La santa flor

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“Rosa es una rosa es una rosa es una rosa.”
Gertrude Setein.
Aforismo extraído del poema “Sacred Emily”. 1922.

Con texto de Sofía Martínez del Campo Lanz, la publicación del Instituto Nacional de Antropología e Historia, “La flor en la cultura mexicana”, en su primera edición del 2017, coeditado con el Museo Cantón en Mérida, Yucatán y el Museo de Guadalupe, en Zacatecas, asienta (página 8) los nombres de ejemplos excepcionales de la flora novohispana llevada a Europa durante el virreinato: tlaolli o maíz; acocoxóchitl o , xicamaxóchitl, dalia, “la flor nacional de México” [1]; cuetlaxóchitl o de nochebuena; omixóchitl o nardo; tocomaxóchitl o floripondio; tzahuitl u orquídea; cempoalxóchitl o flor de muertos o clavel americano y la macpalxóchitl o flor de manita; huauhtli o amaranto; xóchihuautli o amaranto amarillo y florido; cacazoxóchitl, flor del cuervo; saha tlilxóchitl , flor negra, vainilla (nikte en maya);eloxóchitl o magnolia; ninfer o lirio acuático, destacada en maya con el nombre de naah, ¿lago o mar para significar el umbral hacia el inframundo, presidido, entre otras divinidades por Jaguar de Lirio Acuático, vinculado al sol nocturno: Dios-Sol Jaguar? [2]; a la vez que, a manera de epígrafe y solo con el cambio del tiempo verbal, la autora reproduce el inicio de “La flor en la poesía náhuatl”, del doctor Miguel León-Portilla:

“Hombres y mujeres anhelan las flores,
Son su deseado atavío,
Son su riqueza en la tierra.” [3]

“Las flores son metáfora, se convierten en verbo y adjetivo, y permean el tiempo y el espacio en que viven los nahuas”; nos aclara el doctor León-Portilla. [4] Para los nahua in xóchitl in cuicatl (las flores, el canto), termino para el bien decir: la elocuencia.

En el trabajo de Edelmira Linares y Robert Bye [5], “Las plantas ornamentales en la obra de Francisco Hernández. ‘El Preguntador del rey’,” además de las ya mencionadas aportan: aquilotl (o coztic aquilotl), mosqueta; atzcalxóchitl, acamayo; chiciltictepetzacuxóchitl, flor de corpus; coamecaxóchitl, junco chico; coatzontecoxóchitl, torito; coyolxochitl, jicama del monte o flor de sonaja; huacalxóchitl, chapiz grande; huacalxóchitl, cola de caballo; oceloxóchitl, flor de tigre o flor de hueso; quauhxóchitl, , jarrito o chilpan; tecomaxóchitl, copa de oro; teocuitlaxóchitl, tacote o flor de estiércol de dios ―oro o plata―; teotlaquilin, maravilla; yoloxhóchitl, flor de corazón; añadamos las mencionadas por don Miguel León-Portilla: xochitototl, aves floridas. La cacahuaxóchitl, flor de cacao; izquixóchitl, la que es como el esquite o maíz tostado; la poyomaxóchitl, flor que alucina; la xochipalli, girasol; la tlapalihhuixóchitl, flor de color de pluma roja; la aztaihhuixóchitl, la de plumas como de garza…” [6] sin omitir a la picietl, flor de tabaco, la sinicuichi, jarilla…

“Y si la metáfora de las flores evoca… a la muerte, bien vale recordar también que ellas aparecen como una de las pocas realidades que dan alegría en la tierra:

“Ponte de pie, haz resonar nuestro atabal.
Que se conozca la amistad,
aunque solo tenemos prestado
nuestro cañuto de tabaco,
Nuestras flores.

“Yérguete, tú, amigo nuestro,
Toma tus flores en el lugar de los atabales.
Que salga tu amargura,
adórnate con ellas, las flores preciosas;
se están repartiendo
las flores de cacao, las de oro.”

En el mencionado texto de Edelmira Linares y Robert Bye [7], queda constancia del trabajo de A[ntonio] Herrera [y Tordesillas]: “Historia General de los hechos de los castellanos en las Islas y Tierra Firme del Mar Océano III” [8] respecto al uso y disfrute olfativo y ornamental de las plantas y flores en el espacio recién nombrada Nueva España: “Estos jardines nos daban… gran contento a los que entraban (en los jardines), por la variedad de flores y rosas que tenían y por la fragancia y bueno olor que de si echaban.”

“… el arte es lo que la naturaleza nunca será, y la naturaleza es lo que el arte nunca será…”
Alfonso Reyes. [9]

La historia mexicana asienta reiterativamente que durante su expedición por las Hibueras [10], ante un no claro intento de rebelión, Hernán Cortés ordena la muerte por ahorcamiento en Itzamkánac [11] a Cuauhtémoc y a Tetlepanquetzal [12]. Antes, tras el vencimiento de Tenochtitlan y posterior captura del señor Cuauhtémoc, Cortes, afanoso por capturar la pregonada riqueza en oro acumulada por los tlatoanis anteriores, interroga a los dirigentes. La negativa de estos para confesar el destino de “tesoro” lleva a decretar el tormento de quemarles los pies. Surge entonces, ante el dolor en la tortura Tetlepanquetzal solicita a Cuauhtémoc confiese el lugar en donde depositaran las riquezas. Es entonces cuando Cuauhtémoc exclama la clásica frase: ¿Acaso estoy en un lecho de rosas? [13]

Contrariamente a la emocional leyenda, la narración histórica resulta un tanto fría: “Preso[s] Cuauhtémoc y otros nobles, fueron sometidos a interrogatorios por Cortés, quien deseaba saber el destino del oro que guardaban los mexicas. Aunque recibió una canoa llena de toda clase de objetos de ese metal, Cortés no quedó satisfecho y sometió a tortura a sus prisioneros, entre ellos al propio Cuauhtémoc. Al tlatoani le quemaron los pies buscando que revelara el paradero del resto del oro. De acurdo con Francisco Gómara, quien hizo una historia basada en los testimonios de los mismos conquistadores, uno de los principales que era torturado junto con Cuauhtémoc le solicitó que dijera algo, a éso Cuauhtémoc ‘lo miró con ira y lo trató vilísimamente como muelle de poco esfuerzo, preguntándole se estaba él en algún deleite o baño’.” [14] Para Bernal Díaz del Castillo, la menguada colecta de bienes en oro y plata lleva a las autoridades de la Real Hacienda a proponer el tormento a los señores indígenas con gran sentimiento de Hernán Cortés y otros españoles y no obstante que era afirmación corrida que los “tlaxcaltecas y los de Tezcuco y Guaxocingo y Cholula, y todos los demás nuestros amigos que estaban en la guerra, y que los teules que andaban en los bergantines robaron su parte… y lo que confesaron que cuatro días antes que les prendiesen lo echaron a la laguna, así el oro como los tiros y escopetas que nos habían tomado…”. Para Bernal, pues, no hubo discurso ―ni flores, ni rosas, ni baño placentero―, sí una confesión vaga del destino de la gran riqueza mexica. En la historia no queda el tormento única y exclusivamente a Cuauhtémoc y a  Tetlepanquetzal y, no es claramente a éste a quien el tlatoani mexica infama con su reproche en el cual no aparece un lecho de flores ni mucho menos de rosas.

Apenas 10 años y cuatro meses después de la caída de Tenochtitlan, el 13 de agosto de 1521, como punto de partida en un pequeño cerro al norte de la capital de la aún no pacificada Nueva España, el primer evangelista guadalupano, el bachiller don Miguel Sánchez fecha en su texto ―a 117 años de la gran aparición― el regalo en el Tepeyac, en este Nuevo Paraíso queda por imprimación en una tilma entre flores, la imagen de María: “y la Santísima Virgen le respondió, que subiese al cerro al mismo lugar donde antes la había visto y hallado, y que cortase y recogiese todas las rosas y flores que ahí hallase y se las trajese… según lo que él había visto, nunca llevaba flores ni rosas, sino espinas y abrojos, subió al puesto señalado, donde descubrió diversas flores producidas por milagro… que cogiéndolas con sus manos , se las entregó, diciéndole que aquellas rosas y flores eran la señal que había de llevar al obispo… Descubrió la manta para presentar el al venturoso obispo el regalo del cielo, y vio en ella un vergel abreviado de flores, que cayéndose todas de la manta, dejaron pintada en ella la imagen de la Santísima Virgen María…“. [15]

El maestro Francisco de la Maza en “El guadalupanismo mexicano” en su interesante y “modesto ensayo historiográfico” asienta: “Todo fiel cristiano mexicano sabe que, de los días 9 al 12 de diciembre de 1531, se apareció la Virgen María al indio Juan Diego en el Cerro del Tepeyac y le mandó dijese al obispo y pidió una señal al indio mensajero, en el cual, por orden de la Señora, corto rosas y flores del lugar y las llevo al prelado…” [16]

Por su parte el capitán Ángel Betancourt alude a la Virgen en el Tepeyac en su poema a la Virgen de los Remedios en el inicio del siglo XVII: “Hallo el precioso lienzo de la rosa…” [17]; en la información de 1666 del canónigo Francisco de Siles: ”… dijo ―Juan Diego a fray Juan de Zumárraga― que la señora le había mandado dijese a su Ilmo. que para que dieces crédito a dicho recado, tomase aquellas flores que traía envueltas en la tilma… Mucha cantidad de hermosísimas flores de varios y singulares olores y colores y entre ellas muchas rosas de Alejandría, que comúnmente llaman de Castilla…” [18] Y el asunto llegó al discurso nacionalista en el aporte de las “hermosas y fragantes flores”, ya que, derivado de un sermón “…predicado en Madrid en 1681 sobre la Virgen de Guadalupe en un devoto sarao en casa de los marqueses de Mancera, en la cual el predicador dijo, picado por la exaltación mexicana, que si bien México había dado la manta para el portento, España había dado las rosas.

“El criollo (padre Francisco de) Florencia (de la Compañía de Iesus) se molesta y no concediéndole a España intervención alguna, recuerda que hubo rosas mexicanas, por la una parte, que Guadalupe se pintó con variedad de flores. ‘Quien habla con sinceridad ―dice― no quite a México la gloria de ser suya, como aparecida en sus casas arzobispales, como aparecida en una manta suya, con los colores que le dieron las rosas de su país, que son suyas…’.” [19]

Las flores van y las rosas aparecen en los textos de Antonio Valeriano, del bachiller Luis Lasso de la Vega, en don Luis Becerra Tanco, en el aporte del franciscano Juan de Mendoza: “… pintada con nuestras rosas mexicanas… con nuestras rosas patrióticas…” [20] Pero: “En 1815, Francia se puso a la vanguardia de este cultivo ―de las rosas―. Diez años después ya se conocían más de 5 000 variedades. Posteriormente las rosas fueron traídas a América por hispanos y sajones, y hoy en día, se cultiva comercialmente en varios países de este continente, especialmente en Estados Unidos de Norteamérica, México, Colombia, Ecuador, Costa Rica y Guatemala… La introducción de la rosa en nuestro país resulta imprecisa, aunque se sabe que fue traída por los colonizadores y que constituyó una de las especies iniciales cultivadas en el jardín cubano. La floricultura, la jardinería y el cultivo de plantas medicinales se encuentran íntimamente ligados al desarrollo de la industria azucarera, que manifestó en las primeras décadas del siglo XIX su inicial ascenso. Ya a mediados del siglo XIX, habían surgido en La Habana los primeros jardines comerciales que se dedicaban al cultivo de los rosales y plantas ornamentales… La rosa se considera originaria de la China y se habla de ella desde hace 4 000 años. En su proceso de expansión, la rosa llego a la India, Persia, Grecia, Italia y España, países que conocieron la rosa a todo lo largo de su historia.” [21] De rápida floración cuando ya aclimatado el rosal, el origen de esta flor queda puesto en el espacio asiático con múltiples especies nativas en Europa, Norteamérica y África noroccidental y más de cien o doscientas ―las fuentes varían― logradas por hibridación. El rosal y su flor, la rosa, acompañan al ser humano desde el momento de entrar definitivamente en el aspecto de civilización. Hay referencias de su cultivo, e injertos ya en el siglo XVI a.C. en la isla de Cnossos, Grecia. La rosa aparece en la narrativa, en timbres postales, en monedas, en la cerámica… en la farmacopea, en los mitos, en las religiones que son y serán, en las corrientes herméticas, político-económicas, y es su esencia propicia para cubrir el cuerpo de los héroes y valientes, para aromatizarlos a fin de resultar gratos ante los dioses… y son, según su colorido, un símbolo complejo para manifestar el amor entre los seres humanos vivos y en el homenaje de éstos para los fallecidos. ¿Hubo rosas como tales en el espacio de Mesoamérica en tiempos anteriores a la venida de los españoles? Al decir rosas ¿son una metáfora con respecto a la dama del Tepeyac o fue una flor que arraigó rápidamente en suelo novohispano y ya aclimatada sirve para denominar lo bello o sagrado de una presencia real o deseada?

Una rosa es una rosa, en su aparente redundancia y en su constante dificultad para distinguir física y espiritualmente aparece para estructurar grandes obras, aparece en santoral, en la poesía y en múltiples canciones en todo el espacio humano.

 

Notas importantes:
[1] Doris Hyden (Recuadro). Antropología Mexicana. “Las flores en el México prehispánico”. Número 78, marzo-abril del 2006, página 31.
[2] Linda Schele y Mary Ellen Miller (1986)
[3] Miguel León Portilla. Las flores en la poesía náhuatl. Antropología Mexicana. “Las flores en el México prehispánico”. Número 78, marzo-abril del 2006, página 42.
[4] Ídem, pagina 42.
[5] Edelmira Linares, Robert Bye. Las plantas ornamentales en la obra de Francisco Hernández. “El preguntador del rey”. Arqueología Mexicana. Número 78, marzo-abril del 2006, de la página 48 a la 57.
[6]  Ídem. Páginas 42 y 43)
[7] Edelmira Linares, Robert Bye. Op. cit. página 49.
[8] Edelmira Linares, Robert Bye. Op. Ct. A[ntonio] Herrera [y Tordesillas]. “Historia General de los hechos de los castellanos en las Islas y Tierra Firme del Mar Océano III” (Guaranda, Paraguay, 1945, p.p. 218-219),
[9] Alfonso Reyes. “La parábola de la flor”. P. 236, Citado por Héctor Perea en La caricia de las formas. Alfonso Reyes y el cine. Universidad Autónoma Metropolitana. 1988. Nota 38, página 34.
[10] Con la firma del Acta de Independencia de Centro América, respecto a México, proclamada en 1823, inicia Honduras el proceso de independencia de Centroamérica consumada en el año de 1839, inicia así la historia de la actual Republica de Honduras.
[11] Itzamkánac, Campeche, presumiblemente el 28 de febrero de 1525.
[12] Tetlepanquetzal era señor (tlatoani) de Tacuba ¿primo de Cuauhtémoc?
[13] En realidad, la expresión de “estar en un lecho de rosas” proviene de una desmesurada afirmación/leyenda aparecida con firma de: “… Seneca el joven (4 a.C.-65)… en su diálogo De ira, II, 25,2….  También Clauduis Aelianus (¿175-235?)… que escribió una Varia Historia…” asientan a una narración que, por sus detalles, resulta con mayor cercanía a la invención. De esa historia en la antigüedad de Sybaris provine el término “sibarita”, para distinguir a la persona que vive para disfrutar de los placeres en la vida. Dícese que los pobladores con recursos rellenaban sus colchones con los pétalos de las rosas y dormir placentera entre el aroma a su suavidad. Con apoyo en antiquitatem.com Visitado el 24 de septiembre y el 1 de octubre del 2018.
[14] Enrique Vela. Arqueología Mexicana. Los tlatoanis mexicas. La Construcción de un imperio. Número Especial 40.
[15] Tomados de los capítulos IV. Cuarta aparición de la Virgen y señal que dio para el crédito y V.- Aparición milagrosa de la Santa Imagen. Páginas 271-273. Testimonios Históricos Guadalupanos. Compilación, prologo, notas bibliográficas e índices de Ernesto de la Torre Villar y Ramiro Navarro de Anda. Fondo de Cultura Económica. Primera edición, 1982.
[16] Francisco de la Maza. El guadalupanismo mexicano. Fondo de Cultura Económica. 1984. Prólogo, pagina 9.
[17] Ídem, página 42
[18]  Ibídem, páginas 93 y 100.
[19] Ibídem, páginas 93 y 94.
[20] Ibídem, pagina 132.
[21] Anita Yong. El cultivo del rosal y su propagación. Cultivos tropicales, volumen 25, número 2, 2004. redaly-org Visitado el 21 y 29 de septiembre del 2018.

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