Jorge Herrera Valenzuela
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Ciudad de México, 2 de noviembre de 2023.- Basta de palabrería oficial. El pueblo de Acapulco, mujeres, hombres y niños, esperanzado en recibir la ayuda de sus hermanos de todo el país.

¡Agua!, ¡Alimentos!, ¡Luz!, ¡Comunicación telefónica! No son simples gritos, es la demanda para sobrevivir después de ocho días que el huracán categoría 5, Otis arrasó el Paradisiaco Puerto de Acapulco y siete municipios aledaños.

En unos días más habrá epidemias, cientos de enfermos. No hay atención sanitaria. Faltan las medicinas indispensables para estas tragedias. No hay una sola tienda que abastezca la demanda. Se acabó la gasolina. Las estaciones resultaron dañadas.

Los edificios escolares sufrieron daños totales, en unos y parciales en otros. Obvio no hay servicios de baños para maestros y alumnos.

Cientos de familias quedaron sin fuentes de trabajo. El 80 por ciento de los hoteles tardarán en su reconstrucción y remodelación. Meseros, cocineros, cantineros, recamareras, encargados de la limpieza, lavaplatos, auxiliares. Taxistas, choferes de autobuses. Temporalmente, todos sin empleo, sin ingresos para mantener a la familia.

La gobernadora arengó a la gente para decirle que México tiene al mejor presidente de la historia. Levantando los brazos y moviendo las manos gritaba: “¡presidente!, ¡presidente!, ¡presidente!”,

Mientras en la mañanera del inicio de semana, seguían los ataques a los medios informativos. El domingo un diario en primera plana anunció que el presidente “emprendería acciones contra la desinformación.

Para el Gobierno Federal la ayuda “está llegando”. El comandante militar regional ni negó ni afirmó si era cierto que la ayuda civil tiene que entrar al puerto en transportes de la Sedena, como se sabe por las fotografías que suben a las redes sociales.

Muy grave, si se confirmase, que los narcotraficantes con anuencia oficial, reparten los envíos de organizaciones, instituciones y grupos sociales.

La farsa presidencial
Desde la misma noche que entró “Otis” a tierra, solo los habitantes de Acapulco y prestadores de servicios a turistas nacionales y extranjeros, ninguna autoridad federal y tampoco las estatales conocieron de la tragedia que empezaron a vivir miles de mexicanos, así como los visitantes de otros países.

Si le avisaron o no, con tiempo, al Gobierno Mexicano, es lo de menos. La mañana del jueves 26 con el misterio propio de él, el tabasqueño salió en una camioneta de color negro blindada, por una puerta trasera de Palacio nacional. En ese momento no se sabía hacia dónde se dirigía “el jefe”.

Quiso llegar a Acapulco por vía terrestre. Para esa mañana ya debía de tener información completa de lo sucedido y enterado de que estaba cortada la llamada Autopista del Sol. ¡Ah!, los celulares no funcionaban. En Chilpancingo sí lo sabían, pero la gobernadora desayunaba en babia. Las noticias enviadas desde la capital de Guerrero no las escucharon en el vehículo presidencial.

El presidente de los Estados Unidos Mexicanos, como siempre, no viajó. En ella, iba un ciudadano común y corriente llamado Andrés Manuel López Obrador. De pronto, el recorrido fue interrumpido para pasar a los viajeros a un vehículo militar. Menos mal, ahí se protegió la investidura presidencial.

¡Ah!, otra vez. Ahora la camioneta cayó en un bache. Ya estaban en la carretera federal. El presidente recargado en la ventanilla derecha, la del copiloto. Sonreía en tanto los soldados luchaban por sacar del “atascadero” al transporte. Hay videos y fotografías “de la anécdota”.

Tras nueve horas de aventura, dicen que llegaron a Acapulco. Nadie vio al atrevido “jefe” y a su comitiva por las calles del puerto. Hubo fotos y, al parecer, por ahí andaba la gobernadora. Se preguntó la gente y la presidenta municipal de Acapulco no fue avisada de la llegada del tabasqueño. Simplemente, punto final. El hombre regresó por vía aérea a su “departamentito” de Palacio Nacional.

Un montaje que ni Genaro García Luna, en sus mejores tiempos, se le hubiese ocurrido.

La farsa estaba consumada. Al día siguiente en la mañanera dos frases presidenciales para la historia, en respuesta a preguntas de unas personas: “lo bueno es que son poquitos los muertos” y “si es necesario, regreso”.

Señor presidente, ¿cuántos muertos quería? ¿Regresaría a un sitio donde había estado? Una sola víctima es suficiente por el dolor que se causa.

Ese “si es necesario”, demuestra lo ignorante que es ante la peor tragedia de este siglo. Sabemos que una tragedia de la magnitud que dejó Otis no se revolverá de la noche a la mañana. Sin embargo, la presencia del Primer Mandatario es muy importante, no solamente necesaria.

El tabasqueño siempre presume: “primero los pobres”. Ahora es cuando, como decía mi sabia abuelita, “hechos son acciones, no buenas razones”. Otro dicho popular, “de lengua me como un plato”. Ojalá fuera verdad que en este sexenio se levanta Acapulco, según el presidente, y agregó su frasecita “”me canso ganso”.

El hombre de Palacio Nacional tiene tareas prioritarias: sus inútiles obras faraónicas, no cesar su guerra contra el Poder Judicial, mantener su control de todo el proceso electoral y “palomear” las listas de aspirantes a gobernadores, senadores, diputados federales y locales, las más importantes presidencias municipales y las alcaldías de la Ciudad de México. Quiere control total del Congreso de la Unión.

Los acapulqueños que se rasquen con sus uñas.

Zedillo y el Paulina, en Acapulco
El tabasqueño debería recibir de sus empleados los periódicos del mes de octubre de 1997, copias, para enterarse de cómo los miles de damnificados recibieron no ayuda, sino apoyo inmediato y por mucho tiempo.

Muy oportuno el recuerdo que nos narra el amigo y colega Carlos Ramos Padilla, cuando el huracán Paulina dejó 300 muertos.

Él y el colega Gustavo Méndez Tapia (qepd) transmitieron para los radioescuchas de noticieros de Radio13, desde Acapulco. Aquí los detalles registrados hace 26 años.

El presidente Ernesto Zedillo y parte de su gabinete estaban de gira oficial por Francia y Alemania. Recibió datos sobre la magnitud de la tragedia registrada el 9 de octubre de 1997.

Sin más contratiempo la comitiva suspendió la gira y se trasladó directamente de Hamburgo a Acapulco. Vuelo “inaugural”, sin más trámite.

Ramos Padilla nos lleva a esos días y escribió: “Ahí, en el puerto, el mandatario se estableció por semanas, coordinando los esfuerzos, ordenando, instruyendo, vigilando, auxiliando y sancionando”.

Zedillo Ponce de León jamás expresó que iría al lugar del desastre “si era necesario”. Conste que el economista egresado del Instituto Politécnico Nacional no era político, no militó en las filas del PRI, llegó a presidente de la República, tras el asesinato de Luis Donaldo Colosio.

El último presidente postulado por el PRI en el Siglo XX, cumplió con creces y retornó a la Capital Mexicana cuando la reconstrucción acapulqueña estaba en marcha.

Habló con la gente del pueblo, recorrió las comunidades. Llamó a comerciantes, industriales, hoteleros, restauranteros, choferes locales, comunicadores, ambientalistas, banqueros, dirigentes de partidos políticos y hasta sacerdotes católicos.

Integrado un auténtico gran equipo. Cada quien, en su especialidad, participó en los planes de reconstrucción, especialmente se brindó apoyo a los habitantes de las comunidades afectadas.

En este octubre de 2023 brilló el autoritarismo presidencial. Prohibió que civiles entregaran las despensas, ordenando que eso lo hicieran exclusivamente los militares. El objetivo que los chairos aplaudieran al “mejor presidente que ha tenido México”.

Ninguno de los miembros del gabinete civil se ha acercado al puerto, la curiosidad no los atrajo. Para variar en sus programas televisivos no cesa en difamar a los periodistas y “los conservadores”, que quieren sacar ganancia.

El de Macuspana no dejar ir una. Politiza sus acciones hasta cuando va al sitio donde nadie puede representarlo.

Ingeniosa parodia
Con permiso del Señor Nicomedes, transcribo el texto del mensaje que le envío Agustín Lara, El Flaco de Oro, que compuso una canción para la que fue su esposa, María Bonita, María Félix.

Comunicados del más allá

Por: Nicomedes
De: Agustín Lara
Para: El señor Andrés Otis
Como intérprete de mi amado pueblo de Acapulco, hoy tan desolado, me place adecuar la letra que compuse para mi inolvidable María, de acuerdo con los tiempos que se viven en ese paraíso, hoy convertido en infierno.

Acuérdate de Acapulco, de aquella noche rata maldita. El pueblo es tu juguete, nave al garete, tan desalmada. Llegaron vientos que nos arrasaron. Y mientras todos miraban, lo digo con sentimiento, tu pensamiento nos traicionaba. Acuérdate que en la playa con tus garritas esas patitas las enjuagabas.

Dijiste muchas palabras de esas bonitas, con que se arrullan los más confiados, pidieron que si quisieras transformarías en realidades sus ilusiones. Y luego bajo el pillaje, al crimen, arrodillado, desenmascaras tus intenciones.

Errores sigues teniendo, muchos errores rata maldita, tan desalmada, pero ninguno tan cruento ni tan malvado como este daño que aquí brotara.

Nos tienes tan desolados, hambre y carencias, que hoy mereces nuestra mentada. Recíbela emocionado, te la rayamos con gusto. Sabemos que siempre mientes, aunque te sientas idolatrado.

¡Acapulco renacerá, rata inmunda!
Disculpa el plagio, Paquita. A. Lara.

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