Todo quedó listo para que el próximo martes 8 de noviembre los estadounidenses acudan a las urnas para elegir al futuro mandatario norteamericano, correspondiente a la 58ª. elección presidencial. Los votantes elegirán a los compromisarios que, a su vez, escogerán a los nuevos presidente y vicepresidente, a través del Colegio Electoral, según la normatividad electoral de la Unión Americana.

Esta noche se realizó el tercero y último debate entre los dos contendientes: Hilary Clinton, por los demócratas, y Donald Trump, por los republicanos, en la Universidad de Las Vegas, Nevada.

El debate, más formal que los dos anteriores, abordó los principales temas de la agenda norteamericana. Captaron la atención los relativos a migración, economía y el siempre conflictivo Medio Oriente, con ribetes que, a veces, hacían referencias a información de tipo confidencial y hasta a argumentaciones ad hóminem (argumentos que se lanzan frontalmente al oponente).

Al caer el telón, de inmediato, comentaristas, analistas, observadores y hasta simples legos en la materia, lanzaron sus apreciaciones, más de acuerdo a la percepción personal que al rigor de la ciencia política.

Ahora tocará a los electores dar su veredicto.

El sitio de información norteamericano ShareAmerica dio a conocer, ayer, la importancia de los debates televisivos entre los contendientes a una justa electoral.

De esto se trata un debate electoral:

Luz, cámara, elección: el papel de los debates presidenciales en el mundo

ShareAmerica

Los telespectadores estadounidenses ven los debates presidenciales en cifras equivalentes al Super Bowl y los Juegos Olímpicos. Y no hay anuncios comerciales. Se han convertido en los principales eventos de las semanas previas al día de las elecciones, y se pueden ver en línea a través de Facebook y Twitter.

Los debates presidenciales televisados han sido una característica habitual de las elecciones presidenciales de Estados Unidos durante los últimos 40 años. Y los enfrentamientos en directo entre los principales candidatos de los partidos se han convertido, además, en un elemento fijo de las elecciones democráticas en otros países del mundo durante, al menos, los últimos 20 años.

El primer debate presidencial de Sudáfrica que tuvo lugar en 1994 formó parte del punto crucial para las elecciones de ese país entre Nelson Mandela y F.W. de Klerk. Más recientemente en Canadá, el desempeño que tuvo en un debate Justin Trudeau, según opinan algunos, ayudó a que su Partido Liberal ganara las elecciones generales, en 2015.

La mayoría de los países de la Unión Europea han televisado debates, como también lo han hecho Malawi, Indonesia, India, Uruguay, Irán, Liberia y otros países.

Como indicó Joseph Korto, del Partido por la Igualdad de Derechos de Liberia,”lo principal de este debate es ver a los candidatos presidenciales liberianos aquí sentados, hablando entre sí y tratando de convencer a los votantes en lugar de estar por ahí disparándose el uno al otro”.

En total, 78 países mantienen debates políticos basados en el modelo estadounidense.

La Comisión sobre Debates Presidenciales de Estados Unidos, un grupo sin fines de lucro que organiza y produce los debates de Estados Unidos, también presta asistencia a los países que quieren establecer sus propios debates. La comisión envía equipos de expertos para asesorar a los países sobre cómo realizarlos y organizar talleres sobre las mejores prácticas, donde los organizadores de debates de todo el mundo comparten ideas y experiencias.

A diferencia de la propaganda política que inunda las ondas en la época de elecciones, los debates presentan puntos de vista opuestos en un entorno de tira y afloja que permite a cada votante decidir qué candidato articula mejor sus fundamentos. Y esto genera mejores democracias y, a veces, excelente televisión.

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