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Washington, D. C., 21 de agosto de 2018.- Alrededor de 850 millones de personas padecen hambre cada día. Más del doble de los que podrían tener un plato lleno, pero que no están comiendo los alimentos adecuados. Entre los desnutridos figuran aquellos que comen demasiado poco y aquellos que comen demasiado.

Las consecuencias son malas para los bebés y los niños pequeños. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) casi la mitad de todas las muertes de niños menores de cinco años se deben a la desnutrición.

Y otros 155 millones de niños son raquíticos, o sea, demasiado pequeños para su edad, debido a que no ingieren suficientes vegetales y minerales, lo que perjudica su desarrollo físico y mental.

La desnutrición no es sólo “no tener suficientes alimentos para comer”, dice Lawrence Haddad, un economista británico experto en nutrición. “También se trata de no tener suficiente del tipo correcto y comer mucho del tipo equivocado de alimentos”.

Haddad, que pasó dos décadas en Estados Unidos como investigador de políticas alimentarias y activista en la nutrición, y David Nabarro, un médico británico, con quién dirigió una importante iniciativa de las Naciones Unidos para la nutrición, son los ganadores del Premio Mundial de la Alimentación de 2018, con una dotación de 250,000 dólares.

Los laureados, como se los denomina, siguen los pasos del fallecido Norman Borlaug, el agrónomo y ganador del premio Nobel que lideró la “Revolución Verde”, que contribuyó a alimentar a los hambrientos del mundo. Borlaug comenzó a conceder el premio en 1986, y este es sostenido con el apoyo de compañías y fundaciones.

Nabarro, de 68 años, graduado en Oxford, dirigió la iniciativa apoyada por las Naciones Unidas, denominada “Mejorar la nutrición” (SUN, Scaling Up Nutrition). Comenzó su trabajo médico internacional con la entidad “Salvar a los niños” (Save the Children), ayudando a los niños curdos en Iraq y luego en Nepal. En el Departamento de Desarrollo Internacional de Gran Bretaña ayudó a hacer de la nutrición una prioridad.

Haddad, de 59 años, luego de recibir un doctorado en Stanford, fue director de la división de nutrición del Instituto Internacional de Investigaciones sobre Políticas Alimentarias, un grupo de investigación con sede en Washington. De regreso al Reino Unido como director del Instituto de Estudios para el Desarrollo, elaboró un informe sobre la nutrición global que evalúa la manera en que los países manejan el problema.

“El gran problema era que la nutrición era un tema de todos, pero responsabilidad de nadie. No hay un ministerio de nutrición. Todo desaparece en las brechas de la agricultura, la salud y en general del bienestar de la mujer”, dice.

Desde 2016 ha dirigido la Alianza Global para la Mejor Alimentación, que impulsa asociaciones público-privadas. “Me frustraba el que mucha gente que trabaja en temas de nutrición vieran a las empresas como a un enemigo y los que veían a las empresas como la única solución”, dijo.

Haddad no desconoce la pobreza. Nació en Sudáfrica, nieto de inmigrantes libaneses. La familia se trasladó a Londres en 1961 para escapar al efecto de las leyes del apartheid.

“Estuvimos nueve años recibiendo asistencia social”, dice Haddad, que todavía recuerda la vergüenza de tener que presentar una boleta de otro color para que le dieran un almuerzo gratuito en la cafetería de la escuela.

“Recuerdo que pensaba ‘si solamente cambiaran el color esto no sería para tanto”, dice. “Eso hizo que pensara mucho sobre la asistencia social, la dignidad y el estigma” y la importancia de ayudar a la gente “sin hacerlos sentir degradados”.

En junio, se anunció el nombre de los galardonados con el premio en un acto en el Departamento de Agricultura de Estados Unidos. La ceremonia de premiación tendrá lugar el 18 de octubre en el capitolio del Estado de Iowa. Infórmese sobre los logros de los ganadores del Premio Mundial de la Alimentación de 2016 y 2017.

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