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Washington, D. C., 1 de julio de 2019.- Changhe Zhou dejó su carrera como investigador y profesor de agricultura para cumplir un sueño de toda su vida. En 2016 se convirtió en agricultor y abrió la Granja Ecológica Huanong en Hurdle Mills (Carolina del Norte).

Zhou es una de las muchas personas de ascendencia asiática en Estados Unidos que recientemente se han dedicado a la agricultura, según el Censo Agrícola de Estados Unidos. Entre 2007 y 2017, la cantidad de agricultores asiáticos y estadounidenses de origen asiático en Estados Unidos aumentó en un 21 por ciento a 22,016. California, Hawái, Texas y Florida son los estados en que hay más, aunque se dedican a la agricultura en todos los estados de Estados Unidos.

Zhou, de 56 años, graduado de la Universidad Agrícola de Huazhong en Wuhan en la década de 1980, una época en la que el gobierno chino pagaba a los estudiantes, pero que también les elegía sus carreras. Zhou vino a Estados Unidos en 2001 para trabajar en un laboratorio de ciencias de frutas del Departamento de Agricultura de Estados Unidos. Más tarde aceptó un trabajo como investigador universitario. Él y su familia tienen tarjetas de residencia y están trabajando para obtener la ciudadanía.

Sobre la agricultura, Zhou dice: “Es muy interesante, aunque sea muy difícil y muy sucio… Puedo usar mis conocimientos, mi investigación del pasado, de los últimos 35 años, y aplicarlos en esta agricultura. Cada día encuentro cosas nuevas. Eso es muy emocionante”.

En los mercados de agricultores de Carrboro y Morrisville (Carolina del Norte), Zhou ha comenzado a ofrecer a sus clientes verduras como la calabaza luffa, que crece hasta 61 centímetros en Estados Unidos y el doble en China.

Hay muchas personas de origen chino que prosperan en Estados Unidos como emprendedores agrícolas. El Censo Agrícola de 2017 muestra que 70 por ciento de los agricultores de ascendencia asiática toman decisiones sobre el uso de la tierra o que eligen variedades de cultivos. Además, el 82 por ciento asume la responsabilidad de las operaciones agrícolas cotidianas.

Verduras y recetas familiares chinas
Esa autonomía permite a los agricultores explorar su herencia cultivando verduras chinas. Para Scott Chang-Fleeman, quien recientemente abrió la granja Shao Shan en el oeste del condado de Marin (California), la decisión de qué cultivar es un equilibrio. Vende gai lan y bok choy (brócoli y col chinas) a un restaurante de San Francisco con la esperanza de ampliar el mercado de verduras chinas cultivadas orgánicamente. También produce una variedad diaria de lechuga que le ayuda a mantener su negocio.

“Tengo un enfoque conservador con lo que cultivo”, dice Chang-Fleeman, un bisnieto de inmigrantes chinos de 25 años de edad que se abrió camino vendiendo comestibles en Los Ángeles. “Pasé mucho tiempo durante el invierno hablando con agricultores, averiguando qué es lo que la gente quiere comprar, yendo a mercados de agricultores y viendo lo que la gente está dispuesta a pagar”.

Wen-Jay Ying, cuyo negocio, Local Roots NYC, ofrece verduras frescas en la ciudad de Nueva York, dice que los hijos de inmigrantes chinos luchan por encontrar variedades locales y orgánicas de las verduras que sus padres cocinaban para ellos cuando crecían. Ying ha añadido recientemente gai lan y hon tsai tai, una verdura de hoja verde utilizada en ensaladas y salteados, así como otras verduras cultivadas localmente a sus entregas de alimentos en Brooklyn y Manhattan.

Para Leslie Wiser, la comida siempre ha proporcionado una conexión tangible con su herencia china. Cuando viajó a Taiwán en la universidad, se hospedó con parientes y copió las recetas de su abuela para llevárselas a casa de su madre.

En junio, Wiser, de 42 años, cosechará su primer cultivo en la granja Radical Family Farms, tres quintas partes de una hectárea en Sebastopol (California), al norte de San Francisco. Entre sus cultivos hay diversas variedades de pai tsai, un repollo chino que sirve como ingrediente en las recetas de su abuela. Wiser crea nuevas tradiciones viajando a Taiwán con sus dos hijos cada año y disfrutar de la cultura que inculca en su granja.

“Aprender el idioma, ir de compras a los mercados nocturnos, comprar todos nuestros alimentos y cocinar con verduras cultivadas localmente es la única manera que conozco de mantener mi patrimonio cultural: a través de la comida”, expresa.

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