Ráfaga: Temblores, nerviosismo y remembranzas

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Jorge Herrera Valenzuela
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Ciudad de México, 18 de septiembre de 2024.- Mientras continúa la batalla en pro y en contra de la arrebatada determinación de acabar con la División de Poderes, decretando que los funcionarios del Poder Judicial Federal sean electos por “el pueblo sabio”, es preferible comentar sucesos históricos.

Estoy seguro de que nadie puede pronosticar si temblará o no, el movimiento subterráneo, que se produce en las aguas oceánicas, nos sorprende y los mexicanos entramos en una guerra de nervios, al sentir que el piso se nos mueve. Se aconseja no correr, no usar elevadores, actuar con calma; sin embargo, procedemos olvidando las indicaciones y los ensayos, simulacros, atemperan un poco.

Las abuelitas y las mamás son las primeras en lanzar gritos, los católicos pronuncian sus oraciones, la gente se arremolina en las calles. Se interrumpe el servicio telefónico, “se va la luz”, se disloca el tránsito de vehículos al no funcionar los semáforos. Entran en acción las plantas de emergencia sobre todo en hospitales.

En los últimos 39 años los habitantes del Distrito Federal, hoy Ciudad de México, y de varias entidades federativas, han sufrido de fuertes sismos y la fecha es: 19 de septiembre. La variación está en el horario, en los grados de intensidad y localización de epicentros.

El más fuerte del siglo
Se cumplieron seis años del terremoto de 8.2 grados, la más alta intensidad en el presente siglo, cuyo epicentro estuvo en el Golfo de Tehuantepec y arrasó al municipio de Juchitán y causó severas pérdidas en cuarenta municipios más del Estado de Oaxaca. Este suceso se registró la noche del jueves 7 de septiembre de 2017. Faltaban diez minutos para que finalizara ese día. Hubo réplicas hasta por 4,326 ocasiones, en los subsiguientes días; 36 personas perdieron la vida.

Los daños reportaron un total de 60,000 viviendas destruidas, perdiéndose, además, los modestos enseres de casa. Nos dicen que, a siete años de distancia, hay familias que no han podido restaurar sus casas. También se desplomaron partes de construcción en clínicas, hospitales, escuelas, presidencias municipales y se dañaron monumentos históricos.

La mañana del 19/09/85
Sin duda alguna, el sismo registrado la mañana del 19 de septiembre de 1985 fue el causante de la mayor desgracia, en el pasado siglo. De pronto, a las 7:17 de ese jueves, empezó a sentirse el movimiento del piso, el desplazamiento de muebles, gritos de la gente y en pocos minutos se desplomaban unidades habitacionales, edificios de hoteles, de oficinas públicas y de despachos privados.

Imposible dar a crédito a lo que estaba sucediendo en la Capital del País, así como en Michoacán, Jalisco, Estado de México y otras entidades federativas. Me encontraba sedado porque el día anterior fui intervenido quirúrgicamente de la columna vertebral, en el Hospital de Traumatología Magdalena de las Salinas, Imss. Solo veía que el edificio del Hospital de Ortopedia se inclinaba de un lado a otro.

El epicentro fue localizado en la desembocadura del Río Balsas, en las costas de Michoacán. Se dijo que se produjo por un movimiento telúrico a 15 kilómetros de profundidad, bajo la corteza terrestre. El temblor tuvo una duración de 4 minutos y dejó 6,000 muertos.

Ante la negligencia gubernamental, la sociedad civil demostró la calidad humana. Inmediatamente se organizaron grupos de rescatistas, las ambulancias insuficientes contaron con los transportes particulares, nadie se detuvo en prestar auxilio. La noticia se difundió radiofónicamente en voz de Jacobo Zabludowski y en la parte inicial la información televisiva, en Canal 2, la dieron Memo Ochoa, Lourdes Guerrero y Juan Dosal.

Aún hay huellas del desastre. Desapareció un edificio de la Unidad Habitacional de Tlatelolco, los edificios de los hoteles Regis y Del Prado, infinidad de construcciones y se calculó en 30,000 el número de heridos e igual cantidad de viviendas derribadas.

Después del simulacro
Catorce minutos después de la una de la tarde del martes 19 de septiembre de 2017, los capitalinos, sus visitantes nacionales y extranjeros, se alarmaron. “¡Está Temblando!”, se oyeron voces en las casas, en la calle, en las oficinas, en los mercados, en los tianguis. Como en aquel 1985, inmediata suspensión de los servicios públicos, paralización del transporte. Las profesoras y los profesores protegiendo a los niños, arropándolos, los procuraban como las gallinas ponerlos bajo sus alas, valga la expresión.

Precisamente esa mañana, a las 11 horas, sonó la “Alarma Sísmica”. La gente estaba advertida de que se trataba de un macrosimulacro, el cual se llevó a cabo en toda la Ciudad de México y algunas entidades que podían ser afectadas por este fenómeno de la naturaleza. Nadie imaginó lo que dos horas más tarde sucedería.

Gran susto en el Distrito Federal, en poblaciones de Morelos, Puebla, Guerrero y Oaxaca. El epicentro, en Los Cocos, en Chiautla de Tapia, Puebla. El movimiento de una placa oceánica a 51 kilómetros de profundidad. Los daños materiales se estimaron en 61 mil 143 millones de pesos. La intensidad fue de 7.1 grados en la Escala Richter.

Hace dos años, otro
Empezaba la tercera semana de septiembre. Lunes 19 de septiembre de 2022. En la mente, el recuerdo del 85 y los inquilinos de unos edificios en el lado oriente de la Calzada de Tlalpan, seguían sin recuperar sus departamentos. La reparación total estaba lenta. Obvio no se pensaba que tendríamos otro sacudimiento del piso.

Minutos después de un simulacro nacional, a las 12:19 horas, con o sin alarma sísmica, el caso es que volvieron a paralizarse las actividades. Todos trabajando. En los cientos de escuelas Primarias y Secundarias, niños, jóvenes y profesores a correr, protegerse en algún lugar o salir a media calle.

Los daños humanos y materiales, afortunadamente menores. Golpeó fuerte en la Capital Mexicana, Hidalgo, Guerrero, Puebla, Morelos y Jalisco e inclusive regiones del Sur de Chihuahua. En Colima y en Michoacán reportaron graves daños. El epicentro fue localizado en Coalcomán, Michoacán. Alcanzó en el sistema Richter una intensidad de 7.7 grados.

Senado, en una capilla
El Senado de la República, llamado Cámara Alta, tiene un historial de más de dos siglos. Ha ocupado diversas sedes y diferente el número de sus integrantes. Al principio, 42 titulares, después 58, 60 al dejar de ser Territorios Baja California Sur y Quintana Roo. En la actualidad, son 128.

La Cámara de Diputados comenzó a sesionar en un espacio del ala Sur de Palacio Nacional, conocido inicialmente como la Capilla Real y en los días del imperio de Maximiliano, Capilla de la Emperatriz.

López de Santa Anna disolvió el Senado en 1833 y lo restauró tres años después, ubicando sus trabajos en el Palacio de la Inquisición durante un año, pero en 1847 los invasores norteamericanos tomaron Palacio Nacional y los senadores se fueron a la Academia de Bellas Artes en Querétaro. En corto plazo retornaron a Palacio.

Finalmente, el 16 de septiembre de 1875 se instaló la Cámara de Senadores, bajo la presidencia del general regiomontano Mariano Escobedo y al día siguiente, el 17 tuvieron su primera sesión en la ex Capilla de la Emperatriz y hasta el 17 de agosto de 1931 pasaron a sesionar en un edificio colonial que fue monasterio jesuita, también albergó a un hospital a cargo de religiosas.

Esa sede está ubicada en Donceles y Xicoténcatl, Centro Histórico de la Ciudad de México. Frente a ese edificio la antigua oficina de Telégrafos como parte de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, hoy Museo Nacional del Arte.

La nueva sede de la Cámara Alta fue inaugurada el 20 de noviembre de 2010, en ocasión del Centenario de la Revolución Mexicana y empezaron a sesionar hasta abril del siguiente año. Durante cuatro años fue construido el moderno edificio con oficinas privadas para 128 senadoras y senadores, así como espacios para considerable número de funcionarios, directores y empleados.

El moderno edificio está ubicado en el crucero de Avenida Insurgentes Centro y Paseo de la Reforma. Enfrente está la Glorieta con el monumento y la estatua del último emperador azteca, Cuauhtémoc, construida a instancias de Vicente Riva Palacio e inaugurada el 21 de agosto de 1887 por el presidente Porfirio Díaz.

Marco Polo y la pasta italiana
Siempre es interesante leer las efemérides, porque nos llevan a saber de personajes, a detallar lugares, a crear historias y una de éstas gira en torno al aventurero veneciano Marco Polo, nacido el 15 de septiembre de 1254 y vivió 69 años, muchos de los cuales los dedicó a recorrer y vivir en China, además de otros recorridos marítimos. Hombre predestinado a sentar precedentes.

Heredó de su padre Niccolo y de su tío Maffeo, ambos de apellido Polo, la afición a viajar en barco, bergantines, buques. 23 años estuvo en China, conoció al emperador de Mongolia, Kublai kan. El aventurero llegó a tener problemas y fue a parar a prisión, donde se hizo amigo del escritor Rustichello de Pisa, quien luego de largas pláticas lo hizo célebre e inmortal.

Estaban en guerra los hombres de las Repúblicas de Venecia y Génova, cuando Marco Polo fue aprehendido por sus rivales. Sucede que Rustichello recopiló los relatos de Marco Polo y dejó para la posteridad el libro titulado, en español, Los Viajes de Marco Polo, que contiene la narración de sus andanzas y descubrimientos, muchas veces acompañado de su padre y de su tío. Era la época de Baja Edad Media, eran los días de la República de Venecia.

El mercader fue reconocido por sus paisanos y lo hicieron miembro del Gran Consejo de la República de Venecia y se comentaba que el navegante genovés Cristóbal Colón leyó el mencionado libro y fue parte de su inspiración para recorrer los mares.

Una versión no verificada y de hecho desmentida, es que Marco Polo había introducido el platillo de las pastas a Italia, al retornar de uno de sus viajes a China. Muchos años en Palermo y otras poblaciones italianas consumían pastas, elaboradas con harina de trigo. Las de China se hacían con semilla de mijo.

La apasionante Agatha Christie
No hay duda que una de las escritoras de novelas más conocida y leída en el mundo, lo es, hasta la fecha, la británica Agatha Christie. Sus obras están traducidas en 103 idiomas, circulan desde siempre, creadora de un personaje parsimonioso, el Detective Hércules Poirot, a quien se han personificado en cintas cinematográficas.

Agatha Mary Clarissa Miller Boehmer nació el 15 de septiembre de 1890 en el poblado de Torquay, Reino Unido. Adoptó el apellido de su esposo Archibald Christie, con quien vivió 14 años y en 1930 se casaría con Max Mallowan, su marido hasta el 17 de enero de 1976 en Wallingford, Oxford, fecha en que ella fallece.

En sus 85 años de vida, Agatha fue amante de la arqueología, escritora, dramaturga. Algunas de sus obras fueron llevadas al cine, a representaciones teatrales y sus biógrafos aseguran que se han vendido cuatro mil millones de copias de 66 novelas policíacas, seis novelas rosas y catorce cuentos en que usó el seudónimo de Mary Westmacott.

En 2013 su novela El Asesinato de Roger Ackroyd fue clasificada como la mejor novela de crimen de todos los tiempos. El reconocimiento lo hicieron los 600 miembros de la Asociación de Escritores de Crimen. Su primera novela, El misterioso Caso de Styles, la escribió cuando cumplía 30 años de edad. Ahí hizo su “aparición” Hércules Poirot.

Recibió muchos premios, reconocimientos y la Reina Isabel II le nombró Comendadora de la Orden del Imperio Británico, en el año de 1971.

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