México conmemorará mañana el 106 aniversario de la Revolución Mexicana, hecho histórico que cimentó las bases del país actual y que sirvió de marco durante la mayor parte del siglo pasado para actualizar su vida, en general.

La Revolución Mexicana fue anterior a la Rusa y otras más que se sucedieron en los años siguientes en todo el mundo, sin que, necesariamente, fuera un modelo a seguir, aunque sí tuvo un gran significado internacional al integrar el elemento social como base de su inspiración.

En México, se pueden distinguir claramente tres etapas de su historia moderna partiendo la Revolución, que ayudan a entender el lugar en que se encuentra ahora y su sitio dentro concierto de naciones.

La primera correspondió a la etapa posterior al término revolucionario, significada por el ascenso de los generales revolucionarios al poder hasta finales de la década de los 40s cuando la presidencia fue ocupada por gobiernos civiles, era que inició Miguel Alemán Valdés (1946/1952), cuyo antecesor, Manuel Ávila Camacho (1940/1946), que, aunque militar, no tuvo el rango de Divisionario (General de División, en la milicia), como sí la tuvo Lázaro Cárdenas del Río (1934/194) que fue el último mandatario militar con tal rango.

La segunda etapa se dio a partir de Alemán Valdés hasta José López Portillo (1976/1982) que constituyó la llamada etapa del desarrollo estabilizador, durante el cual se privilegió el desarrollo de la economía interna, siempre de espaldas al exterior.

La tercera, corresponde a la apertura de México al mundo. Inició con Miguel de la Madrid Hurtado (1982/1988). Su primer paso fue la adhesión de México al Acuerdo General sobre Comercio y Aranceles (Gatt), previo a la firma del primer acuerdo comercial de Norteamérica, signado entre México, Estados Unidos y Canadá (Tlcan), durante la administración de Carlos Salinas de Gortari (1988/1994), al que siguieron otros más hasta convertir a México en uno de los países más abiertos en materia comercial del mundo.

Junto con tal apertura también se dio la alternancia en el poder, tras 70 años de haberlo detentado el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que en 2000 cedió la Presidencia a su rival, Partido Acción Nacional (PAN), el cual lo mantuvo en la siguiente administración para, desde el 2012, regresarlo al PRI que gobierna hasta la fecha.

A más de un siglo de la Revolución Mexicana, de los tiempos pasados ya sólo quedan recuerdos en las hemerotecas y en el imaginario social cuando su conmemoración era todo un acontecimiento nacional, al decretarse como “Día Nacional” con vistosos desfiles cívico-deportivos en la Ciudad de México que se repetían en todos los Estados y Municipios para honrar a los héroes revolucionarios de la talla de Francisco I. Madero, Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, a quienes solían añadir a Lázaro Cárdenas del Río.

De esa lista original, al principio se excluyó a Emiliano Zapata, el santón del agrarismo nacional, y a Doroteo Arango (Pancho Villa), calificado como “roba vacas” y “bandolero”, hasta que a ambos la historia les hizo justicia y los elevaron a los altares donde ahora se encuentran, en especial, Zapata que inspiró al actual movimiento contestatario, denominado Ejército Zapatista de Liberación Nacional (Ezln), en el sur del país y que, tras su refulgente aparición, se apagó y sólo reaparece de vez en cuando, como sucede ahora cuando vuelve a ocupar los espacios informativo con su anuncio de una posible candidatura de una indígena para los comicios de 2018.

Las “Adelitas” quedaron atrás con sus cantos de identificación como La Valentina, La rielera, Corrido del Norte, La Caritina y otras más que hicieron historia, junto con la composición marcial La marcha de Zacatecas. Muchos de estos temas, incluso, fueron llevados al cine nacional con gran éxito, cuando Hollywood descansaba porque la industria norteamericana estaba totalmente ocupada en cuestiones bélicas de la Segunda Guerra Mundial.

Ahora, de nueva cuenta, México se enfrenta a su destino. Ya no hay desfiles conmemorativos; tampoco, a nivel mundil, las guerras se libran en los campos de batalla, sino en los escritorios de los economistas y de las instituciones financieras. A las fechas festivas del pasado, su lugar lo ocupa ahora la campaña empresarial del Buen Fin cuando empresarios y comerciantes realizan descuentos diversos en bienes y servicios ante una población ávida de obtener lo que más deseó durante los meses anteriores y que para incentivarlo, el gobierno federal lo promociona en grande.

El mundo ya es otro. El triunfo de Donald Trump cambió, coyunturalmente, el futuro de México que tendrá que acomodar su economía, política y sociedad a lo que dicten las posibles reformas norteamericanas.

Pero no sólo será el ámbito comercial lo que incidirá en este nuevo rumbo. También los acuerdos alcanzados en Perú, por los integrantes de la Apec; los diseñados en Quito, Ecuador, por la comunidad internacional en materia de urbanismo, y los obtenidos en Marrakech, Marruecos, sobre la lucha mundial contra el cambio climático.

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