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viernes, abril 19, 2024

La canción de Norma

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Vagar nocturno entre los engendros mentales;

asolada existencia, muerte adelantada

apenas vislumbrado el primer liniero de estrellas.

Trémula enfrenté la secuencial alucinación,

persigo el estruendo para evadir la soledad,

son parcas mis fuerzas para alcanzar la libertad

—los peces nunca nadan en solitario—.

No soy banal hija asumida en zigzagueante veracidad

ni una muñeca a estrujar, vilipendiada,

arrumbable cuando ya entregó todo de sí

y el hastío consumió la belleza alguna vez imposible.

Nadie preguntó lo que a mí me saciaba.

Soy un vientre desesperadamente infértil,

fragilidad velada con la actitud retozona.

¿Alguien escuchará junto a mi piano blanco?

“Me siento vacía —No quiero estar sola—.

Soy una estrella dorada. Soy vulnerable.”

Sin rutina. Algunas veces pueril, otras mordaz

en el espacio prohibido: ingenua y sofisticada;

desesperadamente mujer, halagada, despreciada;

no soy un bicho raro al cual pisar y enterrar.

¿Alguien escuchará junto a mi piano blanco?

“Me siento vacía —No quiero estar sola—.

Soy una estrella plateada. Soy vulnerable.”

Llegarán unas rosas rojas al recuerdo,

luego en su ausencia una blanca semanal,

después ni una, al final del sosiego

en donde descansará la muñeca

que alguna vez canturreara:

“Me siento vacía —No quiero estar sola—.

Soy una estrella apagada. Aún soy vulnerable.”

Si empezara nuevamente ¿los monstruos

serían diferentes?

¿Sería otra vez un pez dorado o plateado

y al final: solitario?

¿Sería Norma otra vez?

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