Víctor Manuel Barceló R.*

Hay diversas maneras de referirnos a un libro para darlo a conocer en un evento preparado para su divulgación. Si se trata de literatura, generalmente leemos fragmentos y los comentamos. Pero cuando el tema es de la profundidad analítica del que hoy comentamos, tenemos que acudir a lo insondable que él mismo analiza, haciendo esfuerzos de creatividad, sobre todo de seriedad para un asunto mayor, que tiene que ver con nuestro propio devenir, con la historia de nuestras vidas.

Es acaso poco notorio el que todos los seres humanos nos pasamos buena parte de la vida queriendo saber quiénes somos, a qué venimos a este hermoso lugar en el Planeta, sí, ese mismo que todos los días afectamos con nuestras acciones irracionales con el afán de mejorar nuestro confort, generalmente sin considerar que estamos alterando las condiciones para la existencia de otros seres vivos -plantas o animales- y para el propio bienestar presente y futuro de nuestra especie. Somos el homo sapiens que en el trato a la naturaleza no muestra la sapiencia de que presume.

En esa búsqueda de bienestar competitivo va transcurriendo nuestra existencia sin haber dado respuestas de lleno a esa pregunta que nos hicimos en el momento que nos dimos cuenta que éramos un ser racional, con todas las capacidades para avanzar en la comprensión de nuestra presencia: en la familia, en la sociedad en que estamos inmersos y cuando avanzamos en nuestra relación con las ciencias y las artes, se nos vuelve un cuestionamiento interior intenso. ¿Vivimos con metas precisas para nuestra evolución? Podemos decirnos, incluso pregonarlo -en caso de haber logrado éxitos profesionales- por donde va la ruta de mejora de nuestras condiciones económicas, muchas veces contradictorias por ser miembros de una sociedad compleja, en que compartimos espacios vitales con quienes poco o nada poseen para esa vivencia en común.

Salvador Carmona Amorós, nuestro dilecto autor, con la perspicacia que siempre muestra, se adentra en esclarecer los «componentes de la personalidad» -que fuera un ensayo anterior- extraordinariamente trabajado, en que acude al pensamiento de diversos filósofos, pedagogos y científicos sociales, partiendo de Aristóteles -lo que ya marca una ruta de pensamiento- pasando por Gottlieb Fichte, Franz Boas, Baruch Spinosa , Erick Erikson, Alfred Adler, Jean Piaget. Con ellos en mente y la aplicación de su aguda creatividad, el autor recuerda que el ser humano es por esencia, racional y como entidad, social, basa en la semejanza y generalidad de las sensaciones y pensamientos su comunicación y entendimiento.

Más adelante en el mismo texto afirma: el hombre -ser humano- tiene el potencial para convertirse en más de lo que es, realizar tareas de alto rango. Siguiendo ideas de larga data señala que el destino humano dependerá de las decisiones que tome, consintiendo en que será la cultura su factor determinante. Es precisamente en este libro -de muy recomendable lectura- que Carmona apunta su obra que hay tenemos entre manos y considera con precisión, a la conducta como personalidad en acción, tanto consigo mismo como con quienes nos relacionamos. Mucho más podríamos precisar acerca de este espléndido documento, que es sometido a nuevos y contundentes juicios en el libro que hoy estamos comentando.

Consideré oportuno referirme al libro previo, Los componentes de la personalidad, porque hay una línea de investigación que allí inicia y se despliega con fortaleza en La Personalidad Creativa. La inteligencia. Aquí, en apenas 81 apretadas páginas a 11-13 puntos, el maestro Salvador Carmona nos deleita con un preciso análisis que va de la creatividad y los creativos a la personalidad creativa – tema central de su investigación- para dar un cierre expectante hablándonos de la forja de la personalidad creativa.

Se antoja, por la forma y el fondo de los contenidos, hacer un recuento minucioso de lo que allí se encuentra y sobre todo de lo que impulsa a pensar razonadamente con respecto a nuestro yo y su relación con el hábitat en que cada uno nos encontramos inscritos. Pero detengámonos fundamentalmente en aquello que incite a su lectura – esa lectura de comprensión que tanto trabajo cuesta desarrollar en la niñez y la juventud- porque es un texto para saborearlo sumergiéndose en sus propuestas, en sus llamadas de atención ante la evolución del ser humano en sí mismo y en su relación social.

Dice el autor con la potencia de su análisis «las características, fuerza, aptitudes, facultades y capacidades de la persona se relacionan directa o indirectamente con su capacidad creativa, con la creatividad». Dedica el resto del texto a corroborar su expresión, considerando que la personalidad del humano se conforma en esas interpelaciones entre sí y con el medio en que se vive, lo que ocurre de la «cuna a la tumba».

¿Pero cómo puede el ser humano estimular su creatividad y ayudar a otros a hacerlo? El autor se esmera en mostrarnos la relación estrecha con la cultura y en cómo la herencia genética y la dotación físico-química-psicológica propias, así como la posibilidad de usar adecuadamente las fuerzas, facultades y capacidades intelectuales y afectivas, lo cual nos lleva a estadios superiores de conciencia y vivencias. De allí la creatividad en los diversos grados que presenta, así sean sobresalientes o no y que sirven para afirmaciones precisas, por ejemplo: No hay determinismo en el destino humano -afirma- y lanza su consigna bien soportada en diversos expertos de ciencias y artes: «el hombre elige y decide la construcción de sí mismo, de su personalidad y su plan de vida».

No podía quedar fuera de su análisis la creatividad en la guerra. Por más que sea repulsiva, el hecho es que está presente en cada momento de la evolución de las sociedades y ha sido prolijamente analizada, desde El Arte de la Guerra de Sun Tzu, que inspiró desde Maquiavelo, a Napoleón, Mao y otros, el clásico occidental De la guerra obra de Karl von Clausewitz, sin olvidar a las cumbres de la literatura: la Iliada y la Odisea, que se mencionan en el texto. Se reconocen fundamentales para el combate militar: las creaciones de las ciencias y el arte, la inteligencia, la fuerza de voluntad, la decisión ante la oportunidad, el valor, audacia, mentalidad y animo Fuertes, el dominio de sí mismo, la perseverancia -como valores fundamentales en otras actividades- y por supuesto, la imaginación, que siendo «prestidigitación» se valoriza con ideas y conceptos.

Paradigmas, conductas, instintos, percepciones, sensaciones, la intuición tan socorrida en la vida humana, las emociones, la memoria, motivación, voluntad, temperamento y estilo de vida son cuidadosamente considerados en el profundo análisis que el autor realiza en el ordenado texto que nos presenta y nos incita a interiorizarnos en las preocupaciones actuales, en base a los conceptos analizados, para decidir por dónde seguir en nuestra evolución personal y social. ¿Habrá que asumir los cambios de la modernidad y posmodernidad? ¿Conviene la continuidad o ir al cambio? ¿Cómo construir o reconstruir nuestra personalidad?

Salvador, estoy seguro que tu tarea en la investigación aún nos entregará superiores trabajos para entendernos más y prepararnos para enfrentar con éxito las vicisitudes que la existencia nos presenta. La secuencia de estas profundas investigaciones podría ser ¿Cómo actúa la educación para entendernos y entender al mundo?. Entretanto, sigamos disfrutando «La personalidad creativa. La inteligencia. que se nos pone a disposición con tu grata presencia.

Salvador Carmona Amoros. «La Personalidad creativa». La inteligencia.
Editorial Porrúa. El Colegio de Puebla. A. C. Primera Edición 2018. México.
Correo electrónico: v_barcelo@hotmail.com

* Víctor Manuel Barceló Rodríguez es un político mexicano que se ha desempeñado en el ámbito gubernamental. Fue subsecretario de Organización Agraria de la Secretaría de la Reforma Agraria (SRA) en 1985 y, posteriormente, designado embajador de México en Colombia. También fue representante de México ante las Naciones Unidas. Se desempeñó como gobernador interino del Estado de Tabasco.

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