México venció hoy a Alemania, en su presentación en el Mundial de Futbol Rusia 2018. Este triunfo significó una fiesta nacional para México, país donde, coincidentemente, se celebró hoy, también, el Día del Padre, una conmemoración de las pocas que se dan durante el año para unir a las familias.

Así, el festejo dominical fue doble. Se olvidaron algunos problemas familiares que suceden en la convivencia cotidiana para dar paso a la doble felicidad.

La lección que deja este triunfo de México sobre Alemania sólo muestra que, en el deporte como en otras manifestaciones más de la convivencia mundial, la brecha se cierra cada vez más entre los países y las sociedades.

Durante muchas décadas, la práctica del futbol tuvo dos polos de desarrollo: Europa y América. El futbol europeo, con Inglaterra, Francia, Alemania, Italia y España a la cabeza, realizaba un estilo de juego vertical, con pocos pases de juego y lances rápidos y potentes contra el arco rival.

En América, por el contrario, su futbol, liderado por Brasil, Argentina, Uruguay y Chile, practicaban un futbol más caracolero, con pases y jugadas cortas, rápidas e inesperadas, que dieron lugar al estilo brasileiro de jogo bonito (juego bello).

Los esquemas tenían como base el estilo europeo, con 1 portero, 3 defensas, 2 medios y 5 delanteros. La idea era privilegiar a los anotadores para darle vistosidad a los encuentros, pues el gol es, y será siempre, la culminación del juego y el logro de la victoria, como único fin último de la competencia.

Brasil cambió las reglas e introdujo en el mundo el esquema: 1, 4-2-4. Vinieron otros ensayos que presentaron alineaciones distintas hasta desembocar en esa especie de robin rood (todos defienden y todos atacan).

Otro tanto se dio en las tácticas que agregaron al simple deporte y la lucha por la victoria con la simple camiseta y el corazón para sumar el espectáculo en el cual se introdujeron algunos toques de balón propios de lo que se realizan en el billar para que el balón dé diversos giros, combas y otras vistosidades que, muchas veces, dejan pasmados a los rivales y al público asistente a los estadios.

Al mismo tiempo, se universalizó. Ahora cualquier país del mundo puede participar en un Mundial. Ya la presencia no sólo es de Europa y América. También lo hacen África, Asia y Oceanía; las islas antillanas, los países árabes y hasta Estados Unidos, Canadá, Japón, China, Corea y demás naciones que cuentan con una cultura milenaria que jamás soñó con practicar este deporte de características más bien occidentales y menos participar en competencias universales.

El último paso de esta anfictionía está en la organización de los futuros mundiales que ya no sólo serán por un solo país, sino que también podrán ser por regiones. La primicia de esta modalidad fue la edición número 17, organizada Corea y Japón, y la próxima de este tipo que tendrá lugar en 2026, organizada por México, Estados Unidos y Canadá.

El mundial futbolístico dejará de ser un suceso nacional (tal vez, nacionalista, también) para convertirse en un festejo ecuménico, donde el ser humano será el centro del desarrollo, en lugar de las ideologías.

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