No eres sólo el lugar en que nací y me alojo, el sutil intervalo del antes y el después: espacio/leche, espacio/familia, espacio/amores; tierra vivida a la medida de un paso mesurado: tierra/ella, tierra/él, tierra/nosotros; tierra horizonte, tierra cercanía, tierra lecho de nombres.

Arena/carne de santo, extravío de sangre es la tierra del beatífico pecador, los huesos del rostro/piedras emblanquecidas bajo la torre frustrada por cien lenguas forman un terregal bañado infructuosamente con el llanto volátil. Polvo/tierra vaso de ideas, laberinto para el asombro, cuenca golosa anhelante en pos de perfumes, esfera para la luz, receptáculo para acunar lo fresco, lo cálido y a la dulce granada en donde al poema fue himno sacro y sensual.

Tierra/recinto que latiera con inquietud bajo la luna, que agitara poderosa para el vuelo, guijarro caldeado por un sol despiadado hasta mudarlo en polvo y donde las estrellas pulsaran con el fervor de la helada: greda familiar, polvareda aturdida son los ancestros, gránulos forjadores de nuevas estructuras. Sobre aquellas cabezas/arcillas fantasmales hace tiempo vibraron otros destellos (truenos celestes, retumbos terrenales, fragores carnales) y los dioses ancestrales nos dieron de sus cántaros sus nutricios surtidores para hacer de aquellas melenas, barro.

Tierra/lengua de un canto en la neblina para proferir los nombres benditos o execrados, tolvanera son las palabras de amor, también las de odio: juramentos hechos tierras, tierra/lengua pisoteada, abatida, nimbada por una temblorosa flor silvestre, enclaustrada en una maceta llena de helechos, apelmazada de sima a cima.

Seno/tierra con lunares de verdor —predominantemente arisca—, tierra/rostro agrietado, anegado, convulso, congelado; rostro/tierra avejentada, agostada, en suspenso, recocida; tierra/matriz para enhiestos árboles hospitalarios y troncos misérrimos, dolorosamente gibosos por el rigor del viento.

La tierra vuela ligera para unirse a otras carnes anónimas, ajadas sin la bendición del recuerdo para asentarse en senderos, en mudas y vetustas riberas, en cañadas remotas, en cuevas perdidas y en pozos agotados. Esta tierra de orines y heces será limo si le favorece la lluvia, será otra vez un vientre en donde resonará el silencio nocturno cuando reviva el canto mudo sobre un sepulcro oreado compartido con otras decenas de miles de millones de olvidos.

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