Franka Braun* / Banco Mundial

Washington, D. C.- ¿Tiene hambre? Antes de ir por las almendras, pruebe un puñado de sacha inchi tostado. Esta semilla cada vez más popular, conocida como maní del Inca o de montaña y nativa de Colombia, es un superalimento que se puede comer entero como un bocado nutritivo o se puede transformar en un aceite rico en proteínas y vitaminas.

Más allá de sus beneficios para la salud, la producción de esta semilla proporciona fuentes de ingresos sostenibles y legales para las comunidades agrícolas de Colombia que alguna vez dependieron del cultivo ilícito de coca para su subsistencia. La plantación de sacha inchi también ayuda a recuperar las tierras degradadas y reducir las emisiones debidas a la deforestación.

“Es realmente un cultivo que ofrece una ganancia triple en esta zona”, dijo Jimena Silva, una mujer de 35 años con la que hablé y que dirige la Cooperativa Vissacha. Este es un grupo de 160 agricultores que viven cerca del pequeño pueblo de Vista Hermosa en la región central de la Orinoquía. Ellos producen en conjunto sacha inchi y esperan convertirse en líderes de la economía basada en la naturaleza que surge en el país.

En la era de los superalimentos y una mayor conciencia del consumidor, existe una demanda cada vez mayor de productos ambientalmente sostenibles y basados en la biodiversidad, como el sacha inchi. Según las Naciones Unidas, el mercado mundial del biocomercio (PDF, en inglés) creció de 40 millones de dólares en 2003 a 4,300 millones de dólares en 2015, y se prevé que se triplicará en 2030.

Jimena me explicó que algunos agricultores de la zona están suficientemente motivados por estas tendencias como para alejarse del cultivo ilícito de coca y sumarse a la promesa del sacha inchi. Me contó que cada vez más agricultores se convencen de que el sacha inchi les puede proporcionar una nueva oportunidad legal y ambientalmente sostenible de mejorar sus medios de subsistencia.

El desafío que queda por resolver es cómo asegurar el acceso a los mercados de consumo para garantizar un nivel de ventas estable. Jimena agregó que un mejor acceso es crucial para reducir el riesgo del proyecto a largo plazo y proporcionar un flujo de efectivo más constante a los agricultores. Por ello, Jimena y la Cooperativa Vissacha buscan mercados más confiables que podrían provocar un gran cambio en regiones con una rica biodiversidad como la Orinoquía.

Abrir acceso a mercados del biocomercio
Como uno de los países con mayor biodiversidad en el mundo, Colombia tiene como objetivo impulsar su bioeconomía, pero todavía le queda camino por recorrer. En un artículo reciente publicado en “Dinero”, un portal especializado en noticias económicas y financieras, se informó que el país posee más de 60,000 especies vegetales, pero solo 34 empresas de productos biológicos participan actualmente en sectores tan prometedores como la biodiversidad para la salud, alimentación, industria cosmética y biotecnología.

Jimena me explicó que, además de la dificultad de acceso al mercado, el crecimiento de los agricultores se ve obstaculizado por la falta de asistencia técnica y financiamiento para desarrollar productos basados en la biodiversidad, así como por normativas y certificaciones engorrosas para comercializarlos.

Por ejemplo, en Colombia, los permisos de uso comercial para productos basados en la biodiversidad son definidos por las Corporaciones Autónomas Regionales (CAR). Cada una de las 33 CAR del país tiene sus propios protocolos de explotación, criterios de evaluación y costos, lo que conduce a una falta general de estándares.

Para Jimena, normas estandarizadas a través de las cuales se pueden obtener permisos para productos basados en la biodiversidad no solo crearían un entorno claro y atractivo para las comunidades y las empresas, sino que también aumentarían en gran medida el valor de los bosques existentes. “Llevar ferias comerciales especializadas a una gama más amplia de productores y pequeñas empresas en zonas alejadas contribuiría enormemente a posibilitar más las empresas basadas en la biodiversidad y hacerlas más viables”, dijo Jimena.

Para ayudar a los agricultores locales a transitar hacia negocios sostenibles basados en la biodiversidad, Colombia puso en marcha recientemente un programa a gran escala en conjunto con la Iniciativa sobre Paisajes Forestales Sostenibles (Isfl) del Fondo del Biocarbono del Banco Mundial.

La donación de USD 20 millones de la Isfl ayudará a crear un entorno empresarial propicio para prácticas y sistemas de producción agrícola sostenibles y a fortalecer las capacidades institucionales para planificar, implementar y monitorear la gestión integrada del paisaje. El programa de la Isfl en Colombia apoyará a los aspirantes a bioproductores y facilitará el comercio abordando cuestiones transversales, como el diseño de políticas, servicios de extensión específicos y certificación basada en el paisaje. El programa también ayudará a entregar pagos basados en los resultados para recompensar a agricultores, empresas y otras partes interesadas que reducen las emisiones de carbono mediante actividades que generan menos emisiones.

Al establecer vínculos más sólidos con el sector privado para promover una agricultura productiva sostenible, la región de la Orinoquía tiene la oportunidad de impulsar una economía basada en la naturaleza a partir de su rica biodiversidad y los servicios de los ecosistemas. Esta es una buena noticia para la protección de los bosques de Colombia, que tienen una gran importancia a nivel mundial, y la mitigación del cambio climático. ¡Esto también es una gran noticia para Jimena Silva, la Cooperativa Vissacha y todos nosotros los consumidores que buscamos productos más saludables y respetuosos con el clima como el sacha inchi!.

*Franka Braun, Especialista sénior en Gestión de Recursos Naturales

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