Vuelo en solitario

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El héroe estaba en la colina, en rededor, el cielo azul luminoso recortaba su figura, pasmado por el radiante lucero de la mañana, estruja un manto viridina que contiene la ebullición de las estrellas, el Sol y la Luna compañera, los planetas hermanos y el surcar de incontables cometas. Del ropón surgen, en suave intensidad, los tonos menores y mayores en inagotable y deliciosa armonía: las volutas de gas inicial son el nimbo en la cabeza del personaje. Después ―en un tiempo que no es el tiempo de la consciencia― las esferas en fuga presionaban lo vivido y a un esbozo de oración―. Lluvia brutal, viento incandescente arroja a las esferas con violencia sobre el límite del manto donde ya no hay fantasías…

La cúpula azul recortaba la figura en la colina, pasmado por el lucero de la mañana estruja un manto viridina donde bullen las estrellas, el Sol, la Luna inconstante, los planetas hermanos y el surcar de incontables cometas. Del ropón surgen, en suave intensidad, los tonos menores y mayores en inagotable y deliciosa armonía: las volutas de gas inicial nimban origen y futuro en los designios del personaje. Después ―en un tiempo que no es el tiempo en la consciencia― las esferas en fuga presionaban lo vivido y a un esbozo de oración―. La lluvia brutal, el viento incandescente arrojan a las esferas con violencia sobre el límite donde ya no hay fantasías, sólo el más allá sin principio, sin fin.

Por todos.

Por ti, por ellos, por nosotros, cambié el esplendor del Lucero de la Mañana por el del Atardecer, vocero de todo lo que es y será.

Garrapateé en la frágil memoria los números que fijan el recorrido de los planetas, donde a la luz de las estrellas las envolvemos en cifras para gozar de su estancia pasajera; con ellos integramos un nombre ―los nombres de lo amado― para mantener su presencia y evitar la soledad, porque aquí no es vacía totalidad ni es negritud el todo, ni hay olvido entre las maravillas.

Por eso estoy en la cima a donde el sonido de las esferas llega puro, en donde no arbitra una definición de edades, al lugar del verdor permanente, de la lluvia fresca transformada en savia y el canto de los pájaros en un coro indivisible llevado entre notas desgranadas y silabas ensartadas para recordar y resonar en el silencio, sin alba, sin declinación.

A veces las cifras ―luz, sonido, color― semejan un lucero sobre la frente pétrea de un caballo harto en recorrer el espacio coagulado con eco tenue que nos dice ¡por siempre! ¡hasta siempre! y este “siempre” es ayer, es hoy, es mañana, es todo lo absoluto.

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