Ráfaga: Entregar la plaza a la delincuencia, jamás había ocurrido

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Jorge Herrera Valenzuela*

Ciudad de México, 23 de octubre de 2019.- Todos los calificativos que existen son pocos para colocarlos en torno a los sucesos registrados en la ciudad capital del siempre próspero y revolucionario Estado de Sinaloa. Lo que no es admisible ni justificable, la historia habrá de juzgarlo en frío, es que el presidente de México haya entregado la plaza a los narcotraficantes, a la delincuencia organizada, a un grupo que manejó a la perfección la estrategia y la logística para liberal a su líder, a su jefe, a su patrón.

No recuerdo que en los tiempos de las invasiones norteamericanas del Siglo XIX ni las de los primeros años de la centuria pasada, el Gobierno Mexicano se doblegara y ahí están las heroicas defensas del Castillo de Chapultepec, del Convento de Churubusco, del Puerto de Veracruz. Me dirán que esos no eran delincuentes, cierto, pero no hubo rendición y menos dejar libre el campo al enemigo. Si estoy equivocado, seguramente que el historiador Oscar González Azuela, el cronista Jaime Orozco Barbosa o el escritor y periodista José Antonio Aspiros Villagómez, pueden precisar el dato, no que tengan otros datos, ¡eh!

Insistir oficialmente que se dejó libre al hijo de “El Chapo” Guzmán Loera para evitar una masacre es vergonzante porque eso únicamente reafirma que el gobierno lopezobradorista carece de un plan para proceder en casos tan delicado y de corte internacional, internacionalmente, actuando precipitadamente y cancelando el movimiento emprendido, con una orden judicial en la mano. Los miembros del “gabinete de seguridad” sabían que el gobierno de Donald Trump pidió la detención y la extradición de Ovidio Guzmán López, bajo el cargo de ser narcotraficante que introduce la droga a territorio norteamericano. No pensaron en la reacción de los dirigentes de los cárteles afines al de Sinaloa.

Ante el rotundo, vergonzante e indignante fracaso de las autoridades mexicanas, los yanquis no se quedaron con los brazos cruzados. Al día siguiente del suceso, en Washington ya estaba armado un plan de acción. Integraron tres grupos de agentes policiales para que vengan en búsqueda de “El Ratón”, como le apodan al hijo de Joaquín Guzmán Loera. Esos señores actúan con o sin el permiso del gobierno mexicano, como lo hicieron en 1985 cuando fue asesinado el agente encubierto de la DEA Enrique “Kiki” Camarena Salazar, mexicano-norteamericano que operaba en Guadalajara, Jalisco.

El panorama no es nada positivo. “El Chapito”, como fue bautizado por la prensa mexicana, ya no podrá vivir tranquilo. Su esposa e hijos, así como el resto de las familias Guzmán López y Guzmán Loera, estarán bajo la lupa de los detectives enviados por Trump. Ya vimos cómo están organizados los narcos y como se defienden. Su poderío en cuanto al armamento es muy superior al que tienen nuestras Fuerzas Armadas. En pocos minutos los narcos bloquearon calles, incendiaron vehículos, hicieron lluvia de balas y paralizaron Culiacán, además de retener a un grupo de militares y cercar la zona habitacional de sus familias, mismas que en cuanto pudieron, empezaron a huir de ese lugar.

Independientemente de que el presidente López Obrador tiene su estilo muy personal de hacer las cosas, debe de meditar sobre la necesidad de contar con una persona experimentada para la Secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, así como también le urge despojarse de su egolatría y estructurar el servicio de inteligencia, para que no lo vuelvan a sorprender y crearle situaciones de inestabilidad. El bochornoso desquiciamiento de la paz y la seguridad en Culiacán es un llamado de atención, se encendieron los focos rojos, que requiere algo más que una simple declaración en la conferencia mañanera.

El caricaturista Paco Calderón fue muy caustico en su cartón dominical publicado en Reforma y titulado: “de los que Recuerdo”. Hizo caricaturas de los presidentes y agregó un calificativo a cada uno: López Mateos, popular; Díaz Ordaz, displicente; Luis Echeverría, demagogo; López Portillo, fatuo; De la Madrid, moralino; Salinas de Gortari, taimado; Ernesto Zedillo, frugal; Vicente Fox, boquiflojo; Calderón Hinojosa, impulsivo; Peña Nieto, cínico. Añadió el siguiente texto: “Adjetivos que comparte el actual presidente con sus predecesores, aunque jure y perjure que él es distinto y yo le crea. Ninguno de los otros resultó sacatón”.

Dato complementario: La Universidad de Alcalá de Henares en 1994 le otorgó a Francisco José Calderón Lelo de Larrea, Paco Calderón para los cuates, el grado de “Profesor Humoris Causa”.

Pregunta para meditar:
¿Alfonso Durazo Montaño se mantendrá como secretario de Seguridad y Protección y luego se irá a buscar la gubernatura de Sonora?

* Jorge Herrera Valenzuela (jherrera@live.com.mx) es reportero pensionado. Se desempeñó como jefe de Información del diario capitalino La Prensa, maestro en la escuela de periodismo Carlos Septién García y coordinador general de Comunicación Social de la Secretaria de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), entre otros cargos más.

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