México: Otros son los sueños; fin al liberalismo económico

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Ciudad de México, 1 de diciembre de 2018.- Andrés Manuel López Obrador rindió protesta de ley hoy, al medio día, como presidente constitucional de México. Es, pues, ya formalmente el primer mandatario de la nación.

El ceremonial tradicional en este tipo de eventos se cumplió a la perfección. No hubo ni modificación ni sorpresa alguna. Así ha sido en las últimas décadas. Incluso, detalles como el acercamiento de la población al auto donde viaja el presidente electo, palabras de aliento, obsequio de ramos de flores y hasta algún supuesto atrevido que, en este caso, se trató de un motociclista que se acercó al auto de López Obrador y le dijo: “Espero que no nos falle”, estuvieron presentes. Todos estos detalles son valores entendidos de la clase política.

López Obrador viajó de la sede de la casa de gobierno provisional de la Colonia Roma de la Ciudad de México, ubicada en el occidente de las afueras del Centro Histórico citadino, con destino a la Cámara de Diputados, sita en las orillas orientales del mismo centro urbano, unos 10 kilómetros de distancia.

En su trayecto lo escoltaron poco más de una veintena de motociclistas, entre oficiales de seguridad personal y fotógrafos y camarógrafos de medios de comunicación. Cuatro autos (uno en delantera para abrirle paso), los otros tres, en la retaguardia.

Todo lo que siguió en el Congreso de la Unión fue de rígido cartabón. Ceremonia clásica con posiciones de las distintas fuerzas política que conforman la geometría política del Legislativo y, al final, el mensaje del nuevo mandatario federal.

Su discurso ante el pleno cameral que, al mismo tiempo, delineó el programa de gobierno sexenal, trajo el recuerdo en las generaciones más viejas de la población mexicana del ideario de presidentes de la era del nacionalismo revolucionario, visión propia del Partido Revolucionario Institucional (PRI), cuyo máximo exponente de esta etapa lo fue Luis Echeverría Álvarez (1970/1976).

El centro de su discurso fue decretar la muerte de la globalización en México, vigente desde principios de la década de los 80s del siglo pasado, para dar paso a una nueva página social, materializada en un socialismo a la mexicana (el citado nacionalismo revolucionario).

El ceremonial concluyó con una verbena popular en el zócalo de la Ciudad de México, ombligo político y religioso de México desde tiempos prehispánicos y punto referencial para los cuatro puntos cardinales de la capital del país.

En la tradición política de México está vigente la visión de la teocracia mexica (el pueblo originario del Valle de México), consistente en ofrendar a los dioses el sacrificio incruento de uno de los principales funcionarios del régimen anterior. Por lo general, se sacrifica a un secretario de Estado o algún representante de la clase política que termina. La cárcel o el ostracismo es lo que exige el pueblo y, por supuesto, se le da gusto para calmar la sed de venganza de los dioses del olimpo mexica.

Mañana es domingo, día festivo, por lo que poco se puede esperar del nuevo régimen. Habrá una manifestación en contra orquestada por grupos políticos opositores al tabasqueños López Obrador. Únicamente.

La prueba formal empezará el próximo lunes 3 cuando la administración pública federal inicie, formalmente y con todas las de la ley, su programa de gobierno, que, constitucionalmente es de 6 años, de los cuales, el primero y en parte del segundo año son para crear las estructuras nuevas y desechar las pasadas; los dos siguientes, para ejecutar el programa de gobierno, y los dos últimos, para preparar la sucesión presidencial del siguiente mandatario federal.

La sociedad, en general, siempre ha sido reacia al cambio. Prefiere el estatus quo y la comodidad de lo establecido. México no es la excepción.

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