Se dice que es importante conocer el pasado para entender el presente y prever el futuro, y esto también es aplicable a niveles microscópicos. La arqueogenética es una rama relativamente nueva de la ciencia que se encarga de analizar el ácido desoxirribonucleico (ADN) de nuestros antepasados en la búsqueda de indicios que ayuden no sólo a entender las grandes epidemias que alguna vez arrasaron con poblaciones enteras, sino a trazar un camino genético hasta la actualidad y entender qué es lo que está sucediendo con las epidemias actuales.

Durante el Simposio Fronteras de la Ciencia, organizado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y el Instituto Max Planck, los investigadores de la ciencia y la historia humana del instituto alemán, Johannes Krause y Rodrigo Barquera, explicaron la importancia de estas líneas de investigación, hacia dónde van y por qué son tan necesarias.

«Se sabe muy poco de la evolución de los patógenos y eso es porque cuando se quiere estudiar la evolución generalmente se necesitan revisar fósiles y el problema con los patógenos es que no dejan fósiles. No sabemos cómo los virus o las bacterias se veían hace 10 mil o 20 mil años», comentó Krause.

Por ello, se creó un nuevo campo de estudio conocido como genómica de patógenos antiguos, que analiza y reconstruye los patógenos que afectaron a las poblaciones humanas hace miles de años.

«Tomamos huesos antiguos, los taladramos, extraemos su ADN y analizamos su secuencia en los laboratorios moleculares modernos (…) Con esto podemos identificar qué ha causado las grandes epidemias y pandemias en el pasado», explicó Krause.

La finalidad de esto no es sólo que los arqueólogos tengan un mejor conocimiento de lo que aconteció en aquella época para que hagan construcciones más exactas de la historia, sino entender la huella genética que estos patógenos y los genes que nuestros antepasados pudieron haber dejado y aún están presentes en las poblaciones modernas.

Un ejemplo de esto son los estudios que realiza Rodrigo Barquera con los genes HLA-DRB1 y HLA-DRB4, involucrados con las respuestas inmunológicas y adaptativas de los individuos y que aumentan la protección inmunitaria en ambientes llenos de patógenos.

«Actualmente estamos usando esa información para tratar de explicar qué tipo de eventos podrían estarse presentando en las sociedades mexicanas modernas y también en otras regiones del mundo», explicó Barquera.

Los conocimientos derivados de lo anterior ya se aplican en el estudio de enfermedades modernas como la influenza H1N1, cuyo brote predominó principalmente en la parte central de México.

«Hay una correlación entre los casos confirmados del virus de la influenza y estos componentes genéticos (…) Lo que estamos tratando de hacer con la ayuda de los estudios de ADN antiguo es tratar de diseccionar ese componente porque sabemos que, al menos, tenemos dos importantes componentes genéticos de los nativos americanos que son diferentes y estamos tratando de ver cuáles son las variantes en sus alelos». Los alelos son formas alternativas de un mismo gen que se expresa con funciones distintas.

Además, Barquera hizo énfasis en que estos componentes genéticos nos pueden dar información sobre lo bien o mal preparados que estamos para luchar contra las enfermedades virales, bacterianas y de otro tipo y cómo eso puede afectar nuestra forma de controlar eventos epidémicos de forma natural. También les puede dar pistas para mejorar las políticas públicas enfocadas en regiones con problemas específicos a causa de algún componente genético prominente de la región en cuestión.

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