Alfa Omega: Recordando a Manuel Buendía en el 35 aniversario de su muerte

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Jorge Herrera Valenzuela*

Estaba en mi oficina de la Secretaría de la Reforma Agraria. Era el miércoles 30 de mayo de 1984. Mi amigo y colega Miguel Segundo González, entonces reportero del diario El Nacional, a las siete y media de la noche, telefónicamente me comunicó: “Padrino, acaban de matar a Don Manuel, a su compadre, el Señor Buendía”. La noticia me estremeció. Minutos después hablé con mi comadre, Lolita Abalos de Buendía, y me pidió que la acompañara a la Séptima Delegación del Ministerio Público para cubrir los trámites ante el Ministerio Público. Al entrar al anfiteatro para identificar a mi querido compadre, no podré olvidar esa escena y conste que 10 años fui reportero de noticias policíacas.

Fueron tantos años de compartir en la redacción del diario La Prensa, de mantener una estrecha relación, inclusive familiar, que hay un cúmulo de recuerdos, empezando éstos en los finales de 1956, cuando como reportero suplente del diario Zócalo cubrí la “fuente” presidencial, en Palacio Nacional. A Manuel lo conocí en la pequeña sala, a la salida del elevador que utiliza el presidente de México, donde nos reuníamos los reporteros (éramos alrededor de 12) y el taquígrafo Raúl Muñoz, quien tomaba las declaraciones de los funcionarios que entrevistábamos; luego trascribía y elaboraba copias, en papel carbón, para distribuirlas entre nosotros.

En agosto de 1958 me dieron oportunidad de ser reportero suplente en La Prensa. Transcurrió poco tiempo para iniciar mi relación amistosa con Buendía, quien cubría, además de Presidencia de la República, Gobernación y Relaciones Exteriores, cuyos titulares eran don Ángel Carvajal y don Manuel J. Tello. El oficial mayor en Gobernación, don Gustavo Díaz Ordaz, quien era muy cordial con los reporteros de la “fuente”, lo que me constó personalmente.

Mi estimado compadre, michoacano, nacido el 24 de mayo de 1926, en Zitácuaro, Michoacán, durante 26 años escribió la columna Red Privada y viene a mi memoria que en los primeros días su comentario político abarcaba una cuartilla (28 líneas de 72 “golpes”, en máquina mecánica) y una noche al terminar, volteó hacia los escritorios de Mario Alberto Santoscoy y el mío, sonriendo, nos dijo que íbamos a ser “sus reporteros” de algún tema. Obvio, nunca requirió de nuestros “audaces servicios”.

Red Privada nació en La Prensa, pero en julio de 1963 su autor salió de esa empresa. Recorrió El Día, El Universal, Los Soles de la Organización Editorial Mexicana, después nuestro gran amigo y colega José Luis Becerra, director de la Agencia Mexicana de Información, la distribuyó en varios diarios del interior de la República, así como en Excélsior, donde Manuel aumentó su potencial e influencia por lo documentado de sus comentarios.

Director de La Prensa
Todavía no ingresaba a la Cooperativa, seguía yo de suplente, cuando el lunes 4 de enero de 1960, Manuel Buendía Tellezgirón asumió la dirección de La Prensa y nos nombra reporteros de la “fuente policíaca” a Félix Fuentes Medina y a mí. A partir de esa semana, aumentó mi sueldo diario: 50 pesos, advertido de que no debía recibir “el embute” que daban en la Jefatura de Policía y en la Procuraduría de Justicia del Distrito y Territorios Federales. La palabra “embute” cambió a la de “chayote”. En el periódico nos daban un “vale” mensual por mil pesos, para quitarnos la tentación de recibir dinero “oficial”.

Nuestro Señor director dio línea a los dos reporteros policíacos, o sea a Félix y a mí. “Nada de nota roja, nada de lugares comunes, nada de frases corrientes”. ¿Por qué?, me pregunté y no tardé en oír: “Las notas serán policíacas, sin calificativos, sin sangre”. Mi compadre Félix tenía experiencia en la cobertura de esas noticias, porque tuvo excelentes maestros en el diario ABC que dirigía don Federico Barrera Fuentes. Modestia aparte, pero cumplimos bien el cometido e inclusive en enero de 1963 nos fue otorgado “El León de Bronce” y en agosto de 1966 fuimos objeto de una mención especial, en la Asamblea de la Cooperativa La Prensa, por parte del director Roberto Ramírez Cárdenas.

Buendía y Martínez Villicaña
En el curso de 1984 entró en vigor la reforma constitucional, mediante la cual el presidente de la República dejaba de firmar las resoluciones que acreditaban a ejidatarios y comuneros como titulares, como poseedores de las superficies de tierra para cultivo y donde algunos construían su vivienda. La facultad pasó al titular de la Secretaría de la Reforma Agraria, SRA, que en ese momento lo era el joven ingeniero agrónomo michoacano Luis Martínez Villicaña.

Algunos columnistas-diaristas emprendieron una verdadera campaña en contra del secretario Martínez Villicaña, dado que él sería quien firmaría las resoluciones agrarias. Se hablaba de que se abrían las puertas para el negocio de las tierras, se escribieron muchas cosas y uno de los que vapulearon al secretario de la Reforma Agraria, calificado además como avanzada de los tecnócratas, era mi compadre y paisano del funcionario.

Por esos días, marzo de 1984, me desempeñaba como coordinador de Noticieros de Canal 11 IPN y recibí la noticia directa de la Presidencia de la República, para incorporarme como director de Prensa y Relaciones Públicas de la SRA, con la consigna de amainar el temporal periodístico. Después de hablar con los dos michoacanos (Manuel y Luis) que no se podían “ni ver”, logré reunirlos en una comida que tuvo un principio muy ríspido y un final de “dos grandes cuates” que se programaron para ir de cacería. Mediaron muchos detalles que por ahora no hay espacio para relatar. El encuentro ocurrió en ese mismo mayo de 1984.

Quedan muchos recuerdos en el tintero. Semanalmente nos reuníamos a comer Manuel, Mario Santoscoy, Félix Fuentes y un servidor. Siempre la conversación era amistosa, abordábamos los temas cotidianos. Sólo en una ocasión salimos a cenar, acompañados de nuestras respectivas esposas, a quienes Manuel les dijo: “Nunca crean lo que estos les digan, si llegan tarde a la casa; yo a los ocho y media de la noche ya no los veo en la Redacción”. No pocas veces nos pedía que lo esperáramos “al cierre” y cenábamos con él en las primeras horas de la madrugada.

P. D. Estas líneas también van impregnadas de otro recuerdo, pues el pasado sábado 25 del mes que concluyó este viernes, falleció otro de los grandes reporteros mexicanos del Siglo XX, Benjamín Wong Castañeda. La mayor parte de sus 84 años los dedicó al periodismo como reportero, como directivo, como editor. Hombre estudioso, humano, siempre dispuesto a ayudar a sus semejantes. Excelente amigo y compañero…. En el medio agrario trascendió la noticia del deceso del abogado Alejandro Monroy Berecochea, con quien compartimos misiones especiales para resolver, jurídicamente, problemas de ejidatarios, comuneros y pequeños propietarios de Querétaro y del Estado de México. Un abrazo solidario para los familiares de ambos grandes amigos y extraordinarios mexicanos.

* Jorge Herrera Valenzuela (jherrerav@live.com.mx) es un reportero pensionado. Se desempeñó como jefe de Información del Diario capitalino La Prensa, maestro en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García y coordinador de Comunicación Social de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), entre otros cargos más.

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