En búsqueda de la tranquilidad subimos/bajamos para reencontrarnos en donde el pulsar canta en la mirada y los colores brillan en el oído; donde el movimiento es sabor, al tacto lo enriquece la inmensidad y la paz es un susurro de grato aroma.

Bajamos/subimos hasta acá para encontrarnos con ella, giramos a la derecha/izquierda para vernos con él; fuera/dentro en donde estamos con nosotros, donde no hay nadie a quien denominar «ellos»,  para sentir —cuando nada necesitamos— que viajamos en el mismo momento y no falta nadie en este «por siempre» fraterno y bullente después del caos entonado esperanzadoramente.

Vemos en el esplendor del estruendo tu presencia, estamos en el crisol del abigarramiento de luces palpitantes bellamente enceguecedores —sin noches vencedoras, sin días triunfantes— entre los múltiples primer destello y el postrer estallido. Densa es la oscuridad a través de los haces de burbujas incandescentes que caen/suben en fragoroso silencio. Vemos en el vértigo la presencia de lo múltiple en el destello de la renovación cíclica, en el retumbar de la destructiva recomposición cuando las partículas de lo que fue son nuevas estructuras con la adopción de colores abigarrados; ahí surge la fuerza portentosa del pasado/presente fija en lo que seremos después de ser la energía luminosa de aquel centro que entona el canto único de la pluralidad.

Las partículas en fuga ofrendan el primer latido surgido en la cálida corteza del infinito multicolor en donde reina el hielo y las palabras por crear son sonidos que giran en el torbellino quieto de la visión profunda; aquí no hay carencias porque nada nos falta, donde una sonrisa es un murmullo que acompaña el distante sueño inicial de lo próximo por iniciar: bulle la mota por enraizar, surge un abrazo que abarca los espacios de donde procedemos, en donde aprendimos el canto del silencio y la paz de la vorágine inacabable; donde un suspiro es oración y una lágrima escurre con nuestra felicidad en el pasado/futuro inacabable.

Cuántas formas para elegir, múltiples voces por adoptar, texturas en fuga inalcanzable que llevan una parte de cada uno y en todas las esferas deja un poquito de todos los que fuimos/somos/seremos. En la fragua de aquel otro ensordecedor destello múltiple y diferenciado que nos hala para danzar hacia su venero en espiral no vibra la malevolencia ni obnubila la beatitud. Aquí están todos los nombres, no hay calificativos; lo absoluto surgió de aquí e íntegramente somos ésto.

En búsqueda de la tranquilidad subimos/bajamos para reencontrarnos en donde el pulsar canta en la mirada y los colores brillan en el oído; donde el movimiento es sabor, al tacto lo enriquece la inmensidad y la paz es un susurro de grato aroma…

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