Juan Saldaña fue un excelente maestro de historia en el Instituto Méndel de Guadalajara, Jalisco. Sus clases eran bastante amenas, además de que pedagógicamente eran muy ilustrativas.

Una tarde contó una anécdota que raya entre lo mítico y lo real. Dijo que varios europeos viajaban muy seguido a la ciudad de Oaxaca para comprar ollitas de barro, esas en las que se toma atole y café. Se llevaban a Europa grandes cargamentos de esa artesanía lo que ayudaba a la precaria economía de los artesanos locales.

Intrigado un investigador por ese hecho, decidió saber la razón del porqué a los europeos les encantaba importar de Oaxaca sólo ollitas de barro y, muy pronto, encontró la razón: ese barro con que elaboraban las ollitas contenía altos niveles de uranio, por lo que al llegar a sus países de origen las quebraban para obtener el uranio natural que después enriquecían para su uso industrial.

Esa era la razón de la compra de las ollitas de barro oaxaqueño.

Oaxaca en una entidad que pertenece al sureste nacional. Se encuentra enclavada en la confluencia de las dos grandes Sierras Madres nacionales: la Oriental, que corre casi paralela al Golfo de México, y la Occidental, que lo hace bordeando el Pacífico. De su unión, en el Nudo Mixteco, nace la Sierra Madre del Sur que se prolonga por el resto del país y continúa por Centroamérica.

Un viaje con el Seguro Social (Imss) al Nudo Mixteco, cuando puso en marcha el programa Coplamar, proyecto social que pretendía llevar los mínimos de bienestar a la población más desprotegida del país, antecedente de la actual Secretaría del Desarrollo Social (Sedesol), reveló los grandes atrasos socioeconómicos que vivían esas comunidades, ubicadas en lo más escarpado del Nudo.

Llegar hasta ellas requería de varias horas de camino a lomo de caballo, a través de caminos sumamente estrechos, delimitados entre las escarpadas montañas a un lado y los inmensos barrancos, por el otro. No obstante esas situaciones geográficas, era posible hallar caminos de terracería entrecortados, construidos por grandes transnacionales para hacer llegar a los habitantes sus productos, técnica muy usual por aquellos años en varias regiones agrestes del territorio nacional: construir caminos para llevar sus mercancías, donde el gobierno no lo hacía.

Por eso, y a pesar de que la dieta de esas comunidades eran mínimas, consistentes en frutas, verduras, algunas cultivadas en huertos familiares, pero la mayoría de origen silvestre, y algo de carne, de características similares, era posible hallar en las casas de ventas (ni siquiera misceláneas o tienditas) cerveza, refrescos y papitas, gansitos y otras variedades de la llamada comida chatarra.

Durante décadas, Oaxaca fue una entidad abandonada, a pesar de su riqueza natural, gastronómica, cultural y turística. Se sabía de la Guelaguetza, moles, amarillito, quesos, tlayudas, sopa de guía, sorbete de leche quemada; canción mixteca, Árbol del Tule y muchas otras cosas más, pero en forma muy somera.

Curiosamente, un hecho fortuito la puso en el mapa mundial: María Sabina (María Sabina Magdalena García), la indígena mazateca que popularizó los hongos alucinógenos, muy demandados por la comunidad hippie de las décadas de los 60’s y que rivalizó con el LSD como sustancia de relajación y placer juvenil, gracias al banquero y micótico Robert Gordon Wasson, quien con su esposa Pavlovna, viajó hasta Huautla de Jiménez, Oaxaca, para conocer ese hongo (“niño santo”, les llamaba María Sabina) y a ella misma, que, más tarde, heredó su nombre a uno de los grupos populares del rock mexicano y que el Tri le dedicó una de sus mejores composiciones.

Sin embargo, el futuro de Oaxaca se escribió durante la administración del presidente Miguel de la Madrid con la construcción de la infraestructura carretera que une a la capital con la costa y, sobre todo, el balneario Huatulco, moderno polo de desarrollo turístico de nivel internacional que compite con Cancún o Los Cabos en cuanto a atracción de paseantes de todo el mundo.

Así se sentaron las bases de lo que en la administración gubernamental siguiente, al mando de Carlos Salinas de Gortari, fue la firma del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (Tlcan) que convulsionó, en sus inicios, al país y que a más de 20 años de vigencia aún desata controversias de toda índole.

El Tlcan se entiende bien cuando se enfoca desde Europa, donde se ubica a México como parte de Norteamérica, no tanto en la geopolítica latinoamericana, como era usual llamarle en otros tiempos y todavía aún se le conceptúa así en muy pocos sectores. México, junto con Estados Unidos y Canadá conforman Norteamérica; Latinoamérica, en esa visión, es otro cantar.

Una revisión a los ejes del Tlcan indican la proyección del rico sureste nacional que debía rescatarse y promoverse hasta igualarlo al contexto nacional. Para ello, se planeó elevar a la categoría de gran puerto de altura a Progreso, Yucatán, para que sirviera de pivote por donde sacar la producción del sureste, llevarla a Nueva York y, de aquí, distribuirla a todo el mundo.

El primer intento se tuvo con el Plan Puebla-Panamá, que no fructificó, precisamente por el rechazo político social que encontró en su planificación y ejecución; ahora está en diseño y ejecución el Plan Mesoamérica, con similares pretensiones y, de nueva cuenta, enfrenta el rechazo sociopolítico regional.

La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (Cnte) surgió a principios de los 70’s enarbolando dos banderas: aumento salarial del 20 por ciento y democratización del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (Snte). En sus inicios tuvo esa connotación de nacional, sus manifestaciones se dirigían básicamente a la sede del Snte, en el corazón de la Ciudad de México y, de refilón, le daban su llegadita a la Secretaría de Educación Pública (SEP), ubicada a sólo dos cuadra y media del Snte. Esas banderas la hicieron atractiva, a nivel nacional.

Pero en el transcurso de su caminar, mutó su lucha. Ahora es una organización, no de sólo lucha gremial, sino un entreverado de intereses de muy diverso tipo. En su seno agrupa a diversas luchas contestatarias y su accionar tiene más visos políticos que únicamente magisteriales, lo que se engrandece por la acelerada lucha por la sucesión presidencial del 2018 que, como todo, en estos tiempos, lo adelantan los actores políticos, más allá de lo que aconseja el sentido común.

Los campos de batalla de la Cnte son Michoacán, en menor grado; Guerrero, Oaxaca y Chiapas donde se mueve a sus anchas y en base a coyunturas políticas y político-sociales. Apenas hace dos meses su epicentro era Chiapas; ahora lo es Oaxaca. A veces, aparece en Guerrero y luego vuelve a Chiapas o Oaxaca.

Una somera visita a la Sedema, página noticiosa donde acostumbran subir información los supuestos grupos guerrilleros mexicanos, da cuenta puntual de los movimientos que realizan el Partido de los Pobre, fundado por Lucio Cabañas y Genaro Vázquez, los más grandes protagonistas de la presunta guerrilla guerrerense; el Partido Revolucionario Obrero Clandestino Unión del Pueblo (Procup), el Ejército Popular Revolucionario (EPR), su escisión: el Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (Erpi), las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y otros grupos más, por lo general, escindidos de estos grupos.

Informes de la Procuraduría General de la República de principios de este siglo, dadas a conocer en relación con los ataques a instalaciones de Pemex, en el Bajío, y a Banamex, en la Ciudad de México, sugieren que en México no actúan grupo guerrilleros, en términos generales, aunque sí revela la participación dentro de esa categoría a algunos individuos en específico, algunos de quienes en ese entonces cumplían órdenes de aprehensión o estaban en líneas de investigación respectiva.

En suma, lo acontecido el domingo pasado en Oaxaca puede haber sido una batalla más de esa lucha sin cuartel que libran dos visiones de un mundo futuro: la tradicional que tiene amplia expresión en Oaxaca, con sus estilo de vida, en base a usos y costumbres, y que se acrecienta con la nueva axiología que integra al hombre como parte de la naturaleza, no sólo como un explotador voraz, frente a los impulsores de la economía global para quienes la ganancia rápida y la economía domina por encima de todo, incluyendo, por supuesto, a la política.

En Oaxaca, como en muchas otras regiones del territorio nacional persisten los cacicazgos que difícilmente van a dar su mano a torcer, porque el sureste es una región sumamente rica en todos los órdenes y con una buena administración hasta autosuficiente lo podría ser.

Un ingrediente adicional lo podrían constituir las propuestas de algunos norteamericanos (versión que no es oficial) para quienes la frontera debería estar en el Suchiate, no en el Río Bravo, como muro de contención a la inmigración.

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