Los fantasmas en Padilla

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Municipio de Padilla, Tamaulipas.

En la Introducción correspondiente al Municipio de Padilla (Tamaulipas) queda: “La Villa Padilla, fundada por José de Escandón el 6 de enero de 1749, en la margen derecha del rio Purificación, bajo la advocación de San Antonio de Padua, fue conocida en la Colonia con el nombre de San Antonio de Padilla, en honor de doña María Padilla, esposa del virrey Conde de Revillagigedo.

          Se fundó la Villa con 41 pobladores, provenientes de Rio Blanco, Linares e Hidalgo, mismos que se dedicaron básicamente a la ganadería, agricultura y a la pesca.

          Del 5 de julio de 1824 a fines de enero de 1825, fue capital del Estado, habiéndose instalado en ellas el primer Congreso Constituyente en julio de 1824…”

          La hoy presa Vicente Guerrero (o “Las Adjuntas”) ―1970― cubre la antigua Villa para contener las crecidas de los ríos Purificación y Corona; con sus arroyos Pilón, San Carlos, San Marcos, Santa Rosa, Sarnoso y Grande.

Inicia la biografía del emperador de los franceses realizada por Jacques Bainville (Editorial Porrúa, S. A., colección “Sepan cuántos…”, 1994, con traducción de Manuel Alemán y De la Sota) con “Napoleón o el hombre del mundo”, texto de Ralph Waldo Emerson: “Entre los personajes eminentes del siglo XIX, Bonaparte es, con mucho, el mejor conocido y el más poderosos, y debe su predominio a la fidelidad con que expresa el tono del pensamiento, de la fe y de los ideales de las masas de hombres activos y cultos. Según la teoría de Swedenborg, cada uno de los órganos se compone de partículas homogéneas, o, como se ha expresado algunas veces, cada todo está compuesto de semejantes; es decir que los pulmones se componen de pulmones infinitamente pequeños, el hígado de hígados infinitamente pequeños, el riñón de riñoncillos, etc(étera). Siguiendo esta analogía, si se observa que un hombre contiene en sí el poder y los sentimientos de gran número de hombres, si Napoleón es Francia, si Napoleón es Europa, es porque los hombres a quienes gobierna son pequeños Napoleones.”

“Hemos seguido, desde la fundación de la primera misión franciscana, en 1524, la trayectoria del sentimiento carismático en Nueva España y sus metamorfosis. Ese sentimiento está presente, sobre todo, alrededor de la figura de Morelos (después de la de Hidalgo), al que aureola. Pero con Iturbide, llamado a su vez ‹‹padre de la Patria››, ‹‹hombre de Dios›› y, lo que es más interesante, ‹‹estrella del septentrión››, aparece un fenómeno nuevo. Esta ‹‹estrella polar››, que recuerda directamente a la Virgen de Guadalupe (estrella del Norte de México), es por vez primera en la historia de lo que había dejado de ser Nueva España, un general. Sin duda, Hidalgo se había hecho llamar ‹‹generalísimo›› y Morelos había sido un gran militar, pero uno y otro eran inalienablemente sacerdotes. Iturbide, por el contrario, había adoptado el estado militar a la edad de dieciséis años y nunca lo había dejado. Iturbide fue calificado de ‹‹nuevo Josué››, como antes Cortés por Mendieta.”[1]

“El libertador de México vió la primera luz en la ciudad de Valadolid (Valladolid), que dos y medio siglos antes había sido fundada por uno de sus antepasados Don Juan de Villaseñor de Orozco, antepasado también del párroco de Dolores Don Miguel Hidalgo y Costilla. El niño Agustín nació en la casa que aún se conserva en el mismo estado que entonces, el 27 de Septiembre de 1783, del matrimonio de Don Joaquín de Iturbide y Arregui y de Doña María Josefa Arámburu Carrillo y Villaseñor…  El año de 1805, se enlazó con Doña Ana María Huarte, de una familia notable, y al poco tiempo marchó con su Cuerpo al Cantón que en Jalapa formó el virrey Iturrigaray. Allí oyó por primera vez hablar de independencia, aunque por entonces la idea no hizo mella en su espíritu. Vuelto a Morelia (sic) —en realidad Valladolid— fué invitado por García Obeso, el padre Santa María y Michelena á tomar parte en la conspiración que allí se tramaba; pero se negó á ello á causa de que no creyó formal aquel intento y de que por entonces estaba dedicado á negocios que debían aumentar su capital. Tuvo sin embargo noticias de todos los pasos y combinaciones de los conspiradores y aun por un momento las autoridades lo creyeron modado en la trama, como lo demuestra el hecho de que fuera llamado á declarar y diera los nombres de las personas á quienes había visto reunirse, sin decir, sin embargo, para qué se reunían. Don Miguel Hidalgo, invocando las relaciones de parentesco que entre ambos existían y ofreciéndole un alto puesto militar, también lo invitó á unirse á los que iban á pelear por la independencia, pero Don Agustín se negó una vez más.” (Sic)[2]

“Fué concertada una insurrección simultánea por todo el reino, pero se frustró por un accidente. Un cura de Dolores, llamado Hidalgo, era el jefe de Ia conspiración en Guanajuato, una de las más ricas y más bellas provincias de México.

“Descubrió su plan a Iturbide, que era joven entonces; pero le pareció que ofrecía poca esperanza do suceso y rehusó apoyarlo. Hidalgo y sus indisciplinados secuaces atravesaron diferentes provincias y por cada una dejaban señalado su paso con robos y sangre. El, al fin, fué destruido; pero sus esfuerzos han excitado muchos imitadores, y por nueve ó diez años las provincias fueron acosadas y La industria interrumpida por una sucesión de ignorantes aventureros, cuyo único objeto era adquirir riquezas por el robo y una bárbara preeminencia por cruel carnicería.”[3]

Don Agustín de Iturbide expresa de sí mismo y las circunstancias: “En el año de 10 era yo un simple subalterno; hizo su explosión Ia revolución proyectada por D. Miguel Hidalgo, cura de Dolores, quien me ofreció Ia faja de teniente general. La propuesta era seductora para un joven sin experiencia y en Ia edad de ambicionar; Ia desprecié, sin embargo, porque me persuadí á que los planes del cura estaban mal concebidos, ni podían producir más que desorden, sangre y destrucción, y sin que el objeto que se proponía llegara jamás a verificarse. El tiempo demostró Ia certeza de mis predicciones. Hidalgo y los que le sucedieron, siguiendo su ejemplo, desolaron el país, destruyeron las fortunas, radicaron el odio entre europeos y americanos, sacrificaron millares de víctimas, obstruyeron las fuentes de las riquezas, desorganizaron el ejército, aniquilaron Ia industria, hicieron de peor condición Ia suerte de los americanos, excitando Ia vigilancia de los españoles, á vista del peligro que les amenazaba, corrompieron las costumbre y, lejos de conseguir Ia independencia, aumentaron los obstáculos que á ella se oponían.”[4]

“Su estatura aproximada es de cinco pies y diez u once pulgadas. Su rostro es ovalado y muy buenos sus rasgos fisonómicos con excepción de los ojos que constantemente esquiva o mantiene bajos. Su cabello es castaño con patillas rojas y su cutis blanco y encendido, más semejante al de un alemán que al de los españoles… De trato agradable y simpático, y gracias a su prodigalidad desmedida, ha atraído a los jefes, oficiales y soldados a su persona, y mientras disponga de los medios para pagarles y recompensarles, se sostendrá en el trono. Cuando le falten tales medios, lo arrojarán de él. Es una máxima de la historia que un gobierno que no está fundado en la opinión pública, no puede existir sin amplios recursos para pagar a la soldadesca y para mantener a sus pensionados y partidarios.”[5]

“No es La causa del general Iturbide Ia que exhibo á la faz del público, sino Ia de Ia nación entera. Su honor está altamente comprometido, por los acontecimientos ruidosos que causó en el Nuevo Mundo el genio singular que fijara los destinos de Anáhuac. Las épocas memorables han nacido en el señalado mes de Septiembre, y en algunas de las más célebres ha intervenido el caudillo de Iguala. Celoso yo por las glorias dc mi patria, no aspiro á otra cosa más que á presentar a este gran móvil, tal como fué, y no como se quiere que haya sido.”[6]

“…Y para danos una idea de la cantidad de cartas[7] enviadas por Iturbide a Guerrero en este trascendental paso lapso de la historia mexicana, en el momento mismo de su fundación como Estado independiente, vale la pena dar noticia, a manera de ejemplo, de la relación de cartas y notas autógrafas e inéditas dirigidas por don Agustín de Iturbide a Vicente Guerrero que se encuentran recogidas en el tomo dos… correspondiente del 1 de mayo al 30 de junio del año 1821. (aquí enlista lugar y fecha de las mismas)… En este contexto adquiere pleno sentido y valor la carta del 26 de noviembre del año anterior localizada en Teloloapan, así como su autenticidad, como manifestación de las primeras intenciones y contactos entre quienes poco después sabrían unirse para consumar en forma casi pacífica la independencia de la Nueva España y dar vida al México independiente”[8]

Teloloapan Noviembre 26 de 1820

Sr. Gral. D.

                        Vicente Guerrero,

Exmo. Sr.

Recibí la atenta nota de Vd. de fecha 22 dl presente mes y por ella veo qe. no está Vd. Dispuesto á deponer las armas y sí a continuar la campaña qe. Inició el cura Hidalgo.

Ojalá, qe. pasados otros días, uno ú otro quede convencido de la justa causa que nos conduce á batirnos en los campos de batalla.

A vuelta de correo sabré lo qe. Vd. Piensa sobre el particular.

Dios gue. A Vd. ms. as.

                        Agustín de Iturbide[9]

 

(Última carta de Agustín de Iturbide previa al encuentro de Acatempan.)

Amigo querido:

Aunque estoy seguro (decía el señor Iturbide al señor Guerrero) de que vd. no dudará un momento de la firmeza de mi palabra, porque nunca di motivo para ello, pero el portador de ésta D. Antonio Mier y Villagómez la garantizará á satisfacción de Vd., por si hubiese quien intente infundirle la menor desconfianza.

 Al haber recibido antes la citada de vd., y á haber estado en comunicación, se habría evitado el sensibilísimo encuentro que Vd. tuvo con el teniente coronel D. Francisco Antonio Berdejo el 27 de diciembre, porque la pérdida de una y otra parte lo ha sido como Vd. escribe á otro intento á dicho gefe, pérdida para nuestro país. Dios permita que haya sido la última.

 Si Vd. ha recibido otra carta que con fecha de 16 le dirigí desde Cunacanotepec, acompañándole otra de un americano de México cuyo testimonio no debe serle sospechoso (es decir, el licenciado Carlos María de Bustamante), no debe dudar que ninguno en la Nueva España es más interesado en la felicidad de ella, ni la desea con mas ardor, que su muy afecto amigo que ansía comprobar con obras esta verdad, y S. M.

 Agustín de Iturbide. —Sr. D. Vicente Guerrero.[10]

 

El Plan de Iguala y un manto imperial.

“…Esta misma voz que resonó en el pueblo de los Dolores, el año de 1810, y que tantas desgracias originó al bello país de las delicias por el desorden, el abandono y otra multitud de vicios, fijó también la opinión pública de que la unión general entre europeos y americanos, indios e indígenas, es la única base sólida en que puede descansar nuestra común felicidad. ¿Y quién pondrá en duda en que después de la experiencia horrorosa de tantos desastres, no haya uno siquiera que deje de prestarse a la unión para conseguir tanto bien? Españoles europeos: vuestra patria es la América, porque en ella vivís; en ella tenéis a vuestras amadas mujeres, a vuestros tiernos hijos, vuestras haciendas, comercio y bienes. Americanos: ¿quién de vosotros puede decir que no desciende de español? Ved la cadena dulcísima que nos une: añadid los otros lazos de la amistad, la dependencia de intereses, la educación e idioma y la conformidad de sentimientos, y veréis son tan estrechos y tan poderosos, que la felicidad común del reino es necesario la hagan todos reunidos en una sola opinión y en una sola voz.

(Aquí enlista veintitrés puntos de acuerdo)

“… Americanos: He aquí el establecimiento y la creación de un nuevo imperio. He aquí lo que ha jurado el ejército de las Tres Garantías, cuya voz lleva el que tiene el honor de dirigírosla. He aquí el objeto para cuya cooperación os incita. No os pide otra cosa que la que vosotros mismos debéis pedir y apetecer: unión, fraternidad, orden, quietud interior, vigilancia y horror a cualquier movimiento turbulento. Estos guerreros no quieren otra cosa que la felicidad común. Uníos con su valor, para llevar adelante una empresa que por todos aspectos (si no es por la pequeña parte que en ella ha tenido) debo llamar heroica. No teniendo enemigos que batir, confiemos en el Dios de los ejércitos, que lo es también de la Paz, que cuantos componemos este cuerpo de fuerzas combinadas de europeos y americanos, de disidentes y realistas, seremos unos meros protectores, unos simples espectadores de la obra grande que hoy ha trazado, y que retocarán y perfeccionarán los padres de la patria. Asombrad a las naciones de la culta Europa; vean que la América Septentrional se emancipó sin derramar una sola gota de sangre. En el transporte de vuestro júbilo decid: ¡Viva la religión santa que profesamos! ¡Viva la América Septentrional, independiente de todas las naciones del globo! ¡Viva la unión que hizo nuestra felicidad!

Iguala, 24 de febrero de 1821. Agustín Iturbide”  [11]

“Llevado de esta idea he acumulado todos los documentos relativos a esclarecer los hechos que pudieran revocarse en duda. Por ellos vemos al señor Iturbide en continua lucha con los primeros patriotas, y que su desafecto hacia ellos permanece hasta el lustro en que terminó sus días; pero que la persecución sangrienta solo dura el tiempo de la fascinación; es decir, antes que se generalizaran las perfidias del gobierno español, manifestadas en las discusiones de las Cortes.”[12]

“Un plan parecido al de Iguala en muchos respectos figuraba entre los que se discutían abiertamente en España antes de la partida de O’Donojú. Era el controvertido plan de Aranda de 1783, que preconizaba el establecimiento de tres monarcas españoles en el Nuevo Mundo, ligadas a la Madre Patria por lazos familiares mediante la ocupación de los tres nuevos tronos por príncipes también españoles.”[13]

 

Tratados de Córdoba, celebrados en la Villa de Córdova el 24 de agosto de 1821, entre don Juan O´Donojú, teniente general de los ejércitos de España, y don Agustín de Iturbide, primer jefe del ejército imperial mexicano de las tres garantías.

  1. Esta América se reconocerá por Nación soberana e independiente, y se llamará en lo sucesivo Imperio Mexicano.
  2. El gobierno del Imperio será monárquico constitucional moderado.
  3. Será llamado a reinar en el Imperio Mexicano (previo el juramento que designa el art[ículo] 4o del Plan) en primer lugar el Sr. D. Fernando VII, Rey Católico de España, y por su renuncia o no admisión, su hermano el Serenísimo Señor Infante D. Carlos; por su renuncia o no admisión el Serenísimo Señor Infante D. Francisco de Paula; por su renuncia o no admisión el Serenísimo Señor D. Carlos Luis, infante de España, antes heredero de Etruria, hoy de Luca, y por renuncia o no admisión de este, el que las Cortes del Imperio designaren.
  4. El emperador fijara su Corte en México que será la capital del Imperio.

(Testimonian y firman: Es copia fiel de su original. José Domínguez; Es copia fiel de la original, que queda en esta Comandancia General. José Joaquín de Herrera; Como ayudante secretario, Tomas Illañes. Méx[ico].)

En su trabajo sobre la obra y vida de Maximiliano, Enrique Krauze retoma dos párrafos de “Apuntes para escribir la historia de los proyectos de Monarquía en México (1868), de José Manuel Hidalgo, en el segundo de ellos: “La cuestión del candidato no dejaba de presentar sus dificultades. Elegir un príncipe de alguna de las naciones interventoras habría sido impolíticas: esto saltaba a la vista. Lo más natural, lo más cuerdo, lo más acertado, era volver la vista atrás y recordar el plan de Iguala proclamado por Iturbide, en el que se llamaba al trono de México, entre otros, a un archiduque de la casa de Austria… El nombre de Maximiliano se presentaba naturalmente en esta coyuntura, atento a que había adquirido cierta popularidad en Europa por sus ideas de progreso y por sus tendencias durante el tiempo que gobernó la Lombardía y la Venecia.”[14]

“EL escritor de ellas, general Iturbide, es ahora de cosa de cuarenta años: su cuerpo regular, bien proporcionado; y por su experiencia militar, capaz de sufrir trabajos y privaciones. Su semblante afable, y sus maneras sencillas y francas. Es imposible conocerle sin sentirse arrastrado hacia él. Por una buena fortuna que no es común en Sur América, su educación fué atendida desde su primera edad. Está versado en la literatura clásica, y su ordinaria conversación está marcada con una peculiar concisión y fuerza de expresión, cuando ocupado con algún objeto de importancia, su lenguaje se eleva á una elocuencia natural y llega á ser afluente, gracioso e imponente.

“Su entendimiento es de un profundo y noble orden, y por su previsión, comprensión y feliz perspicacia, admirablemente adaptado para Ia organización de un país naciente. Sus talentos como soldado y su constante buen éxito en el campo, lo han hecho el Ídolo del ejército…”[15]

“Tenemos que considerar un hecho incuestionable: Agustín de Iturbide va a conseguir la anhelada independencia de España, va a proponer un modelo constitucional, que, aunque imperfecto, traía importantes aportaciones, que hemos mencionado líneas atrás; ahora bien, aunque posteriormente desbarró en los hechos del ejercicio diario del poder, traicionando los propios principios enunciados en el Plan de Iguala, no por eso tenemos que dejar de reconocerle que él cerró el antiguo régimen de la Nueva España y abrió al México independiente la ruta para llegar a ser un Estado liberal y democrático de derecho. De nuevo, a pesar de todos los defectos e imperfecciones que se quieran, éste fue el inicio del caminar de nuestra nación. Por las razones expuestas, es que nos hemos permitir (permitido) calificar al Plan de Iguala como ‘el origen del Estado mexicano’.”[16]

“No fué Iturbide el que más hizo gemir a la humanidad…

Yo provoco, por el contrario, á los primeros, para que me acrediten más valor, más entereza, más denuedo que el que mostró Iturbide en sus acciones militares. Negrete es el que apenas puede asemejársele en esto; pero cuán distante el uno del otro en cuanto á bondad y buena fe, Iturbide ha sabido perdonar; Negrete, nunca…”[17]

 “¿Y cuándo hizo Iturbide estremecer a los déspotas con el grito de Iguala? Cuando no tuvo más apoyo seguro que el del invencible general Vicente Guerrero. Estos dos se presentaron a Ia palestra á combatir con el poder colosal de un gobierno sistemado, engreído por haber hecho desaparecer a más de las tres cuartas partes de los antiguos patriotas, abundante en recursos, con tropas de línea tres veces superiores.”[18]

“Ellos han dicho que nada se le tiene que agradecer a Iturbide, pues lo mismo que él hizo podía haber ejecutado otro alguno. Si esto es así, la nación mexicana resulta agraviada pues siendo tan asequible la independencia, se da á entender que los demás no lo hicieron por desafecto o apatía en razón de que sólo por esto se omite una operación sencilla. Han dicho también que estaba en combinación con el Virrey, y mas que Ia resista la sana critica, quiero concederlo, sólo para sacar estas consecuencias.

“Dícese que un puñado de léperos lo hizo emperador: esto quiere decir, ó que toda la nación es ese miserable puñado, ó que á este resto despreciable sucumbió una nación extensa, heroica y magnánima. No sé cuál de los dos conceptos sea más insultante y denigrativo. A Iturbide se le ha pintado como el más inmoral, flagicioso, implo, cruel, hipócrita, pérfido é inhumano. ¿Y con qué objeto? Con el de suponer á los mexicanos cuales bárbaros que fiaran sus destinos á un perverso tal.

“El partido que ataca á Iturbide aun en el sepulcro, no es el que detesta las monarquías, ni el que odia á los opresores…”[19]

“Los espíritus estaban así dispuestos, cuando en 1821 el general D. Agustín de Iturbide formó su plan de Iguala é hizo su tratado de Córdova, que fueron los puntos de reunión para consumar la independencia. Si en el tiempo en que esto se verifico, la casa reinante de España se hubiera aprovechado de aquella ocasión para colocar su dinastía en México, como lo había aconsejado ahora medio siglo el conde de Aranda á Carlos III, es claro que en el día tendríamos en México una monarquía, los esfuerzos de los republicanos hubieran sido inútiles, y la nación solemnemente comprometida no hubiera podido oponerse á la ejecución de una de las primeras bases de los planes de independencia.”[20]

“El esclavo de Ia venganza, Carlos María de Bustamante, en la defensa que hace de Garza, dice: que á pesar de habérsele hecho saber á Iturbide su proscripción, se obstinó en morir. ¡Extraño capricho! ¿Pues qué, no había en Londres pistolas ni venenos para darse el gusto que quisiera?… Pero ya se ve, lo escribe y lo cree eso sólo Bustamante ú otro de su jaez, tan crédulo como rencoroso. Iturbide murió por cuatro cosas: la primera, porque era mortal; la segunda, porque para eso fue llamado y dirigido á Soto Ia Marina; la tercera, porque Garza lo recibió; y Ia cuarta, porque el Congreso de Tamaulipas no estaba en antecedentes.

“Su muerte tranquilizó á Ia patria, es verdad; mas lo mismo se habría logrado haciéndole reembarcar, pues creo que sabiendo la ley que lo proscribía, y notando la decisión de la patria por la forma democrática, no se hubiera aventurado á un segundo golpe. Mas sea de esto lo que fuere, Garza después se ha conducido noblemente: no así otros, que aun no se sacian con ver difunto al hombre del año de 21.”[21]

Nada hay para añadir a la conocida historia de corruptelas, traiciones, falsedades, destrucción y mortandad inmisericorde por ambas partes beligerantes ni para ampliar al muy detallado estudio y aporte en “El proceso contra Agustín de Iturbide” de Silvia Martínez Del Campo Rangel. [22]

“A principios de julio de 1824, acompañado por su esposa y sus dos hijos menores volvió del destierro, que él consideraba «voluntario» llegando al puerto de Soto la Marina en la costa de Nuevo Santander, hoy estado de Tamaulipas. El ex emperador y su familia fueron escoltados por el comandante Felipe de la Garza, hasta el pueblo cercano de Padilla. Iturbide ignoraba que había un decreto en su contra que lo declaraba “traidor y fuera de la ley” y una sentencia de ejecución pendiente.

“El 19 de julio, el presidente de la legislatura de Tamaulipas, un cura, le administró los últimos sacramentos a Iturbide, le confesó tres veces sus pecados y dijo sus últimas palabras: «¡Mexicanos! Muero con honor, no como traidor; no quedará a mis hijos y su posteridad esta mancha, no soy traidor, no».

“Tres balas alcanzaron a Agustín de Iturbide: una en la parte izquierda de la frente; la que lo mató, otra en el costado izquierdo entre la tercera y cuarta costilla y otra que se alojó junto a su nariz en el lado derecho de su cara. El cuerpo fue enterrado en la iglesia parroquial de Padilla, que no tenía techo y estaba abandonada.”[23]

 

Un personaje en las sombras.

“A lo largo de 1830 y 1831 (el general Manuel) Mier y Terán hizo continuas advertencias y elaboró distintos proyectos, pero todo parecía ser inútil. En su opinión los desórdenes en el país y la adopción de ciertas medidas que buscaban frenar el avance norteamericano habían conseguido justamente el efecto contrario: incitar a los colonos a su desconocimiento. Terán comparó la debilidad mexicana con la de otros Estados: ‘las fronteras del norte están como las de Polonia con Rusia –sostuvo-. Ya estoy palpando, con muy pocos recursos para impedirlo, que nuestro Texas truena en el primer pronunciamiento, porque las medidas tomadas han excitado el resentimiento y no hay medios para sostenerlas a proporción del peligro: no sentiría tanto esta irrupción del norte si viera suficiencias en los Estados Unidos para extenderse de una vez hasta Chiapas, porque sería el modo de identificarse; pero ellos toman lo que quieren y dejan el resto con la lepra que tiene, a más sometido a sus intereses: tal creo que será México dentro de veinte años, si prosigue la inestabilidad de estos tiempos’.”[24]

 “Reconocido por sus contemporáneos como un hombre dotado de una excepcional inteligencia, talento, esmerada educación y unos modales irreprochables, el general insurgente Manuel de Mier y Terán parecía el candidato ideal para ocupar un día la presidencia de la República.

Había nacido el 18 de febrero de 1789 en la Ciudad de México, (aunque para Alejandro Villaseñor y Villaseñor “Era nativo de Tepeji del Río, perteneciente á la provincia de Puebla, donde nació por los años de 1783 á 1786, y procedía de una familia distinguida y bien acomodada que procuró cultivar sus aptitudes y darle una brillante educación; ingresó al Colegio de Minería, donde hizo sus estudios hasta terminar su carrera, y en seguida resolvió pronunciarse por la Independencia, como lo hizo en principios de 1812…” [25])  fue el hijo de Manuel de Mier y Terán y María Ignacia de Teruel y Llanos. Cursó sus estudios en el afamado Colegio de Minería y, al estallar la revolución de independencia, se unió al movimiento bajo las órdenes de José María Morelos.

El cura de Carácuaro había tenido un gran tino al elegir a sus colaboradores; prueba de ello fueron Mariano Matamoros, Vicente Guerrero, Guadalupe Victoria, los Galeana, los Bravo, etc(étera). De este grupo, Mier y Terán fue considerado el más brillante de todos, distinción que reconocían incluso los realistas.

Al morir Morelos, Mier y Terán se convirtió en una de las cabezas principales de la insurgencia, pero después de algunas graves derrotas y decepciones, decidió acogerse al indulto y retirarse a la vida privada. Volvió a la vida pública cuando fue proclamado el Plan de Iguala.

“En el México independiente prestó sus servicios como ministro de Guerra y tuvo una decisiva participación en la victoria contra las fuerzas invasoras de Isidro Barradas, que en 1829 intentaron reconquistar México para España; sin embargo, sus méritos le fueron escamoteados por Antonio López de Santa Anna, quien se atribuyó toda la gloria de la campaña. Pocos años más tarde, este mismo personaje lo desplazó de la contienda por la presidencia.

“En 1832, encontrándose en Padilla —entonces capital de Tamaulipas—, tuvo deseos de conocer los detalles que rodearon a la muerte del emperador Agustín de Iturbide. Los vecinos le narraron los últimos momentos del consumador de la Independencia y le mostraron la casa que le sirvió de prisión, el lugar donde fue fusilado y finalmente su sepulcro. En ese sitio, Mier y Terán permaneció largo rato sumido en intensas reflexiones e invadido de una profunda melancolía.

“Al día siguiente de su visita se levantó muy temprano, vistió su uniforme con especial esmero y regresó al cementerio de Padilla; esta vez sin ninguna compañía. Ahí desenvainó su espada, la apoyó sobre una superficie firme y se arrojó sobre ella, quitándose la vida.

“Los autores coinciden en que Mier y Terán se suicidó el 3 de julio con su propio acero en la Iglesia de San Antonio en Padilla, pero respecto del lugar, las versiones consignan tres distintos; a saber: a espaldas de la Iglesia —donde fue fusilado Iturbide—, ante el sepulcro del emperador y en la habitación donde pasó sus últimas horas antes de la ejecución.[26]

“… Mier y Terán sería el hombre a quien 12 de los 19 estados de la República favorecerían para las elecciones presidenciales. Era el candidato ideal del progresista doctor Mora y mantenía una vieja amistad con el tradicionalista (Lucas) Alamán. Pero el espectro de Iturbide lo perseguía. Le pesaba la ‹‹norteamericanización›› de Texas, que no había podido detener, y la pérdida de ese Departamento que, con razón, veía inminente. Le pesaba la perspectiva de gobernar un país de eternas revoluciones. En esas circunstancias, la providencia —y los azares de la más reciente revolución— lo pondrían en el pueblo de Padilla, donde murió Iturbide. En 1828, en el viaje de la comisión (Comisión de límites entre México y Estados Unidos), Mier y Terán visitó esa villa fantasmal que, según el diario de los científicos, ‹‹no merece fijar nuestra atención››. Entonces había caminado por el cuarto oscuro del cuartel donde Iturbide estuvo en capilla y se había detenido en el camposanto. El 2 de julio de 1832 Mier y Terán volvería a recorrer los mismos lugares. Por más de una hora contemplaría el sepulcro de Iturbide. Lamentaría con su secretario la futura pérdida de Texas. Desoiría su respuesta ‹‹probablemente recibirá la mayoría de votos para la presidencia y así usted podrá remediar el mal que teme›› y sólo comentaría que los cortesanos que rodean a los presidentes no permiten que les llegue ni un rayo de verdad. A la mañana siguiente, Mier y Terán caminaría de nuevo rumbo  la plaza, y exactamente de cara al lugar donde había caído Iturbide, colocaría su espada y ensartaría su cuerpo en ella. Obedeciendo sus deseos finales, su secretario lo sepultó en la misma tumba donde descansaban los restos de Iturbide, su cuerpo en abrazo póstumo con el del libertador.”[27]

“Sus ayudantes, creyendo adivinar los últimos deseos del general, depositaron su cuerpo en un ataúd de hoja de lata, en la misma fosa donde descansaba Iturbide.

“Cuando el 22 de agosto de 1838, en ceremonia oficial con la presencia del gobernador de Tamaulipas, se realizó el acto oficial de exhumación de los restos de don Agustín para ser trasladados a la Catedral de México, los de Mier y Terán fueron encontrados en “un cajón de hoja de lata”, hecho que ayudó a corroborar la autenticidad de la tumba del emperador. Según el acta oficial que se levantó ese día, los restos de Iturbide fueron colocados, para su traslado, en una urna de madera forrada de terciopelo negro. Por su parte, los de Mier y Terán fueron nuevamente depositados en el sepulcro donde fueron hallados.

“Una leyenda forjada en el transcurso de muchos años afirmaba que, debido a una confusión, los restos del emperador Iturbide depositados en la Catedral metropolitana, eran en realidad los del general Terán; circunstancia poco probable, dado el cuidado y detalle con que se había realizado la exhumación. Sin embargo, pese a contar con gran cantidad de pruebas sobre su autenticidad, el equívoco fue ganando popularidad y permaneció por más de cien años. Por fin el mito pudo ser destruido gracias a un circunstancia excepcional y al interés y porfía de un grupo de estudiosos tamaulipecos.

“Con motivo de la construcción de la presa Vicente Guerrero —que inevitablemente inundaría el cementerio de Padilla—, Florentino Cuéllar, Miguel A. Rubiano y Eliseo Paredes, miembros de la Sociedad Tamaulipeca de Historia y Geografía de Matamoros, se empeñaron en rescatar de las aguas los restos mortales de Manuel Mier y Terán, para lo cual planearon la exhumación, con todo cuidado, el 5 de diciembre de 1972. Valiéndose del texto del acta de 1838, lograron ubicar sin lugar a dudas la tumba que compartieron Iturbide y Terán.

“Después de remover una loza de piedra de un metro de ancho, dos de largo y quince centímetros de espesor, iniciaron la excavación. A unos sesenta centímetros de profundidad comenzaron a aparecer algunos huesos y trozos de lámina de latón; sin embargo, también se encontraron con el nivel de agua de la presa. El lodo que encenagó la fosa les obligó a drenar el líquido antes de descubrir la mayor parte de la estructura ósea. La posición de los fémures y tibias les permitió determinar que el cuerpo del general había sido inhumado con los pies dirigidos hacia la Iglesia y la cabeza orientada a la plaza donde fue fusilado el emperador.

“Aparte de los huesos se encontraron los tacones de vaqueta de su calzado y dos botones de su uniforme, elementos que confirmaban la identidad de los restos, pues el emperador Iturbide fue sepultado con el hábito de los religiosos de San Francisco. Los restos óseos se secaron al sol y se trasladaron al Museo de Historia de Casamata de la ciudad de Matamoros en una urna de cedro, donde fueron expuestos provisionalmente al público, en espera de la construcción de una rotonda, en donde descansarían, junto con los de otros tamaulipecos ilustres.

“En 1982, el presidente municipal Jorge Cárdenas dispuso que los restos se depositaran en el monumento consagrado a Mariano Matamoros; también ahí fueron trasladados, desde el panteón del Tepeyac, los del general Lauro Villar. De esta manera, un grupo de tamaulipecos, comprometidos con la historia de México, logró salvar de la inundación y del olvido los despojos de un distinguido insurgente.” [28]

El paredón de fusilamiento y el espacio de la autoinmolación en Padilla, Tamaulipas, yace hoy bajo las aguas de la presa irónicamente nombrada “Vicente Guerrero”.

“La vida de este criollo es emblemática: egresado del Colegio de Minería, sirvió al lado de José María Morelos y logró fundar una de las fortalezas más importantes durante la lucha armada; sin embargo, no vaciló en disolver al Congreso que allí fue a refugiarse, por considerarlo una carga para la insurgencia. Posteriormente, en 1827 sirvió en la Comisión que debía fijar los límites con los Estados Unidos. A partir de entonces dedicará sus esfuerzos a hacer que el gobierno cobrara conciencia de la amenaza que se cernía sobre México. Su profunda lucidez contrasta con la escasa atención que le prestaron desde el poder. Este hecho nos permite sostener que el acercarnos a la biografía de Mier y Terán, nos permite, a la vez, aproximarnos a las contradicciones que impidieron la consolidación del nuevo Estado y que llevaron a la pérdida de Texas primero y, años después, a la pérdida de la mitad del territorio.”[29]

“Aunque en el campo de batalla sigue obteniendo triunfos, destacando su triunfo en la batalla de Tampico donde derrota a la expedición de reconquista española encabezada por Isidro Barradas (cuya medalla se cuelga Santa Anna y cuyo principal aliado es la fiebre amarilla que contagió a los gachupines) Mier y Terán no encuentra la paz. En 1832 Manuel Mier y Terán era el máximo presidenciable del país, el favorito para suceder a Anastasio Bustamante y hacer sombra a la creciente figura de Santa Anna, sin embargo, un fantasma lúgubre posee el alma del militar. Justo cuando estaba a punto de lanzar su candidatura presidencial, Mier y Terán decide visitar la tumba de Iturbide en el poblado de Padilla, a donde llega el 2 de julio de 1832. El militar llora frente al sepulcro del emperador y pide perdón, pero no encuentra consuelo. Mier dirige desgarradoras palabras al difunto: “Perdona a los que te ofendieron y ruega a Dios por el bien de la Patria”. Al amanecer del 3 de julio de 1832, Manuel Mier y Terán se asea, se viste con su uniforme de gala y vuelve a dirigirse solitario rumbo a la tumba de Iturbide. Sus hombres lo miran a una prudente distancia. Pronuncia unas palabras inaudibles. Después saca su espada, se la coloca sobre el corazón y la encaja con todas sus fuerzas. El cuerpo del suicida cae sobre el sepulcro del emperador. Su última voluntad es ser enterrado a lado de Iturbide.”[30]

 “Encontrándose en Padilla, habitando en la misma casa donde había pasado Iturbide sus últimos instantes, dominado cada vez más por las ideas funestas que tenían trastornado su cerebro, puso fin á sus días el 2 de junio de 1832; tras un paredón arruinado había, arca de la iglesia de la villa;  allí apoyó el puño de su espada contra una piedra y la punta del arma sobre su corazón, hizo un esfuerzo y quedó traspasado, vaciló un momento y cayó exhalando el último suspiro. Su cadáver fué velado sencillamente en el salón de sesiones del congreso de Tamaulipas, mismo lugar donde se decretó la muerte de Iturbide.”[31]

“Con la muerte de Mier y Terán se canceló la posibilidad de oponerse al irrefrenable avance de Santa Anna y, como más de cien años después dijera Enrique González Pedrero, ‘¿quién recuerda el 3 de julio de 1832, día en que se dio la muerte de uno de los lugartenientes más puros, honrados y eficaces de Morelos en la insurgencia?’.”[32]

 

Al finalizar.

“… En el muro del lado derecho de la capilla había un altar dedicado a San Carlos Borromeo, que fue retirado para instalar la urna que contiene los restos de don Agustín de Iturbide y Arámburo, que consumó la Independencia de México. Sus cenizas fueron traídas de Padilla a México en octubre de 1838 y su traslación constituyó un verdadero acontecimiento nacional.”[33]

Fructífera, anticipatoria, lúcida, patriótica y recta la vida del general Manuel Mier y Terán. “… el general Manuel Mier y Terán se quitó la vida aparentemente ante la inminente pérdida de Texas y sus profundas frustraciones de ser testigo de la desunión y las luchas civiles de su patria. El día anterior a su muerte, escribió a su amigo Lucas Alamán: ‘una gran y respetable nación mexicana, una nación en la cual nosotros hemos soñado y por la cual hemos trabajado tanto, no podrá salir jamás de tantos desastres …Nosotros nos hemos permitido ser llevados por las ambiciones de grupos egoístas, y ahora estamos por perder las provincias norteñas. ¿Cómo podemos esperar retener Tejas cuando ni siquiera podemos ponernos de acuerdo entre nosotros mismos? Es un estado de cosas lóbrego. Si nosotros trabajamos juntos avanzaremos. Tal como es, nosotros estamos perdidos».[34]

“Mier y Terán no fue el único militar criollo en sentir solidaridad con Iturbide. Hacia 1838, por orden del general y presidente Anastasio Bustamante, los restos de Iturbide se depositarían en una capilla de la Catedral. A la muerte de Bustamante en 1853, su corazón sería depositado junto a los restos de su héroe.”[35]

 

Efemérides. México, Julio de 1832.

14 de 1821.-  El General Don Felipe de la Garza, Gobernador y Comandante Militar de Tamaulipas y el Ayuntamiento de Aguayo se adhieren al Plan de Iguala.

19 de 1824.-  Fusilamiento de Agustín de Iturbide en la Plaza de Armas de Padilla. Correspondió al General Felipe de la Garza atender las disposiciones del Congreso Constituyente de Tamaulipas.

3 de 1832.-  Muere por suicidio en Padilla, Tamaulipas, el General Manuel Mier y Terán.

3 de 1832.-  Muere de tuberculosis el General Felipe de la Garza Cisneros, militar tamaulipeco que logró la aprehensión de Agustín de Iturbide en Soto la Marina y ordenó su fusilamiento, en Padilla, Tamaulipas.

 

Cenotafio[36]

Aridez sin carroñeros —que hasta eso le negara el tiempo—,

sudario reseco, incoloro, inutilizado a golpes de sequía,

terrones café desesperanzados donde el abrojo no enraizó

amplían la cripta oreada, la encalada frase emborronada un día

sobre un detalle escenográfico con mortaja de traición.

La luz de luna entrante a través del pringoso ventanuco

adornará con la cruz de los barrotes sobre el nombre,

polvo ensangrentado —alarido vivo en la garganta—

segado con tres destellos, con tres fulgores terminales.

A pesar de nosotros algo queda de su ayer,

la gloria efímera en el cosmos de un manto imperial

hermanado al badén trazado por su sangre

y al aullido interno, visceral, de un sueño personal

anudado a una mirada ajena; fantasmal presencia

del desmadejado dentro de habito franciscano

y por laudo, ordenadamente regresado a Catedral,

tras un destierro interrumpido con el expatriación

en soledad.

 


[1]Quetzalcóatl y Guadalupe (La formación de la conciencia nacional en México). Jacques Lafaye. F. C. E., primera reimpresión, 1983. Traducción de Ida Vitale. Páginas 192 y 193.

[2] Biografías de los héroes Y caudillos de la Independencia. Alejandro Villaseñor y Villaseñor, Páginas 411 y 412: senado2010.gob.

[3] Segunda parte. Memorias de Agustín de Iturbide. Carlos Navarro y Rodrigo. Bicentenario.gob.mx, en la página 230:

[4] Segunda parte. Memorias de Agustín de Iturbide. Carlos Navarro y Rodrigo. Bicentenario.gob.mx, en las páginas 236, 237 y 238:

[5] Joel R. Poinsett: primer viajero diplomático anglosajón, páginas 13 y 14, secuencia.mora.edu.mx., citado con mínimas variantes por Enrique Krauze en Iturbide, página 132. Héroes de Carne y Hueso. Historia para todos, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Conaculta, Banamex, 2010.

[6] Memorias de Agustín de Iturbide. Segunda parte. bicentenario.gob.mx

[7] “… 295 cartas y otros documentos originales…” La ¿segunda? carta de Iturbide a Guerrero. Página 150 Jaime del Arenal Fenochio. Publicado por el Colegio de Michoacán, Relaciones 110, primavera 2007, vol. XXVIII.

[8] La fecha de la primera carta enviada por don Agustín de Iturbide al general don Vicente Guerrero con fecha del 26 de noviembre de 1820, determina que el inicio del trato de ambos líderes inició antes de lo fijado por la historia conocida, y a la vez, por la misma cantidad y la calidad del intercambio epistolar determinan una imagen muy diferente del general Guerrero por lo común tildado de analfabeta e inculto.

[9] La ¿segunda? Carta de Iturbide a Guerrero. Página 151 Jaime del Arenal Fenochio. Publicado por el Colegio de Michoacán, Relaciones 110, primavera 2007, vol. XXVIII.

[10] www.mexicomexico.org

[11] inehrm.gob.mx/pdf/documento_iturbide_4.pdf

[12] Segunda parte. Memorias de Agustín de Iturbide. Carlos Navarro y Rodrigo. Bicentenario.gob.mx, página 211.

[13] Iturbide y la Independencia, página 442. Nettie Lee Benson. codex.colmex.mx.

[14] Maximiliano, página 112. Héroes de Carne y Hueso. Enrique Krauze. Historia para todos, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Conaculta, Banamex, 2010.

[15] Segunda parte. Memorias de Agustín de Iturbide. Carlos Navarro y Rodrigo. Bicentenario.gob.mx, en la página 232:

[16] El Plan de Iguala o el origen del Estado Mexicano, página 110. José Luis Soberanes Fernández. Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. www.juridicas.unam.mx.

[17] Segunda parte. Memorias de Agustín de Iturbide. Carlos Navarro y Rodrigo. Bicentenario.gob.mx, en la página 212:

[18] Segunda parte. Memorias de Agustín de Iturbide. Carlos Navarro y Rodrigo. Bicentenario.gob.mx, en las páginas 212 y 213.

[19] Segunda parte. Memorias de Agustín de Iturbide. Carlos Navarro y Rodrigo. Bicentenario.gob.mx, en las páginas 215 y 216.

[20] Juicio Imparcial sobre los acontecimientos de México en 1828 y1829, Página 6.

[21] Segunda parte. Memorias de Agustín de Iturbide. Carlos Navarro y Rodrigo. Bicentenario.gob.mx, en las páginas 214 y 215.

[22] juridicas.unam.mx

[23] México desconocido, 17 / septiembre / 2013.

[24] Personajes olvidados: otras historias de la Independencia de México, página 36. Rina Ortiz, Doctora, investigadora del Instituto Nacional de Antropología, México, Centro Regional Veracruz.

[25] “Héroes y caudillos de la Independencia”. Alejandro Villaseñor y Villaseñor. Don Manuel Mier y Terán, página 171. senado2010.gob.mx

[26] Manuel de Mier y Terán: la intermitencia de su “eterno descanso”. Raúl González Lezama. Investigador del INEHRM. Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México | Secretaría de Educación Pública • 2013. Inherm.gob.mx.

[27] Iturbide, página 146. Héroes de Carne y Hueso. Enrique Krauze. Historia para todos, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Conaculta, Banamex, 2010.

[28] Manuel de Mier y Terán: la intermitencia de su “eterno descanso”. Raúl González Lezama. Investigador del INEHRM. Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México | Secretaría de Educación Pública • 2013. Inherm.gob.mx.

[29] Personajes olvidados: otras historias de la Independencia de México, página 30. Rina Ortiz, Doctora, investigadora del Instituto Nacional de Antropología, México, Centro Regional Veracruz.

[30] Los errantes fantasmas de Padilla. Daniel Salinas Basave.

[31] “Héroes y caudillos de la Independencia”. Alejandro Villaseñor y Villaseñor. Don Manuel Mier y Terán, página 179. senado2010.gob.mx:

[32] Personajes olvidados: otras historias de la Independencia de México, página 30. Rina Ortiz, Doctora, investigadora del Instituto Nacional de Antropología, México, Centro Regional Veracruz.

[33] “La Catedral de México”. Manuel Toussaint. Editorial Porrúa, S. A. 1973, página 163, en lo referente a la Capilla de San Felipe de Jesús.

[34] “Cómo México perdió la mitad de su territorio. Segunda parte” facmed.unam.mx (Archivo General de la Nación. Correspondencia del general Mier y Terán, legajo 416, papeles sueltos):

[35]Iturbide, página 146. Héroes de Carne y Hueso. Enrique Krauze. Historia para todos, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Conaculta, Banamex, 2010.

[36] Cenotafio. Monumento funerario en donde no está el cadáver.

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