Para Emilia
Velado por un oleaje azul/gris, entre blanca espuma navegaba un barquito con su forro despintado…
El cielo deslizado sobre el mar era un manto arrugado en rededor de su velamen destrozado y costillar fracturado, su crujiente estructura acunaba la forma y el prestigio de las naves en las crónicas marinas en cuyos masteleros y cofa las gaviotas encontraran serenidad y la visión de un horizonte promisorio; le cubría el aroma de las aguas profundas removidas por el huracán al enfrentar las gibas agresivas y el vaticinio de su derrota, arrió las velas, no retaría más a los vientos contrarios y derivaría sin anclaje a timón suelto.
Velado por un oleaje azul/gris, entre blanca espuma navega un barquito con su forro despintado…
Tiempo de gallardo transitar con vientos favorables, su quilla vencedora ante la marejada hiende las impetuosas ondas; su casco sombrea los rizos enceguecedores por el Sol del amanecer, del quemante mediodía, del enrojecido ocaso y entre el rebullir bajo la cúpula nocturna su empuje remueve a las estrellas: la del norte marca la ruta y predice un buen amanecer. La fama trasciende la épica de sus desplazamientos, los coleccionistas codician la réplica construida dentro de botellas antiguas de vino resinoso.
Velado por un oleaje azul/gris, entre blanca espuma navegará un barquito con su forro repintado…
A partir de hoy ―sobre la blanca pared de tu casa― acunado por estelas viridinas surca la mar tranquila, a popa, a babor, a estribor la noche calma en tanto la proa señala serenamente un buen puerto en donde tu sonrisa será su muelle protector.