Para conocer nuestro pasado y nuestras migraciones por todo el mundo y entender cómo llegamos a América, la genética de poblaciones, a través del análisis del ADN, es una herramienta fundamental, por lo que Lourdes Muñoz Moreno, del departamento de genética y biología molecular del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (Cinvestav) y un equipo multidisciplinario analizan el material genético de los restos óseos de algunos sitios arqueológicos mayas como Bonampak, Palenque, El Rey y la Isla de Jaina.

Esto permite a los investigadores comparar secuencias del ADN de poblaciones prehispánicas con secuencias de ADN de las poblaciones contemporáneas para observar la variación genética y descubrir nuestros orígenes, migraciones e inicio de algunas enfermedades que hemos ido heredando a través del tiempo.

Sin embargo, Muñoz no analiza el material genético que está contenido en el núcleo de las células, más bien toma sólo el de la región mitocondrial, ya que éste únicamente se transmite por vía materna.

“A lo largo del tiempo puede surgir alguna mutación que cambie la información, pero, en lo general, la línea materna -el ADN mitocondrial (ADNmt)- se conservará prácticamente idéntico al de nuestro ancestro materno y esto permitirá hacer estudios de linaje de tipo retrospectivo”, explicó la investigadora.

Además, dentro del ADNmt, también se encuentran los haplogrupos, regiones de este mismo ADN que registran y comparten un cierto polimorfismo –aspecto- dentro de un grupo de pobladores que puede marcar la diferencia entre dos grupos de poblaciones.

Por otro lado, también se encuentran los haplotipos que representan la secuencia específica del ADN para cada individuo y que se mantiene a través de la línea materna, pero se heredan como una unidad dentro de una familia, es decir, vía materna, “por ello, es posible encontrar personas con parentesco en un largo tiempo, así sea mi madre o mi tatarabuela”, detalló la experta.

Actualmente, la científica posee ya secuenciados los ADN de los restos óseos de los sitios arqueológicos antes mencionados; “ahora lo vamos a comparar con los datos de mayas contemporáneos y, además, serán comparados con ADN de pobladores del norte, sur y centro de América para saber si dentro de la información que tenemos, encontramos una igual a la prehispánica o muy parecida y así podremos decir cuál es el origen de las mismas”, comentó la especialista en biología molecular.

La investigadora explicó que antes de aislar el ADN mitocondrial hay que purificar el ADN total de la célula y esto se logra con un equipo que permite unir el ADN en esferitas magnéticas, “ya que está unido el ADN a ellas, se lavan y después el ADN puro se libera de éstas. Una vez que el ADN esta purificado, se amplifica, es decir, se hacen muchas copias del ADN a través de ‘primers específicos´ que únicamente reconocerán al ADN mitocondrial y copiarán solamente la zona que se va a secuenciar”, explicó la investigadora del Cinvestav, institución que forma parte de la mesa directiva del Foro Consultivo Científico y Tecnológico (Fccyt).

De este modo, los investigadores han podido conocer que el ADN mitocondrial de las personas indígenas se ha mantenido desde su origen. “En América existen 5 haplogrupos de origen nativo americano: A,B,C,D,E y X. Prácticamente, todas las personas mexicanas tienen ADN mitocondrial de origen americano, lo que quiere decir que se ha mantenido la línea materna de las primeros pobladores que llegaron a América. Aunque existe un porcentaje de genes europeos y de africanos -debido a que unos fueron conquistadores y otros esclavos- pero los porcentajes de personas que tienen origen europeo y africano son relativamente pequeños”, dijo la especialista.

Lo curioso, mencionó Muñoz, es que en Asia también se han observado estos haplogrupos, por lo que se dice que venimos de Asia. Sin embargo, lo que nos diferencia son los sub haplogrupos, ya que todas las poblaciones tenemos cambios por todo el tiempo que hemos vivido en cierta región geográfica, concluyó.

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