Grietas

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(R… me entregó un recorte de hoja de periódico amarillenta, de entre resquebrajaduras, manchones de grasa, polvo y otras sustancias, recupero parte de lo ahí escrito, para algunas palabras indefinibles asenté las posibles, en otros casos preferí las lagunas, para no trastocar el discurso):

“… Me rescataron del enajenamiento inmovilizado, sudoroso, jadeante, después de minutos de eternizada e infructuosa angustia, con estremecimientos irrefrenables e irreprimible agitación en el pulso. Me doblegaba la náusea infinita y la dificultosa capacidad para respirar, el terrible dolor de cabeza, un desmayo postergado y el escozor que recorría la piel desde los talones hasta la nuca. Un rescoldo de razón en los vericuetos profundos de esta mente dictamina que una raya es únicamente una serie continua y finita de puntos colocados de manera circular, oblonga, quebrada o tortuosa para confinar un conjunto o limitar del exterior, pero en estos casos la razón es una riqueza opuesta a lo emoción atávica arraigad en este ser…

“Aquel día, bajo un Sol agobiante, enfrenté una maraña de hendiduras en la banqueta que paralizaron mi paso. Era un liniero agobiante de surcos entrecruzados de profundidad insospechada que atrapaban vigorosamente mi mirada y mi endeble voluntad. La ansiedad inutilizó mi mirada y tensó las falanges. Intuía que en la hondura corría un torrente infecto, pegajoso y nauseabundo. Insondable, hedionda, la resquebrajadura llega a los fondos de la tierra aguosa en donde los gorgoteos de una bestia inconmensurable y escamosa desliza su maléfica esencia, manifestación de las formas abyectas aparecidas en las pesadillas durante la fiebre. Ahí, dentro del vientre oscuro no hay paz, un susurro detestable ofende la tranquilidad bañada por el goteante terror anidado desde eras pretéritas esquilmadas a nuestra realidad. Suspende el ánimo un vislumbre de la remota y atroz vida en las profundidades terrenas, nadie escucha el borbollar ni el desplazar de las creaturas ciegas, subterráneas con sus corporeidades gelatinosas… otras muchas brotarán en enjambres densos, obscurecentes formas de vida ajena a nuestra comodina experiencia

“Bajo la red de surcos en la acera de cemento trepida un infernal zumbido ensordecedor… bulle en los caños hexagonales construidos dentro de la caverna estriada por un lento y putrefacto escurrimiento de deshechos de los millones de seres aglomerados ahí; horrísona revelación que ignoramos apuradamente en el desorden de una vida sistematizada y monótona. No puedo traspasar la barrera de las grietas, bulle en mí ser el desplazamiento de los horrendos seres activos en las profundidades. Las rodillas anquilosadas estrujan a la necesidad de regresar al orden y frescor de mi casa, a la seguridad de la media luz proveniente de mis ventanas: me quita la veracidad de saber quién soy, cómo es el que forjé con años de disciplinada existencia.

“Por las desconcertantes formas repetidas en las banquetas ―con gran semejanza a la del corcho― fluye el pánico terrible, tras la red de entrecruzamientos llevados al muro con la perturbadora proliferación de las enredaderas yace el laberintico pavor ancestral… dentro del recorrido de una telaraña está la angustia, el sopor, la transpiración pestilente; en las grietas de las banquetas pulsa la angustia… la rasgadura e inquietante estruendo durante la lluvia, las turbulencias en un muro sin enjarrar…

“La náusea me estruja ante todo material aglomerado, irregular y asimétrico[1]… Dicen que es un miedo desmesurado carente de racionalidad ante la visión de un patrón repetitivo… pero no es un miedo irrefrenable, es consciencia de una realidad ancestral de lo que vive en las profundidades fangosas y oscuras de la tierra. Es saber que de esas marcas brotarán estructuras malévolas, ignotas, sólo presentidas por ese murmullo velado que sube por la columna vertebral para estrujar los sentidos… con el orden desaparecen las aberraciones, el orden omite el caos que corroe con su morbosa fascinación lo mejor en el interior del ser humano.

“Hoy, como ayer, el terrible dolor de cabeza, el temblor anidado en los miembros, la náusea profunda hedionda a bilis y la transpiración cortan la respiración.[2] No saldré de casa. Toda la seguridad está aquí en la ordenada tranquilidad de mi casa. Afuera predomina el caos y yo no pretendo arriesgar mi equilibrio mental al constatar el bullente horror pujante bajo la superficie.”[3]

Notas:
[1] *. *Francisco Masse en milenio.com publicado el 30 de junio del 2019.queda: “Tripofobia es una palabra acuñada en 2005 por usuarios de internet, que unieron las raíces griegas que corresponden a las palabras agujero (trypa) y miedo, repulsión (phobia); esto quiere decir que no es una enfermedad reconocida por la medicina tradicional.” Por su parte, Arturo Torres en psicologiaymente.comTripofobia (miedo a los agujeros): causas, síntomas y tratamiento, deja: “La palabra ‘tripofobia‘ significa literalmente ‘miedo a los agujeros’ [huecos] en griego. El término es muy reciente e incluso se cree que fue acuñado en un foro de internet. De un modo general, se refiere a la ansiedad provocada por patrones repetitivos, principalmente de orificios pequeños aglomerados, pero también de bultos, círculos, rectángulos…” Visitados el 11 de mayo del 2020.
[2] La mayoría de los textos consultados ―derivados de algún texto “madre” no localizado― coinciden en la sintomatología de los afectados por la tripofobia: diversos grados de temblor en el cuerpo, aceleración cardiaca, sudoración, mareo, perdida de la coordinación, náuseas y/o vómito, vista borrosa y/o distorsión de imágenes, perdida en la capacidad respiratoria, hormigueo en diferentes partes del cuerpo, pánico.
[3] Resulta evidente que el autor posee una influencia profunda de los textos de horror de Mattehew Lewis, Horace Walpole, destacadamente en Edgard Allan Poe y con Howard Phillips Lovecraft al terror íntimo, desmesurado, trasladado al horror caído del cielo. Remite distantemente a “El Horla” de Guy de Maupassant. Sirva de motivo para recordar el esfuerzo de Abraham (Bram) Stoker, Mary (Wollstonecraft Godwin) Shelley, Gustavo Adolfo Bécquer, Sheridan Le Fanu, Ramsey Campbell (seguidor de Lovecraft)… y de una larga serie de hombres y mujeres inquietados por el terror palpitante en los seres humanos, sin dejar de lado al inasible Jorge Luis Borges.

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