Dirigentes del siglo pasado aconsejaban “no despertar al México bronco” para evitar que la paz social se rompiera y el país entrara en una espiral de guerra no declarada, pero sí de facto.

El México bronco lo constituyen quienes, desconociendo las mínimas reglas de urbanidad social y humana, acuden a la fuerza para solucionar cualquier tipo de problema individual, comunitario o social. El resultado siempre es cruento.

Los anales de la historia son testigos de estos hechos sangrientos. Había muertes en varias regiones que, difícilmente eran conocidas porque los medios de comunicación existentes en ese entonces, eran de tipo regional y hasta eminentemente local que tardaban días y hasta semanas en conocerse en el resto del país, si no es que sólo quedaban en la memoria de los habitantes de la región donde habían sucedido los hechos.

El Dr. Gilberto Flores Izquierdo, subdirector médico bajo la administración de Arsenio Farell Cubillas, del Instituto Mexicano del Seguro Social (Imss) a mediados de los años 80s del siglo pasado, comentó en alguna ocasión lo irreal que le parecía que México siendo un país civilista, uno de los grandes problemas que enfrentaba el instituto era la atención de personas por problemas ligados a hechos de la inseguridad pública.

Esos datos sólo se conocían internamente, en las estadísticas del Imss. No trascendían más allá de los círculos de atención médica, pero eran una realidad.

Las tierras de nadie
También era muy conocido por los reporteros que cubrían la fuente policiaca para los medios de comunicación por esas fechas, la alta incidencia delictiva que existía en los municipios mexiquenses colindantes con la Ciudad de México.

Por lo general, esas municipalidades se recorrían entre las 05:00 y las 07:00 horas de la mañana para conocer las llamadas “sábanas” informativas (reportes que daban los policías a sus superiores de lo acontecido durante la noche).

En esas “sábanas” se tenía un panorama completo de la inseguridad existente en tales municipios que, al igual que la frontera norte de México, limitante con Estados Unidos, constituían “Tierras de nadie”, donde se cometía una serie de delitos que bastaba con cruzar una sola calle para escapar de la justicia.

La mayoría de esas localidades carecían de los suficientes fuentes de empleo para dar trabajo a su población económicamente activa, por lo que sus habitantes se desplazaban (lo siguen haciendo) a la Ciudad de México para trabajar y sus lugares de origen sólo eran grandes dormitorios, otro ingrediente que facilitaba la comisión de delitos de todo tipo.

En 1996, el Instituto Nacional de Geografía y Estadísticas (Inegi) dio a conocer una interesante investigación, que pasó sin pena ni gloria en los medios informativos, porque las agendas informativas eran de otro tipo en esos años, donde notificaba que el principal problema que enfrentaba México era la inseguridad pública.

El Inegi daba santo y seña, con datos y estadísticas del comportamiento de ese problema social que se levantaba angustiosamente en todo el territorio nacional. No se atendió por las autoridades respectivas, porque sus preocupaciones eran otras.

Crisis de inseguridad actual
El asesinato de los asistentes a una reunión familiar el pasado Viernes Santo, en Minatitlán, Veracruz, ciudad ubicada en el sur de esta entidad federativas en los límites con Tabasco, es sólo una expresión del crecimiento de la inseguridad pública en México.

Este fenómeno también se da en la otrora pacífica Guanajuato, entidad del centro del país, que se ha convertido en lugar de disputa por grupos de intereses aviesos, como en ocasiones recientes lo fueron Michoacán, Guerrero, Oaxaca, Jalisco, Sinaloa, Tamaulipas y Baja California, entre otras.

Ahora, la oportunidad que brindan las redes sociales hace que cualquier información de esa naturaleza se tenga a la mano y se puedan conocer hasta detalles de la acción cruenta, lo que magnifica su conocimiento a nivel nacional y extrafronteras.

Pero, más allá de cualquier consideración, la realidad es que ya despertaron al México bronco. Y lo está haciendo con graves derramamientos de sangre en el país.

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