En plena Cuaresma (tiempo de reflexión, según la tradición judeo-cristiana) como para recordar que el espíritu requiere también atención, no sólo el cuerpo, en forma por demás inesperada, este fin de semana estuvo ayuno de futbol en México, en pleno desarrollo del torneo Clausura 2017, uno de los dos en que se divide el año deportivo futbolístico.

La causa de este desaguisado fue algo, en cierta forma, histórico: una rebelión del cuerpo arbitral ante la insatisfacción por los castigos impuestos por la Comisión Disciplinaria de la Federación Mexicana de Futbol (Femexfut) a dos jugadores que en la jornada anterior de la Liga Mx habrían agredido a los silbantes, y que consideraron menor a la que merecían los deportistas agresores de los árbitros Fernando Hernández y Miguel Ángel Flores, respectivamente.

El futbol, en México, al igual que en todo el mundo, es el deporte más popular. Sus inicios datan de, por lo menos, poco más de 100 años. El Guadalajara, América y Pachuca ya rebasaron el centenar de años; el Toluca lo celebra este año.

En su desarrollo, el balompié ha tenido tres etapas claramente definidas en México. Hasta poco más allá de la mitad del siglo pasado, el futbol fue un deporte caracterizado por la entrega total de los jugadores a los colores del equipo donde militaban. Era casi una religión. Los viejos aficionados tenían como regla de oro jamás discutir de política, religión y futbol, porque cada quien se apasionaba en la defensa de su propia querencia de estas tres realidades humanas.

Vulgarmente, cada futbolista dejaba su garra y corazón en las canchas cuando jugaba. No había otra cosa: Defender a su equipo y alzarse con la victoria. No más, pero tampoco no menos.

Como todo en el desarrollo humano, esa visión pronto dio paso a una nueva: el futbol como deporte-espectáculo.

Nuevas generaciones de técnicos y futbolistas dieron ese paso como una forma de agradar más al público asistentes a los encuentros futbolísticos en los estadios del todo el mundo.

Los futbolistas comenzaron a ensayar otras formas de golpear al balón, utilizando las técnicas que se siguen en el billar donde los buenos jugadores realizan verdaderos actos de ilusionismo con el taco y las bolas, en especial en la versión de carambola.

Surgieron excelentes futbolistas que, por fortuna, aún se mantienen y que son una delicia verlos no sólo correr con el balón sobre el césped, sino también realizar las más disímbolas jugadas que, algunas veces, terminan en la red para coronar esos destellos de genialidad futbolera.

Casi a la par de estas bellas estampas que los jugadores muestran en la cancha, también el futbol pasó a ser un excelente negocio para los dueños de los equipos o sus franquicias. Es decir, se mercantilizó el deporte-espectáculo. Surgieron, en consecuencia, los problemas extra e intracancha.

Los dueños de las franquicias exigen respuestas económicas que respalden sus multimillonarias inversiones que cada seis meses realizan en el llamado “Mercado de piernas” donde los intermediarios o representantes de los jugares lleva a cabo transacciones mucho más allá de lo imaginado. Jugadores cuyas cartas se cotizan en varios millones de dólares o euros es lo más común en estos tiempos.

Los Reglamentos que norman esta actividad también han venido sufriendo modificaciones para adecuarse a la nueva visión del deporte-espectáculo comercial.

Un punto clave para redondear el fructífero negocio espectáculo son los árbitros, quienes tienen que impartir justica en el campo deportivo.

Desde siempre, el árbitro es el malo de la película. Lo es para los directivos, entrenadores, jugadores, cronistas deportivos y aficionados. Por lo general, con nadie queda bien. Cumple a la perfección el adagio popular del cohetero: Si truena el cohete, queda mal; si no truena, también.

Muchas voces se han alzado exigiendo que, en el futbol, al igual que ya se estila en otros deportes populares, los Reglamentos arbitrales también tienen que modernizarse para ayudar a equilibrar las decisiones de los nazarenos, cuyo peso mayor está en la apreciación que, de inmediato tienen ante situaciones que son de visión milimétricas y que deben determinar en forma rápida y definitiva. Pese a que cuentan con un auxiliar y dos abanderados, sin embargo, la decisión que, por cierto, es inapelable, depende de él y sólo de él.

Estos problemas se magnifican cuando hay ciertas sospechas de que, en algunos casos (reales o ficticios) el árbitro apoya a uno de los equipos contendientes en la cancha, situación que, a veces, es recurrente con ciertos equipos.

En México, se juegan dos campeonatos simultáneos: La Liga Mx, en la que participan los equipos mayores, y la Copa Mx que es una especie de promoción de jugadores que aspiran a pertenecer al primer cuadro.

Los aficionados han divido sus opiniones en torno a la suspensión temporal de la Liga Mx, con mayor inclinación de la balanza a favorecer la decisión del cuerpo arbitral.

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