Cinco pedernales

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“Los mitos se degradan cuando se convierten en leyendas históricas; los ritos se extinguen cuando se transforman en costumbres. Sometidas a la erosión social, las costumbres pronto terminan en modas. Si la historia es la muerte del mito, quizá la estética sea la del rito.”
Octavio Paz
In/mediaciones
(La pluma y el metate), páginas 139-140.
Seix Barral, S. A. 1980

 

―1―
Quetzal (este).
Una serpiente/viento rojo venida con el amanecer agita las hojas en las ramas del árbol venerable, destroza la mirada con la fuerza del pedernal helado, con el ímpetu de lo recuperado: la cauda de plumas desvanecidas en batalla o en la gran piedra. Los ahora de apagada voz, los ya calmos tras la belicosidad desangrada, bajan para gozan del néctar de las flores y gracias a ellos, a su vitalidad ofrendada, estamos sobre la tierra. Inicio de la luz, de la Vida, de la alegría, la juventud, la renovación.
(¿Acaso merecemos el canto diario del fuego?)

 

―2―
Águila (norte).
Una serpiente/viento negro aguarda a la izquierda de la luz del día para estremecer las cabelleras. Aquí ya no hay furor helado, el silencio es compañero cercano, la fuerza ya no es indispensable, ya no hay preguntas, las dudas quedaron allá entre los lamentos y las columnas del copal; no hay necesidad de las espinas ni del punzón, ni del descanso ni el sueño. El rostro dirigido hacia la profundidad del espacio aun goza un efluvio de vida y con él desciende a la zona de los muertos, al espacio de la sequedad, del frio, el de la noche perpetua.
(¿Acaso merecemos el canto diario del viento?)

 

―3―
Guacamaya (oeste).
Una serpiente/viento blanco en fuga al declinar del día desbasta la mirada. Surgen las mujeres valientes, aquellas muertas en la primera batalla por la vida para acompañar al Señor radiante tras las colinas que nos lo ocultaran hasta un siguiente día si lo merecemos, si los sacrificios de este momento resultaran deleitosos. Espacio de la fecundidad, de la abundancia, del sustento, la paz y la quietud. Lugar de la vida en gestación, de la gran promesa; del descanso después de las faenas diarias y de la lucha sagrada.
(¿Acaso merecemos el canto diario de la tierra?)

 

―4―
Colibrí (sur).
Una serpiente/viento azul/verde alejándose a la derecha del día quebranta la mirada. Aquí es el espacio de lo húmedo, de la fertilidad, de lo abundante/exuberante: la alegría, la vida, la salud. El rostro dirigido a la profundidad del verdor goza de la Vida, de su vida. Aquí inicia el sendero para el peregrinar de Quetzalcóatl hacia el norte y tras Él va nuestra voluntad surgida en el sueño, cuando la nobleza acaricia la réplica de nuestra realidad.
(¿Acaso merecemos el canto diario del agua?)

 

―5―
Centro
Xiuhtotol
La hermosa ave azul concentra la visión y territorio del Ser,
la fuerza primordial: Tloque Nahuaque,
el lugar de arriba y abajo
revelado por el sagrado Tlecuil,
―bracero humeante con el copal―
que posado sobre la espalda del Dios Viejo,
canta con la ebullición del fuego eterno
significado en el aleteo de la mariposa preciosa.

(¿Acaso merecemos el canto diario del fuego, del viento, de la tierra, del agua
para descarnados, semejarnos a un aleteo de mariposa de jade?)

Yo soy lo que fue, lo que es y lo que será.
Mi nombre olvidarás pero ahí, en algún momento y rincón de quien eres,
continuaré aunque me confines en otro nombre, en otra figura.
Porque Yo siempre seré: quetzal, águila, guacamaya, colibrí, xiuhtotol.

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