Washington, D. C., 10 febrero 2022.- El fútbol americano estará en la mente y los televisores de millones de personas el próximo 13 de febrero, cuando comience el 56 º partido de campeonato del Super Bowl, o Super Tazón como lo llaman algunos en español. Este año, los Bengals de Cincinnati se enfrentarán a los Rams de Los Ángeles en el estadio de los Rams, en el sur de California.
Aunque se trata de un gran acontecimiento deportivo con un pasado histórico, el Super Bowl es también prácticamente una fiesta cultural. En Estados Unidos, incluso aquellos que no tienen ningún interés en el partido puede que sean invitados a verlo con la familia o los amigos. Se reunirán en una casa, o quizá en un restaurante o bar deportivo, para ver el partido mientras comen “comidas de picar”, como alitas de pollo untadas en una salsa picante, sándwiches en miniatura “sliders” y muchas patatas fritas y salsas hechas con varios quesos, cremas y condimentos.
“Estoy muy emocionado de ver la energía que hay en toda mi ciudad”, dice Chez Chesak, de 51 años, un “gran” aficionado de Cincinnati al fútbol americano. “Todo está iluminado de naranja”, el color del equipo de los Bengals. “Hasta el alcalde ha ido por ahí repartiendo balones firmados por el entrenador”.
Los Rams de Los Ángeles han jugado en cuatro Super Bowls. El más reciente fue el que perdieron en 2019, pero antes lo ganaron en el año 2000. Los Bengals, por su parte, nunca han ganado un Super Bowl, y este año, el hecho de que llegaran al partido del campeonato dio a la ciudad del medio oeste, de 309,000 habitantes, una razón para celebrar.
¿Por qué? Hacía 31 años que los Bengals no ganaban un solo partido de finales, y mucho menos los tres partidos de finales que necesitaban ganar para llegar al Super Bowl. Los locutores deportivos han llamado al ascenso de los Bengals “un cuento de hadas”.
“La ciudad está fuera de sí”, dice Chesak.
Lo importante del juego
El fútbol americano, que no debe confundirse con lo que se conoce en Estados Unidos como “soccer”, es un juego intensamente físico en el que cada jugador lleva un equipo de protección y trabaja con sus compañeros para llevar a cabo complicadas jugadas. El reglamento de la Liga Nacional de Fútbol cuenta con 73 páginas de reglas, pero la idea general es que un equipo en la ofensiva pase o corra con el balón ovalado hasta el extremo de un campo de 100 yardas de largo (unos 90 metros) para marcar una anotación (touchdown) o un “gol de campo”.
El equipo a la defensiva intenta detener ese movimiento derribando a la persona con el balón o interceptando un pase. Hay “primeras oportunidades” (first downs), “castigos” (penalties), “derribos al mariscal de campo” (sacks) y “balones sueltos” (fumbles) que pueden cambiar el curso del partido en un instante, y ese elemento de sorpresa ayuda a explicar el atractivo de este deporte.
El fútbol americano se juega ahora en países como China, Brasil, Austria y Alemania, donde 45,000 personas juegan en unos 450 equipos, según la Fundación de Entrenadores de Fútbol Americano.
Pero este deporte tiene un atractivo especial para estadounidenses como Chesak, que creció como “un niño problemático” en Massachusetts, a unos 65 kilómetros al noroeste de Boston. Chesak dice que tenía sobrepeso y no tenía rumbo hasta que probó en el equipo de su escuela secundaria. El juego le dio la disciplina y el carácter que, según él, necesitaba para vivir una vida con propósito. Con el tiempo, se convirtió en el capitán del equipo de su escuela. “Me enamoré de este deporte”, dice Chesak. “No es ninguna broma decir que probablemente me salvó la vida”.
Vive en Cincinnati, así que uno podría pensar que el equipo de los Bengals es su favorito.
“No”, dice. “Soy fan de los Patriots [de Nueva Inglaterra]”. Como tiene amigos que son fans de los Bengals, piensa ver el Super Bowl con ellos… y darles buena suerte.
El autor de este artículo es el redactor independiente Tim Neville.
