¡Así se escribe la historia!

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Ciudad de México, 24 de febrero de 2019.- La indígena zapoteca oaxaqueña Yalitza Aparicio no logró alzarse, esta noche, con el prestigioso premio a mejor actriz de la renombrada Academia Cinematográfica de Hollywood, aunque sí gozó las mieles compartida de estar entre las protagonistas de la mejor película extranjera y mejor fotografía. Esto ya es bastante para ella y lo que representó en esta histórica premiación internacional.

De haberlo logrado, tal vez, algo similar sólo habría ocurrido hace 27 años cuando la maya k’ché guatemalteca Rigoberta Menchú, ganó el Nobel de la Paz en 1992. El galardón se lo obsequió la Academia Sueca por las luchas que realizaba en favor de las comunidades indígenas de la nación chapina.

A mediados del siglo pasado existió una interesante revista internacional, denominada “Protagonistas de la Historia”. En sus páginas se leía a los personajes de la historia de la humanidad que habían dado gloria y esplendor a los pueblos. Había de todo tipo: historiadores, poetas, escritores, políticos y representantes de toda la gama del conocimiento y el saber humanos.

De existir todavía esa revista, indiscutiblemente que allí estaría el nombre de Yalitza. Tal sería el valor de su trascendencia universal.

Más allá de estos hechos, que rayan casi en lo anecdótico, lo cierto es que Yalitza es el más claro ejemplo de la nueva axiología que los organismos internacionales están imponiendo en el mundo, como preámbulo de lo que será el nuevo orden mundial.

Yalitza simboliza el summum de la lucha de la mujer por su reconocimiento en todos los niveles, más allá de la simple batalla sexista que realizan algunos grupos extremos de mujeres urbanas que, en su máxima connotación social y política marchan sobre las principales avenidas urbanas.

Ella fue más allá. Es el rescate del valor femenino, de la mujer como tal en sus diversas aportaciones al mundo moderno; también es la lucha de la mujer indígena en su búsqueda de su reconocimiento universal, como mujer y como indígena, centenariamente olvidos ambos valores.

Pero, igualmente, es el reconocimiento a un quehacer cotidiano y tradicional de la mujer: ser trabajadora del hogar. Labor que milenariamente realiza, como su contraparte: el hombre, lo hizo con la cacería, ambos trabajos sin el pago económico ni social, sino sólo como propios del desarrollo humano.

Ser trabajadora doméstica socialmente carece de reconocimiento en muchos países todavía. Es una de las labores que se ubican en lo más bajo de la escala social y, a veces, en lo económico.

Esos son los valores que enarbola en su persona Yalitza. Quien, aunque no recibió el premio por mejor actriz, el simple hecho de escribir su nombre entre las nominadas fue más que suficiente para hacer camino en la historia, dar testimonio universal que los indígenas y el trabajo doméstico de la mujer sí existen.

Ahora ya lo sabe Hollywood y, en consecuencia, lo sabe todo el mundo. Y lo reconoce.

¡Felicidades, Yalitza!.

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