Jorge Herrera Valenzuela
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Ciudad de México, 23 de mayo de 2024.- Ahora que estamos en período electoral, encontré un tema para comentarles algunos pasajes de la historia relacionada con los políticos que, antes o después de desempeñar el cargo de presidente de la República, ocuparon un escaño senatorial.

Los nombres de esos distinguidos legisladores, en algunos casos, no son del dominio público. Es muy significativo un aspecto que tuvieron en común fueron: gobernadores, diputados, miembros de gabinete presidencial o ministros de la Suprema Corte de Justicia.

Los que no fueron
En las recientes precampañas presidenciales tuvimos a un aspirante que no logró la nominación y retornó a su escaño. Se trata del zacatecano Ricardo Monreal Ávila. Político de larga trayectoria, iniciada en el PRI. Manuel Moreno Sánchez y Porfirio Muñoz Ledo después de ser senadores buscaron la Presidencia de la República. No lograron su propósito, ambos militaron en el PRI.

El hidrocálido fue líder senatorial en el sexenio del presidente Adolfo López Mateos y fundó el Partido Social Demócrata, postulándose como su candidato en 1982. Don Manuel dirigió el diario Zócalo, destacó como jurista y en la política.

De Porfirio Alejandro Muñoz Ledo y Lazo de la Vega podría ocupar todo el espacio de este comentario periodístico. Me concreto a referir al político que presidió nacionalmente el PRI y el PRD. Secretario de Educación Pública y del Trabajo y Previsión Social. Tribuno parlamentario non y excelente orador. En las elecciones presidenciales del 2000, figuró como candidato del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, pero declinó. Su carrera política la liquidó el actual huésped de Palacio Nacional. Porfirio era intelectual y el tabasqueño no soporta que le hagan sombra.

En el Siglo XIX, tres
Una vez establecida la República Mexicana, tenemos la integración del Senado en 1825 y los dos primeros en ocupar un sitial no permanecieron mucho en él. El primer presidente del Senado fue el guadalajareño José María Valentín Gómez Farías, del 1 al 31 de enero de 1825.

Gómez Farías, liberal por los cuatro costados, en cinco ocasiones fue presidente de la República. Nunca fue electo, ascendió de vicepresidente, interinamente, en lugar de Antonio López de Santa Anna y una por José Mariano Salas. Su trayectoria abarcó hasta la mitad del Siglo XIX.

El general coahuilense Melchor Múzquiz fue compañero de legislatura de Gómez Farías. Estuvo como presidente, del 14 de agosto al 24 de diciembre de 1825. Fue el primer gobernador del Estado de México. Para engrosar el erario, decidió imponer gravamen, impuestos, por puertas y ventanas de las casas, medida que aplicaría Santa Anna.

Este ilustre coahuilense encabezó la lista de los presidentes honrados. Con mucha energía combatió la corrupción. Sus biógrafos narran que, a la llegada de Manuel Gómez Pedraza, como presidente, salió de Palacio Nacional rumbo a su casa, sin compañía alguna.

Los dos mandatarios que salieron pobres después de cumplir su misión presidencial fueron Pedro María Anaya y Mariano Arista. Anaya fue dos veces mandamás en Palacio Nacional y Arista salió avante en las elecciones de 1851, donde participaron 14 aspirantes más. Caso único en la historia.

En las páginas de los cronistas leí que el hidalguense empeñó su reloj y un anillo, en el Nacional Monte de Piedad. El potosino murió cuando, con su familia, iba rumbo a Lisboa. 16 Años después de ser presidente de México, el queretano Manuel Gómez Pedraza y Rodríguez llegó al Senado, donde, de acuerdo con las crónicas, pronunció uno de los mejores discursos ante sus colegas. Me dijeron que en el archivo de la Cámara Alta pueden encontrar ese texto. Fue en el año 1848.

Gómez Pedraza fue el primer secretario de Guerra y Marina, en el gabinete de Guadalupe Victoria. Apoyado por los conservadores de la Logia Yorkina y por el primer embajador yanqui triunfó en la sucesión de 1829, pero los liberales le impidieron asumir el cargo y el Congreso designó a Vicente Guerrero, segundo en la votación.

No sepultura cristiana
Al fallecer Valentín Gómez Farías y Manuel Gómez Pedraza, la Iglesia Católica impidió que ambos recibieran cristiana sepultura. Gómez Farías fue, como ya está comentado, un liberal que procedió jurídicamente contra los católicos. Sus restos quedaron inhumados en el jardín de la casa de una de sus hijas, en Mixcoac. En 1933, los trasladaron a la entonces Rotonda de los Hombres Ilustres.

El otro Gómez, en 1851, dejó este mundo a consecuencia de enfermedad pulmonar. Por no haberse confesado antes de morir, sus restos están, desde entonces, en la tumba donde inhumaron a su esposa, doña María Julia Azucárate, en el Panteón Francés de la Piedad, Ciudad de México.

Carranza 11 años senador
El primero que en el Siglo XX fue senador y cubrió un interinato como presidente de México fue el jurista, diplomático e internacionalista queretano Francisco León de la Barra. Le tocó despachar en Palacio Nacional del 25 de mayo al 6 de noviembre de 1911, es decir, tomó las riendas tras la renuncia de Porfirio Díaz, con quien era titular de Relaciones Exteriores y volvió a ese lugar con el usurpador nacido en Colotlán, Jalisco.

León de la Barra entregó el despacho presidencial a Francisco I. Madero, quien, obligado, renunció el 19 de febrero de 1913. El jurista queretano se retiró a tareas diplomáticas en Europa, donde falleció.

Al estar en la tarea de reportero redactor, columnista ahora, siempre saltan a la vista datos, sucesos, referencias, que despiertan el interés para un comentario periodístico. Don José Venustiano Carranza de la Garza, ilustre coahuilense que cobró venganza en la persona del usurpador Victoriano Huerta, es hasta ahora, salvo que me equivoque, el único senador que ostentó el cargo por 11 años en los días del porfiriato, del 3 de abril de 1901 al 30 de abril de 1911.

Presidente Municipal de su natal Cuatro Ciénegas y gobernador de la entidad, en los últimos años del Siglo XIX. Apoyado en el Plan de Guadalupe, de marzo de 1914, Carranza se autonombró jefe del Primer Ejército Constitucionalista y encargado del Poder Ejecutivo Federal. En mayo de 1917, fue electo presidente de la República y asesinado el 21 de mayo de 1920.

Correspondió a uno de los tres presidentes nacidos en Guaymas, Sonora, ser presidente interino tras la muerte de Carranza, Adolfo de la Huerta Marcor, músico y cantante. Cubrió un período muy corto y entregó el poder a su paisano Álvaro Obregón Salido. (Plutarco Elías Calles o Campuzano y Abelardo L. Rodríguez, también oriundos del puerto sonorense).

De la Huerta se enfrentó a Obregón, lanzando su candidatura presencial contra la de Plutarco Elías Calles. También se opuso a la reelección de su jefe y armó una pequeña revolución en varios puntos del País. Recibió el nombramiento de cónsul en Nueva York y, finalmente, vivió dando clases de música.

Un convencionista
Zapatistas, villistas y constitucionalistas se reunieron para buscar la hegemonía, unir fuerzas, terminar con la guerra fratricida y, para ello, organizaron la Convención Nacional Revolucionaria. El Teatro Morelos, en el centro de la capital de Aguascalientes, en octubre de 1914, fue el punto de reunión. No llegaron a un acuerdo para ver confirmada la unificación; por el contrario, villistas y zapatistas determinaron nombrar a tres presidentes para contrarrestar a don Venustiano.

Esa ocasión dio margen a “dobles presidentes”. Similar situación cuando Maximiliano nombró a cuatro presidentes, siendo Benito Juárez el constitucional, en funciones. (Félix María Zuloaga, Miguel Miramón, José Ignacio Pavón y José Mariano Salas).

Fue así como Eulalio Gutiérrez Ortiz, Francisco Lagos Cházaro y Roque González Garza, en menos de un año aparecieron como “presidentes alternos” entre 1914 y 1915. Cuando en diciembre 6 del 14 Francisco Villa y Emiliano Zapata entraron a la Ciudad de México, Carranza se trasladó con su gabinete al Puerto de Veracruz.

Roque González, saltillense de nacimiento, tenía 29 años de edad al asumir la presidencia. El más joven de los mandatarios sigue siendo el conservador Miguel Miramón, tenía 27 años cumplidos. Gutiérrez Ortiz siguió activo en la política y siendo presidente Obregón, Eulalio durante cuatro años, a partir de 1920, fue senador. Años más tarde su hijo Eulalio Gutiérrez Treviño llegó a gobernador de Coahuila.

Alemán, ALM y GDO
Efímera estancia como senador fue la del jarocho Miguel Alemán Valdés, del 1 de septiembre al 23 de noviembre de 1936. Dejó el escaño para gobernar su Estado, pues al gobernador electo Manlio Fabio Altamirano Flores lo asesinaron frente al Café Tacuba, en la Ciudad de México.
Alemán llevaba una fugaz carrera política, tanto en Veracruz como en la Ciudad de México, donde fue magistrado del Tribunal Superior de Justicia. Además, gobernó la entidad y fue secretario de Gobernación. Lo sucedió su paisano Adolfo Ruiz Cortines, en Gobernación y en Palacio Nacional.

Dos fraternales amigos surgieron en las Legislaturas XL y XLI del Senado, 1946—1950. Presidente, Miguel Alemán. El primero en llegar a la vieja casona de Xicoténcatl, frente al edificio de Correos, en la Ciudad de México, fue el poblano, de Chalchicomula (hoy Ciudad Serdán), Gustavo Díaz Ordaz Bolaños y después “un toluco”, nacido en Atizapán de Zaragoza (Hoy Ciudad López Mateos), Adolfo López Mateos.

Los integrantes de esa Cámara de Senadores fueron lo más granado de la política, en esa época: Fidel Velázquez, Gabriel Ramos Millán, Antonio J. Bermúdez, Alfonso Corona del Rosal, Donato Miranda Fonseca, Ruffo Figueroa Figueroa, Manuel R. Palacios, Gustavo A. Uruchurtu, Fernando López Arias, Magdaleno Aguilar Castillo, Raúl López Sánchez y el tlaxcalteca Mauro Ángulo, éste asesinado a tiros al salir de una alberca en la Capital de la República.

Sólo eran 58 legisladores, pues existían los Territorios Federales: Baja California, Baja California Sur y Quintana Roo. El presidente M. Alemán elevó a Estado a B.C. y los otros dejaron de serlo en el sexenio de Luis Echeverría Álvarez.

Comentario personal. En aquellos días, pertenecer al Senado era una alta distinción para políticos, revolucionarios participantes en el Movimiento Armado, diputados constituyentes o ministros de la Suprema Corte. En los sesenta entraron las mujeres al Senado.

No había senadores con jeans y tenis, no llegaban escandalizando con motocicletas, el lenguaje era respetuoso y la tribuna era para los debates no para insultar. Cómo recuerdo a don Alfredo del Mazo Vélez, Juan Fernández Albarrán, Gabriel Leyva Velázquez, Hilario Medina, Alberto Terrones Benítez, Esteban Baca Calderón, Fausto Acosta Romo y a las pioneras Licha Arellano Tapia y la maestra María Lavalle Urbina. Líderes camerales de verdad y respetados, don Pepe Rodríguez Clavería, don Rosendo Topete Ibáñez y don Manuel Moreno Sánchez.

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