Ciudad de México, 9 de julio de 2022.- A los pocos meses de iniciarme en el periodismo, me designaron reportero de la Fuente de Presidencia en el periódico Avance, uno de los muchos que circulaban en la Ciudad de México. Eran los últimos meses del penúltimo año de la administración gubernamental de Luis Echeverría Álvarez, quien gobernó México de 1970 a 1976.

El siguiente año, el último de su sexenio, Echeverría inventó, en su particular forma de gobierno, recorrer, nuevamente, todo el territorio nacional para despedirse y agradecer a los mexicanos que lo habían elegido presidente de la República.

En esta especial forma de gobierno, recorrimos todo el país varias veces. Eran giras agotadoras de trabajo que, oficialmente, tardarían solo dos o tres días, pero, en la práctica, el periplo se hacía por muchos días. Teníamos fechas de salida, pero nunca de regreso a la Ciudad de México.

Un episodio de este tipo, inolvidable, por supuesto, fue cuando de Presidencia de la República nos llegó el aviso de que al día siguiente viajaríamos a León, Guanajuato, ciudad ubicada en el centro del país. La gira sería por solo dos días, aunque sabíamos que no sería tal el tiempo de la gira. Todo dependía de las circunstancias.

Por esas fechas, Echeverría hacía campaña internacional para llegar a la Secretaría General de la ONU. Ese era su sueño.

Al salir de León, Guanajuato, se le informó, en pleno vuelo con destino a la norteña ciudad de Monterrey, capital de Nuevo León, que para tal cargo en la ONU había sido designado el birmano U Thant, diplomático que fue la primera persona que ocupó la secretaría general del organismo internacional procedente de un país asiático y el primero de un país en vías de desarrollo.

Echeverría enloqueció.

Llegamos alrededor de las 9 de la noche a Monterrey y, de inmediato, nos dirigimos a inaugurar un desarrollo habitacional para trabajadores, que se llamaba Fomerrey.

El discurso de inauguración se convirtió en una diatriba contra los empresarios nuevoleoneses, los más importantes en ese momento en México, a quienes acusó de ser los responsables del atraso económico del país y de la fuga de capitales al exterior. Ese ataque verbal contra los empresarios se extendió hasta cerca de las 2 de la mañana siguiente.

Pero la diatriba no terminó allí. De Monterrey volamos a La Paz, capital del estado peninsular de Baja California Sur, donde a las 10 de la mañana encabezó un mitin político que le sirvió de foro para lanzarse de contra el empresariado mexicano en un discurso que se volvió clásico por el lugar donde se desarrolló y que, posteriormente, se le denominó el discurso de Chipinque.

Chipinque es una localidad del Municipio de San Pedro Garza García, en el Estado de Nuevo León, cuyo municipio era clásico por la pujanza de sus industriales. En La Paz, rememorando a Chipinque, acusó a los empresarios mexicanos de formar parte de ese México retrógrada para quienes solo les importaban su riqueza económica, pero no el pueblo.

El discurso se utilizó, de inmediato, para identificar a los vendepatrias y sacadólares que mantenían en el atraso a México, y que los llamaro los encapuchados de Chipinque.

De La Paz volamos a Chetumal, Quintana Roo, capital de esta entidad del sureste nacional, polo opuesto a Baja California Sur y, sin descanso alguno, recorrimos otra media docenas de ciudad donde, igualmente, el discurso fue para atacar a los empresarios y designarlos como enemigos del progreso nacional.

El pesado fardo que cargaba sobre sus hombros
Echeverría cargaba sobre sus hombros la acusación de participar en la Noche de Tlatelolco, que aunque su antecesor, Gustavo Díaz Ordaz, asumió toda la responsabilidad, la población sostenía que Echeverría, como secretario de Gobernación (secretario del Interior de Díaz Ordaz) era, igualmente de responsable de esa matanza de estudiantes que, oficialmente se reconoció como un total de 70; sin embargo, estudiosos de esa masacres humana la elevan hasta más 300 estudiantes asesinados a mansalva en la llamada Plaza de las Tres Culturas, en el centro norte de la Ciudad de México.

También se le acusaba de ser el responsable de la matanza de estudiantes del Jueves de Corpus, llamada El Halconazo, por la participación de un grupo paramilitar identificado con el nombre Halcones, hechos ocurridos en la Ciudad de México el 10 de junio de 1971 (día de la festividad de Corpus Christi, de donde tiene origen el nombre coloquial de la matanza), cuando una manifestación estudiantil en apoyo a los estudiantes de Monterrey fue reprimida violentamente por un grupo paramilitar al servicio del Estado, llamado Los Halcones. Fueron asesinados unas decenas, inespecífica, de jóvenes estudiantes de entre 14 y 22 años.

Igualmente, se le involucró en el asesinato (sin que se certificara) del empresario regiomontano Eugenio Garza Sada, un empresario y filántropo mexicano, cofundador de la Cervecería Cuauhtémoc y líder del grupo de empresarios que fundó el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey. El 17 de septiembre de 1973, Garza Sada fue asesinado por un comando de la Liga Comunista 23 de Septiembre, después de un intento fallido de secuestro. Una investigación publicada en 2011 por el periódico Excélsior sobre los registros gubernamentales en ese momento mostró que el gobierno de Echeverría estaba al tanto de un complot para secuestrar a Gaza Sada.

Durante un viaje posterior a ese hecho a Monterrey, una caricatura de un periódico norteño fue bastante ilustrativa. En ella, aparecía un empresario que se boleada el calzado, mientras leía el periódico. El aseador de calzado le pregunta, un poco intrigado, ¿quién habría matado a Garza Sada? Y el empresario sin quitar la vista del periódico, le contesta:
– Lea, joven, lea.

Lea era las iniciales del presidente Luis Echeverría Álvarez. Fue sola anécdota, al parecer, tras reconocerse que el autor material del asesinato había sido un comando de la proscrita, en ese entonces, Liga 23 de Septiembre.

De igual forma, se le mencionó como autor intelectual del golpe al periódico Excélsior que acabó con la dirección de Julio Scherer García al frente de la cooperativa editorial, por supuestas desavenencias con el gobierno echeverista.

Desarrollo estabilizador y los aperturos
Echeverría gobernó México durante el auge de la política universal del Desarrollo Estabilizador y, por lo tanto, su gobierno, con tendencias izquierdistas, fue populista totalmente, con una economía estatizada y derroche económico sin rendir cuentas a nadie.

Como tal, impulsó, junto a otros líderes internacionales, el bloque denominado Grupo de Países no Alineados, cuando, en plena guerra fría, el mundo se dividía entre comunistas y capitalistas. Como resultado de esta ubicación en la geometría política mundial, Echeverría creó la Universidad del Tercer Mundo, institución educativa que aportó muy poco al desarrollo económico mundial.

En el aspecto político abrió las puertas a un grupo de jóvenes deseosos de participar en el quehacer nacional. A esta modalidad se le denominó apertura política y a sus jóvenes los aperturos. Uno de ellos reapareció en este sexenio de López Obrador. Es Ignacio Ovalle, titular del organismo Seguridad Alimentaria Mexicana (Segalmex), constituido por la fusión de los existentes organismos Diconsa y Liconsa —sucesores de la desaparecida Conasupo—, y que en su tiempo fue secretario particular de Echeverría.

Echeverría, agente de la CIA
Sus últimos tres meses (clásicos 90 días) fueron terriblemente agobiantes para el desarrollo de México, tal como lo describe el novelista Luis Spota, en uno de sus textos, de la trilogía del poder que narra el quehacer cotidiano de los mandatarios de esa época de la historia mexicana.

Echeverría, como político, culpó de todo el mal de México a los Estados Unidos y a los empresarios. A sus críticos los llamaba Agentes de la CIA. Años más tarde, cuando ya era expresidente se descubrió que Echeverría fue uno de los dos agentes principales de la CIA, identificado como Atempo 1.

Tu quoque, Luis
Su sucesor José López Portillo lo designó embajador plenipotenciario de México ante Oceanía y las Isla Fidji.

Por esas fechas, apareció un desplegado publicado en el periódico El Universal, en un cuarto de plana, con una simple leyenda desconcertante para todo el mundo que decía: Tu quoque, Luis, que se traduce como Tu también, Luis, y que no es más que una réplica latina de la exclamación del emperador Julio César que, antes de que lo asesinaran vio entre sus verdugos a Brutus, un protegido de él, y frente a cuya presencia, exclamó: Tu quoque, Brutus.

De igual forma, es inolvidable el pasaje cuando Mario Moya Palencia, quien se desempeñaba secretario de Gobernación, y que acudió, en su representación a inaugurar el Archivo de la Fotografía de los Hermanos Mayo, en Pachuca, Hidalgo. Los hermanos Mayo fueron fotoperiodistas españoles que, emigraron a México, y durante décadas retrataron la vida, en general, de este país.

Mario Moya Palencia creía firmemente que sería el candidato del PRI a la Presidencia de la República como sucesor de Echeverría, creó un gran equipo de políticos que formarían su gabinete y que entre ellos mismos se preguntaban; ¿Quién crees que va a ser el candidato? Y el interlocutor respondía: (M)oy a pensarlo”, en alusión directa a Moya Palencia. Lanzaron una campaña ideológica para apuntalar la posible campaña político electoral que denominaron plataforma política y, por lo mismo, se les conoció como los “plataformos”.

En esa ceremonia de Pachuca, Hidalgo, Moya Palencia, en su discurso, afirmó, entre otras cosas:
“Y, así, cuando un niño vea a este hombre (refiriéndose a Echeverría) caminar por las calles y los campos con sus zapatos enlodados y llenos de polvo en su lucha por sacar adelante a su pueblo para llevarlo a otros niveles de bienestar, le pregunte a su padre: ¿Quién es ese señor?”.

“Su padre le responderá, enchido de patriotismo: Ese hombre que ves, hijo mio, es Echeverría, nuestro presidente”.

Finalmente, Echeverría decidió nombrar como su sucesor a López Portillo y Moya Palencia aceptó tal decisión.

Se trataba de los tiempos cuando el PRI era el partido político hegemónico, cuya grandeza estaba fincada en principios firmes y aceptados por todos, como el principio político, impuesto por el viejo líder sindical: Fidel Velázquez Sánchez:

“El que ya bailó que se siente”.

Echeverría falleció anoche, anoche a los 100 años con 7 meses de edad.

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