Un torbellino llamado Brexit

El término Brexit es un conjugado en base a dos palabras: británico y salida. No es nuevo. Se acuñó hace poco cuando en Grecia, denominado Grexit, también se presentó tal disyuntiva. La diferencia es que el país helénico se mantuvo dentro de la Unión Europea (UE), pero Gran Bretaña le dijo adiós.

Desde anoche es la noticia mundial. Noticieros y redes sociales se llenaron de informaciones, primero del referendo y después del resultado.

Desde luego, los efectos se registraron de inmediato, en especial en el mundo financiero, porque la UE surgió con ese espíritu, aunque después se fueron agregando otros aspectos de la vida para dar una redondez íntegra que respondiera a la necesidad de un desarrollo total de todos los europeos.

Las reacciones, incluso, se dejaron sentir en el mismo Reino Unido mediante un rechazo casi absoluto de los jóvenes a la resolución de salir de la UE, quienes deseaban permanecer dentro de ella, decisión que perdieron ante los adultos que votaron por su salida, revelan las últimas informaciones sobre tal determinación.

Tal vez para muchos pareciera una decisión arriesgada, aunque se debe releer la historia de la isla. Desde tiempos remotos se ha considerado ajena al macizo continental y, en varias ocasiones, ha hecho su vida aparte, basada en intereses meramente coyunturales con sus vecinos.

Pasajes antiguos como su asociación con los vikingos que pretendieron conquistar los reinos de la antigua Orgullosa Albión para enfrentar juntos a Francia o la rebeldía del rey Enrique VIII ante el poderoso Vaticano para crear su propia iglesia y hasta sus luchas, casi fratricidas, contra España, posteriores al descubrimiento de América, que dieron orígenes a los memorables piratas que acosaron a los barcos hispanos para robarle los tesoros llevados del Nuevo Mundo, son sólo estampas de esas aventuras británicas a lo largo de los siglos.

Poco a poco, las aguas volverán a su cauce, tal como sucede en los movimientos internacionales que, cada vez, son más usuales dentro de la Aldea Global, soñada hace algunas décadas por Marshall McLuhan y concretada por Ronald Reagan y Margaret Thatcher con los testigos de honor: Juan Pablo II y Lech Walesa, en el verano de 1989, durante la celebración del Bicentenario de la Toma de la Bastilla, en París, Francia.

En nuestro país, desde temprana hora se conoció la información dada a conocer por la Secretaría de Hacienda (Shcp), referente a un nuevo recorte presupuestal para el año en curso, de 31 mil millones de pesos que se suma al registrado el 17 de febrero pasado cuando se tuvo el de 132 mil millones de pesos.

Algo que, aunque “medida dolorosa, pero necesaria”, como dirían los políticos del pasado reciente, no deja de causar cierto escozor mental, debido a que su titular, Luis Videgaray, tiene el suficiente número de asesores, todos con maestrías, doctorados y hasta postgrados en las mejores universidad del mundo, además de que obtienen muy buenos salarios, quienes pudieron advertir el actual desenlace en la Gran Bretaña y aplicar el nuevo recorte presupuestal desde el pasado de febrero último, porque, en economía como en la salud, el mejor antídoto es la prevención y siempre será mejor que sobre a que falte, según la conseja popular, cuyas amas de casa y los viejos mayordomos (antecedentes de los modernos secretarios de Hacienda), de eso sabían y saben mucho.

Máxime que, como buenos asesores en economía y finanzas, sabrían de lo que podría venir, en base a la expectativa de Grecia y a que el Brexit no fue un asunto inesperado, sino resultado de una serie de acontecimientos que se venían dando en la UE, desde hacía varios meses.

Pero no fue así.

Videgaray fue muy concreto al señalar que el nuevo recorte impactará al gasto corriente, no al social, aunque habría que tener en cuenta que todavía la mayoría de las empresas (grades, medianas y hasta pequeñas) tienen al gobierno como uno de sus principales clientes, por lo que impactará, sin duda, en el empleo y, por supuesto, en el comercio de toda índole y, por ende, en lo social, pese a que Inglaterra no sea un socio comercial de grandes ligas para México, sí existe un intercambio considerable que cerró el 2015 con 7 mil 52 millones de dólares, un crecimiento del 78 por ciento, respecto a 2013.

Además, echará por tierra, aunque sea momentáneamente, el apoyo comprometido por los ingleses para México en sectores tan sensibles en desarrollo y crecimiento, como son transporte, energía, vivienda y salud.

El anuncio de Videgaray sobre el no impacto del recorte en el ámbito social fue ratificado por el secretario de Desarrollo Social (Sedesol), José Antonio Meade Kuribreña, quien sólo secundó lo expuesto por Videgaray; en cambio, el titular de la Secretaría de Agricultura (Sagarpa), José Calzada Rovirosa, más cauto, manifestó que se estudiarán ahorros al interior de la Sagarpa para que no se registren afectaciones a programas e incentivos a los productores nacionales.

Estas son sólo dos voces de las muchas que se escucharon hoy y que se seguirán oyendo en el transcurso de los días mientras se asientan las aguas causadas por ese torbellino llamado Brexit.
Por lo que hace a las redes sociales, de inmediato respondieron con fuertes críticas, al demandar que mejor el recorte se haga a los partidos políticos que, en esencia, no sirven para nada. Citan, como ejemplo, la reciente aprobación de la Ley Anticorrupción tipo ligth, a grado tal que el presidente Peña Nieto, a petición del empresariado nacional, tuvo que vetar el artículo 32, aunque dejó vigente el 29, los dos más cuestionados por la sociedad, origen de ese proyecto de ley.

Uno o varios senadores de todos los partidos (sin excepción) votaron en contra de tal legislación o, sencillamente, metieron la cabeza entre la arena, como las avestruces, lo que irritó a ciertos sectores de la sociedad civil. Los partidos políticos y sus integrantes, que dicen estos últimos representar a la sociedad, quedaron en entredicho por esa acción.

Otro caso que también irritó a la redes sociales fue el referente a la mantención de los pingües sueldos que gana la alta burocracia a la que tampoco le afectará cualquier recorte presupuestal emergente.


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