De los perros peregrinos a los perrhijos

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El Dr. Rubén Mangas fue un muy apreciable médico. Cuando lo conocí, trabajaba en la oficina de Comunicación Social de la Secretaría de Salud (SSA). De charla amena y siempre agradable, una de las cosas que más disfrutaba contar era el pasaje de su vida juvenil del día que, junto con otros jóvenes, encapuchó la estatua de Benito Juárez, que se localiza sobre la céntrica avenida Juárez que limita la parte sur de la centenaria Alameda Central de la Ciudad de México.

Benito Juárez es uno de los héroes nacionales de México. Vivió en el Siglo XIX. Se le recuerda en los libros históricos por ser quien encabezó el movimiento nacionalista de la Reforma, uno de los tres hitos histórico de la vida política de México.

La tesis central de la Reforma fue la separación del matrimonio político entre la Iglesia (en este caso específico, la Iglesia Católica) con el Estado. Juárez creó el estado laico, vigente hasta la fecha, aún en el discurso y, parcialmente, en la vida real. Este hecho le acarreó muchos conflictos con las autoridades eclesiásticas y, consecuentemente, con la grey católica, predominante entre la población mexicana en esos ayeres.

Mangas perteneció a los acejotaemeros, denominación genérica para los jóvenes que en esos tiempos militaban en la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (Acjm, de ahí el apelativo de acejotaemeros), organismo de la Iglesia Católica surgido para hacer frente al laicismo juarista que al grito de: “¡religión y fueros!”, constituía la contrarréplica del clero contra la Ley Juárez, que establecía: “¡no más fueros!, ¡no más privilegios!, ¡igualdad para todos los ciudadanos!”.

El encapuchamiento de Juárez tuvo lugar el 19 de diciembre de 1948, cuando un pequeño grupo de jóvenes, identificados como acejotaemeros, que participaba en un mitin del Partido Fuerza Popular (de extrema derecha) en el monumento a Juárez, subió al hemiciclo y cubrió la estatua, al considerarlo enemigo de la iglesia. Debido a que ya en esas fechas la relación entre iglesia y gobierno se encontraban en un llamado modus vivendi, una vez superado los tiempos críticos de la Cristiada, el gobierno del presidente Miguel Alemán, sólo canceló el reconocimiento al Partido Popular. No pasó a mayores.

Bien. Esta es una historia de los pasajes anecdótico de la vida mexicana, tan sólo. Por eso, las referencias, únicamente.

Los perros peregrinos
Un día el Dr. Mangas me dijo: ¿Por qué no escribes un tema sobre los perros peregrinos?. Yo no tenía la menor idea de lo que me comentaba. Le dije que me explicara de qué se trataba el tema.
Su respuesta fue ésta: Durante los festejos a la Virgen de Guadalupe, en la Basílica de Guadalupe (uno de los mayores santuarios marianos en el mundo), millones de mexicanos días, semanas y hasta meses antes del 12 de diciembre, acuden a La Villa para celebrar el Día de la Guadalupana.

Muchos de esos peregrinos viajan a pie desde diversos lugares del territorio nacional, en especial de los estados circunvecinos a la Ciudad de México, como Estado de México, Querétaro, Puebla, Guanajuato y otros más lejanos. En su peregrinaje se acompañan de perros que, como fieles amigos del hombre, hacen el viaje juntos.

Al regresar a sus lugares de origen, los peregrinos lo hacen en camiones, camionetas, camiones de mudanzas o materialistas y se olvidan de los perros que se quedan en la zona de la Basílica de Guadalupe a deambular, tristes y abandonados, y buscando comida por todas las partes adyacentes. De ahí el nombre de perros peregrinos.

La Villa (como también se le conoce a la región de la Basílica de Guadalupe) se ubica en el nororiente de la Ciudad de México, limítrofe con el municipio de Ecatepec, Estado de México. Es un valle pequeño y, por lo mismo, los perros, convertidos ya en perros peregrinos, se dispersaban por esta zona que es la región más adecuada para su sobrevivencia.

Entre el 12 de diciembre y el 20 de marzo, fecha cuando se celebra el día de la Primavera, periodo durante el cual se da el celo y apareamiento animal, el número de perros se multiplica al máximo y se formaban grandes manadas que recorrían la zona. Al menos, ese era el paisaje que se presentaba hasta hace unas décadas.

La nueva axiología perruna
Con la caída de la tabla de valores (Axiología, se le llama filosóficamente) anteriores se dio un giro a toda la vida humana y animal. En la nueva Axiología, empujada fuertemente por los organismos internacionales, la defensa de los animales, en especial perros y gatos, tiene un lugar predominante en la vida humana.

El perro siempre ha sido un fiel acompañante del hombre, en especial. Formó parte de la familia clásica y tuvo un sitio determinado dentro del hogar, pero sin llegar a la integración formal como lo es ahora. Cada quien tenía su lugar claro y definido dentro de la familia tradicional, sin confundir roles ni preferencias.

El perro, por más que se le estimara y quisiera, nunca se le comparaba con un hijo, por ejemplo.

Nacimiento de los perrhijos
César Millán, un sinaloense radicado en California, es un exitoso entrenador de perros. Es el autor de la frase “perrhijos”, que equipara a estos animales (en otro tiempo, llamados mascotas o animales de compañía), a los hijos, en el sentido literal.

Las nuevas generaciones ahora han convertido a los perros en verdaderos “hijos de familia”, más allá de la anterior integración hogareña.

Desde la ventana de mi departamento veo, día con día, a cientos de vecinos que salen a pasear a sus perros. Son hombres y mujeres; jóvenes y niños. De todas las edades. Incluso, he visto a jóvenes madres de familia que llevan cargando a sus perros, de raza pequeña, y a su hijo (a) remolcando en una carriola, por los pasillos de la unidad habitacional.

También, al fin jóvenes, a mujeres que los llevan al manicurista para arreglarles las uñas, bañarlos y luego pintársela, a imagen y semejanza de ellas. Ya no se digan los cuidados que les dispersan a diario. Incluso, en el lenguaje coloquial les llaman niñas o niños a sus perras o perros.

Esto ha llamado la atención del mismo César Millán, quien considera que al tratarlos de formas no adecuadas se vulneran sus derechos animales.

Tiene razón. Los perros, al igual que todos animales, exigen libertad de acción y movimiento. Llevarlos a pasear amarrados con una correa y jalonearlos (no siempre con el adecuado manejo) les coartan su libertad porque, al igual que las aves enjauladas, ellos requieren libertad en todos los sentidos.

También vienen registrando una serie de enfermedades que, en su estado libre, no las padecían.

Desde luego, en torno a los perrhijos han surgido multimillonarias empresa de alimentos, medicamentos, diversión, entretenimiento y de todo lo que, vulgarmente, los ha humanizado y los han arrojado de su paraíso tradicional a mundo ultramoderno donde dejan de ser perros para convertirse en seudohumanos.

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