¿Es posible vencer la pobreza?

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«Estamos viviendo un despliegue tecnológico único en la historia de la humanidad, que abre oportunidades inéditas», esta fue una de las reflexiones con las que el asesor de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Bernardo Kliksberg, inició la charla «La pobreza, ¿es derrotable? Lecciones de la experiencia latinoamericana reciente en la lucha para la superación de la pobreza», durante el II Seminario Internacional Explorando Tecnologías de Punta para el Combate a la Pobreza en México, que se llevó a cabo ayer en el Colegio de México (Colmex).

Pensar que en pleno siglo XXI nos encontramos viviendo una situación de desigualdad social mundial que, en palabras de Kliksberg, «llama a la perplejidad», parece inconcebible, si pensamos que la ciencia y los avances tecnológicos han superado nuestras más grandes expectativas. Avances como el mapeo genético y la medicina que se le deriva, energía nuclear, biotecnología, entre otros, son testimonio de que es posible mejorar la calidad de vida a nivel mundial y, sin embargo, esto no sucede.

«La ciencia abre una agenda de aplicaciones posibles que claramente podrían dar una vida digna a la población del planeta, pero junto con eso las noticias pueden ser tan contradictorias como que en el último informe de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), se dice que aumentó el número de hambrientos en el planeta», explicó el director científico del Seminario.

La pobreza se deriva, en gran medida, del tema de la desigualdad social, que es prioritario en la agenda de la ONU y que constantemente crea metas de desarrollo sostenible. Y estas metas dan un mensaje doble, por un lado, están diciendo que sí es posible crear un mundo mejor, pero, por otro, hacen un reconocimiento oficial de todos los déficits que existen hoy por hoy en el mundo.

Para entender el problema de la pobreza, Kliksberg lo dividió en cuatro aristas fundamentales que dan un panorama del contexto global contemporáneo.

El aumento de las desigualdades
De acuerdo con la Oxfam -confederación internacional integrada por 17 Organizaciones No Gubernamentales que realizan labores humanitarias en 90 países- hay un acaparamiento del 1 por ciento de la población mundial de la riqueza. En 2017, el 1 por ciento más rico recibió 762 mil millones de dólares, siete veces lo que se necesitaría de acuerdo con algunas estimaciones para terminar con la pobreza del mundo. Aterrizando esto a cifras concretas, 42 personas tienen actualmente más de 370 millones de dólares.

La pobreza y la riqueza continúan alejándose una de otra en direcciones completamente opuestas en lugar de encontrar un balance que beneficie a todos. En este contexto, tener un trabajo tampoco es sinónimo de riqueza, ya que existen un gran número de trabajos con condiciones extremas y deplorables.

«Los más discriminados son las mujeres y los jóvenes, ahí es donde hay más deterioro tanto en las posiciones de trabajo que ocupan, que son inferiores», dijo Kliksberg, a lo que añadió que «cuando aumentan las desigualdades aumenta una serie de fenómenos regresivos, desde la pobreza, reducción de los mercados internos, degradación de la condición social, falta de oportunidades. Estos fenómenos de desigualdad representan una valla importantísima en la posibilidad de mejorar las condiciones sociales».

Nuevas manifestaciones de la pobreza
La pobreza tiene fuertes implicaciones en otras áreas, como la salud. Conforme aumentan las desigualdades también aumentan los índices de obesidad, tabaquismo y malnutrición, lo que lleva a una epidemia de enfermedades como la diabetes. Y, ¿quiénes son los que se alimentan de grasas y conservadores? ¿quiénes son los que fuman? preguntó Kliksberg. La respuesta es: los pobres. Es mucho más barato y accesible llevar una dieta de grasas y comida chatarra que una dieta verde.

A la par, «2 mil 600 niños por día fallecen antes de cumplir 24 horas y 2 millones de niños antes de completar la primera semana. De estas muertes, el 80 por ciento se debieron a causas previsibles y tratables como el nacimiento prematuro, complicaciones en el parto e infecciones. Son niños que en la era de la explosión tecnológica están condenados por causas prevenibles, todas vinculadas a la pobreza recorrida por la desigualdad», dijo el asesor del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia.

También hay buenas noticias
El doctor Kliksberg admitió que el panorama que planteó se presenta bastante sombrío, sin embargo, también hay una luz al final del túnel. Los emprendedores sociales, la inclusión del tema de la responsabilidad social en la agenda, la emergencia masiva de voluntarios en el mundo, son acciones que dan cuenta de que realmente se pueden encontrar soluciones para la desigualdad y la pobreza y, como concluyó: «podemos elegir por dos tendencias humanas, podemos hacernos más egoístas o podemos hacernos más empáticos».

La pobreza no desaparecerá mientras el consumo siga siendo prioridad en el modelo económico
Como lo muestra la última edición del Global Wealth Report del Credit Suisse Research Institute (Csri), publicado en noviembre de 2017, la riqueza global total ahora ha alcanzado los 280 millones de millones de dólares y es un 27 por ciento más alta que hace una década en el inicio de la crisis financiera. Inclusive, según el informe, la riqueza global debería seguir creciendo a un ritmo similar al de la última media década y se espera que alcance los 341 millones de millones de dólares para el año 2022.

En los últimos 12 meses, la riqueza global total creció un 6.4 por ciento. Es el ritmo más rápido de creación de riqueza desde 2012; además, como la riqueza aumentó más rápido que la población, la riqueza promedio mundial por adulto alcanzó un nuevo récord de 4 mil 700 dólares por mes, es decir, cerca de 88 mil pesos mensuales. Los indicadores lo que evidencian es que claramente vivimos en una sociedad que produce una cantidad enorme de riqueza, sin embargo, la pobreza continua en aumento y muchas personas se encuentran en la pobreza extrema.

«Lo que hacen evidente estas cifras es que la pobreza no se soluciona con la maximización de la producción, el problema de la pobreza es un problema de distribución, pero la mala noticia es que para una economía que busca la maximización de la producción la distorsión en la distribución es necesaria.

«Para maximizar la producción es necesario que el capital optimice sus rendimientos y el proceso de optimización de los rendimientos del capital se da por eficiencias productivas, lo que no es otra cosa que la maximización de la explotación de los recursos naturales y de la mano de obra. Es decir, la falta de distribución de la riqueza no es sino la otra cara de la moneda de la maximización de la producción», expuso Emmanuel Salazar, subdirector global de inversiones Cinépolis, en el panel: ¿Cómo construir alianzas virtuosas entre ciencia y tecnología, políticas públicas, empresas privadas y comunidades desfavorecidas?

Ante la problemática expuesta por el también profesor del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, propuso dos vertientes:

«Seguir haciendo lo que hemos hecho, tratar de maximizar la producción mundial y eventualmente esperar que los menos beneficiados tengan acceso a esa riqueza generada. Si ese queremos que sea el camino entonces tendremos que esperar varios siglos para tratar de erradicar la pobreza en el mundo.

«Lo que se tiene que hacer, tiene que ir orientado a crear una nueva economía, una economía de la distribución, no una economía del consumo y de la producción. Ese cambio es paradigmático y poco se ha reflexionado al respecto, construir una economía de la distribución representa el reto más importante de nuestra generación, es un reto urgente y revolucionario porque, aunque no nos demos cuenta, hacer eso significaría un rompimiento radical con los valores que rigen nuestra civilización occidental», explicó.

En su intervención, en el II Seminario Académico Internacional Explorando tecnologías de punta para el combate a la pobreza en México, dejó una reflexión ante el público asistente:

«Este cambio de economía exige enfocar nuestros esfuerzos sociales en producir menos, pero con mayor calidad; producir bienes durables, no desechables, cuyo valor se elimina constantemente con el artificio de la moda; exige pues una economía orientada a la calidad, no al derroche. Pensar una economía de la distribución exige una nueva forma de relacionarnos con la ciencia y la tecnología, dejando a un lado la búsqueda de la innovación por la innovación misma para impulsar el consumo; exige reflexionar sobre la forma en que las nuevas tecnologías se acoplan a los procesos productivos, es decir, al ritmo de trabajo, al grado de libertad de los trabajadores y a la relación del capital con el trabajo», mencionó.

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