Donovan Schaefer* / IJ Net

Washington, D. C., 14 de febrero de 2024.- En octubre de 2023, casi siete años después de la violenta concentración supremacista blanca Unite the Right en Virginia, Estados Unidos, la estatua del general confederado Robert E. Lee fue retirada. Otros dos importantes símbolos confederados fueron también retirados más tarde: el Monumento a la Confederación en el Cementerio Nacional de Arlington y el Monumento a las Mujeres de la Confederación en Jacksonville, Florida.

Defensores de estos símbolos han argumentado que las estatuas deben permanecer en pie para educar a las generaciones futuras. Uno de ellos es el expresidente Donald Trump, quien, seguramente, será el candidato presidencial del Partido Republicano en 2024.

«Es triste ver cómo la historia y la cultura de nuestro gran país están siendo destrozadas con la retirada de nuestras hermosas estatuas y monumentos», tuiteó Trump en 2017. «¡La belleza que se le está quitando a nuestras ciudades, pueblos y parques se echará mucho de menos y nunca podrá ser reemplazada de manera comparable!»

Pero desde el final de la Guerra Civil, la prensa negra ha contado una historia diferente. A pesar de la escasa financiación y de las amenazas que recibían, estos periódicos representaban las opiniones de los negros estadounidenses y documentaban las faltas de la nación en la consecución de la igualdad racial.

Para muchos de estos autores, las estatuas nunca se diseñaron para contar la verdad sobre la Guerra Civil. Se erigieron, en cambio, para consagrar el mito de la «Causa perdida», la falsa afirmación de que los sureños blancos lucharon noblemente por los derechos de los estados, y no para preservar la esclavitud.

En 1921, por ejemplo, el Chicago Defender publicó un artículo titulado «Arranquen del Sur el espíritu de la Confederación», pidiendo ya entonces la retirada de las estatuas de todo el país porque, decía, «sirven de inspiración al corazón del linchador».

Propaganda de la “Causa perdida”
Durante los últimos años, he estudiado la historia de los monumentos confederados, a través de las cartas y archivos de las organizaciones que hicieron campaña a favor de su construcción. Mis estudiantes y yo también hemos revisado innumerables reacciones a los monumentos publicadas en tiempo real en la prensa negra.

Lo que está claro es que, desde finales del siglo XIX hasta hoy, los monumentos confederados formaron parte de una implacable campaña de propaganda para restaurar la reputación del Sur en ceremonias, desfiles, reuniones y actos del Día de los Caídos.

La inauguración del monumento a Lee en Charlottesville en 1924, hace 100 años en mayo próximo, fue uno de esos actos.

Coincidiendo con una reunión de los Hijos de Veteranos Confederados, los oradores se jactaron en esa ocasión de que estaban eliminando de las escuelas del Sur los libros de texto escritos por norteños y sustituyéndolos por relatos más amigables con la Guerra Civil.

En las semanas previas a la inauguración, miembros del Ku Klux Klan desfilaron por la calle principal de Charlottesville a la luz del día y quemaron cruces en las colinas por la noche.

El maestro de ceremonias de aquella inauguración fue R.T.W. Duke, Jr. hijo de un coronel confederado que también era un orador popular en actos como ese.

Unos años antes, Duke había dejado clara su opinión sobre la Guerra Civil. Dijo a una multitud reunida en un cementerio confederado de Richmond, Virginia, que «seguía creyendo en la rectitud de lo que algunos de los nuestros llaman ahora la ‘rebelión'». Dijo, además, que la esclavitud era correcta y «la emancipación, una violación de la Constitución, un agravio y un robo».

Una prensa crítica
A diferencia de lo que afirman los actuales defensores de los monumentos confederados, un estudio de los periódicos de propiedad negra desde 1870 realizado por mi equipo de investigación, demuestra que las críticas de los periodistas negros a estos monumentos ya habían comenzado a finales del siglo XIX.

El primer monumento confederado verdaderamente nacional fue la estatua de Robert E. Lee en Richmond. Fue inaugurada el 29 de mayo de 1890 ante 150,000 asistentes y provocó una gran alarma entre los comentaristas negros de todo el país.

En un artículo del 31 de mayo de 1890, el editor del Richmond Planet, John Mitchell, Jr., señaló que las banderas y emblemas confederados superaban con creces a las banderas estadounidenses en la inauguración. «Esta glorificación de la Doctrina de los Derechos Estatales, el derecho de ‘secesión’ y el homenaje a hombres que representaron esa causa, fomenta en esta República el espíritu de Rebelión y, al final, resultará en dejar a generaciones no nacidas un legado de traición y sangre», escribió Mitchell.

Mitchell detalló también el entusiasmo de la multitud reunida en Richmond. «Vítores tras vítores resonaban en el aire mientras mujeres hermosas agitaban pañuelos y gritaban para rendir homenaje», escribió. La insistencia del Sur en celebrar a Lee, agregó, «sirve para retrasar su progreso en el país y forja cadenas más pesadas con las que atarse».

Al reimprimir artículos de otras publicaciones negras, el Planet de 1890 creó un verdadero foro de comentarios sobre la estatua de Lee en Richmond, procedentes de todo el país.

Un artículo reeditado del National Home Protector, un periódico negro de Baltimore, también apuntó contra la estatua. «Cuando el desvelamiento del monumento se utiliza como una oportunidad para justificar a la gente del sur en su rebelión contra el gobierno de Estados Unidos y para exhibir la bandera confederada ante los rostros de personas leales de la nación, la ocasión exige una seria reflexión», decía el artículo.

Los editores del periódico acusaron a los sureños blancos de intentar utilizar la glorificación de Lee para resucitar el «cadáver de la rebelión».

Escribir la verdad al poder
Nadie sabe qué dijo el Charlottesville Messenger, de propiedad negra, sobre la inauguración del monumento a Lee en su ciudad en 1924.

Solo existe una copia de un único número. De hecho, una de las pocas cosas que se sabe de él es que, en 1921, el Charlottesville Daily Progress, gestionado por blancos, reprodujo un artículo del Messenger en el que se pedía por los derechos civiles de los negros. El periódico negro se retractó después de recibir amenazas de supremacistas blancos.

Pero sí sabemos lo que decían otros periódicos negros de la época sobre los monumentos confederados: que eran los símbolos de la violenta reacción de los sureños blancos contra la ciudadanía negra.

En 1925, el Pittsburgh Courier criticó la escultura confederada de Stone Mountain, en Georgia, lugar del renacimiento del Ku Klux Klan.

Apuntando de lleno al mito de la Causa perdida, el periódico calificó Stone Mountain de «monumento viviente de la causa a la que los sureños blancos han dedicado sus vidas: la esclavitud humana y el egoísmo del color».

El monumento confederado de la ladera de Stone Mountain sigue en pie a día de hoy.

Contar la verdad sobre la historia de Estados Unidos exige transformar estos monumentos conmemorativos en verdaderos reflejos de las batallas aparentemente interminables que se libraron inicialmente durante la Guerra Civil.

* Profesor asociado de Estudios religiosos en la Universidad de Pensilvania.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation bajo licencia Creative Commons.

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