Dr. Mercola

Estados Unidos, 8 de agosto de 2023.- Los hurones de patas negras son una de las especies en mayor peligro de extinción del mundo. Estos mamíferos carnívoros viven en las praderas centrales de América del Norte y dependen en gran medida de los perritos de las praderas para alimentarse. Pero con la peste selvática que está acabando con los perritos de las praderas y, de acuerdo con el informe del Servicio de Inspección de Sanidad Animal y Vegetal del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, «una industria agrícola con poca tolerancia a los roedores de madriguera y pastoreo», solo quedan unos 18 individuos en la naturaleza.

El informe menciona que, «gracias a los grandes esfuerzos de científicos federales, estatales y privados, se logró detener la extinción inmediata y se comenzó un esfuerzo de recuperación». Las vacunas son una parte esencial de estos esfuerzos, pero es uno de los «últimos recursos», ya que tampoco están exento de riesgos.

Travis Livieri, biólogo de Prairie Wildlife Research, que trabajó en el informe del Usda, mencionó lo siguiente para The Atlantic: «soy como una máquina para capturar extraterrestres». Su objetivo es atrapar a los cerca de 200 hurones de patas negras que viven en la cuenca de Conata de Dakota del Sur, y vacunarlos contra la peste, pero no se sabe si esto será suficiente para salvar a la especie, además que podría haber consecuencias inesperadas

Vacunas, “casi una señal de desesperación”
Tonie Rocke, científico investigador del Servicio Geológico de Estados Unidos, dijo para The Atlantic que solo hay dos razones que podrían justificar las vacunas en la vida silvestre: «para evitar el contagio a los animales domésticos y humanos de una enfermedad zoonótica y para preservar la especie». Aun así, Jean Tsao, ecologista de enfermedades de la Universidad Estatal de Michigan, menciono que «el hecho de que ya estemos considerando las vacunas es casi una señal de desesperación».

En la actualidad, solo quedan alrededor de 350 hurones de patas negras en la naturaleza. Son solo una de las múltiples víctimas de la destrucción de las praderas para dar paso a la agricultura industrial. Chamois Anderson, representante sénior del Programa Rockies and Plains de Defenders of Wildlife, explicó lo siguiente: «Las praderas del oeste de América del Norte alguna vez albergaron una gran cantidad de vida silvestre, desde impresionadas manadas de bisontes hasta inmensas colonias de perros de las praderas y un número incalculable de aves de pradera, pero en la actualidad las praderas son el ecosistema más amenazado y menos protegido de la Tierra. Con los hurones de patas negras a punto de extinguirse es fundamental mantener las praderas saludables para su supervivencia».

Además de los problemas con el ecosistema, en 2008 la peste selvática mató a dos tercios de las poblaciones de perros de las praderas y hurones en el área. Debido a que es una enfermedad que se transmite por la picadura de pulgas, se comenzaron, y continúan, a tomar medidas para atacar la plaga en las pulgas, con el fin de aumentar las poblaciones de perros de las praderas y de los hurones de patas negras. De acuerdo con Anderson: «Los esfuerzos para prevenir o disminuir los efectos de la plaga ya están dando resultados en la Cuenca de Conata, pero tenemos que asegurarnos de proteger a los perritos de las praderas y los hurones cada verano. Esto requiere usar insecticidas para matar a las pulgas que propagan la plaga en las colonias de perritos de las praderas. Esto también implica atrapar, vacunar y liberar a los hurones durante el censo anual de población en la cuenca de Conata. Y, por último, también continúan los experimentos para vacunar a los perros de la pradera mediante el consumo de un pellet de cebo».

Tratamiento contra pulgas para la vida silvestre
El cebo de grano mezclado con fipronil, un insecticida de amplio espectro que se usa con frecuencia en productos antipulgas para perros domésticos, se utiliza para controlar las pulgas en los perritos de las praderas. Cuando se probó en los perritos de las praderas de cola negra (Btpd) y en hurones de patas negras (BFF) en Dakota del Sur, disminuyeron las pulgas, pero comenzaron a resurgir unos 240 días después del tratamiento. Por lo tanto, los investigadores señalaron que, «cuando sea factible, combinar los tratamientos con insecticidas, como cebos de fipronil, y vacunar a los BFF contra la peste, podría brindar una ‘doble’ protección para estos carnívoros en peligro de extinción».

Sin embargo, el fipronil ya se encuentra en el medio ambiente, donde contamina las vías fluviales y a las especies que las habitan. Se descubrió que la sustancia química podría «deteriorar los arroyos», incluso, en bajas concentraciones. Un estudio del Servicio Geológico de Estados Unidos demostró que el fipronil podría reducir la diversidad de especies y afectar a los insectos acuáticos.

Cuando se aplicó en un mesocosmos acuático, el químico afectó la red alimentaria y provocó una cascada trófica. La organización Beyond Pesticides informó lo siguiente: «Una cascada trófica se presenta cuando una fuente externa, en este caso un pesticida, reduce de forma significativa, cambia el comportamiento o acaba con ciertas poblaciones de plantas y animales, lo que genera diversos efectos que se extienden por toda la cadena alimenticia. En este caso, el fipronil afectó a las poblaciones de insectos raspadores (a veces, conocidos como herbívoros) como los caracoles y otros insectos acuáticos que se alimentan de algas. Esto provoca una proliferación de las poblaciones de algas. Aunque el fipronil no es un fertilizante, podría generar de forma indirecta la proliferación de algas nocivas en los arroyos y vías fluviales de Estados Unidos».

Por lo tanto, agregar más de esta sustancia química en el medio ambiente, si bien podría ayudar a controlar las pulgas, también podría tener consecuencias inesperadas, las cuales deberían considerarse en los esfuerzos de conservación.

Vacuna contra la peste no brinda una protección “apropiada”
La investigación que analizó el efecto de una vacuna oral contra la peste selvática, administrada en cebo, en perros de la pradera no fue alentadora. En una evaluación que abarcó de 2013 a 2017 en el Charles M. Russell National Wildlife Refuge (CMR) en el centro-norte de Montana, los científicos dieron seguimiento a perros de la pradera del grupo de vacunas y de placebo. Los que tenían las vacunas estaban en peores condiciones que los de placebo.

De acuerdo con el estudio, «en general, la tasa de supervivencia fue 0.05 menor en el grupo de vacunas». Esto sucedió a pesar de que cerca del 89% de los perros de las praderas consumieron al menos un cebo con vacunas, y el 40%, tal vez, consumió las vacunas durante varios años antes. El equipo señaló lo siguiente: «Estas tasas bajas de supervivencia en el grupo de vacunas son muy alarmantes, dados los 3 años consecutivos de tratamiento con SPV [vacuna contra la peste selvática] antes de detectar la plaga y donde los antecedentes confirmados de consumo de cebo de SPV señalaron que el 89% de los Btpd del grupo de muestra consumieron, al menos, un cebo y el 40%, tal vez, fue estimulado por haber consumido cebo a través de años».

Debido a que cada cebo cuesta 54 centavos, sin incluir los costos del equipo y la mano de obra para distribuir los cebos, no parece ser una solución rentable, en especial, si se toma en cuenta que no mejoró la supervivencia de los perritos de la pradera. El estudio concluyó lo siguiente: «Para que la SPV pueda ser considerada como un método útil de conservación de los BFF, el tratamiento debería mejorar en gran medida la supervivencia de los PD… Cuando se detectó la peste en nuestros grupos de estudio, la supervivencia de Btpd fue baja, a menudo, <10%, en ambos grupos. Una mortalidad tan alta de Btpd pondría en peligro la supervivencia de la población de BFF. De igual manera, se observó una baja supervivencia de PD en grupos de vacunas en Colorado y Wyoming, lo que señala que este resultado no fue exclusivo de nuestro estudio en Montana. La peste podría continuar propagándose, ya que las pulgas no se controlan con tratamientos SPV, lo que vuelve a los BFF vulnerables a la peste».

El equipo señaló que las «dificultades para administrarla» podrían ser una razón clave del fracaso de la vacuna, lo cual podría explicar por qué los investigadores están probando un método más específico para vacunar. La vacuna contra la peste selvática que se administra a los hurones de patas negras es inyectable. Además de los hurones salvajes de patas negras que reciben la vacuna, los grupos que se liberan para reintegrarse a su hábitat también reciben la vacuna antes de que se les permita mezclarse con el resto.

Hurones en peligro de extinción reciben vacuna experimental anti-Covid
El Centro Nacional de Conservación de Hurones de Patas Negras del Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos (Usfws) en Colorado, es hogar de la mayoría de los hurones de patas negras criados en cautiverio. Después de que los científicos descubrieron que los parientes cercanos de los hurones, como el visón europeo y los hurones domésticos, podrían infectarse con el Sars-CoV-2, decidieron administrarles vacunas experimentales anti-Covid-19.

A pesar de que ningún hurón de patas negras había contraído Covid-19, y el equipo ni siquiera estaba seguro de que se pudieran infectar, los investigadores les aplicaron vacunas anti-Covid-19. En 2021, el Usfws autorizó las vacunas en un grupo pequeño de hurones de patas negras, los cuales produjeron anticuerpos contra el Sars-CoV-2. Después, el equipo administró a dos tercios de los hurones de patas negras en el Centro, una vacuna anti-Covid-19. De acuerdo con The Wildlife Society, «si bien no se han presentado efectos secundarios relacionados con las vacunas en los hurones, los investigadores no vacunaron a un tercio de la población en caso de que surjan efectos a largo plazo». Por otra parte, al igual que en los humanos, los anticuerpos que desarrollaron los hurones podrían disminuir con el tiempo, lo que llevó a los investigadores a sugerir que podrían necesitar una dosis de refuerzo.

Se están promoviendo más vacunas para la vida silvestre
Al día de hoy, ya se han arrojado vacunas contra la rabia dentro de harina de pescado, en grandes áreas de Tennessee, para combatir la enfermedad en los mapaches. Sin embargo, no se sabe qué podría suceder si las mascotas u otros animales salvajes consumen dichas vacunas y esto es solo el principio.

Los científicos están muy interesados en la vacunación de animales salvajes y están trabajando en vacunas para combatir la enfermedad de Lyme en ratones ciervos, la tuberculosis bovina en ciervos de cola blanca, la brucelosis en bisontes y alces y el síndrome de nariz blanca en murciélagos. También se desarrollaron programas de vacunación contra el moquillo canino en tigres, leones, perros salvajes africanos y lobos etíopes.

Pero existen muchos riesgos importantes, como la posibilidad de afectar la inmunidad colectiva o aumentar la virulencia de la enfermedad. Investigadores de la Universidad de Emory en Atlanta señalaron lo siguiente cuando escribieron en Trends in Parasitology: «Las vacunas rara vez brindan una inmunidad total. Si bien, tener algo de protección podría ser mejor que nada, la vacunación deficiente podría generar problemas epidemiológicos, ecológicos y evolutivos. Aunque las vacunas antiinfecciosas y de antitransmisión disminuyen el contagio de parásitos, las vacunas antienfermedades podrían minimizar la inmunidad colectiva, aumentar la virulencia o favorecer la propagación. Estas deficiencias se unen a los obstáculos ecológicos y logísticos que aumentan en la vida silvestre, como el control deficiente y gran variedad de rasgos dentro y entre especies».

Posibles riesgos de las vacunas de autodiseminación
Justo después de la pandemia de Covd-19 los investigadores sugirieron usar vacunas de autodiseminación en la naturaleza, las cuales son vacunas «capaces de propagarse de forma autónoma a través de reservorios de animales salvajes». ¿Qué podría salir mal si se libera una vacuna que se pueda autopropagar en el medio ambiente? No habría vuelta atrás, ni forma de detenerla.

Como señaló el equipo de Trends in Parasitology, la constante transmisión y réplica «podría generar oportunidades considerables para la evolución». Mencionaron lo que sucedió con la vacuna viva contra la poliomielitis, la cual evolucionó y ahora circula en la naturaleza, lo que propaga la enfermedad. También señalaron que las vacunas de autodiseminación podrían llegar a huéspedes no deseados o aumentar la virulencia: «Utilizar un nuevo vector que no se encuentra en el reservorio animal, podría ayudar a evitar la inmunidad existente, pero podría favorecer una evolución desconocida y la virulencia. Además, existe la posibilidad de que el inserto inmunogénico sea cooptado por el vector viral para ampliar su nicho ecológico, al permitir el acceso a nuevos tejidos o incluso huéspedes».

Debido a los grandes riesgos, el equipo sugirió un procedimiento para minimizar las posibles consecuencias, pero después afirmó lo siguiente: «es casi imposible tomar en cuenta todas las sugerencias y prevenir podría dar paso a la conveniencia, si los efectos de los patógenos son graves». En otras palabras, el principio de precaución no sería relevante. Incluso, indicaron que, «la siguiente medida lógica sería desarrollar y probar vacunas transmisibles». Si bien salvar las especies en peligro de extinción y detener la propagación de enfermedades entre la vida silvestre es una causa noble, debemos estar seguros de que la «cura» no sea peor que la enfermedad o que pudiera desencadenar otra catástrofe ambiental.

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