A reserva de que analistas, comentaristas y columnistas serios y bien enterados aporten luces claras sobre lo que está pasando en la política mundial y hacia dónde se dirigen sus pasos, se podrá tener un horizonte más claro sobre lo que acontece actualmente a nivel internacional, donde el triunfo de Donald Trump sólo es un eslabón más de la cadena de acontecimientos que ha sacudo al planeta, este año.

El primer paso de tal desconcierto mundial se dio temprano, apenas transcurría el primer trimestre del año, cuando los británicos decidieron salirse de la Unión Europea, al votar por el sí en el llamado Brexit, cuando la mayor parte del mundo y, sobre todo Europa, esperaban lo contrario.

Más tarde, la sorpresa se tuvo en Cuba, donde, tras décadas de vivir de espaldas a Estados Unidos, los festivos caribeños abrazaron con gusto y dieron la bienvenida a su integración a la Aldea Global, tras el descongelamiento del bloqueo económico, cuya decisión en tal sentido tomaron el año pasado Barack Obama y Raúl Castro.

Los cubanos cedieron al encanto del liberalismo económico (en cualesquiera que sea su modalidad) y ahora con el triunfo de Trump se les vio esperanzados en que esa naciente integración no cambie en el futuro.

Otros hechos de menor significación mundial se dieron en el globo terráqueo durante los siguientes meses de este 2016 que, muy pronto, fenecerá.

Así llegó octubre y, de nueva cuenta, el mundo se cimbró con el anuncio de la Academia Sueca de los Nobel, al otorgar la presea en Literatura al cantautor de los años del rock, Bob Dylan, rompiendo con una centenaria costumbre de otorgarla a novelistas, poetas y literatos.

Más tarde, el mundo se quedó intrigado por no entender la razón del porqué los colombianos votaron en el plebiscito por el no, en lugar de positivamente, a la propuesta de su presidente, Juan Manuel Santos, de terminar con la lucha armada que mantiene este país con los rebeldes de las Fuerzas Armadas Revolucionaria de Colombia (Farc), cuya iniciativa le valió a Santos el Nobel de la Paz de este año.

En esta misma relación de hechos inusitados, incluso, podría inscribirse la victoria beisbolera de los Cubs, de Chicago, tras 107 años de espera infructuosa. Es un hecho, tal vez, intrascendente, pero registrado ya en los anales de la historia del deporte mundial.

Así, el triunfo de Trump sólo sería un eslabón más en esta sorprendente era mundial de acontecimientos inexplicables o no tan claros como se esperaba.

Los engranes de esta historia no podrían terminar aquí. Al parecer, otros acontecimientos esperados para antes del fin de año, en Europa, entre ellos en Austria, volverían a sacudir el mundo.

Por lo demás, en relación a Trump, poco habría que agregar a los miles y miles de comentarios vertidos desde poco antes de la media noche de ayer cuando se vislumbró su victoria sobre su contrincante electoral, Hillary Clinton. Baste decir que el discurso de campaña es muy distinto a la obra de gobierno. Aquél tiene la intención de ganar adeptos a su causa; éste, dar respuesta a los sistemas de gobierno.

Todo mundo, medianamente informado, sabe de antemano que la política se mueve en todos los países mediante un sistema del que partidos y candidatos forman parte, por lo que aciertos y errores se deben acreditar al sistema político respectivo más que a quien lo representa ante los gobernados.

A final de cuenta, el gobernante (por más que se diga en el discurso político que, salvo alguna honrosa excepción, representa al pueblo) lo real es que representa a los intereses del sistema político en turno.

También debe tenerse en cuenta que en política, como en cualquier otra expresión de la lógica común, existen dos formas de ver y tratar problemas y soluciones en el mundo: una inductiva; la otra, deductiva, o sea, de abajo hacia arriba y viceversa.

Para el método inductivo, cada individuo, cada profesión y cada sector social tiene su propio problema que, para ellos, es el más importante. Para el maestro, es la educación; para el médico, la salud; para el economista, las finanzas; para el dietistas, la alimentación; para el deportistas, el deporte, y así por el estilo.

Es el planteamiento que se le hace al candidato y, ya como gobierno, se le exige la solución respectiva. Es una visión parcial que se suma a otras más similares.

Por el contrario, en la visión deductiva, el gobernante ve toda la gama de problemas y posibles soluciones, las jerarquiza y las pone en práctica, siempre en base con referencia al sistema político existente.

Además, en la praxis política, hay problemas que tienen solución, por lo que se solucionan y otros que tan sólo se administran.

La mejor medicina que se da para este último caso es lo dicho por algún político de hace muchos años que, en México, se acredita a Porfirio Díaz o algún otro prohombre de la revolución convertida en gobierno: “Cuando quiero resolver un problema, lo tomo en mis manos; cuando no, simplemente, creo una comisión”.

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