Hogar

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Ámbito de la ternura, de las carencias humana; refugio iluminado, claustro de salud y enfermedad en dónde exorcizar los temores ancestrales; para olvidar la infamia colectiva y practicar las virtudes domésticas; para disfrutar un café, apaciguar las soledades; resguardo ante la bruma y el estallido enceguecedor, ligero matiz del Paraíso esparcido por los muros en donde el aire topa en las ventanas para mostrarnos la arboleda agitada, para velar las argumentación íntima, contrarrestar el poderío del viento, la lluvia, el calor y las interrogantes molestas: es covacha de pecados individuales en el resguardo de la intimidad.

              Con el bailoteo luminoso de la hoguera familiar surgían las narraciones de añejos seres descarnados, impertinentes compañeros susurrantes en el transcurso de la velada; es matriz de la cultura personal con aromas, colores, fosforescencias y sombras; recinto de resonancia donde una canción de cuna retenía las tardas letanías para acompañar la ausencia; apenas definía, en algún rincón, la emborronaba caja de los tiliches y una lata con canicas multicolores.

              Ese fuego sagrado, de unión ante los alimentos comunitarios con aroma a chile y maíz, definía la pertenencia a una tribu con sus compañeros animales, origen de los recuerdos, de alegrías sencillas y dolores profundos donde anida, brota y madura el “yo” que será hasta el final.

Hogar: “El término «hogar» tiene su origen en el latín «focus», que significa fuego. En la antigüedad, el fuego era el centro de la vida familiar, que proporcionaba calor, luz y la posibilidad de cocinar los alimentos. Con el paso del tiempo, «focus» evoluciono al término «hogar», que se refiere al lugar donde se encuentra la familia y se siente la calidez del hogar.”[1]

“El termino hogar tiene una etimología curiosa, derivado del latín «focus»―«hogar» (como lugar en la casa donde se prepara el fuego) que luego viene extendido a referirse a la casa misma o a la familia que habita en ella.”[2] Así, el hogar es el espacio de las angustias unidas a los aromas de los frutos de temporada y los guisos disfrutados en familia, algunos de ellos enriquecidos con el recuerdo

Un hogar es un manantial de autonomías compartidas, de costumbres heredadas y vividas, techado donde las complicidades atadas a los lazos con el exterior asumen un lenguaje rodeado de supersticiones y “verdades” comprobadas, donde el café es potente y el agua más fresca.

“El hogar” no era sólo aquel deshabitado espacio elevado con adobes o ladrillos, techado y a donde ahora sólo acuden las vacas para lamer el salitre; “Hogar” es una profusión de imágenes, ecos, texturas, sabores y aromas anidados entre las llagas vibrantes de aquel espacio único e irrepetible, a veces con reniego, pero disfrutado en los días de la infancia: ante su luz y calor el pinole recuperaba su valía ancestral, bajo su techo hermanaban un pasado y su porvenir, elucubraban un santoral bien definido y surgían sobrenombres bien asumidos y el sartal de anécdotas distorsionadas…

En su alrededor serpentea el viento seco sobre los hierbajos acabados por eras de sequía y ausencia. Frente a la entrada yace un árbol quebrantado en el que cada quien veía un monstruo personal. Entre el crepitar de la leña surge un arrullo venido con la fuga del rio entre el centelleo de las luciérnagas y nubes de mosquitos…

De la casita surgen voces graves, agudas, parcas, arrastradas entre frases y palabras antiguas preservadas con el cariño de edades diferenciadas para encadenar los recuerdos truncados y contradictorios.

              Cuando viene la lluvia de por la acequia, algunas veces aún es posible ver la fogata en el montecito al lado izquierdo del rio.


[1] ecoperiodico.com Visitado el 3 de octubre del 2024.

[2] ellatinonline.com Visitado el 3 de octubre del 2024.

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