Yo, vegetariano

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El principio intrínseco del vegetarianismo inicia en la escuela de Pitágoras: «En su aspecto religioso, el núcleo del pitagorismo era la creencia en la inmortalidad del alma humana, y su progreso a través de sucesivas reencarnaciones no sólo en cuerpos humanos, sino en los de otras criaturas. Con ésta se relaciona el más importante de los tabús pitagóricos, o sea la abstención de comer carne porque la bestia o el pájaro que uno come quizá estuvo animado por el alma de un propio antepasado.

«Si es así, la transmigración de las almas es posible y habitual, todas las vidas están emparentadas entre sí, y el parentesco de la naturaleza es otro de los principios del pitagorismo. Esto se extiende mucho más de lo que nosotros podemos pensar, porque el mundo animado era mucho más extenso para los pitagóricos que para nosotros. Creían ellos que el universo en su totalidad era una criatura viviente. En esto estaban de acuerdo con los jonios, pero en esa concepción implicaban muchas cosas ajenas a Anaximandro y a Anaxímenes, y que procedían de fuentes religiosas místicas más bien que racionales…

«El cosmos, decían, está rodeado de una cantidad ilimitada de aire o aliento que impregna el todo y le da vida. Es la misma cosa la que da vida a las criaturas vivientes individuales… La doctrina del parentesco de la naturaleza, que puede considerarse como el principio del pitagorismo, es resto de una antigua creencia, y tiene mucho de común con la noción de la simpatía mágica. El segundo principio es ya racional y típicamente griego, y consiste en la importancia que Pitágoras da a la forma o estructura como objeto propio de la meditación, justamente con la exaltación de la idea de límite

«La religión de Pitágoras incluía, como hemos visto, una especie de panteísmo. El mundo es divino, por lo tanto, es bueno, y es un todo único. Si es bueno, si es un ser viviente y si es un todo, se debe, según Pitágoras, a que es limitado y a que obedece a un orden en las relaciones de sus diversas partes. La vida plena y eficaz depende de la organización. Así, lo llamamos organismo para indicar que tienen todas sus partes dispuestas y subordinadas al fin de mantener vivo el todo (en griego organon significa trebejo o instrumento). Lo mismo ocurre con el mundo. El único sentido en que puede llamársele un todo único, así como bueno y viviente, estriba en que tiene límites fijos, y por lo tanto, es capaz de organización. Se pensó que la regularidad de los fenómenos naturales apoyaba esa teoría. Los días suceden a las noches y las estaciones a las estaciones en el orden debido e invariable. Las giratorias estrellas ofrecen (según se pensaba) un movimiento circular eterno y perfecto. En suma, el mundo puede ser llamado kosmos, palabra intraducible que combinaba las ideas de orden, correspondencia y belleza. Se dice que fue Pitágoras el primero que lo llamó de esa manera…» 1

Ese antiguo principio de la transmigración de las almas (de humano a humano, de humano a animal, de animal a humano, de animal a animal) posee una aparente semejanza con respecto a la posición contemporánea cuyo rechazo al consumo de carne y sus derivados no parten del respeto mágico-religioso sino de un incipiente conocimiento de los fundamentos de la biología.

Los pitagóricos no eran en su tiempo el único grupo cuyo enfoque primordial es el aspecto mágico-religioso, otras comunidades así lo comprendían, entre ellas, la presocrática órfica. Para este movimiento religioso un tanto estrujado entre sistema y pensamiento sin armazón, a la dualidad antropológica y la propuesta moral la sujeta la comprensión de la eternidad del alma y su migración de cuerpo a cuerpo en tanto logra su purificación. Enfrentados el principio del bien —divino e inmortal— y el principio del mal —mortal y despreciable—, tras las reencarnaciones necesarias con el apoyo de la práctica vegetariana y la disciplina espiritual llegará un nuevo Dionisio para restaurar la plenitud de los valores originales.

Dícese con gran recurrencia que en el pronaos o pórtico del Templo a Apolo en Delfos (Apolo fue el padre de Orfeo) estaba grabado el aforismo «Conócete a ti mismo» que por su importancia quedara atribuido a Heráclito, a Quilón de Esparta, a Tales de Mileto, a Sócrates, a Pitágoras, a Solón de Atenas o a la mítica poeta Fermonoe que determina lo arraigado de este principio en las comunidades griegas de aquellos tiempos. 2

Pero ¿qué clase de vegetariano soy? Si mi nutrición sin carne de animal acepta sólo el consumo de productos derivados de ellos: huevos y lácteos, soy un apiovolactovegetariano; si mi dieta es con base al consumo de huevos y leches, entro en el renglón de los ovolactovegetarianos; si baso mi alimentación en los lácteos y la miel, en el espectro seré un lactovegetariano 3; ovovegetariano si prioritariamente me alimento con huevos y miel; apivegetariano si acepto como único alimento de origen animal el producto extraído a los panales.

Los veganos son una posición ante la vida. Para ellos todo producto de origen animal —carne, huevos, incluidos lácteos 4 y miel— están fuera de su alimentación lo mismo que todo uso de accesorios personales de origen animal.

Otra manifestación anticonsumo de carne lleva por nombre crudívoros, para ellos la manera de alimentarse es mediante el sustento de productos vegetales y frutícolas crudos o apenas hervidos sólo para suavizarlos antes de consumirlos.

Con una fundamental posición filosófica está la disciplina macrobiótica, la cual sujeta el consumo de alimentos a una finalidad determinada de alta complejidad basada en el pensamiento oriental con sus valores del yin y el yang… En una síntesis sumamente apretada apoya el consumo de alimentos en tanto no intervenga la preparación industrializada. Otras variantes cuya denominación no exigen mayor explicación son: granivorianos, lactocerelianos, frutarismo o frugivorismo (en otros espacios la denominan frugivismo, en la amplia variedad de posiciones a este respecto, algunos practicantes de este difícil forma de alimentación sostienen que sólo hay que comer el fruto caído de los árboles o los arbustos ya que al arrancarlos de la rama es matarlos), semivegetarianismo, flexitarianismo o vegetariano flexible, pescetario, no carnívoro (no consideran al pescado y mariscos en el listado de carnes), crudivegetarianismo… y claro está, como todas las ideas y practicas humanas, todas cuentan con sus fervientes practicantes y severos detractores.

Mientras por acá nos devanamos los sesos en la trascendental discusión tribal de cuáles carnitas son más apetitosa —¿las estilo Michoacán o las estilo Jalisco?—, en los libros sagrados de las religiones monoteístas derivadas del judaísmo elevan a rango divino la prohibición para el consumo de la carne de algunos animales que en los espacios de los grupos humanos en el pasado —sin la capacidad para la preservación ni los fármacos antiinfecciosos y diarreicos— sufrían la pronta corrupción de sus organismos que propiciarían una sociedad de seres débiles y en continuos cuadros de enfermedad. Y aunque en determinados grupos cristianos el consumo de la carne animal (e inclusive la de cerdo) es más o menos aceptado dado que, es un supuesto que a los animales los creó Dios para uso y sustento del hombre, en otras asociaciones derivadas de la Reforma, el vegetarianismo es parte fundamental de su ser y hacer. En La Biblia queda explícita la prohibición del consumo de la carne de cerdo, animal el que llega a ser recipiente para la manifestación del Tentador, lo mismo para animales de agua que no tienen aletas y escamas y un largo etcétera 5.

En el Corán, el consumo de la carne de cerdo es una prohibición menos drástica, contiene algunas excepciones y algunas características y circunstancias por las cuales no consumir determinadas carnes de animal. Para un budista, con cercanía a nuestra comprensión del pitagorismo, la prohibición del consumo de carne animal encuentra sustento en la aceptación de que, en el pasado, todos, en algún momento del tiempo, fuimos animales y por lo tanto, nuestra cercanía para con ellos genera un vínculo irreductible ante lo cual, matar a un animal para alimentarnos es similar a matar a un ser humano.

Con grandes penalidades viven la vaca, los monos, las cobras y las ratas, animales sagrados en la India; en la historia del antiguo Egipto, espacio para la múltiple presencia de incontables dioses encarnados o representados por avatares animales: la vaca y el toro, el cocodrilo, el ibis, el halcón, la cobra, el gato, el babuino, la leona, el buitre, el escarabajo, el hipopótamo, el chacal, el perro…; para la cultura japonesa las cuatro bestias (guardianes de los cuatro puntos cardinales) son en su apariencia cercana a nuestro concepto de animales: seiryu (rige el este, el dragón azul), genbu (mezcla de tortuga y serpiente, otras versiones la representan en forma de serpiente en rededor de una tortuga, preside el norte), byakko (tigre blanco, domina el oeste), suzaku (ave fénix, ocupa el sur); Japón, con fuerte basamento budista, rechazaba el sacrificio de los animales para la alimentación y fue sólo hasta finales del  siglo XIX en que la apertura del país occidentalizó las costumbres y la carne entró en la dieta de los japoneses: «Los monjes budistas si que siguieron, y aún siguen este estricto mandamiento de abstinencia de carne. Entre los templos se presentan a Buda ofrendas de alimentos sin cocinar y a los espíritus platos cocinados. Mitsukuni señala que los productos que sirven de ofrenda a Buda, cuando son reemplazados, pasan a ser ingredientes con que se preparan las comidas del templo. Así, con la prohibición de las ofrendas de carne, pescado o ave, el régimen alimentario que siguen los monjes es totalmente vegetariano.

«Siguiendo el austero credo zen, la comida no es para atiborrarse, sino que las raciones deben ser las justas para mantener la energía necesaria; en los monasterios se servían pequeñas cantidades en recipientes cuidadosamente escogidos, teniendo en cuenta siempre los ingredientes seleccionados, la estación del año y la ocasión.» 6

China celebra estruendosamente en Yulin durante el mes de junio su tradicional festival del solsticio de verano con el consumo de carne de perro. Según la agencia EFE, la matanza de perros para el consumo de su carne, a más de la crueldad de la práctica y el número inconcebible de 10 millones a 20 millones de perros lo agrava el nulo registro sanitario. Esta práctica «cultural» y «focalizada» abre la discusión sobre la moralidad de matar una vaca o un perro o una beluga o una rata o… para alimentar al grupo humano en las latitudes diferenciadas económica, religiosa y de preponderancia cultural heredada o asimilada. La defensa de una muerte «civilizada» en los mataderos registrados ante las autoridades deja muchas dudas en cuanto a la realidad del no dolor por los animales previamente y al momento de su sacrificio. Uno de nuestros connotados lectores de noticias y un actor solicitan control para una muerte indolora para los animales destinados al consumo humano (al parecer el primero de ellos sólo pensaba en las vacas sin considerar terneras y novillos, borregos, cerdos, cabritos, pollos y gallinas, guajolotes, conejos, avestruces…). Contrastar las culturas y los puntos de vista exige un esfuerzo imposibilitado por los prejuicios y factores de la cultura local.

La antropofagia no es una respuesta a las necesidades alimenticias de las sociedades. Hasta donde llegan los estudios especializados, corresponde a una práctica ritual para apoderarse de las propiedades del consumido a través de la ingesta de algunas de las partes del cuerpo o del todo. El canibalismo por hambre es una resolución esporádica del ser humano actuante cuando el riesgo de la muerte personal vence las barreras del tabú y relaja la moral del «infractor», por más que haya casos de narraciones añejas no aceptadas tajantemente que presentan enfáticamente un rasgo contrario al respeto de la vida humana en las comunidades a sancionar, es decir, «los malos del momento comen indefectiblemente carne humana.» 7 Curiosamente en el entorno de tales sociedades por corregir «humanitariamente», generalmente poseían satisfactores que para las comunidades desarrolladas resultaban un bien irrenunciable.

Aunque aún en el terreno de la especulación, con enormes variaciones y desencuentros, la palabra canibalismo es una distorsión de la palabra en lengua taina (caniba o cariba) para definir un grupo humano específico: el arawak —al parecer nombre generalizado para diversos grupos humanos antillanos— y significa «hombre fuerte». Para los caribes, significaba «osado», «audaz»; para los arawak que entrañaba nuestro concepto de «enemigo»; y para los europeos, «comedores de carne humana».

Canibalismo contrasta enormemente con el término antropofagia. El primero, por lo general posee una detestable aplicación errónea al definir a todo comedor de carne fuese cual fuere su origen; en cuanto a antropofagia, determina a quien come carne de seres semejantes a él, por ello el refrán determina y enfatiza que «perro no come perro».

Para el Diccionario Usual de la Lengua Española:

Caníbal. De caríbal. 1. adj. antropófago. U. t. c. s. 2. adj. Dicho de una persona: De alguno de los pueblos indígenas de las Antillas, que eran tenidos antiguamente por antropófagos. U. t. c. s. 3. adj. Dicho de un hombre: Cruel y feroz. U. t. c. s. 4. adj. Zool. Dicho de un animal: Que come carne de otros de su misma especie.

Antropófago:  antropófago, ga. Del lat. anthropophăgus, y este del gr. ἀνθρωποφάγος anthrōpophágos. 1. adj. Dicho de una persona: Que come carne humana. U. t. c. s.

Así pues, en cuanto al concepto contemporáneo, el término caníbal engloba todo consumo de carne de seres de la misma especie en tanto que, antropofagia establece una práctica exclusivamente humana.

En la experiencia humana nada es blanco-blanco ni negro-negro. Resulta que el estiércol, excremento de las reses, los cerdos y las aves de corral, a través de un proceso de fermentación anaeróbica (ausencia de aire) producen metano que, a su vez, con el procedimiento tecnológico adecuado, aporta energía eléctrica, además: «… El residuo final del proceso, una vez separado el metano, es un producto con muy poca demanda biológica de oxígeno y, por tanto, muy poco contaminante. Sin embargo, mantiene todos los valores nutrientes del estiércol original, razón por la cual se utiliza posteriormente como un magnífico fertilizante. Este residuo puede ser igualmente almacenado (decanta muy rápidamente y puede ser separado del agua), puesto que no se ve fácilmente afectado por procesos de descomposición.» 8

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Así, tanto por parte de los defensores como de opositores a la dieta sustentada por el consumo de la carne animal las descalificaciones van junto con algunos pobres argumentos más en el terreno de la repetición apasionada que del convencimiento. El basamento moral queda en mezcla con la ética y pasa al religioso en ambas posturas en pugna.

 

1.- W. K. C. Guthrie. Los filósofos griegos. De Tales a Aristóteles. Páginas 40, 41 y 42. Breviarios del Fondo de Cultura Económica con número de catálogo 88, novena reimpresión, 1985. Traducción: Florentino M. Torner.

2.- «Conócete a ti mismo y conocerás a los Dioses y al Mundo.» Ampliación referida a Platón.

3.- Los pitagóricos fueron en sentido estricto lactovegetarianos. Hay grupos de éstos influidos más por motivos genéticos llevados al razonamiento que por fundamentos éticos o morales, específicamente en espacios amerindios y comunidades melanoafricanas [seres de piel negra], biológicamente intolerantes a la lactosa.

4.-  «El ser humano es el único animal que bebe leche cuando ya no es cachorro.». Dicho de una vegana en su preparación a su inserción a la disciplina macrobiótica.

5.- Ver Levítico 11, 1 a 47, tomado de la versión de Reina Valera.

6.- Jaime Valiverdú y Muriel Gómez Pradas. El hinduismo y la comida en Japón. Editorial UOC. Páginas 16 y 17.

7.- Al inicio de la práctica cristiana de la «comunión» le rodeaba el calificativo de «comedores y bebedores de sangre de infantes» por parte de sus adversarios.

8.- Ésto asentado por Carlos Agrasar Celemin en la sección de Economía correspondiente a la edición impresa de «El País» del miércoles 8 de octubre de 1980. Hace casi treinta y siete años. Visitado el 10 de agosto del 2017.

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