Ráfaga: El robo-secuestro del niño Fernando Bohigas

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Jorge Herrera Valenzuela
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Ciudad de México, 2 de junio de 2021.- Por mil pesos, una mujer fue “madre” durante casi siete meses. Desesperada por no concebir un hijo propio recurrió a un “robachicos” y mantuvo secuestrado al pequeño, mientras los padres y la policía difundieron la fotografía del menor, acudieron a la XEW y durante varios días fue la noticia de primera plana en los diarios nacionales, desplazando a la información del final de la Segunda Guerra Mundial. De octubre de 1945 a abril de 1946 el Servicio Secreto, encabezado por el detective J. Jesús Galindo Vázquez, se movilizó hasta lograr el rescate.

El caso del Niño Bohigas estremeció a la sociedad de la Ciudad de México y en horas el suceso era conocido en casi todo el país. Aunque no era el primer suceso atribuido a “los robachicos”, la desaparición de Fernando Bohigas Lomelí, de dos años y medio de edad, fue comunicada al presidente Manuel Ávila Camacho y llegó hasta la comitiva de la campaña del candidato presidencial Miguel Alemán Valdés. Por medio del secretario de la Presidencia, el jalisciense Jesús González Gallo, por escrito fueron felicitados el jefe de la Policía Preventiva, general Juan Ramón Jiménez, y el comandante J.J. Galindo Vázquez.

El matrimonio formado por Fernando Bohigas y Ana María Lomelí (homónima de la actual conductora de televisión) pertenecía a la clase media. El papá tenía un negocio como ferretero y ello le permitió pagar inserciones de la foto de Fernandito en El Universal. Hubo un ofrecimiento de su parte, cinco mil pesos, para quien diera informes del paradero del pequeño que fue robado del zaguán de Liverpool 88, en la Colonia Juárez, al mediodía del jueves 5 de octubre de 1945. “Estaba jugando, ahí en el zaguán”, dijo la mamá a la policía.

Dos versiones circularon, en agosto de ese año terminaba el ya referido conflicto bélico y en la calle se comentaba que había una banda de robachicos que operaba en nuestro país, principalmente en la Capital el país. Se llevan a los niños, decía la gente, para venderlos a las viudas de los soldados norteamericanos caídos en combate. La otra, abría la posibilidad de que “los gitanos” que llegaron al Distrito Federal robaran niños para ponerlos a mendigar.

Interviene el Servicio Secreto
Los angustiados padres decidieron dar parte a la policía. Fueron a las oficinas del Servicio Secreto, ubicadas en la planta alta de un edificio ubicado en la esquina de Independencia y Revillagigedo, casi frente al Cine Metropólitan y la Alameda Central. Los atendió el jefe de esa corporación, don J. Jesús Galindo Vázquez, uno de los mejores detectives mexicanos, autodidacta, intuitivo, discreto, como sería su sucesor, don Manuel Mendoza Domínguez.

El jefe Galindo sabía que, en diferentes rumbos, zonas residenciales y colonias populares, los individuos operaban aisladamente y existían bandas de “robachicos”. Entre las primeras víctimas estaba Elena González, de apenas 17 meses de nacida, y Arturo Riveroll de 4 años; ambos fueron robados de sus casas. Se ordenó a los detectives no descansar hasta localizar a los niños, así como detener a los presuntos responsables. No se informó si los rescataron o no.

El robo de Fernando Bohigas, como ya lo comenté, movilizó a la policía y se solicitó la colaboración de los investigadores estatales. Por esos días se organizó la Asociación Contra los Plagios de Niños y doña Carmen Vasconcelos, esposa del diputado Herminio Ahumada, presidió al grupo de damas en la tarea de encontrar datos para rescatar al menor.

En su natal Celaya, Guanajuato, el recordado amigo y colega Héctor Martínez Serrano, en algún momento de su carrera radiofónica comentó: “Yo era niño y lo que veía eran anuncios con su fotografía (la de Fernandito) en los puestos, en las paredes, diciendo que se busca al niño. Me llamaba la atención, a pesar de ser niño, el apellido Bohigas, por raro para nosotros”.

Galindo se disfrazó de cartero
Seis meses de trabajo las 24 horas, el comandante Galindo no se doblegaba. Con su gente recorría barrios, colonias, parques y… ¡nada! En una reunión con sus agentes, les manifestó que pronto tendrían una noticia: “es un latido”, se dijo “para sus adentros”. La intuición afloró, una vez más en el pensamiento del detective.

La noche del sábado 27 de abril de 1946 sonó el timbre del teléfono de Galindo Vázquez y él contestó, inmediatamente. Oyó la voz de una mujer que dijo: “El niño que busca está en una casa de la Colonia Moctezuma”. No se identificó ni añadió palabras. Simplemente colgó la bocina.

Don J. Jesús Galindo reunió a los agentes Guillermo Bas, Carlos Filio, Vicente Nagar, Jesús Oyervide y Urbán González. Hicieron un plan para recorrer las calles de la Colonia Moctezuma, una de las primeras en la Ciudad de México, al oriente, rumbo al Puerto Aéreo, como era conocido el hoy Aeropuerto Internacional Benito Juárez. Esa misma noche del sábado “velaron” en las diversas calles, vigilando el movimiento de la gente.

La mañana del domingo, uno de los detectives le reportó a su jefe que en la Calle 12 vio a una mujer de baja estatura, joven, que entraba y salía de la casa marcada con el número 5. Se le notaba nerviosa, inquieta, como si buscará algo o a alguien. Nuevamente, la intuición entró en juego, Galindo decidió vestir ropas de cartero y estar de acuerdo con los empleados de la oficina postal del rumbo. Esa misma tarde llega a sus manos una carta, en que aparecía anotado el domicilio “sospechoso” de Calle 12 número 5, Colonia Moctezuma, y estaba dirigida la misiva para una persona radicada en Teziutlán, Puebla.

El jefe policíaco abrió el sobre. María Elena Rivera Quiroga le comunicaba a sus parientes que iba a visitarlos y “a llevar al niño a pasar una temporada, para que estuviera más seguro”. “No hay duda, se trata del niño Fernando Bohigas”, expresó el jefe Galindo con alegría de triunfador.

No se precipitó. A las 8 de la noche un ruletero –taxi- se detuvo frente a la casa vigilada. Salió la mujer con un niño en brazos. La acompañaba un hombre. Un automóvil-patrulla, sin siglas ni leyenda policíaca, siguió al de alquiler y éste detuvo su marcha en un estanquillo, tienda de barrio, en Mariana del Toro Lazarín 31, en la misma Colonia Moctezuma. La pareja y el bebé entraron a ese negocio.

Reencuentro padre e hijo
La vigilancia policíaca duró toda la noche. A las 11 de la mañana, lunes 30 de abril de 1946, Galindo y el papá de Fernandito entraron al estanquillo. Don Fernando silbó como ya tenía acostumbrado a su bebé y éste al oírlo se apareció y corrió para abrazar a su padre. Casi siete meses duró el secuestro, del “robachicos” nunca se supo más. El niño tenía crecido el cabello. Imaginen la escena que se produjo. Ambos irradiaban felicidad. Los detectives se felicitaban entre sí y el Servicio Secreto, una policía que tuvo reconocimiento internacional, cumplía una vez más con la sociedad.

Quedaron detenidos María Elena y su esposo Carlos Martínez Maldonado. Cinco años de casados, pero ella no podía embarazarse y ansiaba tener un hijo. Acudieron a varias Casas de Cuna para adoptar a un bebé, pero no lo consiguieron. María Elena, sin decirle nada a Carlos, planeó el robo de un niño “que ya supiera comer, que caminara y que estuviera sano”. Un hombre del que no se supo nada, por mil pesos consumó el robo. Entregó al niño y desapareció. Es parte de la versión que dio María Elena ante el agente del Ministerio Público de la Sexta Delegación.

También confesó que, junto con su esposo, Carlos, de 29 años y ella de 27, fueron al Registro Civil y dijeron que presentaban a su hijo para ponerle los nombres de Eugenio Augusto. Carlos trabaja en una fábrica de camas y ella dijo ser ama de casa. El 30 de abril de 1946, Fernandito cumplió 3 años

Y su mamá Ana María dio gracias a la Virgen de Guadalupe. “Esto es un milagro de la Virgencita de Guadalupe”. El hogar de los Bohigas Lomelí volvió a la felicidad e hicieron una fiesta por haber recuperado a su bebé y tenerlo precisamente en el tercer aniversario de su nacimiento que coincidía con el Día del Niño.

Filmaron una película
El 9 de agosto de ese mismo 46, en las carteleras de los cines Insurgentes, Savoy y Lindavista, se exhibía por primera vez la película “Ya Tengo a Mi Hijo”, cuyo argumento estuvo basado en los hechos del robo y secuestro de Fernando Bohigas Lomelí. Diríamos, Un Caso de la Vida Real, porque el personaje central, el niño, lo actuó de la víctima.

Los papeles principales estuvieron a cargo de las actrices Isabel Corona, como la secuestradora y la mamá, Blanca de Castejón, bajo la dirección del galardonado Ismael Rodríguez. Miguel Arenas fue el jefe Galindo; Eduardo Casado, el ferretero Fernando Bohigas. También figuraron en el reparto las entonces jovencitas Alicia y Azucena Rodríguez. La entrada, luneta, costó 3 pesos.

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