Comercialización cultural, riesgo de la industria turística

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Ciudad de México, 12 de octubre de 2018.- México es considerado el sexto país más turístico en el mundo, pues atrajo a casi 40 millones de turistas el año pasado relegando a Alemania y Reino Unido, “y aunque esto parecería algo bueno, ha traído un impacto negativo a nivel ecológico y cultural”, comentó, en entrevista, Georgina Flores Mercado.

Flores Mercado es integrante del Instituto de Investigaciones Sociales de la Unam, y explicó que ver la cultura como un comercio, sobre todo a las culturas indígenas, ha alterado sus cosmovisiones y procesos culturales per se, en donde los significados culturales de la música, danza o gastronomía se transforman.

“Cuando los saberes tradicionales como la música, la danza o la gastronomía entran en el circuito del mercado dejan de verse como un proceso identitario, y lo que te da un sentido de vida se convierte en una mercancía”, dijo.

Así, los niños purépechas ya no danzan en las plazas de Pátzcuaro por una razón histórico cultural, sino para que los turistas los vean. “La cultura se vuelve un fetiche y las personas se vuelven objetos. Se ven a sí mismos como un espectáculo para los turistas”.

Entonces, aquella diversidad cultural que nos caracteriza como país y que se ve reflejada en estas expresiones culturales pierde todo su potencial identitario y cosmogónico.

Entonces el consumo de la “cultura” no es más que un souvenir y los turistas nacionales no se llevan un conocimiento más profundo de lo que es México ni de las culturas que lo conforman.

La especialista en construcción de identidades y ciudadanías culturales en México explicó que cuando las prácticas culturales históricas se vacían de ese sentido identitario milenario se vuelven a llenar de otro. En este caso la cultura sirve siempre y cuando venda.

“El objetivo de estas prácticas dancístico-musicales es el intercambio, que no está mediado por el dinero. En comunidades de Oaxaca, la cultura es usada para construir vínculos sociales con la comunidad vecina y, a través del arte, se reducen las posibilidades de entrar en conflicto”.

Al ya no darse esos procesos a manera de intercambio libre y hasta “gratuito”, se fomenta una lógica más individualizada, permeada por el dinero y se vacía el sentido comunitario de compartir, intercambiar saberes y ya no se ven más como ser seres horizontales, reveló.

Actualmente, las políticas culturales basadas en concursos no ayudan a la preservación de estas prácticas pues de acuerdo con Georgina Flores, los concursos sólo generan mucho malestar y división entre las comunidades. “Lo que antes servía para construir una relación comunitaria, ahora es un elemento de competitividad”.

Al preguntarle cómo proteger y conservar las prácticas culturales indígenas, explicó que la respuesta está en las mismas comunidades: “El son jarocho ha llegado hasta nuestros días -resistiendo más de 300 años- porque las comunidades supieron cómo mantenerlo. Yo creo que se ha conservado porque la comunidad purépecha realiza sus eventos culturales no para competir, sino para abrir un espacio de diálogo e intercambio entre culturas. Canciones que, aunque parecen ser del mismo género, tienen narrativas locales distintas”, concluyó.

En el marco de la semana “Los desafíos de las Ciencias Sociales”, organizado por el Consejo Mexicano de Ciencias Sociales (Comecso), Flores Mercado invitó a reflexionar sobre las identidades y a criticar los procesos de patrimonialización.

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