Ciudad de México, 1 de octubre de 2024.- Esta mañana, Claudia Sheinbaum Pardo asumió la Presidencia de México para el periodo 2024/2030. Es la primera mujer que accede a presidir el Ejecutivo Federal mexicano, aunque sus panegiristas lo consideran “un hecho histórico”, la expresión es muy relativa. Lo es a nivel nacional, pero en el plano internacional son muchas las mujeres que han ostentado ese cargo en sus respectivos países.

La ceremonia oficial de toma de posesión fue una repetición de lo que siempre ha sucedido en México. Nada especial. Incluso, las manifestaciones “espontáneas” que se vieron en los recorridos de López Obrador y Sheinbaum Pardo hacia el Congreso de la Unión, donde rendiría protesta como presidenta de México, fue algo que siempre ocurre en esos eventos.

La razón es simple. Son manifestaciones de tipo priista que se repitieron una y otra vez a lo largo de los 70 años que este organismo político dominó en México, porque, aunque muchos no lo quieran ver, el sistema priista sigue actuante en el país.

El PRI surgió a finales de la segunda década del siglo pasado, como una institución política de corte centrista y en su trayectoria ha tenido la sabiduría de moverse un poco más a la izquierda o la derecha, según las circunstancias internacionales.

Así lo hizo con Lázaro Cárdenas, quien gobernó a México entre 1934 a 1940, para dar paso a un revisionismo de su política con su sucesor Manuel Ávila Camacho; este fenómeno se repitió con Luis Echeverría Álvarez, presidente de 1970 a 1976. Ambos considerados de corte socialistoide, como también lo fue el recién expresidente López Obrador.

Ahora, Sheinbaum Pardo, en apariencia, seguirá la misma política de López Obrador. Ella le llama construir el segundo piso de la cuarta transformación de México. Así lo dejó ver en su decálogo de su toma de posesión de la presidencia, esta mañana.
Para los críticos del lopezobradorismo se trata de una especie de reelección, pero no toman en cuenta que la continuación de esos principios de su antecesor son solo el afianzamiento de la nueva política social que recorre el mundo y que está manifiesta en los principios del milenio, expuesto por Naciones Unidas, a finales del siglo pasado, para iniciar a mediados de la década pasada.

Se debe recordar que, tras el final de la Segunda Guerra Mundial y la creación de la ONU, se tomó la decisión internacional de evitar una tercera guerra mundial y, para ello, se instituyó el llamado “Desarrollo Estabilizador” que en México terminó con la presidencia de José López Portillo (1976/1982), para dar paso a la globalización que fue del gobierno de Miguel de la Madrid hasta el de Peña Nieto (2012/2018) y ahora estamos en la era de la política social, por eso, el arribo de líderes sociales a los gobiernos de los distintos países.

López Obrador creó para gobernar México lo que llamó el humanismo mexicano, como Echeverría, en su gobierno, lo hizo con la doctrina del Tercer Mundo y hasta una universidad con este nombre construyó.

Igualmente, formó gran parte de su equipo con jóvenes universitarios, a quienes se identificó como los “aperturos” por la supuesta apertura a esos jóvenes funcionarios, igual que lo hizo López Obrador. Un simple paralelismo.

La otra referencia, en el caso de la nueva política mexicana, se tiene en la serie televisiva norteamericana Sucesor Designado, serie de TV (2016-2019) de 3 temporadas y 53 episodios, con Tom Kirkman (Kiefer Sutherland), quien es un miembro de rango medio del gabinete de la Casa Blanca que debe asumir el cargo de presidente cuando un devastador ataque terrorista en Washington, durante el discurso del Estado de la Nación, acaba con la vida del anterior presidente y de sus principales sustitutos.

Kirkman, ante esa situación inesperada, tiene que crear un gabinete federal con puros jóvenes y de distintas razas y tendencia individuales con una única condición que sepan hacer bien su trabajo y le sean fieles al 100 por ciento.

De acuerdo al pragmatismo norteamericano, algunos integrantes de ese gabinete son despedidos o ellos mismos se salen por no estar capacitados para la encomienda que les encarga el presidente, quien tiene que luchar contra los poderes fácticos que tratan de eliminarlo. Al final, sale avante y en su reelección logra un cambio total en la forma de gobernar y administrar a Estados Unidos.

En nuestro país, pasó algo igual con López Obrador, con la única diferencia que su gobierno se hizo “al estilo mexicano”, como designaron los intelectuales al modo de ser del mexicano a finales del siglo pasado.

Ese equipo y ese “modo mexicano” es el que le heredó López Obrador a Sheinbaum Pardo para que consolide la nueva política social que requiere México en esta nueva era la gobernación mundial.

Anuncio[adrotate group="5"]

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí