Polan Lacki*
Cuando cumplí 50 años de ejercicio profesional como ingeniero-agrónomo extensionista he decidido celebrarlo con la siguiente reflexión: ¿qué haría yo si después de cincuenta años, tuviese que empezar todo, otra vez?. Si ello ocurriese yo no atribuiría a los demás/a los otros la culpa por los problemas de los agricultores, no pediría que los demás solucionen sus problemas, no solicitaría que los gobiernos otorguen más créditos o subsidios a nuestros productores rurales; tampoco reivindicaría que los países ricos dejen de concederlos a sus privilegiados agricultores. Adoptaría tal actitud por estar convencido de que, seguir haciendo estos planteamientos equivocados y estériles, significaría perder tiempo y por entender que existen medidas muchísimo más constructivas y urgentes que un extensionista puede y debe adoptar. En reemplazo a todo lo anterior, trataría de desarrollar nuevas capacidades, nuevas competencias y nuevas actitudes en las familias rurales para que ellas mismas adquieran la voluntad y capacidad de resolver sus problemas, sin necesitar de ayudas paternalistas. Con tal fin, haría algo tan sencillo como lo descrito en los próximos ítems:
1) Invitaría a los productores rurales a un diálogo franco y realista en el cual les diría sin rodeos ni medias palabras, lo siguiente: no pierdan tiempo esperando que los gobiernos, actuales o futuros, solucionarán sus problemas, pues tal posibilidad es extremadamente remota; no necesariamente porque los gobernantes no quieran, sino porque no reúnen –y no reunirán en un futuro previsible– las condiciones políticas, operativas ni financieras para hacerlo en pro de todos los productores rurales. En virtud de la crónica debilidad de los servicios oficiales de apoyo al agro, les propondría que adopten la medida radical de empezar a emanciparse de la dependencia del paternalismo gubernamental que es excluyente, ineficaz y, sorprendentemente, prescindible.
2) A efectos de demostrarles que ellos pueden disminuir su dependencia de ayudas externas y que ellos mismos pueden solucionar sus problemas, les diría y demostraría lo siguiente:
a) que, sin quererlo y sin darse cuenta, ellos mismos están cometiendo errores que son los principales causantes de sus problemas económicos y que, como consecuencia, ellos mismos pueden y deben evitarlos, corregirlos y/o eliminarlos; les describiría cuáles son esos errores y les indicaría qué y cómo deben hacer para eliminarlos.
b) para confirmar que las ayudas del paternalismo estatal no son tan imprescindibles como suele afirmarse, les describiría varias alternativas para mejorar los ingresos familiares, que ellos podrían adoptar, sin necesidad de contar con decisiones políticas ni de recursos adicionales a los que ellos ya utilizan, sean propios o de terceros.
3) Les advertiría que, en el marco de los tratados de libre comercio, de la globalización de los mercados y del neoliberalismo, ellos sólo podrán sobrevivir como agricultores o ganaderos si son muy eficientes, pero les añadiría que necesitan ser eficientes no apenas en la producción propiamente tal, sino también en la administración de sus fincas, en el acceso a los insumos y en la comercialización de sus excedentes. Les diría que los agricultores parcialmente eficientes o ineficientes, desafortunadamente no podrán seguir siendo productores rurales y tendrán que dedicarse a alguna otra actividad. Sin embargo, con el fin de que todos los agricultores, inclusive los más pobres, tengan reales oportunidades de seguir siendo productores rurales, les recomendaría iniciar dicha «eficientización», adoptando varias medidas correctivas sencillas, que aún siendo de bajo o cero costo, son mucho más productivas y eficaces en el mejoramiento de la rentabilidad. Les demostraría que, en una primera etapa de tecnificación, pueden volverse más eficientes, aunque no cuenten con animales de alto potencial genético, maquinaria sofisticada ni tecnologías de punta, pues en dicha etapa inicial, estos factores escasos y de alto costo, suelen ser prescindibles. Para demostrarles dicha “prescindibilidad”, les describiría varias medidas que, aún siendo de bajo o cero costo, les permitirían reducir los costos por kilogramo producido y, simultáneamente, mejorar los precios en la comercialización de sus cosechas.
4) Los dejaría conscientes de que en el mundo moderno el éxito económico de los agricultores y ganaderos depende muchísimo más de conocimientos adecuados que de recursos abundantes. Por esta razón, les sugeriría que no pierdan su tiempo protestando en frente al Banco Central, al Banco Rural o al Ministerio de Hacienda, por la sencilla razón de que no es allá donde están las verdaderas causas de la pobreza de los productores rurales. Les propondría que hagan sus protestas frente a nuestro disfuncional y anacrónico sistema de educación rural (escuelas fundamentales rurales, escuelas agrotécnicas, facultades de ciencias agrarias y servicios de extensión rural), porque es allí donde están las causas más profundas del subdesarrollo rural y, consecuentemente, allí deberán ser eliminadas. Les sugeriría que se organicen con sus vecinos, no para mendigar migajas de créditos paternalistas, sino para exigir que estas cuatro instituciones educativas proporcionen a los extensionistas, a los maestros de las escuelas primarias y a las familias rurales, conocimientos útiles, aplicables y eficaces en la corrección de las ineficiencias y, por ende, en la solución de los problemas de los agricultores y de la agricultura. Les insinuaría que den menos oídos a los políticos elocuentes y más a los extensionistas competentes y a los agricultores más eficientes.
5) A efecto de estimularlos a que ellos mismos sean los protagonistas de un desarrollo más endógeno (desde abajo hacia arriba y desde adentro hacia afuera de sus fincas), les enseñaría cómo efectuar los llamados diagnósticos constructivos o pro-activos; es decir, aquellos diagnósticos que buscan identificar las potencialidades y oportunidades de desarrollo existentes en sus fincas y comunidades rurales. Les recomendaría que eviten la mala costumbre de realizar aquellos diagnósticos paralizantes que enfatizan las restricciones existentes en sus fincas, las causas de sus problemas que ellos no puedan eliminar y los problemas que ellos no pueden solucionar. Justificaría este cambio de actitud diciéndoles que estos diagnósticos paralizantes:
i) son inocuos e inútiles porque conducen a proponer «soluciones» que los agricultores sencillamente no pueden adoptar y
ii) ellos sólo sirven para quienes no tienen capacidad técnica para solucionar los problemas económicos de los productores rurales y necesitan tener buenas excusas para ocultar su incapacidad.
6) Iniciaría el proceso de modernización de la agricultura y de la ganadería utilizando plena y racionalmente los recursos productivos que los productores rurales ya utilizan, propios o de terceros. Es decir, empezaría por incrementar el rendimiento y/o la productividad de la mano de obra familiar, de la tierra y de los animales ya disponibles, antes de reivindicar que los gobiernos les proporcionen una mayor cantidad de estos tres factores de producción. Les indicaría que, como regla general, es más conveniente y factible incrementar el rendimiento de una vaca o de una hectárea de tierra que aumentar la cantidad de vacas o de hectáreas. Les diría que sus animales suelen producir poca carne, leche o lana, no necesariamente por falta de animales de alto potencial genético o de tecnologías de alto costo, sino porque están mal alimentados. Les demostraría que los alimentos necesarios para incrementar drásticamente los rendimientos de la ganadería pueden ser producidos en sus propias fincas, a través del aumento cuantitativo y del mejoramiento nutricional de las pasturas y de la autoproducción de raciones balanceadas. Les añadiría que si sus vacas producen 4 litros de leche al día y un ternero a cada 20 meses o si sus hectáreas de tierra rinden 3,500 kilogramos de maíz, 2,400 Kilogramos de trigo, 3,200 kgs de arroz, 900 Kgs de frijoles/porotos o 70 Kgs de carne vacuna por hectárea al año (estos son los rendimientos promedio de la agricultura/ganadería latinoamericana), no les faltan vacas, ni hectáreas adicionales, ni créditos, ni subsidios, ni maquinaria, ni instalaciones sofisticadas; les faltan conocimientos, muchas veces elementales y primarios, para que ellos sepan corregir sus ineficiencias aplicando, de manera correcta, tecnologías de bajo costo, acordes a los recursos que ellos ya disponen.
7) A efecto de que todos los productores rurales, inclusive los más pobres, puedan volverse más eficientes y más productivos, les sugeriría que empiecen la intensificación/modernización productiva adoptando las tecnologías más sencillas/de bajo costo y, recién después de hacerlo, avancen de manera progresiva hacia las innovaciones más complejas y de mayor costo. Les recomendaría que los factores de modernización más caros y escasos (más tierra, más animales, más créditos, más maquinaria) sean complementos en la introducción de innovaciones tecnológicas y no condicionantes para empezarla o que su falta no sea una excusa para no iniciarla. Les demostraría que, a través de esta gradualidad, el más pobre de los agricultores puede empezar a solucionar, por etapas, sus problemas, sin necesidad de contar con altas decisiones políticas, créditos, insumos de alto rendimiento e inversiones de alto costo. Porque, a través de esta estrategia de gradualidad que consiste en partir de lo posible para llegar a lo deseable, la primera etapa de tecnificación permite generar dentro de sus propias fincas los recursos necesarios para financiar la segunda etapa, y así sucesivamente. Les indicaría que esta gradualidad contribuiría a romper la inercia de los agricultores más conservadores, porque eliminaría el seudomotivo (falta de ayuda gubernamental) que supuestamente les «impediría» asumir como suya la iniciativa de empezar a corregir sus ineficiencias y de solucionar sus problemas. Les demostraría que, en muchos casos, los «motivos» que los productores rurales creen que les «impiden» desarrollarse son más ficticios o imaginarios que reales.
8) Les recomendaría que huyan de los monocultivos y saquen provecho de las extraordinarias ventajas de diversificar la producción agrícola e integrarla con la producción pecuaria también diversificada, de modo que exista una especie de simbiosis, sinergia y complementación entre ambas. Les diría que una finca adecuadamente diversificada puede desempeñar el papel de «supermercado» que alimenta la familia, de «banco de crédito rural», de «compañía de seguros» y de «agencia de empleos», porque genera alimentos para la familia y para los animales, ingresos, insumos y ocupación productiva para todos los miembros de la familia durante los 365 días del año. Les diría que la diversificación productiva es la mejor «vacuna» contra la dependencia del paternalismo estatal y contra incertidumbres y vulnerabilidades de clima, de mercado, de plagas y de enfermedades. Les advertiría que el monocultivo los vuelve, excesiva e innecesariamente, dependientes del crédito rural, porque suele proporcionarles apenas una o dos cosechas (e ingresos) al año, mientras que sus gastos, productivos y familiares, ocurren durante todos los 365 días del año. Les insinuaría que si el crédito rural fuese tan eficaz como suele afirmarse, no tendríamos tantos agricultores tan fuertemente endeudados. A los productores que utilizan/disponen de una superficie de tierra muy limitada los capacitaría para que puedan reemplazar los cultivos que son consumidos por los pobres (maíz, arroz, porotos/frijoles, trigo, camote, yuca, etc.) por otros más sofisticados y de mayor densidad económica que son consumidos por los ricos (productos orgánicos sin utilización de agroquímicos, fresas/frutillas, higos, melones, granadillas, pitahayas, espárragos, brócolis, alcachofas, berenjenas, flores, plantas aromáticas, medicinales y ornamentales, plantones de frutales, miel de abejas, crianza de peces, etc.) que les permitan obtener más dinero por metro cuadrado de tierra o por animal.
9) Estimularía la inmediata y progresiva formación de grupos asociativos para facilitar y hacer factible la solución de aquellos problemas que ellos no pueden o no les conviene, solucionar en forma individual, como por ejemplo: las inversiones de mayor costo y reducción de los eslabones de las cadenas de intermediación en la adquisición de los insumos y comercialización de sus cosechas. Les sugeriría que no sigan cometiendo el siguiente «suicidio económico» que está tan generalizado en nuestra empobrecida agricultura:
a) vender los ingredientes que ellos producen en sus fincas (maíz, soya, sorgo, alfalfa) al primer eslabón de la cadena de intermediación, con cero de valor agregado, y… algunas semanas después b) adquirir las raciones balanceadas, que fueron fabricadas con los mismos ingredientes que fueron cosechados en sus propias fincas, pero ahora comprarlas con alto valor agregado y del último eslabón de intermediación. Les diría que si siguen practicando este individualismo autodestructivo serán cada vez más vulnerables a la acción de expropiación de las multinacionales que fabrican dichas raciones y de los intermediarios que las comercializan. Porque seguirán, innecesariamente, pagando los fletes, impuestos y peajes para transportar las materias primas desde sus fincas hasta las lejanas fábricas de raciones y desde éstas hasta sus fincas en las cuales ellas fueron producidas; todo pagado con el sudor, individualismo e ingenuidad de los productores rurales. En resumen, les sugeriría que no vendan maíz, sorgo, alfalfa y soya al primer intermediario y sí que transformen estas «commodities» en raciones balanceadas y con ellas alimenten a sus vacas lecheras, cerdos y pollos para que produzcan leche y carnes a las cuales los agricultores, a través de sus cooperativas, incorporen valor agregado y las comercialicen con menor intermediación.
¿Cómo hacerlo? El cómo llevar a la práctica esta estrategia emancipadora del paternalismo gubernamental está descrito en los textos, todos gratuitos, disponibles en las siguientes páginas web: http://www.polanlacki.com.br y www.polanlacki.com.br/agroesp. En esta segunda página está disponible “El verdadero libro de los pobres rurales” .
* Polan Lacki es ingeniero agrónomo con reconocimiento universal.
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