Tal como estaba previsto, el centro del debate del Foro Asia-Pacífico (Apec), celebrado en Lima, Perú, lo constituyó la presumible propuesta del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, sobre un retorno a la política económica proteccionista que dominó al mundo hasta antes de la economía de puertas abiertas.

“Reafirmamos nuestro compromiso de mantener nuestros mercados abiertos y luchar contra todas las formas de proteccionismo”, fue la expresión unánime de los gobernantes de las 21 economías más importante de esta región mundial.

Por ello, estarían decididos a “revertir medidas proteccionistas y distorsionadoras del comercio que debilitan el comercio y frenan el progreso y recuperación de la economía internacional”.

Los tres ejes del documento final señalan que se atenderá a reducir todos los obstáculos que se le presenten al mercado, como primer punto; segundo, pugnar por facilitar los negocios, reduciendo los costos de transacciones y promoviendo acceso a información comercial para ayudar a los emprendedores a conducir sus negocios de modo eficiente al Asia-Pacífico, y tercero, dotar de capacidades institucionales e individuales a cada una de las 21 economía para que sean más competitivas en su salida al mercado.

Tales énfasis los puso el presidente peruano, Pedro Pablo Kuczynski, durante la clausura del esta cumbre económica internacional.

Este hecho despejó en parte el futuro del discutido acuerdo Transpacífico (TPP) que ya opera, aunque sea parcialmente, en algunos renglones, entre los países signantes, pese a que su total entrada en vigor aún está en análisis social entre la población de los países involucrados, lo que significaría que podrían aportar algunos aspectos de política social para darle un rostro más humano.

La decisión de la Apec es interesante porque en el horizonte mundial se mueven corrientes de tipo proteccionista, seguidoras de Trump, en especial en Europa, como serían los casos de Francia, Gran Bretaña, Alemania, Holanda, Austria y otros países del Báltico, cuya manifestación más visible sería la gala Marine Le Pen.

Pero la Apec no sólo sirvió para potencializar el futuro del comercio e inversiones internacionales, sino también para terminar con el mito ancestral de la hispanidad en América Latina, en cuya hermandad se incluía a España.

Lo que reveló la cumbre citada es que para el oriente sudamericano, donde se ubica Perú, sus ojos están más bien puestos hacia las economías de los Tigres de Oriente, tal vez, por razones de la nueva geopolítica que ubica a Rusia como segundo en discordia, seguido por China y Japón.

De hecho, Perú tiene una intensa relación comercial con Japón y Corea del Sur que ahora busca incrementar en Rusia, por lo que las pláticas sobre este particular fueron amplia con Vladimir Putin, para alcanzar los 1,000 millones de dólares en las exportaciones bilaterales y fomentar las inversiones estratégicas, en los próximos años.

Al igual que las sostenidas con el filipino Rodrigo Duterte, el talilandés Prayut Chan-o-cha, el vietnamita Tran Dai Quang, y, por supuesto, el chino Xi Jinping.

Otros datos significativos de esta cumbre económica son la intención, planteada por Kuczynski a Putin, sobre la posible integración de Perú a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde), la selectiva organización que agrupa en su seno a las mayores economías del mundo, y a la también posibilidad de que Colombia sea admitida en la Apec, razón por la cual su presidente, Juan Manuel Santos, fue invitado como observador a Lima.

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