Alfa Omega: El Tratado Santa María-Calatrava y el Penacho de Moctezuma

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Jorge Herrera Valenzuela
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Ciudad de México, 8 de noviembre de 2020.- En nuestra rica Historia Patria siempre encontramos, al ojear libros, enciclopedias o folletos, pasajes interesantes relacionados con la vida de un país, de los actos ejecutados por los gobernantes, de las obras de los artistas y una extensa serie de informaciones. Entre esas páginas encontré, para transmitirle mi comentario, apuntes referentes al momento en que, trescientos años después del dominio español, se firmó un Tratado entre los gobiernos de España y de los Estados Unidos Mexicanos, establecida ya la República Mexicana, un país que desde entonces es conocido con el breve imponente nombre de México.

Ese documento se resguarda en el Archivo General de la Nación, eso creo, es conocido como el Tratado Santa María-Calatrava, firmado y fechado en la Ciudad de Madrid, España, el 28 de diciembre de 1836. Los que estamparon sus rúbricas fueron el ministro plenipotenciario de México, el abogado veracruzano Miguel Santa María y el jefe del gabinete español José María Calatrava. Nuestro país era gobernado por el jalisciense José Justo Corro Silva y en España Isabel II, quien, por ser menor de edad, fue representada por su madre María Cristina de Borbón, Su Majestad la Reina Gobernadora de las Españas.

Oficialmente, el documento quedó registrado como el Tratado Definitivo de Paz y Amistad, de siete artículos y el octavo calificado de secreto. Durante las audiencias previas a la redacción, se puso de relieve que a partir de la entrada en vigor se iban a “olvidar para siempre las pasadas diferencias y disensiones, restableciéndose y asegurando permanentemente las relaciones, por medio del Tratado de paz y amistad sincera”.

Pues bien, este Tratado de Paz y Amistad entró en vigor hasta 1937, cuando el abogado Santa María había muerto. La finalidad del documento en cuestión fue la de dar el reconocimiento oficial de España a la Independencia de México, consumada y protocolizada en septiembre de 1821, pero, además, se estipuló en los artículos que ambos gobiernos declaraban que no habría reclamaciones posteriores por los hechos acontecidos anteriormente, es decir, desde la llegada de los españoles a territorio azteca, la etapa del virreinato de la Nueva España y la de la Inquisición.

Por supuesto que hay muchos comentarios en torno a este suceso, surgido quince años después de que se firmó el mencionado Tratado, porque, comento, Fernando VII desconoció los Tratados de Córdoba, signados al consumarse la Independencia de México, finalizado el movimiento insurgente iniciado en 1810. Inclusive ese monarca español ordenó que el abogado Santa María fuese puesto en prisión, pero éste contó con la ayuda de los carceleros y se fugó, embarcándose con rumbo a Estados Unidos.

Mi comentario está relacionado con la demanda presidencial de que el gobierno español dé una disculpa a los pueblos fundadores de este hermoso México. El 30 de enero de 2019, el presidente español, Pedro Sánchez Pérez-Castrejón, estuvo en Palacio Nacional y entregó al presidente de México una copia del acta de nacimiento de su abuelo materno de nombre José Obrador, nacido en una casa del Cuartel de la Guardia Civil en Ampuero, España. El señor llegó a México, en barco, en 1917. En Tabasco conoció a una joven de nombre Ursula González y procrearon a Manuela, quien fue la mamá de quien vive y despacha en Palacio Nacional.

Pedro Sánchez queda registrado como el primer mandatario extranjero que visita al presidente de México, en el inicio de su sexenio. No trascendió si se habló o no de la solicitud escrita al Rey de España para que pida perdón a los pueblos indígenas de México.

El Penacho de Moctezuma
De nuevo está en las charlas de café el tema de El Penacho de Moctezuma que se exhibe en una Sala del Museo Nacional de Viena y de donde seguramente no saldrá, porque existe el riesgo de que sufra deterioro o desintegración tras más de 500 años de su existencia. El presidente de México, vía su esposa, pidió al gobierno austríaco que nos lo devuelva para la celebración de los 700 años de la fundación de México Tenochtitlán.

En principio se dijo que se trató de un regalo “como símbolo de buena voluntad” que hizo Moctezuma Xocoyotzin o Moctezuma II a Hernán Cortés, cuyos restos fueron inhumados en el Hospital de Jesús, en la esquina de la avenida 20 de Noviembre y República del Salvador, en el Centro Histórico de la Ciudad de México. No encontré testimonio documental de que el penúltimo rey azteca haya tenido esa deferencia hacia el que encabezó la conquista y colonización de las tierras mexicas.

Antes de comentar sobre lo que aparece en las páginas de nuestra Historia Patria, surgen algunas interrogantes. ¿Cómo y hacia dónde llevó Cortés El Penacho? ¿Por qué se encuentra en Austria? ¿Quién lo valúo en mil millones de pesos?

Es oportuno escribir que el penacho está confeccionado con plumas verdes de quetzal, rojas y café del pájaro espátula, con pedrería de oro, plata y cobre. Tiene una dimensión de 178 centímetros de ancho por 130 centímetros de altura. Está en una vitrina con todos los cuidados e incluso la temperatura de la sala, lugar del que se recomienda no moverlo.

Ni a Maximiliano se lo prestaron
De ninguna manera puedo afirmar que el caso de este símbolo mexicano se encierre en una cápsula de misterio, porque mucho han estudiado los historiadores nacionales y extranjeros; sin embargo, se carece de la información del recorrido de Tenochitlán a Viena, de quiénes lo tuvieron y cómo, finalmente, quedó en la capital austríaca en donde, por cierto, nació Maximiliano de Habsburgo, a quien mexicanos conservadores trajeron para imponerlo como emperador de México.

Leí que, durante su imperio, el joven Maximiliano pidió que le permitieran traer el Penacho de Moctezuma y se lo negaron, porque debería de autorizarlo el Parlamento, como sucedió en las peticiones por carta del presidente Ernesto Zedillo Ponce de León, en 1995, y un año después Rafael Tovar y Teresa fue personalmente a Viena, en calidad director del Conacyt, para solicitar oral y por escrito que permitieran traer a México el susodicho símbolo. Otra solicitud la hizo el presidente Vicente Fox Quesada, apoyado por la Cámara de Diputados para “negociar diplomáticamente” el retorno del penacho.

La solicitud escrita y el planteamiento personal que hizo la esposa del presidente de México, en su reciente viaje a Viena, se fundamentó en que el próximo año recordaremos tres sucesos: 700 años de la fundación de México-Tenochtitlán, en 1321; 500 años de la conquista por los españoles, en 1521, y los 200 años de la consumación de la Independencia, 27 y 28 de septiembre de 1821. (Lo único en que no hay consenso entre historiadores, investigadores universitarios y funcionarios federales, es la fecha de fundación de México Tenochtitlán, pues la ubican en 1325 y no en 1321. Estuvieron reunidos representantes del Instituto Nacional de Antropología e Historia, de la Coordinación Nacional de Memoria Histórica y Cultural de la Ciudad de México y de la Secretaría de Cultura).

Después de ese breviario informativo, solo resta comentar que El Penacho de Moctezuma jamás volverá a tierras mexicanas, “porque la vibración de un viaje lo pone en riesgo”, “el penacho es demasiado frágil”, “es imposible moverlo en este momento” y Bernard van Bussel, curador austríaco dijo: “no me atrevo a moverlo”. En tanto el presidente de México ha declarado: “se lo han apropiado por completo”, refiriéndose a los austríacos.

P. D. Antes de entrar a las efemérides, les comento que accidentalmente omití dos nombres en mi comentario relacionado con el centenario del caricaturista David Carrillo. Me faltó escribir los nombres de la abogada, intérprete y traductora Gaby y de Miguel, fotógrafo y hippie (así me lo dijeron), hijos de David y la encantadora Marilú… Pues, ¿Qué creen? El 6 de noviembre es una fecha de tristes recuerdos en el medio artístico, lean: en 1970 muere el bohemio que le cantó a la mujer, Agustín Lara; nombrada por el presidente del Consejo Nacional de Turismo, Miguel Alemán Valdés, embajadora de la Canción Mexicana, María de Lourdes (Pérez López) nos dejó en 1997; El Rey del Falsete, Miguel Aceves Mejía, se fue en 2006, y en el 2015, el mazatleco compositor y actor, José Ángel Espinoza Aragón, “Ferrusquilla”… También la misma fecha, murieron el caricaturista Rafael “La Ranita” Freyre hace cinco años y hace tres, el maestro torero Miguel Espinoza, “Armillita”… Unos dicen que nació en Tlacotalpan, Veracruz, en 1897 y otros afirman que era originario de la Ciudad de México, pero registrado en 1900. Lo cierto es que en la Fe de Bautizo su nombre fue: Ángel Agustín María Carlos Fausto Mariano del Sagrado Corazón de Jesús Lara y Aguirre del Pino. ¡Hace 50 años que murió y su último amor fue la guapísima tamaulipeca Vianney Lárraga. A los 15 años Agustín tuvo su primera pareja, Yolanda Santacruz Gasca. Después se relacionó con Clara Martínez. Fue esposo de Esther Rivas Elorriaga, a los 17 cumplidos: Con María Félix, La Doña, se casó en 1945 y duró dos años; Rocío Durán lo soportó de 1963 a 1967, en vida matrimonial.

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