Hoy, 31 de enero, fue el último día del primer mes del presente año. Como siempre, cumplió a cabalidad la popular leyenda de las cabañuelas, perteneciente a la ciencia más arraigada de los pueblos prehispánicos y vigente hasta la fecha, en medios rurales de México.

Según tal leyenda (o mito, si se le quiere ver así), los 31 días de enero representan a cada uno de los meses subsecuentes, en materia climática, a cuyas previsiones este año se sumarían las de tipo políticas. Estas sí, no marcadas por el tradicional calendario de El más antiguo Galván, que a sus casi 200 años de existencia ininterrumpida, sigue siendo la Biblia para muchos hombres del campo.

Así, el 2 de enero mostraría el clima prevaleciente durante febrero; el 3, marzo; el 4, abril, y así sucesivamente. Al llegar al día 12 correspondiente a diciembre, el 13 reinicia la cuenta, pero ahora regresiva. El 13 volvería a ser diciembre; el 14, noviembre, 13, octubre y sigue la cuenta hacia abajo hasta el 24.

Como aún quedan siete días de enero, entonces, del 25 al 30, se cuenta por bimestres y el 31 sería la suma de todo el mes y año.

Por eso, hoy, 31 de diciembre, el clima presentó en el país todas las variantes habidas y por haber. Hubo calor, frío, heladas, vientos y lluvias a lo largo del día, aunque en forma equilibrada, pues en el sur-sureste siempre llueve, sea enero o no; lo mismo sucede en el norte, noroeste y noreste, donde en estas fechas se presentan las lluvias invernales. El centro nacional se cocina aparte, por lo que sus registros meteorológicos son variables, lo que refuerza las previsiones de El más antiguo Galván.

Este año, la leyenda se rompió en el ámbito político. Tradicionalmente, se identifica con la “Cuesta de enero”, época crítica para el bolsillo de los mexicanos que agotaron todos sus recursos económicos en las grandes festividades del fin de año, que inician el 12 de diciembre con los festejos a la Guadalupana, siguen con la Navidad y Año Nuevo y terminan con los Reyes Magos (6 de enero). Un último coletazo de tales festividades se tiene el 2 de febrero con la celebración del Día de la Candelaria, día que, según el calendario judeo-cristiano, es el levantamiento del Niño Jesús y tal acontecimiento se debe celebrar con unos ricos tamales, cuyo gasto corresponde a quien o quienes se sacaron el niño en la partida de la rosca de Reyes.

México, este 2017, inició con un gasolinazo, que elevó el precio del litro del energético hasta los casi 20 pesos, equivalentes a una cuarta parte del salario mínimo general vigente en el país, que se ubica en 80 pesos (aproximadamente, 4 dólares al día).

Las reacciones sociales, empujadas por organizaciones de la sociedad civil que, incluso, hicieron a un lado a los organismos políticos, aunque al final, éstos se montaron sobre las sociales, como siempre acontece, fueron de todo tipo, desde las meramente contestatarias hasta las de choque frontal contra los gobiernos federal y estatales y, desde luego, algunas expresiones (espontáneas o inducidas, eso sólo lo saben las autoridades correspondientes) de saqueos y rapiñas en varios lugares del territorio nacional.

Estos hechos colocaron al presidente Enrique Peña Nieto en el mayor entredicho de los últimos años a grado tal que su imagen cayó por debajo de los 20 puntos porcentuales en cuanto a aprobación de su gestión administrativa.

Todas esas manifestaciones de repudio al gasolinazo y a Peña Nieto deberían tener su clímax hoy cuando los organizadores de las protestas llevarían al país a un casi paro total de actividades y una megamarcha en la Ciudad de México.

Ambas cosas no se cumplieron por un hecho, entre fortuito y esperado: el huracán llamado Trump, quien vino a modificar totalmente la agenda social y política de México al colocarlo en el blanco favorito de su incipiente gobierno, mientras que la respuesta de los mexicanos fue ubicar a Trump en el ojo de la mira nacionalista.

Los mexicanos arroparon a Peña Nieto y se olvidaron, momentáneamente, de su plan de acción contra el gasolinazo. El malo de la película en estos momentos es Trump y Peña Nieto se convierte en el salvador de la gloria nacionalista.

Otro hecho, más localista, que desdibujó la agenda social contra Peña Nieto, a causa de los gasolinazos que, por cierto, se espera un nuevo aumento para el 4 de febrero, aunque está en veremos y que podría quedarse (como las buenas leyes) en el rincón de los cachivaches, en espera de mejores días, fue el referente a la aprobación de la Carta Magna de la Ciudad de México, un deseo, ya satisfecho, que duró varias décadas de estudio y de estira y afloja.

La Ciudad de México ahora se convierte en una entidad más de la Federación. Los capitalinos serán ciudadanos de primera, no de segunda, como antes cuando la capital de la República se denominó Distrito Federal, y cuya designación de funcionarios, legisladores y poder judicial competía al gobierno federal, no a los habitantes de esta gran urbe que pretendió ser una copia a la justo calcante de Washington, D.C.

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