Cuenta regresiva hasta 2030: carrera contrarreloj para poner fin a la pobreza extrema

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Carolina Sánchez-Páramo,
World Bank Group Global Director

Washington, D. C., 11 de enero de 2020.- Imagine que está en una carrera, corriendo a paso constante durante los dos primeros tercios del trayecto. Sin embargo, comienza a notar que el ritmo disminuye y se da cuenta de que, a menos que haga algún cambio, no solo no ganará, sino que corre el riesgo de no poder siquiera terminar la carrera.

Esta analogía me resulta muy útil para contar a mi familia y amigos la historia de la reducción de la pobreza extrema en el mundo. Ahora que comienza el año 2020, tenemos solo una década para lograr que la pobreza extrema sea cosa del pasado. Si bien a esta altura deberíamos estar apurando el paso, en los últimos años el ritmo se ha desacelerado, de modo que el mundo no solo corre el riesgo de no alcanzar las metas de reducción de la pobreza extrema, sino que, en algunos casos, se está retrocediendo en los logros obtenidos.

Hace ya varios años que venimos advirtiendo que el ritmo de la reducción de la pobreza extrema se ha desacelerado considerablemente. Desde 1990 hasta 2015, la pobreza extrema mundial bajó, en promedio, 1 punto porcentual por año. Sin embargo, entre 2013 y 2015, solo disminuyó 0.6 puntos porcentuales al año. Y las estimaciones iniciales para 2018 muestran que la pobreza extrema solamente cayó 1.4 puntos porcentuales en los tres años que van de 2015 a 2018.

Se podría también señalar la disparidad de los avances en las distintas regiones e incluso dentro de los países. Las dos regiones que en 1990 albergaban la mayor cantidad de pobres eran Asia oriental y el Pacífico, y Asia meridional, que representaban el 80% de las personas en situación de pobreza extrema. Con la rápida reducción de la pobreza en China, la concentración de pobres en el mundo pasó de Asia oriental en la década de 1990 a Asia meridional en 2002, y luego a África al sur del Sahara en 2010.

Centro de gravedad de la pobreza extrema, 1981-2030
Si analizamos en mayor detalle, observamos que la mitad de los pobres de todo el mundo vive en tan solo cinco países: India, Nigeria, República Democrática del Congo, Etiopía y Bangladesh. Los dos primeros de la lista (Nigeria e India) presentan tendencias divergentes. Nigeria tal vez ya haya superado a India como el país con mayor cantidad de personas extremadamente pobres, mientras que India viene reduciendo sus tasas de pobreza extrema con rapidez, y las estimaciones indican que puede alcanzar el objetivo en esta área.

Las proyecciones también nos muestran que el último tramo del camino será el más difícil, porque la pobreza extrema ha comenzado a concentrarse en África al sur del Sahara y en las economías frágiles, donde la pobreza está enquistada.

Por este motivo, en 2020 daremos a conocer una nueva versión del Informe sobre la pobreza y la prosperidad compartida, donde se analizará qué deben hacer los países para acelerar la reducción de la pobreza, centrando la atención tanto en las opciones en materia de políticas como en las dificultades para su implementación. El informe también nos permitirá saber, a partir de los datos más recientes, si el mundo está nuevamente en carrera para poner fin a la pobreza extrema o si es necesario corregir el rumbo con urgencia.

Si bien en el informe se analizarán políticas específicas que pueden aplicarse para salir de la pobreza, también conocemos, a partir de las experiencias exitosas de algunos países, ciertos elementos básicos comunes de las iniciativas en esta área. Podemos señalar seis medidas normativas generales que han demostrado tener buenos resultados en países de distintos niveles de desarrollo:

• Ayudar a los pobres para que adquieran activos tales como bienes inmuebles y pequeñas empresas, y para que tengan la salud y la educación que les permitirá convertirse en trabajadores productivos.
• Crear mercados inclusivos y ampliar el acceso a ellos.
• Sacar provecho de la tecnología para ampliar el acceso al financiamiento.
• Generar resiliencia ante las crisis.
• Buscar la participación del sector privado a fin de incrementar las oportunidades para los pobres, lo que incluye mejorar el clima para los negocios de modo de propiciar las inversiones y el crecimiento del sector privado.
• Consolidar la estabilidad macroeconómica y la gestión de la deuda.

Es evidente que, para que los países adopten estas medidas normativas, se requiere un crecimiento sólido y estable. Sin embargo, si los beneficios de dicho crecimiento no se distribuyen ampliamente, no hay forma de que el país pueda sostener su progreso.

Ahora sabemos que, para las naciones en las que se ensancha la brecha entre los que pueden acceder a oportunidades en la vida y los que no, es difícil sostener el crecimiento económico y la estabilidad social en el tiempo. Hasta la fecha, ningún país ha logrado pasar más allá de la categoría de ingreso mediano manteniendo niveles de desigualdad elevados. Por este motivo, combatir la desigualdad no es solo beneficioso para lograr la reducción de la pobreza, sino también para garantizar la cohesión social.

Para volver a mi analogía con la carrera, estamos entrando en la fase final, y nuestras acciones conjuntas determinarán si para 2030 podremos tomar la bandera a cuadros o no. Desde luego, la pobreza extrema no es el único objetivo por el que se juzgará al mundo. El año 2030 marcará también el punto de culminación de los otros 16 Objetivos de Desarrollo Sostenible adoptados por las Naciones Unidas. Estos objetivos, desde abordar la desigualdad hasta poner freno al cambio climático, representan un llamado urgente a la acción para garantizar la construcción de un futuro mejor para todos. Ahora depende de todos nosotros (Gobiernos, empresas, sociedad civil y público en general) garantizar la prosperidad y la paz para las personas y el planeta.

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