 1.79 metros, algo poco común en su época. El caso de Morelos, Hidalgo, Allende, Aldama y Jiménez, lo mismo que Mina, resulta imposible por el momento determinar su estatura ya que los restos preservados con más voluntad que orden en la urna tipo libro en donde quedaran en mezcla los huesos de los cuerpos. Con la información disponible, resulta de mayor certeza la propuesta de don Nicolás León en cuanto al 1.61 metros de altura para Morelos ya que no hay —por el momento— ninguna referencia que muestre una extrañeza en cuando a la altura del personaje, sea por más o por menos. El individuo promedio en España durante el siglo XIX tenía una altura de 1.62 centímetros.

Sus restos.
Corre la afirmación de que sus restos descansan en la Columna de la Independencia. Lo que hay de cierto (ver estudio de forense) ahí sólo preserva la cabeza del héroe y algunos huesos largos de su cuerpo.

«Cuando Morelos fue sentenciado a muerte, el auditor de Guerra, Miguel de Bataller, ordenó que luego de ser fusilado por la espalda, su cabeza fuera separada del cuerpo para ser expuesta en la Plaza Mayor de la Ciudad de México, y la mano derecha mutilada para ser puesta en la Plaza mayor de Oaxaca. Sin embargo, el virrey Félix María Calleja, su mayor contendiente en la guerra, mandó que al cadáver de Morelos se le diera sepultura inmediata ‘sin sufrir mutilación alguna en sus miembros ni ponerlos a la expectación pública’. Con estas indicaciones, Manuel de la Concha fusiló a Morelos por la espalda a las tres de la tarde del 22 de diciembre de 1815 y una hora después fue sepultado en la Parroquia de San Cristóbal Ecatepec por su cura, el bachiller José Miguel Ayala.

«La osamenta fue recuperada en 1823 sin que se hubieran suscitado dudas sobre su autenticidad. Carlos María de Bustamante y la Gaceta reportaron su llegada a la Villa de Guadalupe a las 12:30 del 16 de septiembre. Fue en la noche de esa jornada, ya estando los restos en la iglesia de Santo Domingo, cuando el jefe político pasó a ‘separarlos para que todos fuesen bien colocados en un magnífico carro, construido al intento’.

«… Esa urna fue depositada en la cripta de la Catedral, donde los restos sufrieron las condiciones de la humedad y el olvido de las autoridades, razón por la que en 1836, a la muerte del presidente Miguel Barragán, sepultado en esa cripta, era imposible ‘distinguirse [las osamentas] por individuos y por eso se guardaron todas juntas. En 1850 fue necesario hacer una nueva urna en la que fueron colocados todos los huesos juntos sobre los que pusieron los cráneos…» [13]

Máscara mortuoria por algún tiempo considerada del cura Morelos.

Con esa información y algunos añadidos que no resisten el riguroso análisis histórico nació la conseja sobre la «pérdida» de los restos del cura José María Morelos y Pavón, en la que aparecen ¿cómo dudarlo? las afirmaciones periodísticas filtradas de uno permeadas en otro sin confirmación de datos y los supuestos de la extracción de los restos por el propio Juan Nepomuceno Almonte para trasladarlos a París, Francia en donde los guardó para solicitar su depósito dentro del ataúd que lo cubriría a su muerte; aparece también el supuesto reproche de Guadalupe Almonte fallecida dos años y medio antes que su hermano; la intervención de la embajada de México en Francia a fin de confirmar y/o desechar las afirmaciones contradictorias que cerrarían la veracidad del pretendido traslado de los restos de Morelos en la fosa junto al cuerpo de su hijo Juan Nepomuceno en el cementerio de Père-Lachaise.

La verdad confirmada hasta al momento queda asentada tras los análisis realizados a los restos preservados para su honra en el mausoleo del llamado «altar de la patria», con todas las implicaciones «distanciadas» a la religión preponderante en México. Después de un cuidadoso estudio con las disponibilidades técnicas y científicas del momento, queda por resultado que uno de los cráneos recuperado corresponde al del benemérito y «Siervo de la Nación» don José María Teclo (¿Cleto?) Morelos y Pavón, muerto por fusilamiento a los cincuenta años de edad. Dado el rigor del tiempo, del lugar de su inhumación y sus características, del tratamiento dado a los restos con la mejor de las voluntades que no resultó lo óptimo, de quien fuera Morelos quedan con posibilidad: Clavícula derecha…; el húmero derecho…; cúbito derecho…; radio derecho…; fémur derecho…; fémur izquierdo…; tibia izquierda…; peroné izquierdo…; y el cráneo preservado en el interior «… de la urna de madera de forma cuadrangular de color negro (en la cual) se localizó únicamente el cráneo de un individuo adulto sin piezas dentales en el maxilar. La urna tiene una placa de metal en la parte frontal y media de la misma en donde se lee el nombre de José María Morelos y Pavón, Siervo de la Nación». [14]

«… En la urna donde se encontraba este cráneo, no aparece la […] mandíbula [inferior]. Pero en la urna osario que contiene una serie de huesos largos, coaxiales, vértebras, costillas, fragmentos de cráneo, fragmentos de mandíbula, entre otros, se ubicó una mandíbula con las características que se ilustran en la fotografía de 1895. Ya que presenta el canino derecho y el canino izquierdo, así como el primer premolar del mismo lado; además se aprecia la parte del ángulo de la rama izquierda de la mandíbula desplazada hacia afuera, elementos todos presentes en la mandíbula contenida en la urna osario, por lo que se reconoció la pertenencia al cráneo en estudio…» [15]

«Los datos históricos mencionan que Morelos sufría de migraña. La migraña (del griego hemikranion, ‘un lado de la cabeza’) o jaqueca ((del árabe ‘media cabeza’) es un tipo de dolor de cabeza usualmente muy intenso y capaz de incapacitar a quien lo padece. La migraña de caracteriza por ataques de dolor severo y debe incluir una de las siguientes características: dolor en sólo un lado de la cabeza, en un punto en concreto de la cabeza, náusea, vómito, fotofobia y fonofobia o dolor que empeora con el movimiento. Los síntomas y su duración varían considerablemente de paciente a paciente, y también de un ataque a otro… En el cráneo en estudio, en su parte interna, en el parietal izquierdo presenta unos hundimientos conocidos como granulaciones aracnoides o corpúsculos de Pachoni, que se han asociado con este padecimiento.» [16]

«Tanto su correspondencia como los testimonios de quienes lo conocieron, sumados a los recientes estudios de antropología física, demuestran que Morelos fue un hombre fornido, de espalda ancha, de aproximadamente 1.65 metros de estatura. Cuentan las crónicas que padecía frecuentes migrañas, las cuales él mismo achacaba a las dos o tres caídas de las monturas, además de cólicos que lo postraban, efecto de los ayunos y los afanes de la guerra. También se han descubierto evidencias de un molesto y largo padecimiento dental, con afecciones bacterianas que le causarían caries, dolores de cabeza y, muy posiblemente, los dolores de vientre.

«Esas migrañas, que lo obligaron a reposar en numerosas ocasiones, constituyen el origen del rasgo personal y de su representación iconográfica. El pañuelo o paliacate que le cubría el cráneo con un nudo en la nuca ha sido un signo de distinción tan poderoso que, cincuenta años después de la muerte de Morelos y a manera de homenaje, lo reprodujeron los chinacos republicanos, así como, casi un siglo después, durante el centenario de la Independencia, lo hizo el profesor zapatista Otilio Montaño —uno de los redactores del Plan de Ayala, documento del que se ha dicho que dio nacimiento al siglo XX—. Así, no hay retrato, efigie, escultura ni descripción que no aluda al pañuelo en la cabeza, aunque el dolor haya sido la causa de tal costumbre.» [17]

«Chiquiadores. Sinónimos: cataplasmas diminutas, parches.

«Son medicamentos muy usados en la medicina doméstica, generalmente de forma circular, hechos de diversos materiales. Se colocan sobre las sienes y mejillas para mitigar el dolor, ‘sacar el calor’ y el ‘aire’ concentrado en la región superior del cuerpo.

«Los materiales usados con más frecuencia son cuero de víbora, una moneda pegada con cera de Campeche, una ‘viejita’ de cigarro (fragmento de papel de bachicha de cigarro), papel de color negro, blanco o café pegados con goma, sebo, manteca o trementina entre otros. También se usan hojas de plantas como el tabaco…, ruda…, fresno…, limón…, rosa de Castilla…, y papa.

«[Juan de] Esteyneffer (jesuita nacido el 4 de marzo de 1664 en Iglau, Moravia – fallecido en Sonora, México en 1716) hace referencia a ellos diciendo que son medicamentos que se aplican por fuera; se pone un parchecito redondo en la sien del mismo lado del dolor para ‘atajar la fluxión’.» [18]

Perpetuación.
«A mediados [de] 1910, tanto los diarios de la capital como de diversos estados informaron, paso a paso, sobre lo acontecido luego de que el monarca español accedió a la petición formulada. Así, a principios de junio se informó que Alfonso XIII había accedido a la solicitud de los miembros del Casino Español en cuanto a devolver a México ‘el uniforme militar que portaba al ser aprehendido el generalísimo de las Américas’. Dos meses más tarde, los lectores se enteraron de que la delegación española encargada de traer ‘las reliquias de Morelos’, encabezada por el capitán general Camilo Polavieja, había salido de España a bordo del barco Alfonso XIII.» (La Gaceta de Guadalajara, 21 de agosto de1910.) [19]

En las páginas 260 y 261 de la multicitada José María Morelos y Pavón. Generalísimo de los Ejércitos de la América Mexicana aparece en la primera columna el “Inventario de las prendas y demás objetos de Morelos ingresados en noviembre de 1915 al Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía”, en tanto en la columna derecha queda “Nota de las alhajas de y muebles que el Virrey de Nueva España remite al excelentísimo Señor Ministro de la Guerra para que se sirva tenerla a disposición de Su Alteza la Regencia del Reyno», abril de 1814 (Archivo General de la Nación [AGN] Correspondencia de Virreyes, vol. 268-A [1813-1816] Historia f. 107 [ff. 97-107])…

En la columna correspondiente a las prendas remitidas a España en el año de 1814 aparece: «Un retrato en lienzo del apóstata cura Morelos, jefe actual de la insurrección de este Reino.”

(A propósito de este retrato pintado en Oaxaca, Nicolás León señaló aspectos particulares del uso y destino de las prendas y otras piezas.

El mixtequito.

«El retrato más conocido de Morelos lo representa en su uniforme de capitán general. Según la descripción de Alamán, aparece tal cual como asistió a la ceremonia de la Junta de Fernando VII y en su nombre de la Junta de Zitácuaro, en diciembre de 1812, en Oaxaca. El uniforme, igual al de los capitanes generales españoles, no se lo puso Morelos mas que esta sola vez, y fue cojido por Armijo en Tlacotepec con todos los papeles y demás efectos de Morelos, en marzo de 1814. Fue remitido a España y conservado en el Museo de Artillería hasta 1910 en que fue devuelto a México con motivo de la celebración del centenario de la independencia. Lleva Morelos un gorro negro en la cabeza, que nunca traía descubierta, por padecer dolores en ella cuando no la tenía abrigada con gorro o pañuelo, y al cuello el pectoral que se le remitía al obispo de Puebla, Campillo, en el convoy de Veracruz que [fue] tomado por los insurgentes en Nopalucan en abril de 1812. El cura Sánchez que cojió esta alhaja, la regaló a Morelos, quien agregó a la extremidad de la cruz una medalla de oro de la Virgen de Guadalupe. Tiene además un cordón de oro del cual está suspendido el sable y en el sombrero montado que lleva bajo el brazo, se ve la cucarda [escarapela] azul celeste y blanca adoptada por los insurgentes.»)

En las páginas 256 y 257 de la obra citada, la autora, María Hernández Ramírez ilustra su estudio con la casaca militar con hilos de oro para denotar el grado de Capitán General vistas de frente… junto con su sable con la funda correspondiente. La vista posterior de la casaca apoya la descripción de don Nicolás León. El dueño de tales prendas poseía amplias espalda y su altura corporal según la proporción que va de los hombros al lugar del cinto o la faja con respecto a lo ancho de las espaldas, no deja —en principio— muchas dudas en cuanto a que el propietario de la prenda fuera de estatura promedio de su época.

El héroe en la pintura.
Un extraño José María Morelos y Pavón (sin firma de autor, siglo XIX, óleo sobre tela, 187 x 109 centímetros), en el Salón de Cabildos Municipio de Oaxaca (de Juárez, Oaxaca). Aquí, un José María Morelos y Pavón con su mano derecha termina de bendecir o dirige a un grupo de personajes rústicos, gente del pueblo y un soldado improvisado y hasta ¿el tonto del pueblo? a los que protege un ondeante pendón con la imagen de la Virgen de Guadalupe, colocados en la parte superior izquierda al fondo del cuadro, en tanto, a las espaldas del cura aparece un personaje con piel de jaguar que le cubre desde la cabeza a los hombros y parte del torso para enfatizar el tono indígena de la causa ¿un caballero ocelote? El cura viste de negro, lleva un cordón o cíngulo trenzado de hilos de oro (¿?) mientras que su mano izquierda dirige nuestra mirada hacia la parte inferior izquierda del lienzo en donde en el ala de un sombrero o escudo en verde oscuro aparece la leyenda «SED LIBRES» mientras que en la parte inferior derecha, tras el pie derecho un león retiene un globo terráqueo.

Este Morelos posee un rostro adusto con labios prietos cuyas cejas un tanto arqueadas enfatizan su nariz recta y bajo de ellas una mirada con dirección al observante. El gorro del cura o largo pañuelo atado en la nuca, puesto de media cabeza hacia atrás, exhibe una calva inusitada con respecto a la iconografía conocida y no mencionada en ninguno de los textos. «En el municipio de Oaxaca de Juárez hay un retrato anónimo identificado como José María Morelos; sin embargo, los estudiosos señalan que, al observarlo detenidamente, el personaje no evoca en nada a este caudillo: se ve más viejo y calvo, sostiene el estandarte de la Guadalupana y está rodeado de una población compuesta por indios vestidos a la usanza prehispánica, campesinos y rancheros, por lo que es más probable que se trate de Hidalgo (lo de ˋmás viejoˊ es la continua afirmación definitoria del cura don Miguel Hidalgo y Costilla quien murió fusilado a la edad de 58 años que en su tiempo era una edad avanzada). En otras obras, se presenta a Morelos sin el pañuelo con que solía cubrir su cabeza para protegerse del inhóspito sol del sur; quizá estén inspiradas en la cera de Rodríguez.»

«Retratos de D. José María Morelos.

«Más censurables son los errores cometidos por pintores y escultores al pretender representar la figura del cura Morelos, ya que de este caudillo existen retratos auténticos, tomados del natural, y datos minuciosos sobre las prendas de vestir que usaba, de las que algunas han llegado hasta nosotros.

«En efecto, según aseguran historiadores contemporáneos del caudillo, fue éste retratado en Oaxaca por un pintor cuyo nombre no se ha conservado; y una copia de esa pintura fué publicada por D. Carlos María de Bustamante y por Alamán. En esa pintura, que fué propiedad del Gral. Dn. Juan N. Almonte, hijo del caudillo, se encuentra éste representado en uniforme de capitán general, como el que se usaba en España, llevando al pecho el pectoral del obispo de Puebla, bastón de mando y debajo del brazo un gran sombrero montado. El uniforme con que fué retratado Morelos lo usó una sola vez, en la junta de Zitácuaro, y fué cogido por Armijo en Tlacotepec, en marzo de 1814, y remitido a España, donde se conservó en el Museo de Artillería de Madrid, juntamente con el retrato de Morelos. El gobierno español, con motivo de la celebración del centenario de la Independencia, obsequió a nuestro país dicho uniforme, el que se mandó conservar en el Museo del Ejército, en la Ciudadela, donde se encuentra. De ese retrato de Morelos, existente en el Museo de Artillería de Madrid, existía una copia en la Cámara de Diputados, que pereció en el incendio ocurrido en ese edificio el año de 1909. Otros retratos auténticos de Morelos, fueron hechos durante su vida cuando estuvo preso en la Ciudadela, por el célebre escultor en cera Rodríguez. De uno de ellos se tomó el que figura en el IV volumen, página 325, de la Historia de Méjico de Alamán. Otro de esos retratos, es el que se encuentra en el Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología, y representa al caudillo en traje de clérigo. Creemos que este es el retrato de Morelos más exacto por coincidir con la cala y cata que del caudillo aparece en la causa que le instruyó la Inquisición de México en 1815, que se halla publicada en el tomo XII de la Colección de documentos inéditos o muy raros para la historia de México, dirigida por el Lic. D. Genaro García. En ella se encuentran los interesantes y curiosos datos que transcribimos a continuación, sobre la figura de Morelos y las prendas de vestir que usó en su calabozo: << … de estatura un poco menos de cinco pies (¿1.52?), grueso de cuerpo y cara, barba negra poblada, un lunar entre la oreja y el extremo izquierdo de Ia boca, dos berrugas inmediatas al cerebro por el Iado izquierdo, una cicatriz en la pantorrilla izquierda; y trae en su persona camisa de bretaña, chaleco de paño negro, pantalón azul, medias de algodón blanco, zapatos abotinados, chaqueta de indianilla fondo blanco, pintada de azul, mascada de seda toledana, y montera de seda; y en la cárcel tiene chaqueta de indiana fondo blanco, una camisa vieja de bretaña, un sarape listado, un pañito blanco, dos taleguillas de manta, unas calcetas gallegas y un chaleco acolchado.>> A pesar de que, como se ve por lo que tanscrito queda, no sólo existen retratos auténticos de Morelos sino datos bastantes para reconstruír el personaje y su indumentaria, se ha popularizado, como efigie de Morelos, la pintada por Sánchez [1880. Óleo sobre tela ¿Salón de Cabildos del Antiguo Palacio del Ayuntamiento. GDF?], que se conserva en el Palacio Nacional, la cual se aparta mucho de la verdad. En esa pintura, el héroe de Cuautla es un gigantón vestido con larga levita de incroyable y botas de montar; pues parece que el traje ideado por Ramírez, para ataviar su Hidalgo, fué el modelo que sirvió para que Sánchez pintara su Morelos.

«A confirmar el error ha venido el costosísimo monumento erigido a la Independencia en el Paseo de la Reforma, donde se ha colocado una estatua del héroe que casi no es más que una copia del cuadro antes mencionado, desfigurándose por completo al personaje, que como se ve por los datos conservados en el proceso inquisitorial, era grueso y de baja estatura.» [20]

El retrato de don José María Morelos y Pavón, cuya difusión supera a las demás imágenes realizadas para honrar y recordar al caudillo de la Independencia aparece en las fichas técnicas como Anónimo. Es un óleo en tela de 81.2 x 93.5 centímetros con fecha de realización en el año de 1812 durante la estancia de don José María en Oaxaca, pintado directamente del personaje (¿por una mujer?), esta obra cuenta, además, con su leyenda la cual destaca en la biografía de don José María por un cúmulo de razones: el uniforme de generalísimo fue un regalo del cura Mariano Matamoros, lo usó únicamente en esa ocasión para la realización de la pintura; dado su carácter de anónimo el artífice fue un ¿mixteco? o tal cual queda en la leyenda ¿la confección corrió a cargo de una mujer arrepentida cuyo cometido era envenenar al caudillo? o ¿fue a «ella» a quien encargara don Mariano Matamoros la hechura del traje? El retrato sobrenombrado «el mixtequito» pertenece al Museo Nacional de Historia, Instituto de Antropología e Historia con número de registro 10-130830. La aceptación de su aproximación a los rasgos del personaje lo evidencia el no rechazo de Juan Nepomuceno Almonte y de don Lucas Alamán quienes tuvieran cercanía con el ser humano y con el retrato. El retrato y el traje acompañaron a Morelos durante un año hasta la forzada huida hacia Tlacotalpan cuando en el rancho «Las Ánimas», por presión de los perseguidores, perdieran documentos importantes, equipajes y municiones, dinero en efectivo, barras de plata y el uniforme, pectoral, espada y bastón de mando que componen el retrato, enviado al virrey Félix María Calleja y éste, a su vez, a España para su exhibición en el Museo de Artillería de Madrid de donde los tomara casi un siglo después el rey Alfonso XIII para devolverlo a México y con ello mostrar un gesto de buena voluntad durante los festejos del centenario de la iniciación de la lucha armada en México. Pugnaron por la devolución don Francisco del Paso y Troncoso, infructuosamente el poeta Amado Nervo y fue hasta que las gestiones diplomáticas y el apoyo del Casino Español a través de una comitiva con representación de la Comisión Central Española del Centenario que las prendas regresaron a México en la comitiva encabezada por el capitán general marqués Camilo García de Polavieja y del Castillo-Negrete.

«El único retrato hecho en vida de José María Morelos y Pavón data de 1812. Tomada Oaxaca a fines de ese año, Morelos y el ejército insurgente se establecieron en la ciudad y permanecieron en ella mes y medio. Allí, durante varios días, el caudillo posó para un indio (¿?) mixteco cuyo nombre se ignora, vistiendo un uniforme de capitán general (chaqueta militar negra, bordada con hilos de seda en rojo y oro), obsequio de Mariano Matamoros y adornado con una cruz pectoral que había pertenecido al obispo de Puebla. [21] El cuadro, que se exhibe permanentemente en el Museo Nacional de Historia, en el Castillo de Chapultepec, tiene una leyenda en la parte de abajo: “Retrato del Excelentísimo Señor Don José María Morelos. Capitán General de los Ejércitos de América. Vocal de su Suprema Junta y Conquistador del Rumbo del Sur”.

«… durante el Imperio de Maximiliano, el emperador, para homenajear a los héroes de la Independencia, ordenó se realizaran varios retratos. Una de las primeras obras en presentarse fue el boceto de Morelos de mano de Petronilo Monroy. El artista mexiquense poco tiempo después concluyó el óleo. En él, el caudillo se encuentra en uno de sus campamentos de campaña, tocado con el consabido pañuelo que le cubre la cabeza. El retrato se inscribe en lo austero, en una gama de terrosos, grises y negros. De cuerpo entero, de pie, en traje de campaña. La figura en el centro carga en ceñida diestra el manuscrito, quizás los pliegos de Sentimientos de la Nación. Para reafirmarlo, sellarlo, protegerlo, la izquierda toca en su pecho su corazón. La escenografía rústica, una silla y un armario convergen en resaltar ideología y peregrinajes, además aglutina la sabiduría de un retrato heroico. Tela que por su fuerza, composición, etcétera, sirvió de modelo a otros pintores: la copia realizada por Francisco de Paula Sánchez y la correspondiente a José Espiridión Domínguez (1897) está en el Congreso del estado de Michoacán cuyo fondo en lugar de la escenografía posee un cortinaje, también existe otra de Carlos Incháustegui (2010), ubicada en el Museo Nacional de las Intervenciones.» [22]

Morelos. Petronilo Monroy.

En la página 43 de Morelos en Héroes de Carne y Hueso de Enrique Krauze destaca por su extrañeza un retrato cuya referencia (página 92) queda en: José María Morelos y Pavón, Escudero y Esponceda (¿Espronceda?), s. XIX, óleo sobre tela, del que, sin aportar mayores datos, parece de gran formato. En este, Morelos es un personaje sumamente delgado ataviado con el uniforme de Capitán General y el sombrero galonado con la escarapela azul/blanca. Esta es —por desgracia ajustada a motivos editoriales— una reproducción invertida cuyo original sumamente aliñado remite directamente a la muy conocida imagen del «mixtequito». Es, al parecer, en realidad un retrato de autor anónimo realizado durante el siglo XIX y en resguardo del Ayuntamiento de Morelia, Michoacán. Aquí, el personaje no lleva el consabido paliacate o pañuelo en la cabeza. Es un acicalado joven militar de gesto recio que mira al espectador con dureza y posee, en contra de lo aceptado en los rasgos de Morelos: una nariz prominente.

Morelos. Francisco de Paula Sanchez.

De resultar afirmativa y nada contradice la veracidad en el texto de don Carlos María de Bustamante respecto a la entrevista (Encuentro) de Morelos con Hidalgo, la reproducción puesta en la página 50 de Morelos en Héroes de Carne y Hueso de Enrique Krauze identificada en la página 51 como «En Charo…» [23], cuando en realidad fue en Indaparapeo, proviene de una «copia de Rafael Gallegos a partir del original de J. Ortega» adquiere un significado diferente alejado de cualquier aparente decisión apresurada por parte de don José María Morelos y Pavón. El cuadro, por cierto lleva precisamente el título de «Encuentro de Hidalgo y Morelos en Indaparapeo

Morelos.
(Rostro de don José María Morelos según un grabado de 1813.)

Homenaje en piedra.
Contradictoriamente a lo esperado no fueron las autoridades republicanas quienes favorecerían para su honra las imágenes de los próceres. Fue el príncipe austriaco, el «electo» Emperador de los mexicanos, Maximiliano I (Ferdinand Maximilian Joseph Maria von Habsburg-Lothringen), quien promovió la representación de los principales héroes de la Independencia de México «… hay que considerar que parte de la obra pictórica que Maximiliano heredó al Palacio Nacional fueron los óleos que retratan a los héroes de la independencia: Miguel Hidalgo, José María Morelos y Pavón, Mariano Matamoros, Ignacio Comonfort, Ignacio Allende, Vicente Guerrero, entre otros, bajo el pincel de grandes artistas como Joaquín Ramírez y Petronilo Monroy, resguardadas en la Galería de los Insurgentes.

La personalidad de Morelos elevada a las alturas por historiadores de la talla de Lucas Alamán, José María Luis Mora y Justo Sierra, entre otros, imponen a su ser los calificativos de valiente, enérgico, bravío, noble, desinteresado, etc(étera). Pero, contradictoriamente, fue un extranjero, el archiduque Maximiliano de Austria quien propuso e inauguró en 1865 para la ciudad de México una estatua en su honor en la conmemoración de los cien años del nacimiento del héroe nacional: “Hemos visto al humilde hombre de pueblo triunfar en el campo de batalla; hemos visto al sencillo cura gobernar las provincias a su mando en los difíciles momentos de su penosa regeneración, y lo hemos visto morir físicamente derramando su sangre como mártir de la libertad y de la Independencia; pero este hombre vive moralmente en nuestra patria y el triunfo de sus principios es la base de nuestra nacionalidad.” [24]

«No todas sus iniciativas (de Maximiliano) fueron bien recibidas; en particular, los conservadores rechazaron los emplazamientos que el emperador buscó para la estatua de José María Morelos realizado por Antonio Piatti. La familia de los condes de Orizaba, que habitaban la Casa de los Azulejos, protestó porque la escultura fue colocada en la Plaza de Guardiola, visible desde la residencia. También molestó a la familia Escandón, que vivía en la que popularmente se conocía como la Casa de los Perros, justo frente a la mencionada. Los conservadores no estaban de acuerdo con la frase que el liberal emperador le hizo colocar: ‘Al ínclito Morelos quien dejó el altar para combatir, vencer y morir por la libertad de su patria. Maximiliano Emperador, 1865’.

«En buena medida podemos pensar que él [Juan Nepomuceno Almonte] ejerció cierta influencia para que el Emperador decidiera levantar el monumento en cuestión. Monumento que, al igual que tantos otros, se volvió itinerante, pues, caído el Imperio, la estatua fue trasladada de la Plaza Guardiola a la explanada del Templo de la Veracruz para luego ser enviado a una glorieta en la recién creada Colonia Morelos, sitio en el que permaneció durante muchos años.

‘Y sigue allí, en la Colonia Morelos pero ya arrinconado…» [25]

Para abundancia en el tema y reproche a los representantes de las instituciones republicanas: «Colapsado el Segundo Imperio, la estatua de Morelos fue trasladada de la Plaza Guardiola a la Plaza de la Iglesia de San Juan de Dios — hoy Plaza de la Santa Veracruz—. Actualmente, la estatua se encuentra en el barrio de Tepito, en la Plaza Morelos, sobre Eje 1 Oriente (Avenida del Trabajo), entre las calles de Alfarería y Mecánicos. La obra se encuentra en condiciones lamentables. Desde la época del primer traslado, la espada del personaje se rompió y a la fecha sigue así [2015/10/3]. Mas no sólo es eso, el estado de abandono de la obra es tal que los rasgos del personaje se han ido perdiendo: la cabeza se ha deformado tanto que resulta ya imposible distinguir el paliacate característico del prócer. Lo que resulta aún más increíble es que el año pasado [es decir, en el transcurso del 2014] la pequeña plaza fue remodelada, se repavimentó y se colocaron nuevas luminarias, entre otras cosas… ¡pero el monumento no fue tocado! Y así permanece, abandonado, irreconocible, sin inscripción alguna que informe a la gente cuándo fue inaugurado y cuál es su relevancia histórica.» [26]

«Como auténticos peregrinos muchos de los monumentos para inmortalizar a ilustres personajes de nuestra historia han viajado de un punto a otro, por razones estéticas, sociales, de seguridad y las más de las veces políticas, pero, en ocasiones, a costa del impacto visual de la obra. José María Morelos… Fue un regalo que el emperador Maximiliano hizo al pueblo de México, colocada en la plaza Guardiola, ubicada frente al hoy Sanborns de los Azulejos durante su efímera administración. Al parecer, ya que se carece de datos fidedignos, fue trasladada en 1940 a la colonia Morelos, debido a la remodelación urbanística que sufrió la plaza, precisamente al construir el edificio del Banco de México (edificio Guardiola), del arquitecto Carlos Obregón Santacilia. Morelos, sin su respectiva espada, se encuentra actualmente en las calles de Alfarería y avenida del Trabajo, en los límites del barrio de Tepito. Se desconoce el nombre de su autor (¿?).” [27]

Verónica Zárate Toscano asienta en El papel de la escultura conmemorativa en el proceso de construcción nacional y su reflejo en la Ciudad de México en el siglo XIX: «Otro ejemplo sería la escultura conmemorativa de José María Morelos y Pavón, obra de Antonio Piatti, inaugurada en 1865 por Maximiliano en la Plazuela de Guardiola. A la caída del emperador, en 1869, la estatua también cayó y fue retirada y trasladada a la Plaza de San Juan de Dios que, a partir de entonces, cambió de nombre. Pero ése no sería su destino final. A la fecha, la estatua se conserva en el eje vial 1 Oriente, en la colonia Morelos frente a una de las entradas del ‘barrio bravo’ de Tepito, bastante deteriorada y cubierta de tantas capas de pintura que ya no se aprecia el pedestal de cantera…. A Morelos se le desterró del centro histórico por haber sido ideado por Maximiliano.»

Quizá con menor énfasis con respecto al homenaje decretado al cura Hidalgo, en las poblaciones mexicanas, desde las pequeñas a las grandes ciudades, de menos habrá una escultura, algún busto, un relieve, una avenida, calle, callejuela, escuela, edificio público o, ya de menos, una sala en alguna oficina estatal con el nombre de don José María Morelos y Pavón, con su nombre acortado: Morelos o, con el sobrenombre que en nadie más queda con toda propiedad: «El siervo de la nación.»

Relieves, grabados, monumentos, esculturas ecuestres, pie a tierra, con espada, murales, blanquecido, negroide, con atavíos sacerdotales, militares, representación abstracta,, académica, cubista, caricaturizado, en la escuela de Giuseppe Arcimboldo (Octavio Ocampo), en historietas, osco, sonriente, estampillas de correo, billetes, numismática, Litografías de Claudio Linati, los grabados de Adolfo Mexiac, J. Díaz del Castillo (óleo que reproduce el fusilamiento en el Museo Morelos de Cuautla, Diego Rivera en los murales del Palacio Nacional y en el mural del Teatro Insurgentes, Juan O’Gorman “Retablo de la Independencia”, Mural del Museo Nacional de Historia; Alfredo Zalce, mural en el Palacio de Gobierno de Michoacán, otro mural en el Palacio de Justicia en la ciudad de Morelia, un Morelos justiciero de Agustín Cárdenas Castro; Fermín Revueltas, Arturo García Bustos… muchos más y muchos otros en el futuro.

Las citas varían y quedan en el supuesto, dado que ninguna de las fuentes ni en las biografías consultadas del Emperador de los franceses aparece el momento ni contexto para la supuesta expresión de Napoleón I que, asombrado por las habilidades guerreras de Morelos expresaría: «Con cinco generales como Morelos conquistaría el mundo.»; “Con cinco hombres como él conquistaría el mundo.”; Con cinco generales como Morelos conquistaría el mundo «; «Si tuviera tres generales como Morelos, conquistaría el mundo.» «Dadme 3 Morelos y conquistaré el mundo.»; «Si tuviera dos generales como Morelos conquistaría el mundo». «… Lo más en que coinciden dos o tres de las expresiones es que sería en el 1812, año de la terrible campaña rusa que a la postre le costaría el poder a Napoleón. Entonces, falta por clarificar el momento de la afirmación pues determinaría el valor admirativo, de asombro, de carencia o desesperación, en esta multiplicidad de frases, todas en condicional, si tal idea fue manifestación de quien supuestamente lo afirmara.

A la fecha, todavía queda pendiente la nulificación por el vaticano de la excomunión a don Miguel Hidalgo y Costilla, a don José María Morelos y Pavón, a don Mariano Matamoros… y demás sacerdotes involucrados en el movimiento armado por la independencia de México y a ellos queda el reproche y la interpretación posterior en cuanto a los alcances y límites del ministerio de un sacerdote en los difíciles años de fines del siglo XVIII y principios del XIX, para fijarnos un periodo límite en el antes y el después, aunque Armando Escobar Ledón [28] «… En el capítulo LII se narra la salida de Hidalgo de la ciudad de Guanajuato rumbo a Valladolid, pasando por Celaya, Salvatierra, Acámbaro, Indaparapeo y Charo, para entrar en su querida Valladolid el 18 de octubre, donde es recibido por el cabildo eclesiástico con una solemne misa en la catedral, un día antes el Gobernador de la Diócesis, don Mariano de Escandón y Llera, Conde de Sierra Gorda, anuló el edicto de excomunión dictado por Abad y Queipo…»

En el año 2009, cercana la conmemoración del bicentenario del inicio del movimiento armado criollo por la independencia del ahora México y a meses de la correspondiente a la lucha «popular» opuesta a la perpetuación de un ya cansado José de la Cruz Porfirio Díaz Mori y su aparato administrativo, dos de los partidos formantes de la LX legislatura (PRI, PRD), presentaron una petición formal para que el Vaticano retirara la excomunión a don Miguel Hidalgo y Costilla y a don José María Morelos y Pavón en lo concreto y a «otros» sacerdotes involucrados en la lucha iniciada en 1810 en lo ambiguo y general. Posiblemente en la solicitud en el término de «otros» están los más de dos mil sacerdotes que militaron y hasta comandaron en los ejércitos de ambos bandos, entre ellos: Mariano Matamoros, José Antonio Torres, Juan Antonio Magos, Juan Miguel Correa, Francisco Sánchez, José Martínez, Juan Bastamente, Guadalupe Díaz, José Pablo Calvillo, Vicente Santa María, Antonio María Uraga, Manuel Ruiz de Chávez, Marcos Castellanos, José Martín García de Carrasquedo, Luciano Navarrete, José María Mercado de Luna, Nicolás de Nava, Joaquín Oviedo, Felipe de Jesús Conejo, José María Sánchez de la Vega, Antonio Martín Pérez Martínez, José Rafael Tárelo, Manuel Sabino Crespo, José María Fernández del Campo, Mariano de las Fuentes de Alarcón… representan a los ministros del culto católico involucrados en el movimiento armado por ambos bandos.

En un afán por adecentar el asunto, un «dictamen histórico» por parte de la jerarquía católica niega que los susodichos curas (Hidalgo y Morelos) murieran en la excomunión porque: confesados y en plena comunión con la Iglesia, sepultados en terreno sacro y honrados los restos mortales de dichos héroes desde la consumación de la Independencia y su resguardo en la Catedral Metropolitana, no hay razón para pedir que se les levante la excomunión. «Esto ya sucedió en el día que ellos se confesaron antes de morir.» Y no importa si entre la adecuación del discurso en circunstancias diferentes «quemen» la imagen de sus adalides en aquel momento (don Manuel Abad y Queipo y don Javier Lizana y Beaumont) y queden excluidos de 250 000 a 500 000 seres humanos sacrificados en el conflicto, El poder terreno y momentáneo tiene sus «exigencias coyunturales».

Hoy el tema no aparece en las discusiones, no da brillo ni espacio en los medios. La propuesta/solicitud surgió en el 2009, el año previo a la conmemoración; si los proponentes lo desearan firmemente y no sólo por el propio lucimiento sabrían (porque alguno de sus ayudantes o asesores lo investigaría —es un supuesto ¡claro!—) que tal proceso ante el Vaticano requiere de menos cuatro años para su resolución y queda la interrogante: ¿a quién beneficia, en un país laico, el retiro o no de la excomunión a los curas —todos— muertos en tales circunstancias si sólo en ellos cabía ese dolor y pena espiritual. Hoy en nada les beneficiará ni les aportará tranquilidad emocional a los afectados después del brutal lenguaje aplicado en su contra en los decretos. A la Historia —nuestra historia— ¿le aportará algún beneficio? Para Roberto Velázquez —investigador del Archivo Secreto Vaticano y especialista en las relaciones entre México y la Santa Sede— levantar la excomunión a Hidalgo, Morelos no resulta un asunto intrascendente: «… no es ninguna nimiedad. Todo lo contrario, es un asunto muy importante, puesto que Hidalgo y Morelos son los creadores de la nación mexicana, son verdaderos mitos patrios (sic). Cualquier Estado debe mantener sin mácula a sus mitos nacionales (sic), pues éstos le dan fortaleza…»

Mito: Del griego μῦθος mŷthos. 1. m. Narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico. 2. m. Historia ficticia o personaje literario o artístico que encarna algún aspecto universal de la condición humana. 3. m. Persona o cosa rodeada de extraordinaria admiración y estima. 4. m. Persona o cosa a la que se atribuyen cualidades o excelencias que no tiene.

Sinónimos: leyenda, fábula, alegoría, símbolo, invención, montaje, cuento, ficción, tradición.

Los dos discursos sólo son palabras acomodaticias. La reivindicación de los héroes y de sus nombres ya no es necesaria. Los hombres en el poder no poseen la capacidad de lo etéreo para enmendar un dictamen añejo ni de abrumar con padecimientos lo que cae fuera de su jurisdicción.

Con motivo de la difusión del disco Saga Histórica del Generalísimo Don José María Morelos y Pavón en radio.inah (jueves 14 de abril de 2016. Consultado el 30 de mayo del 2017) el autor, Dr. Raúl Ernesto García Chávez expone, en la grata entrevista realizada por don Juan Stack, los motivos para la creación, saga e historia en fusión sin contradicción entre ellas compuesta por 18 temas alusivos a las zonas donde el cura Morelos viviera y desarrollara su lucha libertaria.


Notas:
[1] Penélope Córdova. Morelos y su misión inconclusa. La Gaceta del Fondo de Cultura Económica, número 493, enero del 2012, página 18. Reseña. Morelos, de Fernando Benítez. Colección Popular, 1ª. Edición 1998.
[2] Álvaro Ochoa Serrano. Un trio de afrodescendientes en Michoacán. El Colegio de Michoacán. Centro de Estudios de las Tradiciones. jornada.unam.mx Visitado el 24 de noviembre del 2017.
[3] Ricardo León Alanís. El Real y Primitivo Colegio de San Nicolas Obispo de Valladolid, Michoacán. José María Morelos y Pavón. Generalísimo de los Ejércitos de la América Mexicana. Página 91. Instituto Nacional de Antropología e Historia. 2015. »
[4] es.catholic.net revisado el 30 de enero del 2017
[5] Jaime Reyes Monroy. El cura Morelos y su casa a través de los testimonios documentales. José María Morelos y Pavón. Generalísimo de los Ejércitos de la América Mexicana. Instituto Nacional de Antropología e Historia. 2015.
[6] Ídem. Jaime Reyes Monroy. Página 63.
[7] cdigital.dgb.uanl.mx
[8] Carlos María de Bustamante. Carta séptima. Cuadro Histórico de la revolución mexicana. antorcha.net
[9] La Constitución de Cádiz de 1812. unla.mx Tomado el 26 de noviembre del 2017.
[10] wikipedia.org José María Morelos. Visitado el 26 de noviembre del 2017.
[11] María Hernández Ramírez. Las prendas de José María Morelos, el Siervo de la Nación. Página 259. José María Morelos y Pavón. Generalísimo de los Ejércitos de la América Mexicana. Instituto Nacional de Antropología e Historia. 2015. (Un pie castellano o pie de Burgos equivale a 27.8635 centímetros, lo que da una supuesta altura de 139.3175 centímetros, aún menor a la de sus detractores.)
[12] Los restos de los héroes en el Monumento a la Independencia. Tomo II. Conservación y Restauración: Luis Rivero Weber, coordinador; Análisis de Antropología física: José Antonio Pompa y Padilla, coordinador. Instituto Nacional de Antropología e Historia, Instituto Nacional de Estudios de las Revoluciones de México. 2012.
[13] Carmen Saucedo Zarco. Los restos de los héroes en el Monumento a la Independencia. Tomo I. Estudio histórico. Páginas 104, 105 y 106. Instituto Nacional de Antropología e Historia. Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México. 2012.
[14] Los restos de los héroes en el Monumento a la Independencia. Tomo II, página 207 a 216. Conservación y Restauración: Luis Rivero Weber, coordinador; Análisis de Antropología física: José Antonio Pompa y Padilla, coordinador. Instituto Nacional de Antropología e Historia, Instituto Nacional de Estudios de las Revoluciones de México. 2012.
[15] Ídem. Página 210.
[16] Ibídem. Página 211.
[17] Salvador Rueda Smithers. De cura a caudillo. Descifrar a José María Morelos y Pavón. Páginas 37 y 38. José María Morelos y Pavón. Generalísimo de los Ejércitos de la América Mexicana. Instituto Nacional de Antropología e Historia. 2015.
[18] Diccionario Enciclopédico de la Medicina Tradicional Mexicana. medicinatradicionalmexicana.unam.mx
[19] María Hernández Ramírez. Las prendas de José María Morelos, el Siervo de la Nación. Página 253. José María Morelos y Pavón. Generalísimo de los Ejércitos de la América Mexicana. Instituto Nacional de Antropología e Historia. 2015.
[20] Alfonso Toro. Breves apuntes sobre iconografía de algunos héroes de la Independencia. revistas.inah.gob.mx Consultada el 8 de febrero del 2017.
[21] Carlos Herrejón Peredo, Morelos, página 37. México, Clío, 1996.
[22] Ídem.
[23] Enrique Krauze. Hidalgo, Morelos, Iturbide y Guerreo. Héroes de Carne y Hueso. Páginas 50 y 51. Historia para todos, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Conaculta y Banamex, 2010.
[24] Enrique Krauze. Siglo de Caudillos. Biografía Política de México (1810-1910). Fabula. Tusquets Editores México. 2ª. reimpresión 2003. Página 93.
[25] Carlos R. Martínez Assad. La patria en el Paseo de la Reforma. UNAM, 2005.
[26] Antonio Espinoza. Recorrido iconográfico de José María Morelos. Confabulario. El Universal. confabulario.eluniversal.com.mx
[27] Jorge Legorreta. Memorias de la Ciudad/Efigies Errantes. Morelos. La Jornada, 10 de junio del 2004. jornada.unam.mx
[28] Armando Escobar Ledón en la página VII del Prólogo a «Hidalgo, la vida del héroe». Edición facsimilar. Tomo II. De Luis Castillo Ledón editado por el Frente de Afirmación Hispanista, A. C. Honorable Ayuntamiento de Morelia en el año del 2003 con base al original impreso en México en el año del 1949.

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