La Ciudad de México cuenta con la primera Clínica Geriátrica, especializada en la prevención y tratamiento del Alzeimer, problema de salud que, junto con el Parkinson, constituyen dos de los padecimientos emergentes, producto, entre otras cosas, del envejecimiento de la población.

Esta clínica abrió sus puertas el pasado 28 de agosto, fecha en que se celebra el Día del Abuelo, en respuesta a una promesa hecha el mismo día de 2015 por el jefe de Gobierno de la Ciudad de México (Cdmx), Miguel Ángel Mancera Espinosa, para quien el Alzheimer “es un mal silencioso, creciente y que todavía no tiene una cura”.

Su ubicación es la Delegación Iztacalco, ubicada en el centro oriente de la Ciudad de México. Dará atención a 150 mil pacientes al año. Cuenta con 12 consultorios que ofrecen atención en odontogeriatría, densitometría, cadera y columna, ultrasonido, neurología, psicología, nutrición, oftalmología, audiología, somatometría y antropometría, pero su base principal será la prevención y atención del Alzheimer.

“Es un espacio en donde se tienen todos los servicios que puede necesitar un adulto mayor en diagnóstico, psicología, en psiquiatría, en atención terapéutica, que es tan importante, dijo Mancera Espinosa.

El Alzheimer es una enfermedad mental progresiva que se caracteriza por una degeneración de las células nerviosas del cerebro y una disminución de la masa cerebral. Las manifestaciones básicas son la pérdida de memoria, desorientación temporal y espacial y el deterioro intelectual y personal, según definición general de los manuales médicos.

Su etiología es multifactorial, entre los que se encuentran: genética, estilos de vida y alimentación, situaciones de conflicto emocional y antecedentes de tipo de morbilidad que, en la edad adulta se suman y desembocan, en algunos casos, en Alzheimer o Parkinson, las dos manifestaciones más comunes de la demencia, conjunto de problemas de salud que, de acuerdo con Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía (Innn) “Manuel Velasco Suárez”, de la Secretaría de Salud (SSA), englobaría un total de 60 tipo de padecimientos de esa índole.

El secretario de Salud de la Ciudad de México (Sedesa), Armando Ahued Ortega, refirió que en la Ciudad de México, la esperanza de vida al nacer es de 75.8 años, la más alta en el país, pero la esperanza de vida saludable es del 64.3 años, para hombres, y 67.8 para mujeres.

“De acuerdo al Consejo Nacional de Población (Conapo), la Ciudad de México es la que tiene el ritmo de envejecimiento más rápido, pues la proporción de personas de 65 años y más fue de 8.6 en 2015 y las proyecciones realizadas estiman que para el 2030, serán de 14.7 por ciento con toda las consecuencias previsibles para el sector salud”.

A este hecho se agrega que que hay una fuerte carencia de geriatras, ya que hasta 2012 había 450 en todo el país, cuando los indicadores internacionales señalan que debe de haber uno por cada 50 mil habitantes. Es decir, México requiere en este momento formar más de dos mil especialistas más.

En forma más precisa, Mancera Espinosa dijo que en la Ciudad de México se calcula que existen alrededor de 800 mil adultos mayores, de los cuales entre 60 mil o 70 mil personas podrían padecer Alzheimer, cifra cercana al diagnóstico del (Innn) que señala que en la Ciudad de México cerca de 48 mil adultos mayores del DF tienen esta enfermedad, de entre quienes dos terceras partes son mujeres.

La apertura de esta clínica viene a ayudar en mucho a la población capitalina, en especial, a la bajos recursos económicos.

A la fecha, sólo existen dos centros de atención a pacientes con Alzheimer en la Ciudad de México. Son Instituciones de Asistencia Privada (IAP), cuya cuota de asistencia se hace en base a un estudio socioeconómico de la familia de paciente. Estos costos van en un rango de los 2 mil 500 a 9 mil pesos mensuales y son muy contados los casos donde se reciben pacientes con 0 pesos de cuota.

En los últimos años vienen surgiendo otros centros de atención al paciente con Alzheimer, pero son instituciones privadas con costos mucho muy superiores a los que rigen en las IAP.

En el caso de las IAP, aunque son de mucha ayuda para el cuidador principal del paciente con Alzheimer, sin embargo, la atención es sólo temporal y funcionan en forma similar a los centros de cuidados infantiles, en tiempos que van de las 09:00 horas a las 17:00, suficientes para que el cuidador puede seguir trabajando.

No obstante, estos apoyos indiscutibles, también tienen sus inconvenientes, porque el cuidador, además de cumplir con su trabajo normal, debe atender una serie de inconvenientes que presentan a diario su paciente.

Una de las características del Alzheimer es el retorno del paciente a su edad infantil, lo que dificulta levantarlo de mañana para asearlo, vestirlo, darle el desayuno y llevarlo a la casa de asistencia donde, a la entrada, es muy común que se enfrente a la negativa de no querer entrar y se generan luchas interminable entre el paciente y su cuidador.

El cuidador, por regla general, se convierte en el padre o madre del paciente y, por lo mismo, no desea despegarse de él o ella. Siente la soledad o el abandono, situación similar a la que enfrenta en su psiqué un infante.

Cuadros parecidos se dan cuando el cuidador pasa a recoger al paciente, quien lo espera ansioso y, según le haya ido durante su estancia en el centro de atención, así será su respuesta, lo que, a veces, genera conflictos, porque no entiende que el cuidador viene de trabajar o entra en confusión sobre si lo va a llevar a otro sitio para dejarlo ahí o a su casa.

Desde luego, el mejor lugar para atender a un paciente con Alzheimer siempre será su propio hogar, lo que implica un total cambio de vida para su familia y, en especial, para el cuidador especial, quien tiene que caminar al mismo ritmo en que lo hace su paciente.

Son días, semanas, meses y años los que se viven durante la atención al paciente con Alzheimer. Siempre con la atención y esmero requeridos para un ser que, a veces, en forma rápida, y otras, en forma más lenta, va retrocediendo en su vida hasta llegar casi al su momento de nacimiento, por lo que es muy común que muchos de ellos terminen su vida en lo que, en la edad infantil, se denomina muerte de cuna.

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