México celebró hoy el Día Nacional del Maíz, propuesta ciudadana lanzada por la Campaña Nacional Sin Maíz no hay País (Cnsmnhp), diseñada y organizada por una serie de organismos civiles y político-sociales, enraizados, básicamente, en la Ciudad de México.

El Sistema de Información Agropecuaria (SIP), organismo dependiente de la Secretaría de Agricultura (Sagarpa), le dio a bienvenida a esta conmemoración con el siguiente texto:

“Los mexicanos somos de maíz, diariamente comemos este grano como tortillas, tacos, tamales, sopes, tlacoyos, tlacoyos, huaraches o memelas. Este 29 de septiembre es el Día Nacional del Maíz, para celebrar lo que somos y lo que comemos, nuestra identidad como pueblo”.

El maíz, en efecto, fue la base de la alimentación mexicana hasta hace algunas décadas. Se modificó la dieta desde el tercer tercio del siglo pasado cuando la población pasó a ser, en su mayoría, urbana y otras formas de alimentación sustituyeron al maíz como base de ella.

Un informe de Maseca, una de las principales empresas industrializadoras del cereal, reveló hace dos décadas, que el consumo del maíz registraba de unos años a esa fecha, un descenso considerable, a grado tal que para ese año (finales del Siglo XX), la mayor tortillería se ubicaba en Nueva York, EU.

El descenso en su consumo, Maseca lo acreditaba a factores diversos, como la urbanización de la población, la presencia de alternativas de alimentación (establecimientos de comida rápida, presencia de pizzerías, ofertas de alimentos preparados en establecimientos comerciales, integración de la mujer a puesto de trabajo formales y el bajo consumo por parte de jóvenes que deseaban no aumentar de peso, una de cuyas causas era la tortilla, supuestamente, entre otros más).

De hecho, el consumo de tortilla de maíz blanco en México se dio en forma tradicional en la meseta central y sur y sureste nacionales. La región norte del país, por su cercanía a Estados Unidos y por una mayor ascendencia europea y del Oriente Medio, preferían la tortilla elaborada de trigo.

Con el reciente reconocimiento a la comida mexicana como Valor Intangible de la Humanidad por la Unesco, la tortilla y sus derivados se revaloró, como muchos otros alimentos, incluso algunos prehispánicos, y con ellos surgieron grupos político-sociales que tratan de reivindicar el maíz.

En la celebración de hoy, la Cnsmnhp destacó en sus considerando sobre este cereal que “miles de mexicanos y mexicanas recordamos el 29 de septiembre, día en que se conmemora el maíz y la milpa que producen las familias campesinas e indígenas, que constituyen una alternativa productiva, social y ecológica al modelo agro-ecocida de la revolución verde, del Tlcan y el neoliberalismo que han impuesto los gobiernos federales desde 1982 a la fecha y que sólo producen desigualdad, pobreza, hambre e inseguridad”.

Agregó que: “Celebramos el Día Nacional del Maíz en el marco de otro sexenio perdido para el campo y en medio de la confluencia de múltiples crisis en nuestro país y en el mundo que configuran una verdadera crisis general sin precedentes en el último siglo”.

Hasta aquí, la organización citada pareciera concentrar toda la atención en esa lucha por recuperar el cultivo del maíz, pero después desvarió en otros señalamiento (que existen, pero dispersan la atención de los importante de la celebración), como “la profunda crisis de credibilidad y legitimidad del gobierno mexicano; fuga de capitales y devaluación amenaza con un mayor estancamiento y colapso de la economía nacional; inseguridad e impunidad se han afincado y generalizado en todo el país; corrupción es ahora la principal función de los tres niveles de gobierno encabezada por el presidente y su gabinete; se vive una crisis de derechos humanos sin precedentes; desigualdad y pobreza aumentan año con año; cambio climático amenaza recurrente y crecientemente la producción alimentaria, vida de las personas, infraestructura y vivienda de vastas zonas del país. Vivimos, en resumen, una tormenta perfecta que nos exige no sólo resistir y persistir en nuestras demandas inmediatas, sino ahora debemos plantearnos la necesidad de una salida social, democrática, sustentable y pacífica a la crisis de un régimen autoritario, neoliberal, corrupto y capturado por las corporaciones trasnacionales”, incluyó los transgénicos, el fracking y el TPP.

“Todo cabe en un jarrito sabiéndolo acomodar”, dice la consejo popular, y no le falta razón. Sólo que este dicho tiene más bien connotación de la vida práctica y cotidiana, no tanto para cuestiones de tipo ideológico, aunque las relaciones sociales, políticas y económicas están estrechamente interrelacionadas, lo mejo es darle a cada cosa su lugar.

Entre otras manifestaciones de esa celebración contempló actos de ese tipo en “el campo y la ciudad, en barrios, universidades, pueblos originarios y plazas públicas. Gracias a estas celebraciones se han enlazado procesos locales de protección, promoción y resistencia”.

Sin embargo, no sucedió así. Hubo breves actos en unos cuantos sitios y tal celebración sólo fue simbólica.

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