Alguien, seguramente, con más cincia y ocio creador ya realizó el censo correspondiente de los personajes principales, constantes, secundarios, esporádicos y de efímera aparición en la cración de don Gabriel Vargas: «La familia Burrón».  Los hay, pese a la ausencia de su descubridor, de traza vigente para todos gustos e identificaciones: de bondad temeraria y vileza a veces regocijante, de alcurnia y desesperante peladaje, instruidos o los de crasa brutalidad, afanosos y perezosos, a horcajadas en la modernidad o los rústicos irredentos… En lo personal —y será asunto para un análisis psicológico— hay un apego irremediable por los irredimibles, es el caso de don Satán Carroña (con sus esposa Cadaverina, su sosias Pinga Diabla y el verdoso mayordomo: Narciso, “Chicho”), del buen Ruperto Tacuche, Telesforeto Colín (el “sapo-rana”) y del insigne Avelino Pilongano, alias “El babotas”, poetastro de bajos vuelos e inconmensurables esperanzas, uno de esos muchos cuya finalidad en la vida es garrapatear en papel las inquietudes, las más nobles experiencias de la humanidad en su soledad y en su conjunto vividencial. Avelino Pilongano, abusivo e inconciente hijo de doña Gamusita Botello Pericocha viuda de Pilongano —la lavandera de ajeno que no tiene para cuándo adquirir una mínima tranquilidad económica— carga con ese hijo cuyas dotes mentales perdiéranse irremediablemente tras un papalote en el Cerro de la Estrella, que ve la cotidianidad con el ojo del bonachón cuyos apetitos son de este mundo y sus ideas, etéreas.

Avelino va por la vida —a la manera de muchos— en procura de una oportunidad para publicar sus endechas, sus grimorios, sus disparates, así, bajo un manto de incomprensión quedará pendiente la edición de su poemario «Vibraciones del caletre». Para ejemplificar el doloroso transcurrir de todo «creador» arrojado en los caminos de las letras, por nula o costosa que sea su instrucción, unos con paciencia cercana a la jobita y otros retadoramente iracundos, queda la imagen del cuasi laguense  don Celestino González*: “… actualmente el Señor Don Celestino está avecindado en esta ciudad —Lagos de Moreno, Jalisco— y vive generalmente apreciado de todos, y es digno de hacerse constar aquí, que admira la prodigiosa memoria del Señor González, pues ella conserva perfectamente sus numerosas composiciones, sin que al recitarlas se le olvide ó equivoquen á pesar de su edad avanzada.”, asienta don Cipriano Machaeu en sus apuntes biográficos del controvertido poeta laguense quien, ante las burlas, rechiflas y muestras de desagrado en contra de su larga y fracasada expresión poética —para  otros, benevolentemente descritas por dislates— con motivo de la conmemoración de la lucha armada contra el puño férreo de España, termina su poema con el improvisado:

 

Aquel a quien no le cuadre

mi patriótica elocuencia,

que vaya… y tizne a su madre

y ¡viva la Independencia!

(Hay otras versiones en las que la «mentada de madre» aparece en toda su ofensiva ortografía.)

 

Este don Celestino González, contrario al Avelino Pilongano, sí que logró la letra de molde para sus versos e inclusive un grabado con su imagen realizado por el mismísimo don José Guadalupe Posada para ilustrar su portada en la edición de 1887 y hasta una segunda y tercera ediciones impresas en León en 1922 (aunque estas ya sin el aporte del gran grabador aguascalentense), según asienta don Alfonso de Alba en el capítulo “… y un poeta liberal”, en la segunda parte  “Ensayo de interpretación” integrada a “El Alcalde de Lagos”.**

Hay infinidad de poetastros en el mundo, algunos pocos con becas adecuadas para comparar su realidad nacional en agregadurías culturales en el extranjero, otros al rigor del empeño diario con enormes dificultades para publicar y una cauda enorme cuya huera afición queda en eso: afición en adición a la terrible indiferencia con respecto a los altos vuelos y magnificas elucubraciones.

Para su fortuna, Avelino Pilongano no está sólo en su dramática realidad ante un mundo de incomprensión —su madre incluida— por ahí deambula esporádicamente la contraparte femenina, Olga Zanna, émula de sor Juana que en el nombre lleva su trayectoria.

No desmerecerá la confusión entre don Celestino y el hacer de Avelino con este inicio “A el Sol” del señor González:

 

Este sol que nos alumbra

A todos los mortales,

También á los irracionales,

No así a los que están en la tumba…

 

Pero, entre sus poemas de amor y al amor, los de exacerbado patrioterismo y a los Héroes nacionales, a la Naturaleza, sus creaturas y poderío, del cielo y por el Cielo, no hay razón para omitir:

 

Ese cometa que vino,

Junto con el siglo de oro;

¿A qué vino? Yo lo ignoro

Y cuál ha sido su destino…

 

Que cada cual firme a su gusto el poema con el nombre del maltratado e incomprendido sentido del humor de don Celestino González o con el de Avelino Pilongano, la experiencia ahí está y lo demás es cosa de quien recrea, aunque desoigamos —y el propio autor reniegue— el consejo dejado en “A un provedor” (sic):

 

¿…

Por qué habla tanta insolencia?

No hablarlas sería mejor.

 

No obstante, llegado el momento de la lucidez con un vaho de juicio desapacionado con respecto a su obra poética y en respuesta las burlas a su alrededor don Celestino dice de sí mismo en tercera persona:

 

 …Y si el tiempo no es oportuno

y agradarnos no puede,

pasará como la sombra de una nube

sin dejar vestigo alguno…

 

para retomar el derrotero de su historia en la asimilación:

 

… y si esto se llega a efectuar,

triste será su memoria,

allí se dirá en la historia:

en Lagos hubo un héroe… y un poeta liberal…

 

es decir, don Pedro Moreno el hèroe y él, el poeta liberal.

Seamos un poco menos rigurosos con el señor González, quizás sus afánes para arrancarle materia al Parnaso carecían de sólidos merecimientos, pero, uno encuentra que, más allá de sus limitaciones y por no lograr el beneplácito a su labor, el hecho de asumirse laguense cuando su cuna estaba en León de los Aldama, Guanajuato, le atrae una valoración despectiva, olvidado aquel refrán —vigente cuando resulta conveniente y halagüeño—: «Uno no es de donde nace sino donde la pace«, una variante menos dolorosa del proverbio español en desuso que sustenta: «El buey no es de donde nace sino donde la pace»; esto último sin ánimo de ofender.

Sin importar por el momento el número de personajes creados por don Gabriel Vargas, en lo personal quedan relevantemente el incomparable “Babotas” Avelino Pilongano, don Satán Carroña y el buen Ruperto Tacuche, sin mengua de otros a quien el gusto e identificación de cada cual lleve a la preponderancia. Los seres irredimibles llevan en el rostro y en sus vidas cicatrices de las que los “santones”, los perfectos, carecen.

* Las citas referentes a don Celestino González corresponden a los apuntes biográficos de don Cipriano Machaeu con fecha del 5 de mayo de 1887 que anteceden a la obra poética del personaje nacido en León de los Aldama, Guanajuato, 29 de mayo de 1802 (cuyo fallecimiento no queda asentado en las fuentes consultadas), obra íntegra publicada en Lagos de Moreno, Jalisco por la Antigua Imprenta Aleriano en el año de 1887. Consultado en cdigital.dgb.uanl.mx. el 16 de junio del 2016

** Los fragmentos del hacer poético de don Celestino González son extracción del tema desarrollado por don Alfonso de Alba en su El Alcalde de Lagos y otras Consejas. Ensayo de interpretación. Al Toque de Queda (Leyendas laguenses). 14ª. Edición, noviembre de 2012, Impre-Jal.

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